-Cantabria es parecido a esto -se mostró convencido de que el chico le comprendía-. En Guarnizo, como aquí en Gales, la gente anda despacio. No como en Madrid donde todo el mundo va deprisa. ¡Aquéllo es una locura! -se le escapó una risa-. Porque en realidad allí no se puede correr. En cambio aquí…
Paco alargó el brazo abarcando la pradera que se extendía ante ellos. Desde hacía rato presenciaban el mismo paisaje conscientes de compartir mucho más que una simple vista. No obstante, el uniforme impolutamente blanco del joven evidenciaba, en contraste con el del niño, una disparidad de épocas.
-Eres rápido. Muy rápido, ¿verdad?
Y la sonrisa del pequeño Gareth confesó que sí le entendía.
– VELOCIDAD
Al ser humano siempre le ha asombrado la velocidad. Correr rápido es algo tan impropio de nuestra especie que su manifestación se ha interpretado como un hecho admirable. La velocidad ha sido referenciada mediante otros animales (la liebre, el galgo, el guepardo), a través de fenómenos de la naturaleza (el rayo, el viento, la luz) o por medio de personajes de ficción tan poco humanos como el Correcaminos, Speedy Gonzalez o el protagonista de videojuegos Sonic. Desde esa excepcionalidad se puede explicar que no haya un acontecimiento que despierte tanta expectación en una cita olímpica como el de los velocistas, y que atletas como Jesse Owens, Carl Lewis o Usain Bolt hayan acaparado los focos de dichos eventos.
En un estudio publicado en la Revista Nature (2004) por Dennis Bramble y Daniel Lieberman, se certificaba que la propia existencia del ser humano se fundamenta en su habilidad para correr ininterrumpidamente en detrimento de su velocidad. Según esta investigación, la necesidad de correr grandes distancias para cazar animales por agotamiento es la razón de la evolución dispar del hombre con respecto a sus antepasados simiescos. Las diferencias anatómicas halladas en fósiles inciden, en todos los casos, en una mejora de la capacidad para recorrer largas distancias a paso ligero. Podemos correr mucho pero no tan rápido como otras especies, es la conclusión. Pero no solo eso sino que, además, cada vez corremos menos. Así lo asegura el antropólogo Peter McAllister, quien sostiene que nuestros antepasados de hace 20.000 años habrían batido el récord mundial de los 100 metros lisos con relativa facilidad, según se deduce del estudio de las huellas de antiguos aborígenes australianos que perseguían a una presa a la carrera.
Resulta comprensible, por tanto, que la velocidad haya sido identificada, desde la antigüedad, como una cualidad propia de dioses y héroes, como Aquiles «el de los pies ligeros», como el dios nórdico Hermod oBale hizo los 100 metros en 11,4 segundos con 14 años recién cumplidos como Hermes y su homónimo romano Mercurio. La frase «la velocidad del mercurio» está inspirada en la virtud de esta divinidad que según Julio Cesar fue la más popular entre los habitantes de Britania. Devoción certificada por el consenso de una mayoría de historiadores que atribuyen la figura del rey Arturo, con independencia de su solidez histórica, a una recreación mitológica del dios romano por parte de los pueblos establecidos en las regiones de la Gales post-romana. Siglos después, otro galés emularía al monarca de la mesa redonda proyectándose también bajo el influjo de Mercurio: Gareth Frank Bale. «Vi en él una habilidad impresionante para correr y dejar atrás a sus rivales» declaró Rod Ruddick, el caza talentos del Southampton que lo descubrió a los nueve años en el Cardiff Civil Service FC. Con tan solo catorce, Bale corrió los 100 metros lisos en 11,4 (dos segundos más que el actual record mundial). Esta exhuberancia física le permitió debutar con el primer equipo de los Saints con tan solo dieciséis años y, pocos meses más tarde, enfundarse la casaca roja de la selección galesa absoluta. Un color que sin duda evoca, y más en plena carrera, al uniforme del personaje más rápido jamás conocido: Flash, el velocista escarlata.
