
En Alemania, cuando uno habla de fútbol de primera división, el común denominador es un club del norte del país. Da igual la nomenclatura, formato, profesionalización –o no- del torneo, si es la máxima categoría del fútbol teutón, el Hamburgo estará presente. Así ha sido desde el inicio del juego en el país y así será, al menos hasta después de esta promoción de descenso que enfrenta al Dinosaurio con el Karlsruher.
Los primeros éxitos del club hanseático – de ahí viene el famoso y curioso escudo del club– datan de los años 20, cuando se corona campeón nacional, primero en 1922 –en una muy polémica final contra el Nuremberg, dominador del fútbol alemán de la época-, y 1928. No sería hasta más de 30 años después, en el 60, que llegaría el tercer título al derrotar en la final al Colonia. Las denominaciones del torneo cambiaban, pero básicamente el campeón alemán se decidía entre los ganadores de los diferentes torneos regionales, y era un fútbol eminentemente amateur. Un amateurismo, como aquel de los equipos del Este, siempre muy entre comillas. Los futbolistas no eran obreros o trabajadores normales. Nunca lo fueron.
Uwe Seeler es el líder del Hamburgo de los sesenta.
Liderados por el rechoncho atacante, mito de la selección alemana bien apoyado por los hermanos Dörfel, los chicos del Hamburgo llegan a las semifinales de la Copa de Europa de 1961, donde serán derrotados por el FC Barcelona. Los catalanes tenían probablemente el equipo más completo del continente, y aún así tuvieron que sudar tinta china para derrotar a los campeones de Alemania.
Se va gestando el gran Hamburgode los 70 y 80A comienzos de la década de los 60, el fútbol alemán decide profesionalizarse y crear su primera verdadera liga nacional. La Bundesliga nace en 1963 y uno de sus fundadores es, cómo no, el Hamburgo, a la sazón campeón de Copa, que dará guerra durante toda la década, pero nunca hasta el punto de arrebatar el título a los diversos campeones como el Colonia de Wolfgang Overath, los Leones del 1860 Munich de Rudi Brunnenmeier , el Nuremberg de Max Merkel o el sorprendente Eintracht Braunschweig. Con el cambio de década, aparecen el Borussia Moenchengladbach y el Bayern Munich, que dominarán el fútbol alemán durante los 70. Seeler, todavía uno de los jugadores más reconocibles de la selección, juega su último Mundial en Mexico –ya convertido en centrocampista de facto- y se retira en 1972. Para aquel entonces, ya empezaban a despuntar nuevos talentos en el equipo, y los éxitos no tardarían en llegar a la ciudad. De hecho nunca antes ni después se viviría tan en la cresta de la ola.
En 1976 caería de nuevo la Copa –ante el Kaiserslautern-, cortando así una larga sequía de más de una década. Comenzaba así un ambicioso proyecto que pretendía situar al Hamburgo en el mapa europeo de nuevo. Una base de jugadores que pronto se recitaría casi de memoria y, sorprendentemente, un baile de entrenadores que no afectaría a la competitividad del equipo. Kuno Klötzer es el hombre que lleva a cabo el ascenso a categoría de aspirante. Desde 1973 va construyendo el equipo y alcanza el éxito de la Copa. Es pues también el entrenador que inicia el asalto europeo del club hanseático. La campaña del 77 en la Recopa de Europa es triunfal. No se encuentra rival en el Keflavik islandés, el Hearts escocés o el MTK húngaro. Pero cuando el Atlético de Madrid vapulea a los germanos 3-1 en el Calderón en la ida de semifinales, todo parece visto para sentencia en la aventura continental del HSV. Nada más lejos de la realidad. Un Volksparkstadion hasta la bandera empuja a su equipo hasta un 3-0 histórico en la vuelta, que les da la oportunidad de disputar la final contra el pujante Anderlecht.
