«Ahora espero disfrutar. Ayudar a mis compañeros, que me ayuden a comprender lo que ellos llevan haciendo mucho tiempo; que me ayuden a involucrarme lo antes posible, y contagiarme de su entusiasmo, de sus ganas, de su saber ganar, porque aunque el Atleti sea el Atleti hoy es un club deportivamente diferente al que yo pertenecía. Me tienen que enseñar ellos. Parece que yo he salido de aquí y al volver lo conozco todo pero esto es muy diferente.»
«Me tienen que enseñar ellos». Intentar acercarse a la mente de un futbolista profesional con el ánimo de dibujar su perfil dentro y fuera del campo es tarea del todo improductiva si no se tiene contacto íntimo, pero sus comportamientos y el particular contexto futbolístico y social que ha acompañado a Fernando Torres durante su extensa carrera dejan suficientes pistas para interpretar, de sus actos y sus palabras, a un jugador profundamente analítico, introspectivo y afectado por una notable cantidad de situaciones de toda índole, que han liberado y cohibido en partes iguales su talento, su físico y su motivación. Era necesario y obligado esperar a sus primeras declaraciones en su vuelta al Atlético de Madrid, pues a la vista está que su propio análisis ha superado por muchísimo cualquier valoración. Es impactante, tal y como lo es la mentalidad de un jugador que depende en gran medida de su fuerza interior.
Nuestro compañero Chema R. Bravo dijo una vez, con brillante y certera cátedra, que Fernando Torres era 70% mental, 30% agua. Empezando por el final, que es hoy, ahora mismo, Fernando Torres estáA tenor de lo visto en el Milan, Torres está muy bien físicamente físicamente, a sus 30 años, a un nivel francamente notable. No ha perdido gran parte de su motor, potencia muscular, capacidad de salto y choque o resistencia dentro de los partidos, al menos a nivel puramente visual. En la valoración de su momento actual esto ha pasado a segundo plano, pues el aficionado, sin excesiva dificultad, observa que sus niveles de confianza y frescura son la parte importante de su propia ecuación, y lo que la hace dudosa para afrontar este reto. Porque de hecho, el estado emocional del fuenlabreño es lo que transformó todo su repertorio técnico, irregular en el remate a puerta y en el control de balón, en posibilidades absolutas en su mejor etapa. De ahí que él mismo vea necesario «encontrar la felicidad» que actualmente posee la maquinaria vital de Diego Pablo Simeone, de actualidad rebosante y alumbrada.
Fernando Torres es 70% mental, 30% agua. Por momentos, su carrera fue tal cual.
Fernando Torres siempre ha sido consciente de su situación personal, la cual, durante muchos años, iba estrechamente unida a los problemas de su actual club. Como aquella etapa es de sobra conocida por sus vigas maestras, pondremos dos ejemplos que resumen sus primeros años como profesional. En 2001, antes de que Torres subiera al primer equipo del Atlético de Madrid y de proclamarse campeón de Europa sub-16, el club estaba intervenido judicialmente. Su mala situación económica obligó a pedir un préstamo de 450 millones de pesetas al Valencia Club de Fútbol, crédito avalado con el traspaso del propio Fernando. Si el club no pagaba en los dos plazos convenidos, con sus correspondientes IVA e intereses, el club valencianista se hacía con el jugador, quien debía ser indemnizado con 2.600 millones de pesetas por su marcha a Mestalla.
La segunda, en febrero de 2002 y más cercana a lo que el futbolista iba a representar meses después, tuvo que ver con el frustrado traspaso de Stefan Effenberg, que motivó diferencias entre Gil Marín y Paolo Futre. El club, que había mantenido un pacto de silencio sobre este tema, se vio sorprendido cuando fue quebrantado por el ya capitán del primer equipo, quien en una concentración con la sub-21 manifestó lo que para él resultaba una falta de respeto por no confiar en los jugadores actuales de la primera plantilla. Ya con su apodo, que no le abandonaría hasta su etapa en el Chelsea, El Niño había madurado demasiado temprano, con sus pros y sus contras, lo que marcaría su andadura en aquellas temporadas, de excesiva responsabilidad emocional.
Torres ya sintió desde antes de llegar al primer equipo, el momento del club. Ello marcó su madurez.
José Antonio Camacho, al respecto del valor que representaba ser canterano del Real Madrid desde los 8-9 años y no cadete o juvenil procedente de otras escuelas, cuyas trayectoria hasta triunfar en el primer equipo se pueden contar con los dedos de una mano, afirmaba que esa diferencia temporal en la llegada al club hace distinto al jugador, sobre todo psicológicamente, pues lo hace inseparable a lo que Manuel Briñas, creador de la Escuela de Fútbol Base y hombre que captó a Torres para las categorías inferiores, le había enseñado a nivel humano y caracterial. Sin olvidarse de aquellas enseñanzas, Torres comenzó a interiorizar un discurso de distancias que nunca pudo estrechar, pues su talento tenía un techo muy superior a la situación que se vivía en el Manzanares, pues nunca jugó una final, nunca jugó en Europa y nunca pudo ganar un derbi. Entre el autoanálisis y la frustración, su mente despejó la incógnita y tomó la decisión.
