Hasta la expulsión de Zlatan Ibrahimovic, el partido deambulaba por senderos prefijados por Mourinho. El Paris Saint-Germain estaba asumiendo un protagonismo extra y alguno de sus jugadores brillaba con luz propia, con Javier Pastore a la cabeza, pero sus trucos de magia no causaban demasiado peligro mientras que, aunque no lo aprovechaba, el Chelsea parecía tener claras opciones de contraataque. Sin embargo, la roja lo cambió todo. De repente, los franceses pasaron a no tener nada que perder -liberación- y a sentirse ultrajados -excitación-, sus figuras se gigantaron y a Stamford Bridge se le notó lo que más debía preocuparle: su equipo, esta temporada, ha vendido su alma a la Premier para poder conquistarla. Juega muy como se juega en las Islas. Y eso en la Champions se paga carísimo.
La espalda de Matuidi lastróEn cualquier caso, empecemos por el principio. Los de Blanc forman un proyecto complejo que alcanzó su cénit durante el curso pasado hasta que justo el Chelsea les cortó las alas, no sin sorpresa pero tampoco sin explicación. A pesar de su nivel, sus enfrentamientos contra la gran élite demostraban que en las plazas más rutilantes el peso pluma del escudo pesaba demasiado para mal, y el juego se deshacía como un azucarillo. Este año, por lo general, su fútbol no ha sido inferior, sino extremadamente inferior al que entonces practicaba. Aquella derrota en Londres paralizó su trayectoria. Y con esa carga comenzaron lo de ayer. Con esa y con la pareja Matuidi-Cavani abriendo una puerta táctica para Oscar. Al ser el uruguayo más delantero que extremo, tendía hacia dentro y sobre Blaise recaía la tarea de dar profundidad, y luego, cuando tocaba correr para atrás, el pulpo estaba demasiado arriba. Oscar se puso a su espalda y articuló algunas transiciones a las que les faltó solo un buen gesto. Un buen pase, un buen control, un buen chut. Esa imprecisión, en parte, atendió a la dimisión de Cesc en el partido. Él aporta la calidad TOP y anoche no dijo esta boca es mía.
La actividad de Cavani compensó la expulsión de Ibrahimovic.
Y echaron a Ibrahimovic, y por fin Zlatan trascendió para bien en una eliminatoria de Champions real. En primera instancia, Cavani fue la repercusión principal. Edinson, dentro de que pertenece a los notables, es un delantero de blancos y negros. Aglutina defectos muy marcados y virtudes extraordinarias. Entre las segundas se encuentra su habilidad para verse como dos jugadores a la vez, al mismo tiempo. En términos de despliegue, lo suyo no fue normal. Abandonó la banda izquierda y se colocó como punta de lanza (el 4-3-3 derivó en un 4-3-2), rellenando cada zona del ataque con su inacabable energía sin dejar de echar cables continuos a su defensa. La fuerza de Cavani y los detalles de Pastore, sujetados por la salida de balón de Motta y los regates de Verratti, habían hecho ver a Mou que las cosas no podían seguir así. Pero verlo no bastaba. Aparte, había que dar con la tecla.
El 4-1-4-1 mermó al ChelseaY José se equivocó. O sea, lo que propuso tenía sentido, pero no congenió con sus jugadores de manera positiva, quizá porque requería un plus por parte de Cesc que el catalán nunca sumaría. Frente a 10, lo cual le asignaba un porcentaje de posesión más elevado, Mourinho decidió crear una altura más en su centro del campo y transformó su 4-2-3-1 en un 4-3-3, con Ramires y Cesc en los interiores; lo cual funcionó fatal. En lo referido a la creación no ocurrió nada. Con Matic en la base, el primer pase del Chelsea perdió calidad, y los movimientos de Fàbregas no compensaban. Ni bajaba a ayudar ni surgía entre líneas. Para colmo, en defensa fue un desastre. Con Nemanja abandonado atrás, Pastore dio uso práctico a su inspiración y emergió la figura que con todo acabaría: Verratti. El italiano compartió zona con Cesc y asistimos a una masacre. Por carácter y por estilo. Marco estaba obsesionado con la victoria y su sobrenatural técnica no hallaba remedio en las filas inglesas. Hacía lo que le daba la gana, y sólo quería jugar bien, ser útil, hacer daño. La segunda mitad de Verratti, salvando las distancias, se asemejó muchísimo a la obrada por Luka Modric en el 0-4 de Múnich.
La segunda parte de Verratti fue un orgasmo técnico.
Drogba sí jugó como líder blueLa lírica surgió a tiempo y los acontecimientos se sucedieron con velocidad. Gol de Cahill, golazo de Luiz, prórroga, penalti incomprensible de Thiago, cabezazo redentor de Silva, parada antológica de Courtois y gol para la historia del capitán herido. Entre tanto, algunas apariciones destacables, como las del niño y el viejo. El niño Rabiot ocupó la plaza de Matuidi e hizo las veces de Verratti. El escenario no le lastró, le inspiró si cabía, y templó cuanto quiso. Ejercicio de impacto. Y el viejo Drogba fue, junto al portero, el único argumento individual determinante que expuso el Chelsea sobre el césped. Qué condena pareció para la cotización de Cesc, Hazard y Diego Costa contrastar su aporte con los pocos minutos de Didier. Pero su milagro lo disfrutó Di Matteo. Ayer era la noche de Blanc. La noche de un Laurent que renace donde murió, con Thiago Silva y su lágrima haciendo de su metáfora. Y con Zlatan Ibrahimovic a modo de mártir, inspirando tal proeza. En Europa.
hola 12 marzo, 2015
Yo percibi a un Chelsea que no dio todo en la cancha. Los note un poco "sobrados". Por cierto, de nuevo el PSG jugando mejor sin su mejor jugador o sin su jugador de mayor calidad. Y para cerrar me parecio que el cambio de Drogba( en teoria cambio ganador) termino afectandole mas al Chelsea ya que tenian menos efectivos en el centro del campo. Se fue un candidatazo y queda uno que quiere hacer historia. Veremos si se repite lo de, el que elimina al Chelsea llega minimo a la final.