«Quien no haya experimentado la seducción que la ciencia ejerce sobre una persona jamás comprenderá su tiranía«. (V. Frankenstein)
Desde siempre, el hombre ha buscado desentrañar los misterios de la naturaleza. Ha buscado crear vida con el mismo ahínco con el que ha temido el resultado de su esfuerzo creador. En la inmortal novela de Mary Shelley, el joven Victor Frankenstein consumía sus noches buscando el secreto de la vida, pero, al encontrarlo, no pudo soportar la mirada que su imperfecta obra le devolvía. Hoy, más de un siglo después, el debate vitalista que animaba la sociedad británica de principios del XIX e inspiró la novela ya no existe, pero sí pervive la misma paradoja. El hombre todavía busca, a través de la robótica, el mismo anhelo antiguo: la creación de una nueva forma de vida mediante la ciencia. Y la IA ya es considerada por algunos expertos, como Stephen Hawking, una amenaza para la existencia del ser humano. Victor huye antes incluso de que su criatura haya abierto los ojos.
Esta aversión por lo antinatural quizá tiene su arraigo en una característica intrínsecamente humana: la capacidad de interpretar y «compartir» la emoción de los semejantes. Fue tal vez la imposibilidad de sentir empatía, de ponerse en el lugar de algo que resulta ajeno, lo que llevó al científico romántico a huir desencajado a través de las calles de Ingolstadt. Y también lo que lleva, hoy, a muchos a proyectar, de forma menos virulenta o, al menos, evidente, esta aversión hacia algunos individuos incapaces de exteriorizar esas emociones.
En el mundo del fútbol, la emoción lo domina todo. Es la identificación masiva con unos colores, de génesis tantas veces arbitraria, la que insufla vida a este entramado híbrido y desigual. En un espectáculo protagonizado por profesionales multimillonarios, dioses olímpicos vestidos de corto, el pecado imperdonable es la falta de pasión, la ausencia de entrega o de compromiso. En este contexto, Karim Benzema es el paradigma del héroe apático y alienado, el futbolista incomprendido. Una deidad sin fieles. Un autómata impasible que parece no llevar incorporado en su programación el lenguaje de la épica con el que se ha escrito buena parte de la historia del Real Madrid.
1-BEHOLD… THE VISION!
Por supuesto, el concepto del ser robótico, o desprovisto de emociones, ha tenido larga vida dentro de los cómics de superhéroes. En Marvel, ha habido numerosos ejemplos de héroes y villanos cuya naturaleza es artificial. Tal vez, el personaje más relevante sea la Visión. Originalmente, la primera Visión fue creada por Joe Simon y Jack Kirby durante la llamada Golden Age de los cómics (años 40-50). Era esta Visión un ser extraterrestre con la capacidad de teleportarse. En esa misma época, también apareció la Antorcha Humana original, un ser sintético que, por un defecto de fabricación, estallaba en llamas al mero contacto con el aire. Años después, en plena Silver Age, Stan Lee (entonces, ya editor) y Roy Thomas (guionista) acariciaban la idea de incorporar un nuevo miembro a su supergrupo estrella, Los Vengadores. Roy Thomas quería recuperar a la Visión de los años 40, que había acompañado al Capitán América en los Invasores, pero Lee quería un nuevo personaje y que, además, este fuera un androide. Así las cosas, al final, una nueva y majestuosa Visión aparecería en las páginas de The Avengers #57: un androide de rostro rojo creado, utilizando el cuerpo de la Antorcha Humana, por el también robótico Ultrón, a quien traicionaría para convertirse en Vengador.
Aunque la Visión es un androide, su «psique» cibernética fue creada a partir de las «pautas cerebrales» de un ser humano, Simon Williams; por lo tanto, no solo es un ser inteligente, sino también sensible. Ahí radicaLa Visión, como androide que es, se caracteriza por su frialdad su verdadera singularidad, y aparece la primera semejanza con Benzema: la Visión siente y padece (como demostraría un famoso cómic en el que se mostraba que incluso los androides pueden llorar), pero su naturaleza sintética, su frialdad lógica, y su apariencia sombría dificultan la interacción con los demás. A lo largo de los años, la Visión tendría problemas con compañeros Vengadores (uno de ellos, el temperamental Pietro Maximoff, por ejemplo), muchos de los cuales tenían su origen en las dificultades para aceptar la extraña y, aparentemente, desapasionada naturaleza del sintozoide. De igual modo, como sabemos, debido a su aparente frialdad, Benzema es uno de los principales candidatos a cabeza de turco cuando vienen mal dadas en su equipo. Hay en este peculiar futbolista francés un talento fino pero calculador, una técnica brillante acompañada de un aire de desmayo e indolencia que el público del Santiago Bernabéu, a menudo, castiga con desacompasada música de viento.
