“La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”, Napoleón Bonaparte.
Una de las consecuencias de la carrera militar de Bonaparte es habernos descubierto a un sensacional fabricante de citas. O al menos ha provocado que se le atribuyan una cantidad exagerada de ellas y que además abundan en cuestiones de todo tipo. La que atañe a la paternidad del éxito quizás sea la más famosa de todas y dado que el fútbol es una parte de la vida le resulta perfectamente aplicable [1].
Tomemos, por ejemplo, una brillante disertación que escribió Carlos Desiderio Peucelle en 1959, titulada «La Espiral de los Esquemas». Allí introdujo una anotación a pie de página, tras citar a la llamada WM de Chapman, aclarando que no simpatizaba con darles nombres propio a los conceptos tácticos puesto que el mundo estaba «lleno de invenciones que no fueron otra cosa que bautismos de lo ya creado». Según su entrañable amigo Panzeri no era por «demagogia de la modestia y la humildad», si no porque no creía en arrogarse «este tipo de méritos».
Aceptaba Peucelle reconocimiento en lo tocante a su actividad «dentro de la cancha», es decir como futbolista. E incluso habiendo señalado Pedernera que siendo jugador ya se le consultaban a él las cuestionesCuando era futbolista, Peucelle ya mandaba tácticas, como si del director técnico se tratase, Carlos jamás permitía que se le otorgasen paternidades ni de equipos ni de jugadores. Durante la década de los sesenta su ex-compañero Renato Cesarini, en connivencia con determinada prensa, había presentado su candidatura como genuino «hacedor de La Máquina». Sin embargo Peucelle nunca entró a darle pública réplica sobre esto, pese a considerar que aquellas declaraciones eran «circenses» y propias de la «comedia actual del fútbol» que él tanto denostaba. Si la paternidad no puedes ser individual puesto que, en palabras de Peucelle, «son cosas que se dan por muchos», no puede haber quien reclame la autoría sin estar faltando a la verdad. O a la ética.
«Yo no hice nada y no hay nadie que lo pueda hacer. Son cosas que se dan por muchos motivos. Y se dan, no se preparan», Carlos Desiderio Peucelle.
«A La Máquina no la inventó nadie. Existió porque se dieron circunstancias en un mismo tiempo y en un mismo club», exponía Pedernera cuando le tocaba opinar sobre el tema. (Sencillamente) «Nos encontramos un grupo de jugadores iluminados y logramos un entendimiento total». Adolfo desproveía de alquimia el debate y lo exponía desde una perspectiva orgánica. «Los equipos siempre nacen cuando se ubican distintas duplas. Nosotros dispusimos de varias de esas sociedades y las piezas se fueron acomodando solas. Y aparecieron así los movimientos».
Una aproximación que por naturalista pudiera parecer desmitificadora, además de instigarnos a hacer una pregunta que casi aparece implícita en su respuesta. ¿Hubo alguna particularidad en la reunión y disposición de aquellos jugadores o fue todo un hecho casual? Tras la consecución del campeonato de 1945 se publicó en la revista «River» un artículo del propio Peucelle que resulta clarificador sobre el proceso de llegada al club de aquellos jugadores: «Dentro de esta gran familia que es River (…) cabe señalar que la obtención del título 1945 tiene una relación directa con el cuidado y fomento del fútbol amateur. A él se le debe la mayor parte del éxito. Labor ímproba, difícil (…) la tesonera y delicada tarea de descubrir, perfeccionar y formar los futuros cracks».
Dicha función durante «la primera etapa de vida de un jugador» recaía en los generalmente anónimos delegados de las divisiones inferiores del club. Peucelle les agradecía en aquella carta pública la búsqueda de jugadores «de casa en casa», «esperándolos en una esquina», «llevándolos a la cancha» o «viéndolos en el baldío» realizada bajo las inclemencias del tiempo estacional -ya fuese lluvia, frío o fuerte calor-, sin más recompensa que la de haber sido útil al club. Es decir, sin retribución económica de ningún tipo. Luego los domingos, a mayor gloria, acudían a supervisar a su equipo de división en partidos con apenas «una veintena de espectadores».
«¡Yo no fui maestro de nadie! ¡El jugador se hace jugando!», Peucelle a Néstor Rossi.
Las raíces de aquella «gigantesca obra» (sic) se habían gestado en 1931 con la llegada de Peucelle a River en calidad de jugador. A Carlitos le acompañaba el quiosquero Félix Roldán, quien había sido su orientador futbolístico en sus días juveniles en el potrero. Decía Ernesto Lazzatti que existen dos tipos de aficionados: El que va a ver a un equipo, así que va a verlo ganar; y el que va a seguir un partido, y por tanto va a ver jugar. Félix Roldán era de los segundos [2]. Un enamorado del fútbol y especialmente del que jugaban los muchachos habilidosos. Peucelle propuso a la sociedad aprovechar la particular habilidad y predisposición de Roldán para la selección y orientación técnica de los jóvenes, aspecto en el que le consideraba «el más grande (…) que yo conocí» (sic), y River aceptó la propuesta. Félix Roldán pasó a desempeñar la función de delegado de las inferiores, articulándose alrededor suyo aquel semillero del equipo al que el diario «Crítica» denominaba en 1931-1932 los «cebollitas».