Los belgas no eran ninguna perita en dulce, y contaban con jugadores de lujo como Arie Haan y Robbie Rensenbrink, dos hombres que podrían ser titulares en cualquier conjunto europeo. El partido es disputadísimo, pero el HSV se impone en un esfuerzo final de 10 minutos que traen consigo los goles del punta Volkert y el director de juego Magath. La victoria era para los alemanes, que conseguían su primer título europeo y, ahora sí, parecían preparados para grandes cosas. Magath se consagró ese año como uno de los mejores centrocampistas del continente y Manfred Kaltz se hizo mundialmente famoso por su potencia subiendo la banda, su capacidad táctica y, sobre todo, por esos centros medidos que lo harían un jugador único. Con su pierna derecha golpeaba la pelota y esta describía una parábola que facilitaba el trabajo de cualquier delantero centro. Los bananenflanken se convertirían en una de las armas más mortíferas del fútbol mundial durante una década. Tal era la categoría de Kaltz que llegó a jugar de líbero en la selección alemana –en el Mundial de 1978- y sólo Seeler, von Hessen y Hrubesch han marcado más goles que él luciendo la camiseta del rombo.
Tras la coronación europea, el HSV dio un salto de calidad.
Con la Recopa bajo el brazo, el Hamburgo se convierte en el gran protagonista del mercado estival de 1977. Primero con el relevo en el banquillo de Klötzer, el hombre que había situado al equipo en el nivel al que estaba ahora. Su sustituto sería el excéntrico Rudi Gutendorf, un auténtico trotamundos, cuya personalidad le haría un personaje bastante conocido. Pero el gran golpe llegó cuando Kevin Keegan, la gran estrella del Liverpool campeón de Europa, firmó con el club hamburgués. Keegan afirmaba buscar nuevos retos y quería demostrar su calidad también en el Continente. El hecho de que la ley fiscal en Gran Bretaña fuese a cambiar para quedarse con una gran parte de sus beneficios sin duda influyó también en su decisión. Y ahí estaba el Hamburgo para ofrecerle un enorme cheque y un reto más enorme aún: ganar la Copa de Europa.
La locura se desató no sólo en Hamburgo, sino en Alemania entera. Todavía bajo el dominio de Borussia MG y Bayern, ya se vislumbraba una pequeña decadencia en ambos, y equipos como el Colonia, el Eintracht o el propio Hamburgo estaban dispuestos a recoger el testigo de los gigantes del fútbol alemán en los 70. Pero primero había que ver cómo se adaptaba Keegan a su nuevo equipo y a un nuevo fútbol. Había dudas. Y las dudas se confirmaron. El Hamburgo fue aplastado por el Liverpool en la Supercopa de Europa. Seis a cero en la vuelta de Mighty Mouse a Anfield Road. Keegan reaccionó en la segunda parte de la temporada, pero el HSV cambió de entrenador, con Gutendorf sustituído por el ex portero del club Arkoc Ozcan y con la trayectoria en la Recopa cortada por un Anderlecht que se cobró venganza en los octavos de final. Pero en enero del 78 hace su entrada un personaje capital en el devenir del club: Gunther Netzer, legendario centrocampista, mito del fútbol teutón, asume como manager general del club. Y a partir de su llegada, nada será igual. Todas sus decisiones son un acierto y el Hamburgo se convierte en referencia europea.
En el verano del 78, el inquilino del banquillo volvió a cambiar. El volcánico –y alcohólico- yugoslavo Branko Zebec asumió el cargo. Zebec había sido toda una leyenda como jugador, y como entrenador era conocido como un auténtico sargento, algo que no siempre casaba bien con sus jugadores. En el plano de los fichajes, llegó un delantero gigantón que se convertiría en el mejor socio de Kaltz, Horst Hrubesch. Bajo las órdenes del yugoslavo y con Magath, Kaltz y Hrubesch en plena forma, el equipo fue un relojito suizo y ganó la Bundesliga. Pero el más destacado fue Keegan, totalmente adaptado al fútbol alemán y autor de 17 goles. Mientras el Colonia se pegaba con todo el mundo en la Copa de Europa –su semifinal contra el Forest de Brian Clough es un clásico de la competición-, los de Hamburgo apretaron el paso para alzar su primer título liguero desde hacía casi veinte años. La campaña fue impresionante y Keegan ganó además su primer Balón de Oro.