– ¡El 11! ¡Eleven! -Paco señaló el dorsal cosido a su espalda-. Si juntas dos unos por las puntas, ¿sabes que forman? -hizo un amago de dibujo en el aire-. ¡Un rayo! Eso somos. Una sucesión de rayos. Antes de mí, Piru Gainza, ¡la Bala roja! -enfatizó-. Anterior a él Gorostiza, ¡el Gamo de Dublin! Todos con G, Gareth. Como nosotros…
-¡Giggs!
-¿Cómo?
-¡Ryan Giggs! ¡United!
-¿El Manchester? A esos les dimos una buena tunda hace unos meses…
– LOS FLASH
Hablar de Flash es hacerlo de una estirpe. Si la mayoría de superhéroes realzan, como tales, su individualidad, los Flash aluden a un grupo de personajes que se relevan con la supervelocidad como testigo. El primer Flash, Jay Garrick, apareció en 1940 en Flash Comics nº1 creado por Gardner Fox y Harry Lampert. Garrick, que no ocultaba su cara y llevaba un casco de metal con alas basado en Mercurio, encarnaba a un estudiante que adquiría una rapidez inusitada como consecuencia de un accidente de laboratorio. Aunque su velocidad estaba limitada a la del sonido, durante los episodios de “Crisis Infinita” bordeó velocidades cercanas a la de la luz. El segundo Flash, Barry Allen (1956), obra de Robert Kanigher y John Broome, fue el más icónico de todos, un sagaz policía que adoptó el nombre en honor a Garrick pero cuyo potencial superaba ostensiblemente al de su antecesor. Tras treinta años ejerciendo de Flash, esta vez con el uniforme enmascarado, fue sustituido, tras ser asimilado por un rayo, por su sobrino Wally West (1986). El tercer Flash, gestado por Broome y Carmine Infantino, fue sin duda el más rápido, no ya de la saga sino de todo el Universo DC. Comenzó ejerciendo de «Kid Flash» en la agrupación Jovenes Titanes, y tras la muerte de su tío en “Crisis en las tierras infinitas”, absorbió la energía liberada por este, logrando controlarla como nadie lo hizo nunca. El último Flash, Bart Allen (2006), de la mano de Mark Waid y Mike Wieringo, llegó directamente del siglo XXX para emular a su abuelo Barry. Después de derrotar al poderosísimo Superboy-prime murió durante los hechos de “Crisis final”. Tras el regreso de Barry, éste y Garrick retomaron el papel de los Flash oficiales (The New 52).
Hablar de extremos también es hacerlo de un colectivo concreto. Su presencia no solo condiciona el carácter de la alineación sino que la determina absolutamente. El valor del concepto no reside en una demarcación o actitud táctica, sino en una virtud específica. Merced al perfil tan marcado, por su facultad, son jugadores perfectamente identificables por los demás pero sobre todo reconocibles entre ellos mismos. La decisión de Johan Cruyff, siendo entrenador del FC Barcelona, de reciclar a Jon Andoni Goikotxea como defensa lateral la justificó en que “nadie conocía mejor la forma de comportarse de un extremo que otro extremo”.
Cuando tan solo eran dos niños, Gareth Bale y Theo Walcott, dos de los jugadores más rápidos del mundo, coincidieron en la misma categoría de la academia del Southampton en Bath. No tardaron en hacerse inseparables. Tras promocionar al primer equipo ambos compartieron habitación en las concentraciones hasta su marcha a Londres (Tottenham y Arsenal respectivamente). Durante este periodo, Gareth heredó el dorsal de su ídolo Ryan Giggs en la selección. Por aquél entonces ya mostraba predilección por otro de los grandes “corredores” del panorama futbolístico, Cristiano Ronaldo, del cual también acabaría siendo compañero.
