Las palabras de origen expresivo no tienen una raíz etimológica compleja. Por el contrario, responden a una asociación misteriosa entre ciertos sonidos y ciertos significados, como ocurre con las onomatopeyas, salvo que en este caso el componente de imitación es mucho menos evidente. Uno puede aceptar sin demasiados problemas que las vacas hacen “muuuu” y las sirenas “niiinooo, niiinooo”, pero que una palabra estructurada en torno a “p… ch…” transmita cierta idea de bulto o pesadez resulta menos evidente. Y sin embargo así ocurre con muchas formas propias de los idiomas romances y sus vecinos: “patxoca”, “patschig”, “patzorra” o “pachola” son vocablos que dan vueltas a un mismo concepto que encuentra en el español “pachorra” su forma más sugerente.
Todavía se discute hasta qué punto Alejandro Sabella debe su mote a su afición por la siesta o a sus aires indolentes sobre el césped. Lo cierto es que la pachorra, esa pose pausada y algo pesada en apariencia a la que se atribuye cierta virtud productiva, no es una cualidad rara entre los dieces clásicos del fútbol sudamericano, y el actual seleccionador albiceleste no iba a ser menos. Tampoco le sobra la flema en un cargo tan exigente como el de DT argentino, tan presto al histerismo, asociado a una exigencia impropia de los recursos que maneja, preso en etapas precedentes de una agitación a la postre fallida.
Sabella ha llevado a Argentina más lejos que sus predecesores.
Alejandro Sabella juega sin enganche, admira a Marcelo Bielsa y comparte más principios con Carlos Salvador Bilardo que con César Luís Menotti. ¿Dónde queda entonces la pachorraLa Argentina de Sabella ha ido de menos a más del seleccionador argentino? En sus formas reposadas, desde luego. Y en algo más: en el mismo espíritu de su etapa al frente del combinado albiceleste. A la dirección técnica del porteño no se le reconoce genialidad alguna pese a unas cifras excelentes y la consecución de una final tan ansiada como improbable. Y así debe ser, pues no ha hecho nada del otro mundo: Con los pies en el suelo, cercano al perfil bajo que se le adjudica, sus decisiones han sido sencillas y su resultado nunca ha asombrado. Pero se han ido sucediendo sin aspavientos, con pausada cadencia y sensata puntería, para dar forma a un equipo que llega al partido de su vida sin ser nada extraordinario y mucho mejor de lo que esperaba.
La genuina preferencia del seleccionador por un fútbol arropado mezcla bien con las carencias de un grupo que además maneja menos calidad de la que tiene. La baja de Ángel Di María, elEl Pachorra ha solucionado bien las bajas futbolista que articulaba el sistema, el terrible momento de forma del Kun Agüero y el gesto irregular de Gonzalo Higuaín, así como un leo Messi poco brillante, han llevado al límite las posibilidades de un combinado al que Alejandro Sabella ha encauzado por la senda de la solidez defensiva. Para ello hubo que renunciar a Fernando Gago, pieza clave para articular el primer combinado argentino que encontraba al gran 10 rosarino de forma sostenida. Fiel a su espíritu, Pachorra no tuvo prisa alguna en tomar la decisión, pero esta llegó a tiempo de encomendar a Lucas Biglia la diestra de Javier Mascherano. Y así con todo: la apuesta por Marcos Rojo, el paso al 4-4-2 con Ezequiel Lavezzi, el temple de Enzo Pérez ante la baja del fideo y Maxi Rodríguez al campo si la anterior sustitución, presa de un extraño arranque de excitación, ha despoblado la medular.
El seleccionador ha dotado al equipo de serenidad e ideas claras.
Despacio y con buena letra, mostrando una serenidad asombrosa en su exigente duelo contra Holanda, Argentina se ha plantado en una final que prefiere a otro: Alemania acoge mucha más calidad entre sus filas y su recorrido en el torneo, quizá menos brillante de lo que insinúan sus cifras, colecciona victorias sonadas contra rivales de enjundia. Con todo, no puede decirse de los germanos que tengan las ideas más claras que el combinado albiceleste y parece improbable que el 7-1 altere el ceño de Alejandro Sabella. Los hombres de Joachim Löw aplastaron el martes a un grupo presa de una excitación descontrolada y Argentina no será eso. Argentina será paciente y muy consciente de su realidad. Argentina será Pachorra.
@LivioLeiva 12 julio, 2014
No me queda más que felicitar al autor. Gran artículo, que resume lo que es esta selección de Sabella, que sin brillantez ha logrado lo que tantos desean y no consiguen. No es el fútbol que más guste a la vista, particularmente no me agrada para nada, pero es un gran ejemplo de cómo administrar los recursos a disposición de manera eficaz y articularlos para competir. Aun así, temo que si Messi no hace el gran partido de mundial que está debiendo en eliminatorias será difícil que Argentina se haga con el trofeo.