“La poesía que me había rodeado se estaba convirtiendo en rutina. En las paredes que me habían protegido durante años empecé a ver las grietas. Quizás los aficionados que me había aplaudido en San Siro querían caras nuevas en su álbum de Panini. Lo extraordinario estaba en peligro de convertirse en normal. No podía ser más tiempo Pirlo”, reconocía el propio Andrea en su maravillosa autobiografía acerca de su complicado verano de 2011.
Aunque unos meses antes había vuelto a ganar un Scudetto tras muchos años de sequía, su último curso en el AC Milan estuvo lejos de tener la lírica de los ocho anteriores. Sin embargo, Pirlo no se quería marchar. Ni se sentía mayor, ni se sentía acabado. Podía ser útil. Podía seguir liderando al equipo que le convirtió en icono. Y quería hacerlo durante tres años más. El club rossonero había instaurado una nueva política para rebajar la desmedida media de edad de la plantilla, pero… ¿acaso Pirlo no se merecía un trato especial? ¿O simplemente era otro mediocentro veterano al que sólo ofrecer un año de contrato?
Mientras el Milan le ofreció un año, la Juve le ofreció tres.
Para Massimiliano Allegri, su entrenador durante esa última campaña en San Siro, simplemente era un veterano más. Porque, de hecho, para él ni siquieraPirlo pasó del mediocentro a la izquierda era mediocentro. Cierto es que su relación con Pirlo había comenzado de forma muy parecida a la que éste había tenido con Ancelotti o Leonardo, pero todo cambió tras caer, curiosamente, ante la Juventus en la novena jornada. Hasta entonces, fuera en 4-3-3 o en 4-3-1-2, Pirlo había sido el mediocentro del Milan. Le escoltaban Gattuso, Seedorf, Boateng o Ambrosini según el partido, pero él era el regista. Él era Pirlo. Y sobre Pirlo giraba el Milan. En cambio, tras aquella derrota, Allegri decidió dar un volantazo más que simbólico: el nuevo mediocentro sería Ambrosini o Flamini. Si Andrea jugaba, que no era seguro, sería en la izquierda. Así quedaba aislado del juego, pues su impacto se reducía a que su diestra pudiera filtrar un detalle mágico en forma de último pase. Ya no era el canalizador. Ya no era el líder, sino un secundario… con ropa de figurante.
“Yo todavía pensaba que podía dar mi mejor juego en frente de la defensa. Si el mar es hondo, el pez puede respirar. Si lo pones en la superficie, él sobrevive, pero no es lo mismo”, comentaba de forma tan poética como uno de sus pases al primer toque. La situación no era fácil, y las lesiones musculares le condenaron. Entre diciembre y marzo, Andrea Pirlo vivió lejos de los terreno de juego una transición nada dulce. Cuando volvió, el equipo era líder destacado de la Serie A.
Y lo era con Mark van Bommel de mediocentro. A Allegri le había salido bien su apuesta, su Milan funcionaba en Italia y Pirlo estaba cerca de cumplir 32. Con todo esto, la renovación por un año que le ofreció el club sonó a «regalo» por los servicios prestados. Ya no confiaban en él. «Allegri no me quería. El dinero no tuvo nada que ver en mi traspaso. El Milan decidió que ya no servía y el entrenador prefería a otros jugadores en mi posición», dijo el jugador nada más marcharse. «El equipo tenia que tomar decisiones difíciles», contestó el técnico.
Tras tres años de éxito en Turín, ambos vuelven a coincidir.
El fútbol, tan caprichoso como siempre, ha juntado tres años después a los actores del ¿gran? momento que cambió el fútbol italiano de los últimos años. Y, para aderezar dicha mezcla, lo ha hecho en una temporada que, a priori, parecía destinada a ser el comienzo de la transición post-Pirlo en la Juventus campeona de Italia. ¿Lo ve así Allegri? ¿Volverá a alejar a Andrea del mediocentro? ¿O seguirá confiando en él pese al bajón de los últimos meses? ¿Existe una solución buena para todos hoy por hoy? Son muchas las preguntas con una respuesta complicada las que rodean la relación entre estrella y entrenador. Allegri decía hace poco que «nunca ha cuestionado su calidad porque habría sido una locura». Sea así o no, por más que todavía no haya cambiado nada, en su momento ya decidió que su equipo era mejor sin Pirlo en el centro de la pizarra. Y, seguramente, por entonces no tenía tantos motivos para hacerlo como ahora…
Abel Rojas 4 noviembre, 2014
No me digáis que esta historia no es casi clavada a cuando Luis Enrique pone a Xavi de interior izquierdo.
Le saca de su espacio para quitarle el timón del juego y lo pone a pie cambiado para que su portentosa técnica meta algún pase de gol.
Me parece un caso idéntico.