La supervelocidad es algo inherente a la mayoría de superhéroes, pero cuando hablamos de velocistas superheroicos nos referimos a un selecto grupo de personajes de la editorial DC que pueden desarrollar velocidades cercanas a la de la luz. Aunque también existen superhéroes de Marvel que se han caracterizado por su rapidez como Mercurio (Pietro Maximoff), Whizzer y Northstar, ninguno de ellos llegó a los umbrales de los velocistas de DC, que han ejercido prácticamente de elemento troncal de su universo. Además de los conocidos Flash podemos incluir en el elenco a Max Mercury (mentor de muchos de ellos), Johnny Quick y Jesse Quick/Libert Belle. Estos velocistas no se limitaron a sucederse sino que coincidieron, se agruparon y hasta convivieron juntos, saltando y retrocediendo, voluntariamente, en el tiempo.
-¿Viajar al futuro? -Paco pareció adivinar el pensamiento del chico-. Es como cuando marcas un gol. De repente, te trasladas al instante que siempre imaginas.
– VIAJE EN EL TIEMPO
El control de la velocidad permitió a los Flash dominar el tiempo. Desde que Max Mercury viajara temporalmente en su intento de entrar en la Fuerza de Velocidad, todos los velocistas han viajado al pasado o al futuro. Barry Allen fue el que lo hizo con mayor precisión utilizando la Rueda Cósmica, un artefacto que modificaba su frecuencia vibracional desplazándole con precisión por el tiempo y otras dimensiones. Gracias a su uso pudo conocer al Profesor Zoom, tratar de evitar la muerte de su madre o reunirse con su esposa, Iris, en el siglo XXX, espacio temporal del que también era originario su sobrino Bart Allen. Wally West, por su parte, consiguió el mismo efecto por sus propios medios, al ser el único Flash capaz de sobrevivir a velocidades superiores a la de la luz.
La imagen de Bale encaja con dificultad con la de una estrella deportiva (con veintitrés años ya había ganado dos veces el premio a mejor jugador de la Premier League) engalanada con el título de galáctico (elSegún su tutor de High School, Bale recibió una educación antigua montante de su traspaso al Real Madrid fue el mayor de toda la historia). El de Cardiff es un tipo discreto, poco amigo del bullicio (es abstemio), del pavoneo (se casó con la que fuera su novia desde niño), del glamour (carece de automóviles de lujo o deportivos), así como profundamente arraigado a sus orígenes -ni él ni su familia han abandonado el barrio donde siempre vivieron-. Gwyn Morris, el que fuera su tutor en el Whitchurch High School, definía la educación recibida por su alumno como «recta y dura». De la corrección exquisita en sus declaraciones y de su estética tradicional (limpio de pendientes y tatuajes, clásico en el vestir), podría decirse, incluso, que Gareth Bale es un tipo chapado a la antigua, un hombre proveniente del pasado.
La figura del extremo clásico, pegado a la cal, ganando en velocidad la línea de fondo para centrar, también ha quedado reducida a un vestigio de otra época. La mejora del rendimiento físico y táctico, general, propició la ausencia de oportunidades para su despliegue. La evolución hacia esquemas diferentes tendentes a poblar el carril central cediendo las bandas para el desdoblamiento de los defensas laterales extinguió, paulatinamente, a los extremos. En la actualidad, no obstante, la importancia de los velocistas resulta más trascendente que nunca. El espacio, ahora exiguo, tan sólo puede ser generado o conquistado con una gran velocidad del balón o del jugador. Los futbolistas más rápidos se han convertido en protagonistas de la escena. Los principales cracks acostumbran a partir de banda para explotar su velocidad, esta vez, directos a gol, ocupando, en ida y vuelta, el sector que antaño dominaba el delantero centro (marchito ante la ausencia de centros); una inercia que no resulta novedosa. El movimiento fuera-dentro era un recurso frecuente en extremos puros como Gento, Pepe o Basora que destacaron, entre otras facetas, por sus goles. Una vez más, las respuestas al futuro llegaron directas desde el ayer.