Por mediación de Roldán llegan a River los Adolfo Pedernera (su mayor éxito), Eduardo Correa, José Ramos, Mario Filippo, Fernando Sánchez… Jugadores que en palabras de Carlos Peucelle «llegaron en gran cantidad a primera». Sin embargo durante su etapa formativa, cuando jugaban en las quintas o sextas divisiones, «rara vez ganaron campeonatos». De hecho es famosa la anécdota de que frecuentemente aparecía Roldán eufórico y le decía a Peucelle:
– «Ayer jugaron los pibes. Mirá… salí con la panza «así», llena de fútbol. ¡Qué baile, qué milonga!»
Roldán lo pregonaba además por todo su barrio (Constitución), orgulloso de aquello, pero cuando le preguntaban por el resultado la respuesta podía llegar a ser sorprendente:
– «Y… perdimos 1-0, ¡pero qué baile dimos!…»
Aquellas divisiones inferiores estaban articuladas en el juego, o siendo aun más precisos, en los chicos que juegan (bien) [3]. Peucelle estaba fascinado por esta labor pedagógica porque además conocía de primera mano los resultados. De la efectividad del trabajo amateur de Roldán tenía innumerables pruebas puesto que durante su periplo como «delegado» por clubes como el Futbol SanTelmo o Sportivo Buenos Aires, había descubierto a los Bonifacio Martín, Cilento, Arcadio López o al propio Peucelle, que tampoco había sido nunca campeón en las inferiores. La valiosa lección que «Barullo» Peucelle aprendió de aquel bohemio vendedor de periódicos fue la de la paciencia. Los resultados deportivos, el dinero y el éxito serán consecuencia de que se haya formado un buen jugador y para eso se necesita «estar con la cabeza bastante fría para quedarnos con el que juega, aunque no gane».
«Orientamos y enseñamos técnica (no juego). El juego no se puede enseñar», Peucelle.
Durante sus últimos años como jugador Carlos ya colaboraba de forma extraoficial con las divisiones inferiores de River, sin embargo una serie de sucesos precipitaron que en 1942 pusiese fin a su carrera como profesionalAntes de fallecer, Felix Roldán le implicó en las labores de formador y pasase a coordinar las divisiones inferiores. Irónicamente en 1941, el año en que brotaba el fruto más brillante de la semilla plantada una década atrás, la Máquina de River (1941-46), fallecía su jardinero, Félix Roldán. Peucelle se hace cargo entonces de continuar su tarea, mientras aun ocupaba el rol de puntero (extremo) derecho titular del equipo. De hecho él estuvo en las primeras alineaciones de la genuina Máquina. Sin embargo la transición fue más natural de lo que a simple vista pudiera parecer por dos motivos. Roldán llevaba tiempo implicando a Peucelle en la toma de decisiones y en la inserción de los nuevos elementos en el equipo [4], y existía una estructura de delegados perfectamente integrada «desde esa temporada» (1932) como decía el propio Carlitos en la carta de celebración anteriormente mencionada: «Las divisiones inferiores ocuparon dentro del engranaje del club el lugar que lógicamente les correspondía. Alentados por jugadores profesionales que transmitían sus enseñanzas, se tuvo una visión de lo que significaría el aporte de estos equipos con el correr de los años, si sabía conducírselos con inteligencia y sobretodo con paciencia. (…) El periodo de selección hasta la consagración, dura cinco años (14-19 años). Este trabajo es cumplido con toda eficiencia por personas que generalmente permanecen en el anonimato».
Estos héroes anónimos a los que hacen referencia Peucelle y nuestro título son los Juan Manitto, Antonio Suárez, Roberto Sonzini, Osvaldo Pertini, Miguel Angel Festenesse, Eduardo Vidal, Marcos Boin, Pablo D’Argento, Domingo Adami, Angel Dimeo y tantos otros que tristemente debemos omitir por desconocimiento. Ninguno de ellos cobró nunca por sus servicios, si no que entregaban sus horas libres a esta actividad. Consciente Carlos del tamaño de la deuda moral del club para con ellos, quiso darles reconocimiento a los ojos del aficionado, desglosando en aquella carta del ’45 la importancia de los jugadores «hechos en el club» en equipos campeones desde 1932 a 1945.
