Fue a finales de los 90 cuando reapareció en la vida de los españoles el FC Dinamo de Kiev de Valeri Lobanovsky. En aquel momento dirigía el proyecto menos potente de todos cuantos articuló en la capital ucraniana, pero incluso en la humildad del mismo pudo repetir el milagro que ya había obrado en los 70 y en los 80, esculpir un Balón de Oro nacido y crecido en el Este. Primero Blokhin, luego Belanov, entonces Shevchenko. Como decíamos, la fortaleza del colectivo no competía con la de sus predecesores, en parte porque la generación oriunda no había sido tan excelsa y en parte porque la puesta en marcha de la Ley Bosman había fabricado entidades casi imbatibles en las ricas Italia, España e Inglaterra, así que el joven Andrei no disfrutaba de una estructura dominante del nivel de las que en su día habían aupado a los dos primeros pupilos del camarada Lobanovsky. Aun así, entrenador y estrella formaron un dueto capaz de dejar en la cuneta a Barcelona, Arsenal y Real Madrid en un margen de dos años, alcanzando la semifinal de la UEFA Champions League en la penúltima edición del siglo XX. Para ir superando rondas, Shevchenko se veía forzado a protagonizar verdaderas proezas, jugadas individuales y aisladas de inenarrable dificultad que a menudo incluían dos o tres rivales regateados por el camino. Groso modo, cuando llegaba la hora de la verdad, el sistema ofensivo de aquel Dinamo de Kiev consistía en los milagros de su centro-delantero, que llevaba el «10» a la espalda aunque jugase de goleador. Esta noche, casi dos décadas después, otro FC Barcelona definido por el poder de sus atacantes tendrá que controlar una amenaza parecidísima a aquélla que tanto sufrió. El Manchester City de Manuel Pellegrini es, en un porcentaje casi, casi total, lo que se invente Sergio Leonel «el Kun» Agüero. Y sí, suena a poco porque sólo es uno. Pero alerta. Alerta… roja.
No hay cinco jugadores en el mundo que estén jugando mejor que el Kun Agüero a día de hoy.
Sus 22 goles y 6 pases en 22 partidos como titular no cuentan todoEl Etihad Stadium es un templo sin resonancia. Lo que allí ocurre no interesa de por sí, no levanta la expectación o la curiosidad que sí despiertan Old Trafford, San Siro o el Allianz Arena incluso en sus peores fechas, y el fútbol que viene desarrollando en los últimos dos años tampoco justifica una llamada a la atención como aconteció hasta hace poco con el Signal Iduna Park o como lo que puede estar viviéndose ahora mismo fuera de España para con el Vicente Calderón. Lo que sucede alrededor del Manchester City, por falta de peso histórico como club y de calidad y atractivo como equipo, se queda en Inglaterra. Por eso está pasando tan relativamente desapercibida la temporada del Kun Agüero. Se impone dedicar un párrafo entero a infundir pánico hacia su figura porque lo merece y porque el lector debe asimilar de qué se trata lo que está logrando este delantero. El curso futbolístico del argentino, a título individual, no tiene nada que envidiar al de ningún jugador de Europa. Leo Messi puede estar jugando mejor, pero, este año, dentro de la dimensión en la que se encuentra sumergido su viejo amigo. Los 22 goles y 6 asistencias en 22 encuentros como titular de Sergio desvelan tan solo la punta del iceberg. Lo que intimida es que da la sensación de que si jugase en el colista de la Premier League, sus cifras serían muy similares. Este genio está desatadísimo.
