El solo término te llena la boca como si el ego de los que pertenecen a ese estirpe se convirtiera en aire y te inflara el cuerpo al pronunciarlo. Centrojás. Sería un error considerar que el legendario centrojás es el mismo center half que los británicos ubicaban entre el ‘2’ y el ‘5’ del sistema piramidal de los albores del fútbol. Al centrojás se lo inventa el platinismo de la misma forma en la que todo se creó allí: tomar prestado lo de los otros, aprehenderlo y expresarlo a lo criollo. Así como en el Río de la Plata resignificaron el fútbol que concibieron en las islas, todo lo concerniente a este también tomó una nueva conceptualización. No se trata solamente de la criollización del nombre, de center half a centrojás, sino que el centrojás pasó simbolizar todo un ideario. No hablamos ya de una simple posición sino que nos referimos a una imagen, a un contenido nuevo. El centrojás se para ahí por delante de la defensa y atrás del resto, representando al hombre que toca la Pampa con la mirada, al cacique, al jefe, al líder. Sólo desde la figura del centrojás se puede entender que haya futbolistas que, además de con los pies, jueguen con la voz. Un grito de Pipo Rossi valía lo mismo que un pase de gol.
El centrojás hace parte de la idiosincrasía del fútbol rioplatense
Más allá de lo cautivador y místico de la figura, el impacto futbolístico que ha tenido la historia del centrojás en, sobre todo, el fútbol argentino es troncal para entender su realidad. El centrojás evoca una época esplendorosa, sí, pero también es el punto de unión de dos formas de creer el fútbol que resumen la cosmovisión balompédica argentina. Por un lado está el futbolista técnicamente superior, aseado y pasador; por otro está el hombretón gallardo, corajudo y recio en el marcaje. Cuando son mediocentros, a unos los llaman ‘líricos’ y a los otros ‘rústicos'; cuando se encuentra las dos formas en un solo jugador, ese futbolista es llamado centrojás. Su aparición es esporádica y bulliciosa. El mínimo reflejo levanta revuelo y fomenta conversaciones llenas de ilusión. El país que parió a Maradona, Di Stéfano y Messi se vuelve loco cuando aparecen pibes con la planta de Redondo y compañía. Por eso hoy Argentina ebulle por culpa de Matías Kranevitter.
El ‘5’ de River tiene todo lo que dice la leyenda. A pesar de su edad, está rodeado por un aura de jerarquía que lo endulza a la vista de todos. Con 21 años y menos de cincuenta partidos en Primera División, es de esperar que Kranevitter no sea un futbolista totalmente sólido; sin embargo, su estilo de juego bien nos hace creer que sí lo es. No por nada estaba en boca de todos antes de su lesión y su convocatoria a la selección de Gerardo Martino era un secreto a voces. Su fútbol lo merecía, no hay duda. Hegemónico en los mejores momentos del emocionante River Plate de Marcelo Gallardo, este artículo tratará de describir a qué juega Kranevitter hoy, en lugar de escribir sobre lo que proyecta ser y que un día quizás sea.
M. Kranevitter es el último exponente de esa estirpe de jugador
Marcelo Gallardo llegó a River Plate para suceder al entrenador más querido de la historia del club. Ramón Díaz se fue con un título en el bolsillo y la satisfacción del trabajo bien hecho, aunque su tercer paso por el club de Nuñez no haya tenido el mismo brillo en la cancha que los dos anteriores. Eso último es lo que se ha encargado de fabricar Gallardo con muy pocos refuerzos, jugadores lesionados y unas jornadas internacionales que han trastocado mucho el andar del equipo. River ha perdido calidad en los últimos tiempos respecto al equipo arrollador de las primeras jornadas, pero su fútbol es reconocible aun cuando no es ejecutado con la perfección de los mejores días. Gallardo ha diseñado un equipo que se despliega en el campo en un 4-4-2 en rombo, con laterales muy profundos, un juego muy veloz, dinámico y agresivo, y en el que no es para nada extraño ver a cinco o más hombres en espacios muy reducidos sobre alguno de los dos costados. Allí River se junta, atrae al rival, toca muy rápido y rompe las defensas con combinaciones de mucha riqueza técnica y bastante movilidad. Como arriesga mucho, suele sorprender, pero también pierde muchas posesiones cada partido. El antídoto para ello es una presión tras pérdida voraz en campo contrario y un achique de espacios del que Menotti estaría orgulloso en campo propio. En medio de todo, Gallardo encomienda a su mediocentro para que sirva de engranaje entre ambos momentos, asignándole un terreno inmenso por cubrir en todas las direcciones. Ese es el contexto en el que se ha desenvuelto Kranevitter y, ante todos los pronósticos, no le ha pesado nada.
