El primer Clásico de la temporada fue diseñado y condicionado por la idea de que el Real Madrid, en estos momentos, es un equipo superior. Dicha circunstancia marcó la estrategia de Luis Enrique y provocó un extra de ansiedad en los locales que no supieron administrar hasta bien entrado el partido. El campeón de Europa viene exhibiendo un fútbol impresionante y gozando de él a tope; sueña con el pitido inicial del árbitro y sufre pesadillas con que pite tres veces; se siente capaz de dominar, golear y suscitar entusiasmo y, con suma frecuencia, lo está consiguiendo. Con tal estado de gracia, y contra su oponente más importante, seguramente deseaba algo más que tres puntos. El entrenador del FC Barcelona percibía lo mismo que la mayoría y ordenó el cuerpo y la mente de su colectivo de tal modo que solo hubiera una prioridad: arrebatarle al Real Madrid el objeto desde el cual crece, la pelota. Si lograba dilatar la espera blanca entre posesión y posesión, generaría una frustración que podría mermar su capacidad e igualar niveles. En pos de ello no solo introdujo a Xavi donde Rakitic, sino que renunció a la totalidad del trabajo desarrollado desde su llegada al Camp Nou. Ni mantuvo el espíritu intenso y vertical, ni conservó el sistema. De hecho, el sistema ni siquiera fue suplido por otro. Al Barça apenas se le distinguieron rasgos de su juego de posición; la única idea era mantener el esférico en su poder y, para ello, otorgó extrema libertad a sus mejores pasadores. Al final perdió, y la derrota podría desacreditar su apuesta, pero el juego le dio la razón. Gracias a su guion, el Barcelona volvió a demostrar que tiene más vidas que un gato y propició que el Real Madrid firmase su actuación menos autoritaria de lo que va de mes. Sobre todo en su primer tiempo.
Xavi se desvió hacia la izquierda para darle a Messi el espacio del interior derecho y conservar el balón.
La sobre-excitación de Pepe hizo de la blanca una defensa algo débilLos primeros dos minutos consistieron en una posesión ininterrumpida del Barcelona que más sincera no pudo ser. Xavi se inclinaba hacia la izquierda para dejar el interior derecho a Messi y entre los dos manoseaban una circulación sin pretensiones ofensivas a la que su rival no podía poner fin. Recuérdese que, por mucho trabajo que haya obrado Ancelotti, hace tres años sus cuatro centrocampistas ayer alineados eran los mediapuntas de sus respectivos equipos, y no precisamente perfil Gullit. De haber tenido el control sobre su equilibrio anímico, para el Madrid esta estratagema no hubiera acarreado ningún problema. Su respuesta táctica desde el 4-4-2 replegado suele ser notable, el Barcelona carecía de mecanismos para desbordar algo mínimamente compacto y luego, a la contra, el mundo sabe lo que pasa, pero no. Luis Enrique había medido bien a su oponente; lo había puesto nervioso. Se notó especialmente en su perfil derecho, el habitado por Carvajal, Modric y un Pepe absolutamente caótico. Los tres querían frenar la circulación azulgrana, sabían de la imprudencia de su ambición y alternaban salidas malas con reculadas arrepentidas cuando no procedían, generando una inestabilidad táctica en los suyos que dio paso, por primera vez de muchas, al argumento de mayor esperanza para este Barça 14/15: su tridente es la bomba.
Suárez, titular, realizó media hora de nivel más que destacableEliminado parte del mejor Messi por la propia inercia del plan, que lo requería 35 metros más abajo de su zona para conservar a posesión sin riesgos, el hombre básico fue Luis Suárez y el detallista fue Neymar. El uruguayo cuajó media hora de verdadero impacto, igual fue el mejor de los 22 hombres durante dicho periodo. Turnó posición de extremo con posición de delantero y activó los dos roles con maestría. Si recibía abierto, pausaba, atraía blancos y la soltaba al libre con un pase de larga distancia, mostrando su gran adaptación a la idea de su míster; y por dentro generaba más peligro, aprovechándose de que la sincronización entre Pepe y Modric, que a su vez arrastraban a Ramos y Kroos, parecía un filón favorable a los culés. Por su parte, Neymar comenzó a recoger los frutos de su recuperado don para el desmarque de ruptura. Durante el año pasado se mostró como un jugador unidimensional en el sentido de que lo único que podía esperarse sobre él era que recibiera al pie e hiciese la jugadita. En este comienzo de curso, en contraste, lo más jugoso de su aportación están siendo los desmarques a la espalda de la zaga rival. Esa diversidad altera la serenidad de su defensor, que no sabe qué puede venirle, y favorece que le defiendan como hizo Carvajal, que le dio demasiado aire. Dicho esto, fue Pepe, de manera clara, quien copó la cuota de responsabilidad en ese 0-1. Un 0-1 que acabó de consagrar y potenciar la maquinación de Luis Enrique.