La remontada ante el Real Madrid propiciaría una foto históricaAsí pues se había completado el primer paso del camino, que era ser campeón nacional. Lejos quedaban aún los tiempos en que ser cuarto te abría las puertas de luchar por ser el campeón de Europa. El HSV emprende la campaña 79-80 con la ambición de coronarse monarca europeo. Y no defrauda hasta llegar a las semifinales, cuando se tiene que medir al Real Madrid. Tres lustros después de su última conquista europea, los blancos se habían convertido en la piedra de toque que medía la seriedad de las nuevas alternativas de poder en el Viejo Continente. Y el Hamburgo no iba a ser menos. Los alemanes salieron al Bernabéu con ansias de refrendar su candidatura, pero el Madrid los frenó muy bien. Uno de los factores decisivos de la victoria merengue fue el impecable marcaje del desconocido Pérez García a Kevin Keegan. El rubio defensor del Madrid secó totalmente al Balón de Oro, facilitando las cosas para que su equipo se impusiese 2-0 gracias a dos goles de Santillana. En la vuelta, el Real Madrid vivió lo que sus vecinos tres años antes. El Volksparkstadion incendiado por un HSV desmelenado. Liderado por un Keegan que, esta vez sí, destrozó a Pérez García, el equipo de Zebec endosó un 5-1 impecable al antiguo rey de Europa. La famosa foto de Vicente del Bosque, sentado tras la portería con la mirada perdida, con el marcador reflejando la goleada al fondo pasó a la historia.
Keegan dejó Hamburgo tras perder la finalLa final, precisamente, se jugaría en el Bernabeu. Y allí, en un estadio semivacío porque los aficionados madridistas no tenían a su equipo en ella, el Hamburgo desafió al campeón de Europa. Ni más ni menos que el Nottingham Forest de Brian Clough, Peter Shilton, Trevor Francis y John Robertson. Sería precisamente el chaparro jugador escocés, aparentemente lento, pero con un toque de balón exquisito –Clough siempre dijo que era el mejor jugador de ese Forest campeón-, quien burlando la vigilancia de Kaltz batiría al guardameta Rudi Kargus y rompería el corazón de la ciudad de Hamburgo –bueno, quizá no del barrio de Sankt Pauli-. En la finalísima, Keegan lo intentó todo, pero sin fortuna. Se sabía ya que no seguiría en Hamburgo, pues ya había anunciado su vuelta a Inglaterra, sorprendentemente al Southampton, un equipo que estaba gastando bastante dinero en ese momento –Allan Ball, Malcolm McDonald…-. Toda esa temporada 79-80 estuvo marcada por la desesperación de la hinchada hamburguesa, por sus ruegos, sus pancartas, sus homenajes a un Mighty Mouse que les abandonaba. En liga, el equipo no pudo defender su cetro, quedando segundo tras el Bayern Munich liderado por Breitnigge
En lo que parecía ser el inicio del declive el HSV encontró la fuerza para renacer.
1980 iba a ser, como ya parecía habitual, un verano movido en la sede del club. Netzer cambió de entrenador, cansado de los escándalos –normalmente etílicos- protagonizados por Zebec. La escuela yugoslava siguió presente, ya que su sucesor fue Aleksandar Ristic. De nuevo se terminará la Bundesliga en segundo lugar, y de nuevo ante el odiado Bayern. Hrubesch, ya consagrado como uno de los mejores delanteros centro de Europa –campeón continental con la selección en 1980 marcando los dos goles de la final contra Bélgica-, marca 17 goles y es el jugador más destacado de los de Ristic.