Lo que hace el Kun, lo hace solo. Sin ayudas. Se lo guisa y se lo comeAl Kun Agüero no se le está dando prácticamente nada, el último Manchester City-Bayern Múnich es la prueba definitiva y se ruega al lector escéptico que visite el vídeo de aquel encuentro si opina que este texto puede estar exagerando la situación. Aquel día, el número «16» de los skyblues anotó un hat-trick y echó a Benatia del campo recibiendo como alimentación un fallo no forzado de Xabi Alonso y un despeje al primer toque de Kompany desde su propio campo. Ni siquiera estamos hablando de un pelotazo arbitrario ante presión; estamos hablando de un despeje, de una acción defensiva, de un corte que el central belga realizó con especial ímpetu pero hacia ninguna parte. Agüero lo cazó, corrió, provocó el penalti, y la expulsión, y se lo metió a Neuer. El Kun está en un momento para articular un ataque de complejidad y belleza históricas, para ser el protagonista de un sistema de estudio, pero no es lo que está sucediendo. No forma parte de un todo, no existe repetición o rutina en su fútbol, y por lo tanto tampoco ventajas. Su aporte está consistiendo en una sucesión de jugadas personales extraordinarias que suelen hallar su origen en la desagradable soledad y muy lejos del portero adversario. Arranca, regatea, crea y golea. Agüero es un forzado vídeo de YouTube que, por su magnificencia, no se está contentando con entretenernos ante el monitor, sino que está resolviendo partidos incluso contra candidatos al título como el conjunto de Pep Guardiola. Agüero es una anomalía. Toca poquísimo la pelota, pero su superioridad individual hace que cada pequeño contacto con el balón sea una emergencia en el desarrollo del juego. Insistimos: ¡se está regateando a todos! Es tan simple como eso. Completa corridas dificilísimas mientras va dejando rivales caídos por los senderos como si fueran las migas de pan que tiró Hansel, el hermano de Gretel, para volver a su casa al final del cuento.
Silva tampoco forma parte de ningún sistema, pero igualmente es un peligro brutal para el Barcelona.
Se precisa matizar que la semejanza entre el Dinamo de Kiev del 97 y este Manchester City estriba sólo en la diferencia existente entre la amenaza de su súper figura y la que implican el resto de sus compañeros. En cuanto a organización táctica, los ingleses están mucho menos definidos que aquel lejano referente utilizado, tanto atrás como adelante. Sin embargo, detentan una ventaja digna de mención: su puñado de estrellas. El segundo clasificado de la Premier cuenta con una batería de jugadorazos a los que Guardiola, Luis Enrique o Simeone no le harían ascos para según qué posiciones. Y en lo referido al Kun, tres son los compañeros que más condicionan su fútbol. El mejor es Silva, que es un poco como él en el sentido de que no se le observa una mecánica de comportamiento fija. Revolotea por el césped e intenta dar lo mejor de sí, así que su única relación con el argentino se establece en la conexión de sus respectivos talentos. Pueden conectar. ¿Cómo? No se sabe, el sistema no les junta, pero ellos a veces lo consiguen, de diferentes modos. Cabe apuntar además que contra el Barcelona suele ser particularmente fácil construir sociedades improvisadas de este tipo debido a la baja calidad defensiva de su centro del campo, así que cuidado con David, que ya la armó el año pasado con Negredo por delante. En torno a Dzeko, lo resaltable es que resta libertad posicional a la gran estrella. Cuando ambos coinciden, la delantera suele subdividirse en izquierda y derecha, siendo el sector siniestro dependencia del bosnio y el diestro territorio de Agüero. Ojo a esto: el Kun es diestro, y desde luego más definidor que asistente, pero al contrario que Cristiano, Neymar, Hazard, Tévez o Marco Reus, su lado bendito se localiza en la derecha. Por eso Navas influye tanto sobre su fútbol.
Increíblemente, J. Navas es uno de los grandes «socios» del Kun AgüeroConsiderando que el extremo sevillano basa su juego en la línea de fondo y el centro al área y que el Kun no se destaca como rematador, puede sorprender que entre estos dos jugadores exista sintonía, pero la hay. A ver, no se trata de la interpretación skyblue del Ronaldo-Benzema, el Xavi-Iniesta o el Alaba-Ribéry, pero para lo que es este Manchester City a nivel táctico, la sociedad entre Jesús y Sergio pide a voces algo de eco. De hecho, lo pide precisamente a causa de la ausencia de un sistema asentado. Ante la falta de unas rutinas colectivas, Navas por sí mismo es lo más parecido a un sistema de juego que tiene Manuel Pellegrini. Navas es una salida de balón, Navas es ganar una altura ofensiva determinada y Navas es un pase atrás o un centro que permite un orden aceptable de la segunda línea para captar rechazos, y Navas es todo esto muchas veces a lo largo de un partido. Agüero, cuyo olfato le lleva a devorar lo poquito que se le da, procura acercarse al extremo incluso cuando juega solo en punta y puede ir a donde quiera, porque sabe que ahí encontrará un socio siempre que lo busque. Cuando recibe juego directo puede descargar en largo hacia la llegada de Navas, cuando su compañero sale desde atrás puede tirar un desmarque hacia la banda para recibir un pase al espacio vertical del propio Jesús y cuando éste gana línea de fondo, recibir en el pico del área un pase atrás es una opción de verdad posible. Navas es la única certeza del alrededor del Kun Agüero. Aunque apuntado sea de paso, muchos vaticinan hoy su suplencia en favor de Nasri y Dzeko.