En 1936 habían jugado Wergifker, Moreno y Pedernera, pertenecientes a la primera camada de 1932. Luego hubo cuatro titulares del semillero y numerosos suplentes en el campeonato de 1937. Finalmente llega el salto de calidad, durante la primera temporada de la Máquina (1941), con siete titulares procedentes de las divisiones inferiores, y luego hasta 18 jugadores que habiendo surgido de dichas categorías participaron en el bicampeonato de 1942. Durante el torneo de 1945, que en su opinión «consagra definitivamente la política», hubo 8 titulares dentro del 11 habitual y 18 “cebollitas” en un plantel de 22 componentes. Lo que Carlos consideró, a modo de corolario de su artículo: «El triunfo del fútbol amateur en plena época de profesionalismo». Lamentablemente sus bellas reflexiones iban erradas en un aspecto. Aquella política no iba a ser eterna.
[1] De hecho José Mourinho reinventó la frase diciendo: “Las responsabilidades son mías. Ya sabéis que las victorias tienen muchos padres, pero las derrotas sólo uno y ese soy yo”, al quedar eliminado el Real Madrid en los cuartos de final de la Copa del Rey del 2012 ante el Barcelona.
[2] Félix Roldán era un «enamorado del buen fútbol», pero en aquella época también se consideraba aficionado al Racing Club. Sin embargo la dirigencia de River no lo consideró un impedimento para darle la llave de las divisiones inferiores. Posteriormente Roldán renunciaría a su afecto por «La Academia» al sentirse traicionado por el fichaje de un jugador que le disgustaba: Evaristo Barrera. Fue durante la época en la que el gran éxito de Bernabé Ferreyra, alias el «Mortero de Rufino», alentó al resto de equipos a firmar artilleros de características similares a las suyas. Roldán consideró que «por principios éticos» no podía seguir alentando al equipo.
[3] Aclaremos que con esto no se estaban refiriendo a lo que Peucelle llamaba los superhabilidosos o «genios precoces». Estrellas fugaces de las categorías inferiores que a aquellas edades parecen «fenómenos» pero que al pasar el tiempo «se quedan en la habilidad y no configuran al jugador».
[4] Roldán reubicó al defensa izquierdo procedente de Racing, Félix Loustau, como extremo y lo mandó debutar contra la tercera de Rosario. Luego no viajó hasta allí para valorarlo personalmente, si no que encargó a Peucelle verlo y juzgarlo. El informe positivo del todavía jugador permitió al equipo hacerse con una futura leyenda del campeonato. A su vez Adolfo Pedernera, en su autobiografía coescrita junto al periodista Alejandro Yebra y titulada «El fútbol que viví … y que yo siento», cita que tanto él como Moreno recibieron lecciones técnicas de Peucelle en cuanto empezaron a alternar con el primer equipo.
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Artículos publicados:
1- ¿No te da vergüenza?
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Próximos artículos:
3- Mito y folklore de la escuela millonaria (31-10-2014)
4- Notas para la confección de un semillero estilo Máquina (07-11-2014)
@_H___H_ 24 octubre, 2014
Les mando un gran saludo a todos los miembros de esta excelente comunidad de ecos del balón que como yo comparten la gran pasión por este hermoso deporte, este es mi primer comentario y me he decidido a hacerlo en este gran artículo que me ha emocionado tanto porque es un tema que se conecta mucho conmigo y no deja en evidencia mis aún pobres habilidades de análisis táctico (que gracias a esta gran página han mejorado bastante), jajaja.
Soy colombiano pero siento un gran amor por River Plate, club al que sigo desde los 8 años y de las cosas que siempre me han enamorado del club han sido su historia y su estilo de juego, algo que evidentemente se ha fundamentado mucho en su habilidad para desarrollar enormes jugadores. Por esto me emociona tanto conocer acerca de la gran tradición de formadores que pasaron por el club y aún más me alegra descubrir que las divisiones inferiores de River han representado una oda al trabajo humilde (en este caso ni remunerado), constante, apasionado y desinteresado, lo que contrasta con la fama de "millonario" del club, pues al repasar su historia queda enmarcado que muchos de sus emblemas fueron fruto de ese trabajo y no del simple desembolso de dinero.
River ha tenido buenas y malas épocas, años brillantes, exitosos y oscuros, pero descubrir que a pesar del tiempo y de los malos momentos todavía 83 años después las inferiores sigan nutriendo al club me parece algo sumamente emocionante, pues repasar la cantera de river te trae grandes nombres, desde los mencionados en el artículo, pasando por los Di Estéfano Amadeo Carrizo, Labruna, Rossi, Sívori, Merlo, Alonso, Gallardo, Ortega, Crespo, llegando a los Mascherano, Demichelis, Aimar, Saviola, Lamela, Ocampos, Higuaín y Falcao, hasta llegar al equipo actual, lleno de jóvenes de gran presente y futuro.
Termino felicitando a David Mata, autor de series brillantes de historia del fútbol cuya lectura he encontrado inspiradora y dejándoles el dato del partido del miércoles, en el que River concluye su partido de copa sudamericana jugando con 7 jugadores de las inferiores.