Con Ernst Happel el cambio es inmediatoEl gran cambio ocurre con la llegada de Ernst Happel. Es un golpe de mano por parte de Netzer, que consigue a uno de los más destacados técnicos europeos, ya campeón con el Feyenoord y subcampeón con el Brujas. Happel era un sargento, pero también un técnico moderno, que podía hacer maravillas con una plantilla cuyos pilares estaban bien asentados y a los que sucesivas buenas campañas de fichajes habían unido piezas tan valiosas como Jimmy Hartwig, Lars Bastrup, Thomas von Heesen, Jurgen Groh, Dietmar Jakobs e incluso un veterano Franz Beckenbauer. Happel sabía competir y lo demostró ese mismo año. El HSV fue una apisonadora, goleando rivales incluído el Bayern. A los bávaros se les aplicó un 4-1 en casa y un glorioso 3-4 en el Olympiastadion. El Hamburgo conquistó el título con tres puntos de ventaja sobre el Colonia, perdiendo sólo 4 partidos en todo el campeonato, marcando 95 goles en 34 partidos, 27 de ellos de esa bestia que era Horst Hrubesch. Jimmy Hartwig aportó 14, Bastrup 13, Jurgen Milewski 10 y Magath 8 y numerosas asistencias. No contentos con eso, el equipo llegó a la final de la Copa de UEFA donde, no sólo perdió, sino que fue totalmente dominado por el sorprendente Göteborg de Sven Goran Eriksson, un equipo que haría grandes cosas durante toda la década. Caería una segunda UEFA y unas semifinales de Copa de Europa en las que el Barcelona les remontó un 3-0.
De nuevo el primer paso estaba dado, con el título alemán bajo el brazo. Tocaba el gran reto de la Orejona. Wofgang Rolff, que sería una figura destacada durante su carrera en el HSV, fichó ese mismo verano y el equipo estaba preparado para dar guerra a los más fuertes de Europa, en una competición que vivía su época más física. Nunca nos cansaremos de repetir el desafío que representaban equipos como el Dinamo de Bucarest, el Widzew Lodz, el Dynamo de Berlín, el Universitatea de Craiova o el CSKA de Sofía, llenos de auténticos camiones de carga que, además, sabían jugar al fútbol y pegaban como si los árbitros les dejasen –que les dejaban-.
La temporada 82-83 significó la consagración de Happel y todo un grupo de jugadores.
No vamos a negar que había ciertas dudas sobre la capacidad del equipo para ganar finales. Se había perdido dos que, en teoría, no se debería. La sombra del Forest y el Goteborg, a pesar de la impecable campaña en Bundesliga, era alargada.
Pero el HSV se encargó en esta temporada de alejar todos los fantasmas. Los de Happel imprimieron un ritmo fuerte en la liga desde el principio que, además, les ayudó a superar confortablemente a Dynamo Berlín (1-1 y 2-0) y Olympiakos (1-0 y 4-0 en Atenas, con exhibición alemana), en las primeras eliminatorias de la Copa de Europa. El equipo tenía más experiencia y era más serio. Los movimientos tácticas de Happel siempre sorprendían y resolvían momentos difíciles. Los cuartos de final trajeron el primer peso pesado, en forma de Dinamo de Kiev, donde Blokhin seguía siendo la figura. La ida, en Kiev, se suponía muy difícil, pero fue la gran noche de Lars Bastrup. El internacional danés marcó un hat-trick que enmudeció el Zentral de la capital de la República de Ucrania. El Dinamo sorprendió en la vuelta, ganando en Hamburgo por 1-2, pero no fue suficiente. Las semis, de nuevo, lo cruzaban con un equipo español, esta vez la Real Sociedad. Mientras Widzew Lodz y Juve dirimían un finalista, Real y Hamburgo se jugaban la otra plaza en la final de Atenas. El pequeño Atocha reventó para apoyar a su equipo. El gol de Wolfgang Rolff marcó el partido, pero la afición txuriurdin siguió empujando y creando ese ambiente tan especial que se daba en su histórico campo. El gol del pundonoroso Gajate igualó el partido y dio esperanzas a los realistas de cara al partido en el Volksparkstadion. Eso sí, el reto era impresionante, ya que la Real se presentó en Hamburgo con las bajas de cuatro de sus puntales: Cortabarría, Gajate, Zamora y la ya consabida de Satrústegui. El Hamburgo era favorito y llegaba el momento de demostrar que la responsabilidad no pesaba.