Cuando Pepe dejaba al Real tocar el balón, un enorme Rodríguez lideraba posesiones de alta calidad.
En cualquier caso, lo expuesto no dejó de ser algo más que la mitad de la primera mitad. Cuando el Real se hacía con la pelota, que eran menos veces de las proyectadas pero no pocas, el Barça sufría muchísimo. El exceso de ímpetu que mostraba Modric sin ella desaparecía cuando descansaba en sus botas, y la administración de Ramos, Kroos y James era excelsa. Pases rápidos, de descarga hacia el lado más vacío y a jugar. Sergio Busquets, que completó 45 minutos defensivos de un nivel muy alto, pudo frenar algunas transiciones de peligro, pero cuando el Madrid se ponía a tocar e instalaba ataques estáticos, lógicamente perecía en su soledad. El Barça corría bastante, no es que faltase esfuerzo, pero sus jugadores, para sumar algo en defensa, necesitan una superioridad táctica colectiva que su colocación no imponía. De ahí las tres amarillas a Messi, Neymar e Iniesta por llegar tarde tres veces; mejor prueba, imposible. Así pues, lo de Ramos, Kroos, Modric y James era control de calidad. Fútbol bien jugado. Y en la banda izquierda, la matanza.
Marcelo, desatado por Isco, fue el primer gran problema para el BarçaLo de Isco mereció análisis. Para empezar, no tuvo su día. No solo recayó en su mala rutina de perder dos bolas de severa gravedad en su propio campo, que es lo que venía separándole de la perfección, sino que tampoco mostró el aval que le había acercado a la misma: su talento. No creó peligro. Gozando de un marco táctico tan favorable como el que supone este Barcelona para un mago de su perfil, su desempeño atacante resultó decepcionante. Registrado esto, su participación con y sin balón en los dos primeros tercios de cancha sí marcó diferencias; por ayudar a Kroos a asentar posesiones en la zona de Messi y por permitir a Marcelo comerse al equipo de Luis Enrique. El famoso concepto «la espalda de Marcelo» no compareció pese a que Leo andaba justo allí. El juego de coberturas entre el malagueño y el brasileño es prácticamente perfecto; se protegen y se lanzan sin fallo. Y como Marcelo sí estaba on-fire, sembró goles. El «12» está donde estuvo y donde dejó de estar; vuelve a ser un atacante excepcional. Gerard Piqué, al que la mala suerte señaló por enésima vez, desvió el tráfico aéreo lo que pudo hasta que una fue rasa y el colegiado pitó penal. Hasta este instante, el gran aliado del Barcelona había sido Pepe. Pepe concedió a su adversario multitud de fases de tregua; le regalaba el balón sin necesidad y solidificaba el plan visitante. De ahí una igualdad que incluso pudo parecer algo inclinada hacia el equipo de Suárez mientras Suárez tuvo fuelle. Neutralizado el marcador, Pepe se tranquilizó, el Madrid reposó y pasó a ser mejor. O mucho mejor.
En segunda parte, Benzema tomó el relevo de Marcelo para capitear un encuentro muy decantado.