Tal vez uno de los momentos más cruciales de la carrera de Benzema se dio en el primer año de la turbulenta etapa de José Mourinho como entrenador del Real Madrid. Entonces, tras una decepcionante primera temporada, el delantero francés seguía sin convencer y perdía la partida con el otro delantero centro madridista, Gonzalo Higuaín. Tras una lesión de este último, el entrenador portugués enunciaría en rueda de prensa una curiosa comparación, al hablar de sus delanteros, que perseguiría a Benzema hasta el día de hoy: «Si no tienes un perro para ir a cazar y tienes un gato, vas con el gato, pero solo no puedes ir».
No fue el único dardo dirigido al francés por su entrenador; falto de motivación, incomprendido o indolente, o todo a la vez, Benzema no arrancaba, y su carrera en el Madrid estaba más en entredicho que nunca. Pero,Tardó varios años en ganarse la titularidad en el Real Madrid sin embargo, fue bajo las órdenes del díscolo y genial entrenador luso cuando el apático Karim empezó a desplegar todo el fútbol que llevaba dentro. Eran tiempos duros para un Real Madrid que vivía su propia distopía a la sombra de otra tiránica máquina, la que ensambló con piezas de fabricación casera y precisión de relojero Pep Guardiola. Nunca fue el fútbol más parecido a la guerra que entonces. Cada partido, una batalla; cada derrota, una cuenta pendiente; y dos generales a cada lado que no se contentaban con ver el despliegue de sus tropas desde una colina, sino que gustaban de bajar al barro.
También la Visión vivió uno de sus momentos más importantes en el transcurso de una guerra. Entre 1971 y 1972, se publicó una de las historias más míticas y recordadas de los Vengadores: La Guerra Kree-Skrull. También aquí dos imperios antiguos y orgullosos se enfrentaban en un dramático conflicto galáctico, uno en el que el grupo de superhéroes más poderoso de la Tierra desempeñó un papel fundamental. Posiblemente, el número más recordado de esa saga sea The Avengers #93, en el que un Hank Pym miniaturizado viaja, literalmente, a través del cuerpo de la Visión, gravemente herido. Gracias a los maravillosos lápices de Neal Adams, este viaje al corazón del androide se convierte en una de las cimas artísticas del cómic superheroico de los años 70. Así pues, en medio de sendos conflictos, la Visión y Benzema caen y son reconstruidos. Y se levantan siendo mejores de lo que nunca fueron.
Como superhéroe que, al fin y al cabo, es, la Visión tiene poderes. En este caso, sus habilidades están relacionadas con el control de la densidad de su cuerpo sintético. Así, es capaz de modificar esta magnitud gradualmente tanto como desee: puede reducirla hasta volverse intangible, y adoptar una apariencia aún más tétrica, o aumentarla hasta volver su cuerpo tan duro como el diamante. Del mismo modo, Benzema también parece poseer ciertas cualidades dúctiles: el futbolista francés se ha caracterizado por una actividad fantasmal durante muchos partidos, particularmente, del campeonato doméstico, para tener, sin embargo, una presencia constante y sólida en los de competiciones europeas. Es dudoso que la condición dúctil de Benzema obedezca a su voluntad, pero es indudable que parece haber una relación íntima entre la presencia del francés y la visibilidad e importancia del partido. Karim Benzema tiene tendencia a volverse tangible en la competición que ha convertido a su club en legendario.
2-DEUS EX MACHINA.