Al descanso en Alemania se llegó con empate a cero y un linier lesionado, que fue sustituido por uno de los suplentes, un juez de línea nacido en Hamburgo, en una decisión que hoy nos hace llevarnos las manos a la cabeza pero que antes era normal. Los hombres de Ormaechea dieron la cara y estuvieron a punto de dar la sorpresa. A falta de 15 minutos, Dietmar Jakobs parecía sentenciar la eliminatoria, pero apenas cinco después Diego empataba y daba ánimos a los vascos. Desgraciadamente, la alegría duró poco, ya que en el 83 Von Heesen, en claro fuera de juego, marcaba y decidía el pase del Hamburgo. Bruno Galler, el trencilla suizo, uno de los favoritos de UEFA y FIFA durante ese período, concedió el gol a instancias del juez de línea hamburgués. La final de Atenas, la segunda final de Copa de Europa en cuatro años –tercera europea en cuatro, cuarta en ocho- era una realidad. Había que dar el golpe definitivo. Demostrar que el HSV era un grande de Europa.
Durante toda la temporada, al vez que el equipo viajaba por Europa en su caza de la Orejona, los hombres de Happel mantuvieron una intensa lucha en la cabeza de la Bundesliga. Llegado el momento, la cosa estaba tan cerrada que sólo el goal-average los separaba del eterno rival, el Werder Bremen. El momento clave fue la victoria contra el Schalke 04 donde, una vez más, la participación de Rolff fue decisiva. El incansable centrocampista marcó tras un contraataque liderado por Magath y el danés Allan Hansen. A pesar de ser un jugador defensivo, como ya hemos dicho, Rolff era un auténtico tragamillas que se encontró en el lugar oportuno en el momento justo en más de una ocasión. En este caso, apareció en el área de los de Gelsenkirchen para batir a Walter Junghans. El gol decisivo para revalidad el título de campeón alemán. ¡Y faltaba todavía el viaje a Grecia!
Ernst Happel derrotó en la pizarra a la Juventus de TrapattoniEsa final de Atenas es una pesadilla para la Juventus y el sueño perfecto del Hamburgo. Jugando con su equipo de gala, Trapattoni es totalmente superado en la pizarra por Ernst Happel. El HSV sale con Stein, Kaltz, Jakobs, Hieronymus, Wehmeyer, Groh, Rolff, Magath, Milewski, Hrubesch y Bastrup. El zorro austríaco, con un sencillo cambio, moviendo a Lars Bastrup desde la izquierda a la derecha, destruyó el sistema Juventino. Gentile era el hombre para marcar al danés y, como era habitual, le seguía por todo el campo, partiendo desde su posición de lateral derecho. El caso es que, en lugar de cambiar el marcaje, Trap lo mantuvo, dejando un horrible agujero en la banda derecha de la Juve y creando un auténtico atasco en el perfil izquierdo. De ese hueco en la banda derecha nace el gol del Hamburgo, un tremendo cañonazo en parábola de Felix Magath que batió sin remisión a Dino Zoff. Tras ello, Tardelli se pasó la final cubriendo las ausencias de Gentile –incluso cuando Bastrup se fue lesionado y sustituído por von Hessen-, dejando el centro del campo a merced de Felix Magath, Jürgen Groh y Milewski. El trabajo de Groh, uno de los héroes oscuros de ese equipo, es excepcional en este partido. El número 8 fue un auténtico bulldozer que pasó por encima del debilitado centro del campo turinés. Con Boniek volviéndose loco junto a Bettega en tierra de nadie, y Platini y Rossi desaparecidos, la final no pudo ser más triste para los Juventini. Precisamente es el no-marcaje sobre el astro francés otro de los golpes de mano de Happel sobre Trapattoni. El austríaco, uno de los mayores profetas de la defensa en zona, dejó a Platini libre hasta que llegase a la parcela del campo donde era más peligroso. Y esa parcela era la vigilada por Wolfgang Rolff, una vez más decisivo como durante toda la temporada. Con Groh y Milewski controlando el resto de la parcela ancha, el propio Kaltz tenía vía libre para subir por la banda y dejar su marca en la final. Como también la dejó, a pesar del dominio de su equipo, el guardameta Uli Stein, con una sensacional parada a un cabezazo en plancha de Bettega.
