Mucho se había hablado sobre posibles novedades pero Luis Enrique optó por su equipo y su sistema bases con un único retoque: Leo no haría de mediapunta, sino de falso «9». Todo lo demás, lo mismo, incluyendo los interiores abiertos y los laterales súper largos. A efectos prácticos, el cambio apenas se notó, porque la pelota no le llegaba a Messi y él tenía que bajar a recogerla, así que su brutal partidazo no se debió a la pizarra. Pero existió. Estaba inspirado, es el «10» y estuvo a nada de empatar un partido en el que el Barça jugó cuesta arriba y el Paris, cuesta abajo.
Las pérdidas en salida, clavesEn el caso de Blanc, su adaptación al rival no fue excesiva. Ni siquiera cerró su sistema defensivo como hicieran los cuatro últimos adversarios de Messi; intentó jugar con su esquema de siempre, con Pastore de Zlatan, y ya está. De esta guisa, la posición de su triángulo de medios, Motta-Verratti-Matuidi, era cercana a la divisoria, intentaba evitar el avance azulgrana, y ahí estuvo la primera dificultad culé. La cantidad de errores no-forzados que cometieron Alba, Alves y Busquets saliendo desde atrás fue enorme y el inicio de su inconsistencia. Es crucial detallar que los franceses no presionaban, tan solo mantenían un orden adelantado, para forzar al Barça a buscar soluciones desde la paciencia o, si priorizaba ritmo, a ser más directo. Pero ni lo uno ni lo otro. El Barça propuso soluciones personales, no le salieron y regaló competitividad. Entre Pastore y Lucas lograron ocho recuperaciones.
El Barça no pudo defender bien ninguno de los tres carriles.
Blanc continuó construyendo su superioridad táctica desde su doble cara con el balón. El PSG puede correr y puede pausar, y Motta sabe muy bien cuándo toca cada cosa. Cuando había salida rápida, Motta o Verratti contactaban con Pastore, que anduvo brillante como falso «9», y Lucas por la derecha y Cavani y Matuidi por la izquierda volaban de lo lindo. La respuesta del Barça ante esto no fue válida. Por un lado, las conexiones por dentro estaban baratísimas. No ya solo el pase vertical de Motta a Pastore, sino que el listo de Thiago, a sus 32 años, incluso completó un par de eslaloms rompe-líneas como si de Iniesta se tratara. Y era lógico, porque el Barça ahí solo tenía a Busquets. Rakitic estaba de Beckham e Iniesta de De Pedro. En esas jugadas, este sistema solo presenta un centrocampista. Igualmente, con Alves y Alba ejerciendo de extremos, las libertades para Moura y Cavani eran totales. Su reto era ganar una carrera en la que partían con 15 metros de ventaja. Si Edinson hubiera tenido un día un poco más entonado, el resultado podría haber sido duro.
Cuando Verratti calmó el ritmo y el Paris la tocó en campo contrario, más o menos pasó lo mismo, aunque por motivo y con final distintos. El motivo, que el Barça no tenía quite y que sus laterales -y Mathieu- parecían confusos. El final, que el PSG sufría más para terminar las jugadas.
Pese a su inspiración, Messi solo chutó dos veces -una en juego-.
Pese a que el cruce de pizarras daba ventaja a los franceses, y no poca, el Barça volvió a demostrar lo que ya demostró el año pasado o lo que Argentina en la Copa del Mundo: con Leo siempre se puede ganar. Ya no es que haga cosas únicas con el balón en los pies, que por supuesto las hace, lo tremendo es lo que provoca en propios y extraños, lo que condiciona el ánimo colectivo. Messi es, ante todo, una leyenda viva, y cada vez que hace algo a la altura de su historia, el partido se transforma. Ocurrió tras la única jugada que finalizó en todo el encuentro, que fue en el minuto 11 y, evidentemente, gol. El Paris Saint-Germain replegó 15 metros, el Barça dejó de sufrir para sacar el balón y Leo pudo recibir donde se hizo grande: entre líneas. El efecto no dura como antaño porque su equipo no le saca tanto provecho, así que los franceses maduraron la situación, recuperaron su posición y le empujaron hacia atrás, hacia la mediapunta, aunque esta vez no fuera el plan, y desde allí coló auténticas proezas tras controles, driblings y pases de autor, pero desde tan lejos, es más controlable, y Motta, David Luiz y Marquinhos lo consiguieron. El último alegato se dio tras el ingreso de la segunda leyenda culé, Xavi, con quien se recuperó el sistema antiguo -interiores cerrados- y el Barça pasó a tener el balón más arriba. Fue curioso porque Xavi no estuvo bien, pero el equipo mejoró con él. Messi, no obstante, siguió siendo más creador que ejecutor, y el Barça no pudo empatar.
R10 1 octubre, 2014
Abel,
Casi siempre coincidimos en la idea general del texto, pero hoy vimos un partido diferente. Primero decir que soy exigente cómo el que más con el Barça pero hoy me pareció que hicieron su mejor juego de la era LE. Siempre hablando en términos de trabajo colectivo porque individualmente hubo jugadores muy fallones (alba, alves, ter stegen en los goles y raktitic mathieu y busquets) o directamente nulos(pedro). Pero en términos de presión, de circulación de balón rápida, de encontrar espacios para atacar y hasta generando peligros con losfamosos centros de alves el Barça se vio fresco, pero irónicamente le faltó lo que siempre le sobraba, el saber competir. Pero me pareció debeido a los bajos rendimientos individuales que, como en otrora, nulo funcionamiento colectivo.
Es más, me parece que este mismo juego si le quitas los dos primeros goles, a balón parado y precedidos de errores tontos de alves y alba, el partido es otro. El PSG se vio con dos goles sin prácticamente hacer nada para merecerlo.