Kranevitter no engaña a nadie. Fue formado en el semillero de River como mediocentro y campará a sus anchas como tal juegue en el Monumental, en el Polo Norte o en un campo de cebollas. Se ubica por delante de la defensa (foto de la izquierda), en el vértice inferior del rombo y desde ahí pisa por todos lados, marcando territorio. Solía decir Redondo que cuando jugaba con alguien al lado sentía como si le estuvieran tapando un ojo. Con Kranevitter queda la sensación de que diría lo mismo. Se hace muy dueño de su espacio y no parece necesitar ayudas para ir de un lado al otro sin perder nunca su posición original (Foto), casi como una brújula que le señala a River como tiene que ordenarse. Su presencia en la salida del balón es, a pesar de todo, muy baja. Cuando uno piensa en Kranevitter no puede evitar acordarse del Gago del Boca de 2005, ese que pedía el balón con ego de mediocentro grande y quería tocar la pelota todo el tiempo. El de River, quizás por la puesta en escena de su equipo, es todo lo contrario. Se ofrece en corto de forma irregular, pero sus centrales lo saltan siempre. Kranevitter no orienta la salida ni es el protagonista de la misma (Foto). En River menos siempre es más y por eso los centrales del millonario suelen salir en largo, a las bandas que es donde el equipo de Gallardo sueña con vivir. Las pocas veces que Matías contacta el balón en la primera fase del juego, sus envíos siempre buscan a sus compañeros más abiertos y nunca a los tres que están más arriba, es decir, con balón no trata de superar líneas. Como el carácter y la técnica no son un problema, uno tiende a suponer que el futbolista no tendría reparos en asumir un rol menos residual en el primer pase, pero por ahora es sólo una suposición.
Lo mejor de Kranevitter se ven en transiciones, no en salida de balón
¿Si no es ahí, entonces dónde excele el joven mediocampista? Donde más brilla Kranevitter es en el fútbol de transiciones. Es verdaderamente sorprendente descubrir en él a un futbolista que entre menos tiempo y menos espacio tenga, mejor es su fútbol. Las situaciones de presión son en las que mejor se desenvuelve. Decide bien y rápido, y ejecuta aún mejor. Cuando tiene un respiro y todo no tiene que decidirse en una milésima de segundo, su juego es menos brillante. Para suerte de él y de los espectadores, su equipo le exige, más bien le ofrece, situaciones como las primeras (foto de arriba a la derecha) todo el tiempo. Cuando River tiene que presionar, Kranevitter responde como un rayo, y cubre todo lo que tiene que cubrir – que es mucho -, sin obcecarse con el robo. Es decir, hace de mediocentro puro. Cubre la espalda de los interiores, achica con impulso juvenil y aguarda el momento exacto para ir por el balón. Esta imagen (foto de arriba a la izquierda) es tan característica como curiosa, pues Kranevitter toma una postura extrañísima: flexional las rodillas, se pone como en punta de pie, encorva el cuerpo y espera así, como uno de los grandes felinos (Foto), hasta que todo hace click y tiene ventaja para meter el pie y ganar el balón. Su porcentaje de acierto en jugadas así es escalofriante si uno tiene en cuenta el espacio que tiene bajo su dominio y la velocidad a la que tiene que acudir a apoyar las presiones. Mucho tiene que ver su excelente técnica defensiva, que incluye hasta semiacrobacias (Foto), pero es su lectura y concentración lo que verdaderamente se impone. Obviamente también falla. A veces mide mal las distancias (foto de abajo a la derecha), algunas veces su postura es demasiado abierta y da ventaja al poseedor, y otras simplemente no alcanza a llegar a hacer la cobertura, esto último normal pues su equipo se expone siempre a que un pase bien dado los ponga en amplísima desventaja.
¿Y cuando recupera el balón? Kranevitter roba muchas pelotas en transición y ahí, porque su equipo lo pide, suele jugar rápido y, ahora sí, rompiendo líneas de presión. Sus pases pueden llegar a tener veneno. Son tensos, seguros y vuelan con fe hacia su destino. Su paleta de golpeos parece baja, mostrando realmente dominio de dos superficies del pie, aunque es posible que esto se deba a que las situaciones in extremis en las que se ve involucrado demandan, más que nada, ese tipo pases. Además del pase rápido hacia adelante, una que otra vez ha demostrado tener temple y calidad para esconder el balón en espacios reducidos (Secuencia completa) y entregarlo luego sin atisbo de miedo. No es un jugador creativo de verdad, y el slalom no hace parte íntegra de su juego. Kranevitter con pelota es, ante todo, seguridad y continuidad, no por acumular pases, que su equipo no busca eso, sino por su sangre fría y métrica sencilla a la hora de componer jugadas.
Con balón demuestra técnica, temple y carácter, no así creatividad
En ataque posicional su intervención es testimonial, aunque sí es cierto que sabe seguir la jugada (foto de arriba a la izquierda) y es un constante apoyo por detrás de la línea del balón sobre el cual River podría descansar la posesión si quisiese. Sube la línea con sus compañeros de mediocampo y es referencia para la zaga sobre donde tienen que ubicarse. En defensa estática (foto de arriba a la derecha) no ha sido probado de verdad aún, pero nada indica que el timing certero a la hora de decidir si ir a robar o no con el que da cátedra en transición defensiva no pueda ser trasladado a situaciones de defensa posicional. Kranevitter defiende hacia adelante, pero con paciencia de depredador felino. Sin él en el terreno de juego, River roba el balón mucho más atrás, sus transiciones son menos efectivas y le cuesta más ser superior. Cuando se fracturó la pierna, también se fracturó el corazón del equipo de Gallardo. Un corazón de apenas veintiún años, pero un alma que tiene más de cincuenta. Kranevitter es un heredero más de «la Voz de América«.
vi23 21 noviembre, 2014
Me quito el sombrero. Felicitaciones