¡El HSV era campeón de Europa! El histórico doblete se había completado. Además, Happel se convertía en el primer entrenador de la Historia en ganar la Copa de Europa con dos equipos distintos.
El cenit del HSV supuso también su canto del cisne. Comenzaba la cuesta abajo.
Para el conjunto hanseático quedaba todavía, tras la final de Atenas, la oportunidad de conquistar el mundo. Sería en Tokio y contra el campeón de la Copa Libertadores de América, Gremio de Porto Alegre. En aquel entonces la Supercopa de Europa se jugaba a doble partido, con lo cual esta final intercontinental pilló al Hamburgo en medio de su duelo contra los escoceses del Aberdeen, dirigidos por Alec –sic- Ferguson, que habían derrotado al Real Madrid de Di Stefano en la Recopa. En la ida hubo empate a cero, y con este resultado se fueron los de Happel a tratar de ganar la Intercontinental.
El estadio Olímpico de Tokio, con su césped durísimo y semicongelado, como era habitual en esas finales mundiales de los 80, nos brindó un muy buen partido. Gremio tenía una gran base, ya campeona continental, con jugadores como Tarciso, el lateral uruguayo Hugo de León y Renato Gaúcho, un genio de carácter rebelde. Además, había firmado para este partido a Paulo César Cajú y Mário Sérgio, un jugador que daría una clase magistral de cómo jugar en el centro del campo, en el partido contra los alemanes. Renato, totalmente inspirado, quebró a su marcador Schröder y batió a Stein para adelantar a los de Río Grande do Sul. El propio Schröder, martirizado toda la tarde por su par, tuvo algo de revancha cuando empató el partido. Pero en la prórroga, de nuevo Renato hacía lo que quería con la defensa hanseática y marcaba el definitivo 2-1. Volaba la Intercontinental, como voló asimismo la Supercopa Europeo tras una derrota por 2-0 en la vuelta.
Tras el inolvidable año 83, el Hamburgo se mantuvo un lustro más como una fuerza relevante en Alemania, pero no consiguió más títulos destacados, aparte de la Copa del 87. La defensa del título europeo no fue brillante, y algunos jugadores, como Hrubesch, abandonaron nada más alzar la Orejona. En el caso del gigantón, atraído por el dinero y un ambicioso proyecto del pujante Standard de Lieja. Otros, como Kaltz y Magath aguantaron hasta el fin de sus carreras, pero otras piezas importantes fueron dejando año a año el club. Gente como Milewski o Rolff buscaron fortuna en otros clubes, con mayor o menor suerte. Terminaba la época dorada del Dinosaurio, una década llena de recuerdos que mantienen la ilusión de una afición y persiguen incansablemente a cuanto jugador se pone la zamarra con el rombo en el pecho. Hay que honrarla y hacer justicia para quienes la pusieron en lo más alto. Contra el Karlsruher no hay títulos en juego, pero sí la posibilidad de que el reloj se pare definitivamente.
