El fútbol tiene la inhumanidad de amar al superior. Y cuanto más lo demuestra, más se le adora. No importa cómo se sienta el otro. Es como si todos fuésemos al parque y nos pusiésemos a aplaudir en coro a ese gordito que se sienta en el balancín y deja a un chiquillo llorando arriba del todo. Lo de Messi ayer fue un punto y aparte en la Copa de Europa reciente. No fue sólo el City; también sus compañeros llegaron a preguntarse qué narices estaba pasando allí. Esta vez no se trata de ningún truco prosaico; rigurosamente, en algún momento del primer periodo, Leo pareció una estrella entre amateurs. El Camp Nou, y el mundo exterior, vociferaba como loco porque quería más de aquéllo tan portentoso. Queríamos que el «10» manifestase su poder, que el monstruo destruyese a los hombres. Nos gustaba verlo.
Leo tiraba caños como si su rival nunca hubiera visto un balón.
Rakitic se movió de maravillaLa base táctica del encuentro favoreció a Lionel. Es cierto que el Manchester City, al contrario que en la ida, pareció un equipo de fútbol bastante aceptable, Pellegrini aprendió de lo sufrido y juntó más a sus jugadores, en parte ayudado por la presencia de Silva en la mediapunta, que es una pieza que genera vínculos, pero pese a esta mejoría, los ingleses no dejaron de ser un conjunto que encuentra en su potencia de fuego su aval más resolutivo. Cuando recuperaban el balón, se abrían y salían al ataque. Y los de enfrente, ahora mismo, aceptan ese reto. Sin Busquets, que es quien propone posesiones en grupo cuando el contrario le da pie, el Barça fue pura verticalidad, con Leo driblando sin medida y recibiendo réplicas correctas de la mayoría de sus compañeros. Sobre todo, de Iniesta y Neymar en lo técnico y de Rakitic y Suárez en lo táctico. Los primeros firmaron acciones virtuosas y los segundos iban a cada zona que liberaba su líder para que la ofensiva azulgrana siempre tuviese todos los espacios activos. La delantera local superaba con frecuencia la defensa de un City que no por huir del desastre resultaba suficiente contra la gran estrella. A su favor hay que decir que cuando cruzaba la divisoria también creaba peligro, y que nunca se le vio controlado o dominado, pero dentro del escenario acordado, Joe Hart era, sin duda, el portero protagonista. Y respondió, cabe añadir. Registró 10 paradas.
Gerard Piqué completó 90 minutos tan exigentes como perfectos.
El segundo periodo fue diferente, se intuye, por tres motivos distintos. El primero, que Messi bajó su actividad, quizás porque lo vio tan fácil que quiso reservar esfuerzos. El segundo, que entró Jesús Navas, el sevillano le dio tiempo a su equipo en campo contrario y eso permitió a Touré Yaya acercarse a la zona decisiva. El tercero y último, que a Luis Enrique todo eso le parecía estupendo, porque entendía que, si el City subía tanto, entre Ney, Leo y Luis marcarían tarde o temprano en una contra. Esa parte del trato se cumplió casi como estaba prevista. Efectivamente, el Barcelona creó ocasiones a mansalva corriendo con espacios (chutó una vez cada tres minutos en esta mitad), pero no le entraron; lo de Hart se unió a un día menos preciso que de costumbre en la definición. Nada de lo que preocuparse. Y menos si valoramos lo que ocurría en el otro área. Desde el triángulo formado por Piqué (qué maestro), Mathieu y Mascherano, el Barça protegió muy bien su portería a pesar de que el City pasó mucho tiempo cerca de la misma. Los despejes no sonaban a milagros de Gerard, sino al producto de una ocupación espacial racional y reflexiva que le otorgaba ventaja táctica. Sobre el centro del campo no se pudo elogiar gran cosa a este respecto, pero en el primer tercio del campo, la defensa azulgrana sí fue prometedora. Cercando así las inmediaciones de ter Stegen, las acciones del Barcelona en esta Champions adquieren un nuevo valor. Aunque haya que añadir que, en próximas eliminatorias, no se espera que el entrenador contrario le libre de quien más daño le haga en el momento de la resolución final. Lo de quitar a Touré Yaya justo cuando parecía imparable, tras enlazar tres jugadas de gran peligro en la zona de Iniesta, es una de esas cosas por las que entender a Pellegrini no está al alcance de cualquiera. Según la noche, puede resultar tan difícil como frenar al abusón idolatrado. Aunque la de ayer no fuera el caso.
SadButTrue 19 marzo, 2015
Yo vi jugar a Messi. Afortunadamente vi jugar a Messi.