Es absolutamente imposible separar su estado anímico en el verano de 2007 con la respuesta que obtiene de su relación con el balón en su etapa en Anfield. Por ello era fundamental salir de España, para que «ellosAnfield fue el repunte psíquico que su carrera necesitaba me enseñen» y llegar con todo por hacer, demostrar y vivir. Su nuevo brillo le dio una Eurocopa, un Balón de Bronce y un repertorio de movimientos y remates a puerta sin parangón en ningún ‘9’ europeo de la época. Sus disparos mezclaban curva, potencia y obediencia, convirtiéndose en un futbolista incontenible, en una Liga que le concedió un estatus de crack mundial durante dos temporadas, pero que no solucionó su anhelo de ganar títulos. A partir de ahí, con su llegada al Chelsea, comenzaron a reaparecer problemas físicos, de confianza, continuidad o respuesta técnica en el remate. El Fernando Torres más psicológico.
En el Bridge se convirtió en un futbolista en constante pérdida. Tuvo buenos tramos temporales en forma de competiciones concretas o semanas inspiradas, pero perdió la titularidad, perdió salud en forma de lesiones musculares casi crónicas y sobre todo perdió identidad y personalidad futbolística, sin recuperar del todo hasta el día de hoy. A las órdenes de Carlo Ancelotti, Andre Villas-Boas, Roberto Di Matteo, Rafa Benítez y José Mourinho, Torres transitaba entre el banquillo, la cancha, el fallo estrepitoso, la intrascendencia… y el diván. Entre tanto cambio subyacían situaciones futbolísticas y personales realmente curiosas y enormemente interesantes.
Su etapa en el Chelsea estuvo repleta de vaivenes psicológicos de un significado extraordinario
En el ámbito personal, sus tatuajes y su look tuvieron siempre un significado. En lo relacionado con sus cambios de peinado, como el último producido para su presentación en el Calderón y en esta nueva y última etapa, no eran solamente un significante, sino una respuesta entre lo psicológico y la superstición o la suerte, con el ánimo de comenzar de nuevo o intentar revertir su propia fuerza. En lo futbolístico, su etapa en el Chelsea trajo consigo dos consecuencias que otorgan una gran profundidad al mencionado comentario de Chema R. Bravo. El 30% de agua del cuerpo de Fernando perdió su condición líquida para sumarse a su psique.
Con tremenda distancia entre ambas fechas, Fernando Torres fue expulsado en medio de dos partidos donde estaba brillando especialmente, con una especial motivación por recuperar su mejor momento. TodaEn Stamford Bridge vio 2 rojas que le marcaron muy negativamente la energía canalizada positivamente en Anfield se convertía asiduamente en Londres en fases donde la carga emocional y física era demasiado grande para sus dudas. Resultado: se fundían los plomos. El 24 de septiembre de 2011, en el inicio del campeonato y frente al Swansea, compitiendo por un puesto con Didier Drogba en año de Eurocopa, con Villas-Boas como técnico, Torres es expulsado por roja directa tras una entrada por bajo que nunca le había correspondido. Le cayeron tres partidos cuando comenzaba a tener cierta continuidad y feeling con el juego.
Dos años después, a las órdenes de Mourinho, con fecha 28 de septiembre de 2013, a inicios de campeonato y frente al Tottenham, compitiendo por un puesto con Samuel Eto’o y en año de Mundial, Fernando es expulsado por doble amarilla debido a un ímpetu antaño negativamente incontenible para el rival, por aquel entonces fruto de su particular momento mental. Le suspendieron con cuatro partidos, y a pesar de que el entrenador portugués comentó querer ver a ese Torres hasta el final de temporada, fue un nuevo tajo en plena cicatrización. Fernando hiperventilaba con frecuencia. Mientras, tácticamente seguía comiéndose la cabeza, por temor a verse frente al portero.
Su falta de confianza repercutió en todo. Incluso tácticamente se volvió algo ‘majara’
Igual o más significativo fueron los meses que discurrieron entre la etapa Di Matteo y los primeros compases con Benítez como manager. Con Hazard, Oscar y Mata por detrás, los dos primeros en plena adaptación, a Torres le correspondía materializar. Y no es que se le olvidara, embriagado por las dichosas cifras de goles a las que no cuidaba, sino que pareció traumatizarse con el mano a mano y el desmarque a puerta. Sus movimientos se subrayaban una y otra vez hacia la banda, y se alejaba del área con llamativa continuidad. Buscaba el pase atrás, la línea de fondo y el segundo palo en centros laterales. No sólo perdió el veneno, también los colmillos y el instinto. Los recuperó en una gran Europa League pero en sus cuatro temporadas en Stamford Bridge dejó unas cifras ligueras insostenibles. Finalmente, y en contraposición a su fantástica capacidad analítica, Torres tocó fondo marchando a San Siro.
Allí ha pasado tres meses en blanco. Debutó con un gran gol, pero se acentúo la total ausencia de rumbo, distinción y luz propia. Un movimiento aleatorio con el único sentido de reconocer su estado de forma, sin más ánimo que ser titular y sin excesivas aspiraciones colectivas. Recibió una llamada de un club que ahora le acoge en un contexto diametralmente opuesto. Se abre un proceso de tiempo donde se podrá comprobar, una vez más, cómo funciona y responde su mentalidad a un estímulo muy poderoso, que puede potenciarle o aturdirle de igual modo. No hay certezas, sí que sigue habiendo un potencial futbolístico con el que aportar deportivamente, pero habrá que constatarlo. En su mente está estrechar las distancias con un club que ahora mismo está por encima de él.
ujfalusi17 7 enero, 2015
Su vida futbolística ha sido un auténtico drama, como si nunca hubiera salido del Atleti.
Yo que he nacido con Torres, se me puso la piel de gallina viéndole con la elástica en el Calderón. Sería muy difícil para mí hacer cualquier tipo de análisis, porque me tiene ganado desde el principio.