@9LutherBlissett · hace 511 semanas
Solo discrepo contigo en que Robertson parecía un jugador lento. A mi en las imágenes me da la sensación de que era una bala. Y estoy totalmente de acuerdo con Clough de que era el mejor jugador de ese equipo. Si se repasan vídeos de la época se ve que un gran número de goles surgen de acciones suyas.
Por su parte Uwe Seeler compagino su carrera de futbolista con su trabajo como comercial de la marca Adidas recorriendo todas las semanas entre 60.000 y 80.000 km. lo que me hace preguntar como sería capaz de compaginar su trabajo con los entrenamientos. Tal vez eso explica en algo su figura rechoncha.
Por último, un apunte literario. De Uwe Seeler dijo Eduardo Galeano:
"Era siempre el más bajo y el más gordo. Un hamburgués rechoncho y petizo, de andar oscilante, que tenía un pie más grande que el otro; pero Uwe Seeler era una pulga cuando saltaba, una liebre cuando corría y un toro cuando cabeceaba"
danityla · hace 511 semanas
Sorprende leer cosas como el poder económico de equipos como el Standard de Lieja, eran otros tiempos. Ahora parece que solo haya pasta en los dos grandes españoles, los dos ingleses, el alemán y en París... En fín.
Espero que nos brindes otra historia así del delicioso St. Pauli, menudo club para escribir un artículo también.
Abel Rojas 130p · hace 511 semanas
Qué grande Galeano.
Como Vilariño :-P
@ Danityla
No provoques a Vilariño o tienes artículo del St. Pauli de 3000 palabras en cosa de tres horas.
@migquintana · hace 511 semanas
@9LutherBlissett
En realidad, todos los artículos de Sergio Vilariño, Chema R. Bravo y David Mata tienen que leerse integrados entre sí. No es su pretensión, creo, pero es que forman un todo que viene a ser el fútbol. La historia del fútbol. Habrá que pensar en hacer algo así, una especie de recorrido, para todos los que quieran ir conociendo los mejores equipos de la historia, la evolución de los estilos, los grandes entrenadores... Yo creo que os encantaría.
Enorme la frase de Eduardo Galeano, por cierto. :)
@Folazo · hace 511 semanas
geryon · hace 511 semanas
JoseBenetuser 52p · hace 511 semanas
El Hamburgo es un equipo con gran historia pero que está en horas bajisimas, viendo amenazada su permanencia en la Bundesliga año tras año, y como se suele decir "tanto va el cántaro a la fuente...." que al final terminará descendiendo. Y este año puede ser el señalado, pues se está enfrentando a otro histórico como el Karlsruher y que de momento ha sacado un 1-1 en el estadio del Hamburgo, lo que obliga a los de Bruno Labbadia a tener un buen resultado en el partido de vuelta.
El fútbol alemán, más allá dela supremacía del Bayern, tiene muchas historias escondidas, porque la historia del país es muy distinta a la de la mayoría de países europeos, con guerras, invasiones, fragmentaciones, unificaciones,.... lo que ha dado lugar a que haya equipos históricos en otras épocas que ahora pululan por la segunda, tercera o hasta en las divisiones regionales. Especialmente curiosa es la historia de los equipos de la Alemania del Este, que poco a poco han ido desapareciendo, como el Dinamo Dresden, Hansa Rostock, Carl Zeiss, Rob Weib, Leipzig o el Cottbus. La mayoría de estos clubes llevan años perdidos en divisiones inferiores
@9LutherBlissett · hace 511 semanas
Por supuesto que los artículos de los tres crack son un repaso a la historia de fútbol alucinante. Yo personalmente flipo ya no solo por el conocimiento que tienen del fútbol antiguo (que es para flipar) sino que además lo combinan con un estilo literario que engancha desde el primer parrafo.