Agüero suele entrar por el sector derecho, y eso favorece sensiblemente a Mascherano y a Piqué.
Sea como sea, encuentre a Navas a su derecha, a Dzeko a su izquierda o a los dos a la vez en dichas latitudes, la tendencia de Agüero, como antes reflejamos, será caer sobre Jordi Alba, por una cuestión estrictamente técnica y personal suya. La jugada predilecta de la mayoría de los diestros radica en el recorte paralelo a la línea de fondo y el chut posterior. La del Kun, sin embargo, no. El Kun opta por el doble recorte. Él recibe, fija la marca, hace el recorte paralelo a la línea de fondo y, luego, hace un nuevo recorte paralelo a la línea de banda. Si el lector dedica 10 segundos a imaginarse la escena, la captará enseguida, pues no la ha presenciado menos de 100 veces. Y para que el segundo recorte le deje la pelota en su pie bueno, le conviene adentrarse en el área por las proximidades del lateral izquierdo o el central izquierdo del oponente. Precisamente por esto, dentro de lo posible, el Barcelona es un equipo apto para reducir el peso de Agüero. Lo que desnuda al Barcelona es que el punta izquierdo de su rival sea el autosuficiente, porque es entonces cuando el mismo saca de posición de Piqué, obliga a Mascherano a administrar su área y fuerza a Alba a cerrar el segundo palo. Si quien le percute es el punta derecho, el central que se expone es Mascherano, que no tiene la cintura del mejor Puyol pero tampoco la de Piqué, mientras que el central que ajusta y reajusta dentro del área pequeña es el propio Gerard, que en esas funciones sí está entre los mejores zagueros del mundo. No se intenta trivializar el impacto de Agüero, no estamos diciendo que Luis Enrique tenga contra él la receta definitiva, pero sí es cierto que le apremiará o a abandonar su zona de influencia preferida o a ir a por ter Stegen desde el espacio que mejor protegido tiene el guardameta alemán.
Completada la lectura de este artículo, un par de conclusiones imperarán sobre el resto; que el Kun se está saliendo y que el Manchester City no está a la altura colectiva del actual Barcelona. Y juntando ambas con el último detalle expuesto, también puede extraerse que, entre el dominio futbolístico que se le presupone a Messi en el Etihad y la semi-adecuación de la zaga azulgrana al fútbol de Agüero, la amenaza podrá ser mitigada. Todo esto es cierto e incluso probable, de hecho el Arsenal la dejó en nada hace semanas porque Pellegrini fue incapaz de activarlo, pero quizás esta lectura corresponda más a la eliminatoria completa en sí que al partido de esta noche. No hay que infravalorar lo que supone en Europa jugar a domicilio, cuesta muchísimo trabajo ganar fuera de casa, en esta circunstancia reside parte de la magia de la Champions. Y tampoco podemos caer en el error de subestimar el poder de la estrella argentina por el mero hecho de que no sea optimizada. Kaká ganó la Copa de Europa de 2007 de la manera en la que lo hizo, y Shevchenko, 10 años antes, contra el mismo FC Barcelona, marcó tres goles, sirvió otro y provocó dos expulsiones entre la ida y la vuelta. Sergio Leonel «el Kun» Agüero está justo en ese punto. No sólo el Barça, sino cualquier equipo del torneo, cualquiera, corre riesgo de ser vencido por este fenómeno iluminado si visita su morada.
Jefatura 24 febrero, 2015
Que ganas de partidazo.