Si podemos trazar el linaje cultural de nuestros modernos héroes deportivos hasta el mismo panteón olímpico, el embrión de la literatura y el arte audiovisual contemporáneos se encuentra de igual modo en aquel pedazo de tierra bañado por el Mediterráneo donde los aedos cantaron las hazañas, tal vez no soñadas, de Ulises, el héroe errante; o Aquiles, el guerrero airado. Hay, de hecho, un vínculo íntimo entre héroes y dioses y arte, no solo en los temas, sino en la misma forma. El mismo origen del teatro griego se encuentra en los cultos a las divinidades: el ditirambo, canto coral en honor de Dioniso, deviene en drama; el drama es tragedia, tragoidía, o canto del macho cabrío, ya que los sacerdotes de Dioniso aparecían vestidos de sátiro. Posteriormente, serían los tres grandes tragediógrafos, Esquilo, Sófocles y Eurípides, los que darían a este incipiente arte su forma definitiva.
Eran estas tragedias, a menudo, obras enrevesadas, con tramas complicadas que involucraban tanto a dioses como a hombres. Tanto es así, que la resolución final de estas tramas, en ocasiones, requería de unBenzema trasciende en las grandes noches incluso sin meter el gol recurso especial: el deus ex machina. Literalmente, un dios «surgía de la máquina», mediante un mecanismo dispuesto sobre el escenario, para solucionar lo que parecía no tener solución, para hacer lo imposible. Pese a ser un recurso criticado, incluso entonces, por artificioso, bien entendidos en un sentido estrictamente religioso, o como personificaciones de las fuerzas ciegas de la naturaleza (tal y como hacía Eurípides), la intervención de los dioses en el devenir de las vidas de los hombres no carecía de lógica.
También en la moderna tragedia que es el fútbol —o comedia, si se da el caso— opera la misma lógica. Las tramas complicadas suele decidirlas, a menudo en el último acto, una aparición singular de excepcionales proporciones. El recorte imposible donde no hay espacio, el golpeo milimétrico desde distancias olímpicas, la mano salvadora que no se dobla, aparentemente, ajena a las leyes de la física… actos divinos que deciden dramas humanos. Y, como los antiguos dioses, también necesitan un mecanismo oculto.
Si Cristiano Ronaldo es la principal deidad del panteón madridista, la plataforma que desencadena su presencia sobre el escenario es un dispositivo de fabricación francesa ingeniosamente dispuesto a plena vista: en el mismo frente del ataque. Karim Benzema es el nueve deconstruido; un ariete que no busca desesperadamente el gol, sino que opera en la sombra para que Apolo pueda brillar. No es una relación extraña. A menudo, el androide, o el ser extraño e inhumano, mutante, extraterrestre o lo que corresponda, desempeña un rol crucial pero secundario, en la función de ayudante o, incluso, siervo de un protagonista que, por contraste, suele ser exuberantemente vital. Tony Stark tiene su Jarvis (robótico en su versión cinematográfica), el capitán Picard tiene a Data, y Kirk tiene al lógico Mr. Spock. Es este último quien mejor refleja el modo de entender el fútbol de Karim Benzema. La filosofía adoptada por el delantero francés es sencilla pero sacrificada: al igual que el vulcaniano afirma en el emotivo final de La ira de Khan (Star Trek II: The Wrath of Khan), Benzema sabe que «el bienestar de la mayoría supera al de la minoría, o al de uno solo».
3-PASIÓN.
«Pasión. Está dentro de todos nosotros. Durmiendo, esperando, y aún sin desearlo, sin pedirlo, se desata, abre sus fauces, y aúlla. Nos habla, nos guía. La pasión nos gobierna a todos, y nosotros obedecemos ¿Qué remedio nos queda?»
«La pasión es la fuente de nuestros mejores momentos, la alegría de vivir, la claridad del odio y el éxtasis del dolor. A veces duele más de lo que podemos soportar. Si pudiéramos vivir sin pasión tal vez encontraríamos algo de paz. Pero estaríamos vacíos. Habitaciones vacías, destartaladas y húmedas. Sin pasión estaríamos realmente muertos.» (Buffy the Vampire Slayer, «Passion»)
En la simbólica y perturbadora El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), algunos de los arquetipos descritos por Carl Jung, hilos con los que cosemos el traje multicolor de esta serie de artículos, aparecen personificados, fundamentalmente, en los tres extravagantes acompañantes de Dorothy, la adolescente protagonista de la historia: el León, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata representan, respectivamente, una capacidad inherente al ser humano (instinto, mente, emoción). El Hombre de Hojalata sería la pura capacidad emocional, en su caso, progresivamente mutilada hasta verse convertido en un ser rígido, totalmente impermeable a las emociones.