-Solo tienes nueve años -le consoló agarrándole del hombro-. No importa que ahora seas lateral. Muchos comenzaron detrás… ¡como el gran Loustau de la Máquina! Escucha una cosa chaval: correr no es siempre igual. Da igual de dónde partas o cómo lo hagas. A veces se serpentea como Simoes. Otras te proyectas directo como Manchón. ¿No has oído hablar de ellos? -le cuestionó al percibir su extrañeza-. Pero oye -clavó los ojos en su camiseta-, ¿no va siendo hora de que te compren una como la mía?
– CALIDAD DE LA VELOCIDAD
Si nos atenemos a la definición de Zatsiorsky, la velocidad es “la capacidad de realizar acciones motrices con máxima intensidad en el menor tiempo posible”. De una interpretación literal se podría deducir, erróneamente, que la velocidad es un fenómeno único y uniforme. En lo que se refiere a su concreción podemos distinguir aspectos tan diversos como velocidad punta, resistencia o capacidad de reacción y elección ante un estímulo. Pero ni tan siquiera se trata de una mera cuestión física. Ser muy rápido no convierte a nadie en mejor futbolista. La velocidad tiene que ser precisa para darle sentido a un movimiento que, por lo que respecta a los atacantes, pretende llegar primero al espacio libre, con superioridad numérica y en la mejor disposición para la concreción de la acción ofensiva. Para que un futbolista pueda extraer el máximo provecho a su rapidez es necesario velocidad física y mental, una conducción de balón precisa, conocimiento del juego y un cierto sentido espacial para intuir los espacios libres a los que aspirar y las zonas muertas ideales desde las que arrancar.
Según el ranking FIFA (2014), Gareth Bale ocupa el cuarto lugar como jugador más rápido del mundo. Futbolistas como Robben (37 Km/h), Walcott (35,7 Km/h), Valencia (35,1 Km/h) han registrado mejoresBale compaginó cuatro deportes diferentes en su infancia galesa marcas que la del galés (34,7 Km/h). El mismo Bale negaba en una entrevista que él fuese el jugador más veloz. “¡Qué va! Por ejemplo mi amigo Theo Walcott es mucho más rápido que yo”. Ningún aficionado, en cambio, percibiría que la velocidad del gunner fuese más determinante que la del madridista. Su progresión en el Tottenham resultó decisiva para su eficiencia. Tras pasar dos años como lateral izquierdo, Gareth Bale fue adelantado por Harry Redknapp, primero como interior y más tarde como extremo, para culminar su periplo, por decisión de André Villas-Boas, como un mediapunta por detrás del delantero. La obsesión de Bale desde su infancia por la práctica deportiva también incidió en su enriquecimiento. Practicaba atletismo y hockey, y en el instituto también compartió equipo de rugby (y pupitre) con la actual estrella de la selección galesa, el rapidísimo flanker Sam Warburton. El deporte del balón oval, que en Pais de Gales alcanza casi el rango de religión, es una práctica ideal para perfeccionar el recurso de la velocidad como medio para sortear adversarios. El contundente zaguero del Manchester Bill Foulkes afirmó que «lo peor de Gento no es cómo corre, sino cómo se para». En dicho sentido, pocos deportistas han hecho un elogio al quiebro, la frenada y el cambio de ritmo como el considerado mejor jugador de rugby de todos los tiempos y máxima leyenda de Gales, Gareth Edwards, cuyas jugadas, a buen seguro, guardan un lugar especial en la memoria de su tocayo Bale.
– Corres. Y si algo se interpone delante de ti, pues lo atraviesas. Casi siempre hay un hueco y has de convencerte de que vas a entrar por él. Si no hay posibilidad, rectificas y flanqueas por los costados. ¿Y si tampoco hay espacio en los lados? Entonces salte de órbita. ¡Confía en tu velocidad! Abandona el terreno, renuncia a la disputa y desde allí limítate a conectar con tu fuerza. Créeme, volverás y nadie podrá alcanzarte.
Pero cuando Paco volvió a mirar a su lado, el niño ya no estaba allí.
