Turín acogía la Final de la segunda Copa europea y la Juventus quería levantarla en casa. De verdad quería hacerlo. Pero no pudo. Jorge Jesus, entrenador del Benfica, que por entonces usaba un dibujo de 4-4-2, empleó el poderío físico de su box-to-box, Enzo Pérez, para que elevase su presión hasta muy, muy, muy arriba, hasta la zona de Pirlo, el pivote de Conte, que era el hombre a anular. Se lo comió y pasaron los portugueses. Nuno Espiritu Santo conoce esta virtud de su nuevo pupilo y anoche la utilizó para intentar dominar por fuerza el Valencia-Sevilla, que estuvo marcado por su frenetismo.
De inicio, Vitolo salía muy fácilAunque el Valencia ganó 3-1, durante la primera mitad equivocó su planteamiento. Como hemos señalado, el ritmo de juego era de locura, existe en ambos clubes la idea de que se disputarán entre ellos la cuarta plaza y a bien que se notó, y con la intención de correr más y mejor, Nuno dio libertad defensiva a Enzo para que llegase hasta donde él quisiera. A efectos prácticos, lo que vimos a menudo fue un 4-1-3-2 con Gomes, Pérez y Parejo dejando solo abajo a Javi Fuego (formando una «T») e intentando taponar la salida de Coke, Iborra, Krychowiak y Figueiras. En ocasiones robaban en campo enemigo y empezaban el ataque ya en zona de peligro, pero más veces el Sevilla lograba escaparse y encontraba o a Vitolo o a Deulofeu a un costado de Fuego prestos para correr. Más que asustar a los de Emery, lo que hacían los locales era facilitarles la transición. Eso sí, en las inmediaciones de su área el Valencia sí se hacía fuerte. Por eso, pese al descontrol, no sufrieron más que su rival. Por eso y D. Alves, se fueron ganando al descanso.
Tras el descanso Enzo Pérez serenó su manera de defender.
En el vestuario, Nuno reajustó la pizarra. Enzo y sus acólitos (André y Dani) podían saltar a la presión, pero solo cuando la defectuosa salida de balón del Sevilla hiciera que Iborra, Krychowiak o, clave, Banega recibiesen el pase mirando hacia su portero. Es decir, de espaldas a Diego Alves. Si eso no ocurría, los tres medios calmaban su ímpetu y acompañaban a Javi Fuego en una línea de cuatro centrocampistas más conservadora. De esta manera robaron en campo oponente más o menos las mismas veces que durante el primer periodo, y sufrieron bastante menos de la mitad. Controlaron casi por completo el ataque sevillista. Arriba, siguieron matando a la contra gracias al aire de Gayà y Cancelo, la dirección de Parejo, la magia de Gomes, los toques de Negredo (o Alcácer) y la velocidad de Rodrigo. En resumidas cuentas, en el segundo tiempo el Valencia sí demostró el equipo que es. Y eso, si encima parte con un gol de ventaja, es mucho para cualquiera. No obstante, hay que constatar que el Sevilla achuchó hasta el final y que puso fútbol suficiente como para que el partido fuese digno de disfrute. Pura pasión.
Abel Rojas 26 enero, 2015
@ Marc
¿Pero necesitan eso?
Yo es que creo que las ventajas ofensivas que puedan sacar de ello son innecesarias. Y que les cuesta estabilidad.