Es la emoción, como hemos dicho, ni más ni menos que el sustrato vital de este espectáculo llamado fútbol al que hoy se entregan, con deseo febril, y auténtico fervor religioso en algún caso, millones de personasSu escaso carisma ha sido un problema serio para Karim tanto en España como en Francia cada semana en todo el mundo. Un reflejo de la misma emoción que el aficionado siente al ver a su equipo, y ni un ápice menos, es lo que este espera de los jugadores que se enfundan su camiseta. No es extraño ver como futbolistas de probada categoría, de incuestionables virtudes técnicas y/o físicas, son incapaces de desarrollar una trayectoria longeva en según qué equipos debido, en gran medida, a la falta de conexión con la hinchada, en ocasiones, por una interpretada (o real) falta de implicación, de sentimiento. En escenarios como el Santiago Bernabéu, tanto regocijo provoca la capacidad para bajar un balón llovido del cielo con un toque sutil y perfecto como ver que uno de los elegidos para la gloria persigue un balón inalcanzable con el ansia de un debutante. El fuego en el pecho del que carecía el León se exige como parte insoslayable del rito futbolístico. Y muy pocos practicantes heterodoxos escapan de la excomunión.
Y, sin embargo, tal vez la ausencia de ardor guerrero, la doma de las emociones cuando alrededor de uno se desbocan, puede ser (y es) una ventaja. En el universo de Star Trek, la raza vulcaniana, a la que pertenece Spock, construye una sociedad próspera y avanzada mediante la purga de toda emoción. La impecable lógica vulcaniana rige la conducta y expía el pasado de una raza una vez apasionada y violenta. Si Karim Benzema, como afirmamos, se identifica con las características de este modelo de individuo frío y lógico, su desempeño sobre el césped, su propio estilo de juego, tantas veces objeto de crítica, refleja su conducta y se convierte, muchas veces, en una ventaja.
La pasión es una espada de doble filo para el jugador de fútbol. En el Real Madrid, Ronaldo exhibe en el campo una ambición y un deseo ingobernables que son a la vez la fuente de su éxito y su talón de Aquiles.Es muy complicado, casi imposible, que Benzema se precipite en su juego Durante mucho tiempo, al portugués se le achacó su falta de rendimiento, precisamente, en los momentos de la verdad, cuando partidos y títulos oscilan en la balanza. Decisiones equivocadas fruto de los nervios, ansiedad que dificulta el juego… no son circunstancias extrañas para un futbolista. Y si hay un jugador inmune a esos efectos negativos, ese es Karim Benzema. Su parsimonia y su desconexión emocional del entorno hacen imposible concebir la imagen del francés perdiendo la cabeza para dejar a su equipo con diez en una acción brusca; si él falla, no será por tener el pulso más alterado de la cuenta. Como un vulcaniano, permanece en control de sí mismo en todo momento; tal vez no ejecute hazañas imposibles llevado por una descarga de adrenalina, pero su inhumana calma también invalida la posibilidad del error catastrófico que penalice gravemente a su equipo.
Curiosamente, Benzema ha protagonizado, con cierta regularidad, episodios controvertidos fuera del campo vinculados a su afición a la velocidad e incluso a los deportes de riesgo. El otro hombre de metal presente en este artículo, la Visión, también quiso experimentar las emociones que su naturaleza parecía vedarle. En su caso, la emoción más fuerte y peligrosa: el enamoramiento. Wanda Maximoff, la mutante Bruja Escarlata, y el más extraño y distante de los Vengadores protagonizaron una tórrida historia de amor que acabaría en tragedia debido a los poderes alteradores de la realidad de la mutante. Benzema, el delantero con una esquirla de hielo en el pecho, parece recorrer, de esta guisa, su propio camino de baldosas amarillas para buscar, como el Hombre de Hojalata lo hacía en la onírica tierra de Oz, la emoción perdida.
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asesino en serioe 10 marzo, 2015
sublime, ojalá la prensa deportiva española aprediera algo de este blog.