– LA OTRA DIMENSIÓN
La Fuerza de Velocidad (Speed Force) es un campo de energía extradimensional, ideada por Mark Waid, al que se conectan los velocistas del Universo DC para obtener su poder (con la excepción de Jay Garrick, que es poseedor de un mutagen). Del mismo modo, es una cuasiubicación, una suerte de «más allá», a la que acuden al morir los que la contactaron en vida. Si Hermes, en su función de heraldo olímpico, era el único dios, junto a Hades y Perséfone, que podía entrar y salir del Inframundo, los velocistas de DC han hecho gala de una resiliencia persistente al retornar de la muerte por un efecto inverso de la Speed Force que les resucita cuando muere el vigente controlador de la energía.
La Fuerza de velocidad no solo permite moverse con una rapidez sobrehumana, sino que también hace vibrar las moléculas del cuerpo, lo cual faculta para atravesar materia sólida o para propinar un «puñetazo de masa infinita» impactando contra algo o alguien con la fuerza equivalente al poder de una estrella enana blanca. Y es que la velocidad depende en tal medida de la fuerza que se puede considerar una manifestación de esta. Los velocistas futbolísticos son la mejor prueba. Muchos, y Bale no es una excepción, poseen un poderoso disparo y una gran potencia que les convierte en excelentes rematadores. Es su peculiar alternativa para atravesar la materia, en este caso defensiva, que se interpone ante ellos.
Los extremos, tradicionales o modernos, también son moradores de una frontera. La línea lateral es su territorio natural. Desde una banda, la del Giuseppe Meazza, saltó a la fama Gareth Bale con un histórico hat-trick ante el Inter de Milan en Champions League. Aunque el Tottenham no consumó la remontada (perdía 4-0), el galés despedazó a los defensas italianos en una exhibición de velocidad. Por primera vez el mundo entero pudo presenciar el don de Gareth Bale para entregarse a la carrera, casi obviando a su par, concentrado en su sprint, como si aquello no fuese una disputa sino un reto consigo mismo. Una sensación similar a la que protagonizó en la jugada del gol en la final de la Copa del Rey de 2014 frente al FC Barcelona. Aunque habitualmente se interpreta que el jugador próximo a la banda pierde una opción de salida, esta circunstancia se ve compensada por la posibilidad de aprovechar la zona que linda con el terreno de juego como vía de fuga. Como la anticipación no resulta efectiva ante jugadores más rápidos, a los defensas no les queda más opción que interponerse. La replica del velocista es, en ocasiones, sobrepasar los límites del campo para, desde esa posición, dar brío a la carrera y adelantar a su contrincante.
Nada más leer el pase de Coentrao, advirtió que su trayectoria le haría confluir con el rival. A pesar de ello, corrió en dirección a la colisión. En el momento en que certificó que no había rendija posible por la que filtrarse, optó por abandonar el duelo y salirse. Y entonces pudo sentirlo, la conexión íntima con la velocidad, la fuerza que le devolvía al espacio, que había dejado huérfano, sin más rival que el propio tiempo. Antes de encarar a Pinto, aún tuvo tiempo de mirar hacia atrás y contemplar a su lado el reflejo de una sombra escarlata, mientras, en la distancia, Paco, octogenario, gritaba emocionado: «¡Corre Gareth! ¡Corre!»
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JairJoaquín 30 diciembre, 2014
El artículo del Dark One era top, el de Thor y Cristiano pareció sublime pero éste, éste es tan especial que bufff estoy alucinando. ¡Como se superan, muchachos!
Las lineas en gris donde el niño Gareth habla con el gran y legendario Paco Gento son para enmarcar. Si Cristiano Ronaldo es el sucesor de Di Stefano, creo que el gran Paco puede estar tranquilo que su no.11 tambien tiene heredero a la altura.
Finalmente decir que me quedo con esta parte de la "charla":
¡Confía en tu velocidad! Abandona el terreno, renuncia a la disputa y desde allí limítate a conectar con tu fuerza. Créeme, volverás y nadie podrá alcanzarte.
Y volvió, y nadie pudo alcanzarlo, ni Bartra, ni el Barcelona entero. Gol, partido y Copa.