El segundo periodo fue la repetición de la pasada Final de Copa del Rey pero con un punto menos de calidad. Es decir, el Barcelona tenía más tiempo el balón pero nunca giraba el 4-4-2 replegado del Madrid, el Madrid con sus posesiones, rápidas o lentas según procediese, aparentaba más orden, más dinamismo y más peligro y todas las ocasiones caían contra la portería del cancerbero culé. En lugar de un Bale sublime, hubo un Ronaldo desacertadísimo que desaprovechó multitud de ventajas; y en vez de un Isco pletórico, hubo el Isco ya descrito, al que no le salió nada. De hecho, por no salirle no le salió ni la asistencia en el 3-1, que no pudo estar peor ejecutada. Aunque también está claro que el chico nació de pie. Su entrañable gattusada le convirtió en héroe y fomentó el recuerdo de que se sale en cada partido grande que disputa. Encima, contra Iniesta, con la carga simbólica que ello recogió. Y hablando de recoger, quien lo hizo con el guante fue Benzema. En este momento se pide disculpas al lector por no haber citado antes al MVP de la noche; quizá se haya caído de esta manera en un error recurrente en la mayoría de nosotros; aquél que nos hace verlo como un genio precioso e imprescindible para el Real que completa como nadie igualaría el círculo de la BBC; como si fuera el postre de una comida de tres platos. Pero es que es mucho más. Sus controles, su tempo, sus giros, sus cambios de dirección, sus pases, su grandeza. Para el FC Barcelona, un equipo contra el que si se supera una pieza se encuentran después 15 metros limpios, es un futbolista imparable. Mención especial también para Carvajal, que remontó un inicio muy anárquico con una de esas típicas actuaciones suyas basadas en una testiculina que, con o sin explicación, triunfa. ¡Ante un Neymar!
El control de Kroos, Modric y James, aplicado a casi cualquier situación del juego, marca la diferencia.
Acabó el colectivo catalán con Busquets, Sergi Roberto y Rakitic en el centro del campo. Busquets, Sergi Roberto y Rakitic contra Kroos, Modric, Isco y James Rodríguez. El contraste es durísimo y no deja de ser fidedigno. El Real Madrid, sin completar en absoluto una gran actuación, incluso tras firmar un primer tiempo altamente decepcionante, recobró su estructura y venció con holgura al ritmo de su capacidad control. Capacidad para ser sólido en su 4-4-2 y capacidad para mandar con inteligencia imperturbable cuando sus centrocampistas se apoderan del balón. La jerarquía de Kroos, el virtuosismo de Modric y la majestuosidad de James -qué maravilla su partido- son avales que llevan al campeón europeo a otra altura. Racionalizan el juego sin error, son pequeña ventaja tras pequeña ventaja vez tras vez, participen con omnipresencia o de forma esporádica. Y el resto de medulares hace lo corriente; equivocarse, técnica o intelectualmente, y cimentar contextos de desventaja para sus defensas y sus delanteros. No obstante, el Barcelona no tiene por qué perder la ilusión, porque precisamente sus delanteros son de tal categoría que aspiran a construir ventajas que otorguen cierto equilibrio a su sistema. Luis Enrique atesora un tridente tan, tan potente que, administrado con habilidad, podría llegar a disimular que el resto de sus líneas no parecen tener ni el nivel ni el potencial que tenían en los últimos grandes proyectos del club. Sin minutos juntos a sus espaldas, con Suárez al 50% y con Messi alejado del área por exigencias del guion, anduvo a una parada de Casillas de ponerse 0-2 en la casa del equipo que hoy marca el paso. La batalla entre el Barça de los delanteros y el Madrid de los dos puentes tan solo acaba de comenzar. El próximo cruce será muy, muy, muy interesante.
Chamg 26 octubre, 2014
¿Por qué se ha instalado casi de forma automática en el colectivo periodístico y de mucha gente que lo de Bale no es tan grave? ¿Estamos locos? Es fútbol y puede pasar cualquier cosa (que Cristiano haga un partido bastante decepcionante por ejemplo) pero yo creo que Bale ayer sobre el papel se come al Barcelona.
Es que yo no consigo ver por ningún lado que el RM juega mejor sin Bale por muy bien que lo esté haciendo Isco. Me resulta algo dañino que en España no se considere a Bale como un TOP 3 a la hora de decidir partidos. Y casi siempre por no decir siempre aparece en las grandes citas y momentos calientes.
El año pasado puede ser un buen ejemplo de lo que digo.
También tengo muchas ganas de volver a ver a Jesé. Ayer saliendo desde el banquillo hubiese sido algo interesante. Espero que se recupere bien y vaya cogiendo minutos. Creo que puede dar mucho al Real con todo lo que lleva preparando Carlo.