Por cierto si existe una "Maldición Vilarino" que sobre quien escribe pierde, exijo tajantemente un texto de Vil del Karlsruhe-Valencia del 93 para la vuelta. ;)
iltuliponero · hace 511 semanas
Ismael · hace 511 semanas
Lesmes II · hace 511 semanas
@2deTeo · hace 511 semanas
No tendran alguna historia referente al St. Pauli por ahi guardada? La semana pasada se salvaron de bajar a 3ra!
@SharkGutierrez · hace 510 semanas
La época gloriosa del Hamburgo es desde Klötzer (un auténtico trotamundos de banquillos modestos de Renania del Norte y Sajonia) hasta que Happel se va del club en el 87, justamente. Cabe decir que el Hamburgo (incluso en los 90 y la primera década del 2000) es un equipo que siempre compite en UEFA e incluso Champions League habitualmente.
Su actual decadencia tiene muchos motivos. Hay dos que considero importantes:
a) Proyectos cortoplacistas (en esto, muy parecido al Schalke) que se han gestionado de forma desastrosa. (Desde Thomas Doll en 2007, ningún entrenador ha durado más de una temporada al frente del club).
b) Inestabilidad institucional: cambios de presidente, economías de guerra, dependencia de la inversión de Kühne, cambio de directores deportivos, majo y limpio de jugadores, entrenadores que no duran más de una temporada, etc.
Referente al texto, me centro en la parte de la final de la Copa de Europa, donde la Juventus fue un equipo totalmente inoperante, pero hubieron dos momentos en los que Stein mete dos manos salvadoras para darle vida al Hamburgo. En la 2º mitad, pudo haber aumentado la ventaja.
Cabe recordar que Groh fue durante toda su vida central, pero con Happel jugó al lado de Magath y Milewski que eran sobre quiénes giraban todo el engranaje ofensivo de aquél equipo.
Pequeños matices para un texto evocador, digno para que los "neo-bundesligueros" lo tengan presente.
PD: el reloj seguirá contando su estadía en el (otra vez) Vollkspark.
LOCOMUYCUERDO · hace 510 semanas
Lo siento por los hinchas del Dortmund pero no les considero clasico del Bayern.
Por lo menos para mi.
@SharkGutierrez · hace 510 semanas
De hecho los "der Klassiker", cada época es diferente. Es por la ausencia de un 2º constante en Alemania. En los 70 fue el Gladbach, en los 80, el Hamburgo y en los 90-2000, la cosa está entre Werder Bremen y Schalke. El Dortmund no era un clásico, de hecho entre los setenta y ochenta era un equipo de zona media, media tabla. El milagro llegó en los 90 y fue por las llegadas de algunos jugadores veteranos que revitalizaron el equipo.
El Hamburgo ha perdido muchísima fuerza después de la primera década del siglo XXI.
sejrazo 58p · hace 510 semanas
De hecho, el Dortmund fue el equipo que mejor se aprovechó de la repatriación de alemanes desde la Serie A. Con ellos creo la base de un equipo campeón: Reuter, Köhler y Möller desde la Juve, Sammer desde el Inter, Riedle desde la Lazio...
El dinero lo consiguió gracias a una casualidad. Cuando se firmó el nuevo reparto de derechos televisivos, un gran porcentaje iba en función de la posición final el año anterior. Justo en ese año 92 (la primera Bundesliga unificada), el Borussia sorpresivamente queda segundo (detrás del Stuttgart). Eso le abre una ventaja económica con respecto a clásicos como Hamburgo (12º) o el propio Bayern (que queda 10º en una temporada desastrosa). No contento con eso, al año siguiente, el dinero de las televisiones para competiciones europeas se reparte en función de lo lejos que llega cada equipo en Europa. El Bayern y el Hamburgo ni participan (ni Schalke o Moenchengladbach), y el Borussia es el equipo alemán que más lejos llega en Europa (a la final de la UEFA). Más dinero y más diferencia con los demás.
Esa Bundesliga del 92 marca la pauta de lo que serán los años centrales de los 90 debido a ese reparto económico.