En el minuto 113 de la Final de la Copa del Mundo de Brasil, un suplente de un suplente de Alemania marcó un golazo imposible que él colaría en siete de cada 10 intentos. Esta resolución fue imagen y síntesis del partido y del Mundial de los germanos; campeones que han salido campeones porque sí. Porque no podía ser de otra manera. O esa sensación quedó. Ni son un equipo equilibrado, ni mostraron un nivel de inspiración alto ni plantearon el último encuentro mejor que su oponente. Ocurre que el fútbol de selecciones, pese a ser el más solemne, es también el más inocente y genuino, el que más se parece al que se juega en la calle de pequeños; los entrenadores no tienen tiempo para trabajar y al final queda solo el principio: el futbolista. Alejandro Sabella, engañando a Löw y maximizando el embrujo de su Messi, intentó con esmero que no primase lo de siempre, pero como en 2010, 2006, 2002 o 1998, la mejor generación en edad de merecer obtuvo el título. Hasta poniéndose trabas, Alemania demostró que su calidad es next level.
Los minutos previos al comienzo estuvieron copados por dos noticias nefastas: ni Sami Khedira ni Ángel Di María iban a jugar la Final. Al primero le suplió Kramer en un puesto por puesto que sobre el papel no debía ser así porque el joven es más pasador y mucho menos móvil que el del Real, pero ejerció de él (lo intentó). En cuanto a Di María, le sustituyó Enzo Pérez, que se situó en la banda izquierda para trabajar la subida de Lahm si es que eso fuera posible. En la derecha, entonces, quedó Lavezzi, como ante Martins Indi y Blind en la semifinal, y repitió faena contra Hummels y Höwedes, el peor y el segundo peor jugador del partido respectivamente. Lo de Höwedes pudo entenderse porque al fin y al cabo anduvo fuera de posición y mal protegido, pero la actuación de Mats solo podría explicarse a partir de una lesión o algún tipo de malestar físico. No solo parecía un tractor contra cohetes cuando salía a banda, sino que ni siquiera en su territorio de dominio, la frontal de su área, pudo imponerse a amenazas tan terrenales como Higuaín o Palacio. Hummels metió en escena al propio Gonzalo, al citado Lavezzi y, crucial, al mismísimo Leo Messi. Cada vez que uno de los tres delanteros argentinos cogía la pelota, siempre en su sector, se sembraba el pánico.
Bastian Schweinsteiger completó el mejor partido de su vida como mediocentro posicional.
Lavezzi desbordó fácil, pero le faltó una pausaSi dicha ventaja no cristalizó en goles se debió a tres motivos: la calidad que le falta a Lavezzi, la calidad que le falta a Higuaín y la calidad que le sobra a Schweinsteiger. Y la prueba fue Messi. Cuando era Leo quien salía del regate a Hummels, se producía una pausa incómoda, llena de veneno, que solía acabar con un pase atrás cargado de peligro. En las veces en las que Gonzalo o Ezequiel condujeron el ataque, en el mejor de los casos recortaron y levantaron la cabeza antes de meter el centro, pero nunca supieron jugar con el tiempo, y Schweinsteiger, mediocentro, sacó la guadaña y segó el peligro. Bastian rozó la perfección en todas sus tareas. Nunca había jugado tan bien en esta posición que, en teoría, tan mal le encaja. Tras apagar los fuegos de Hummels, se dedicó a dar salida y a alternar la izquierda (Kroos por dentro) y la derecha (Lahm por fuera) según la necesidad de cada lance, desatando la impresión de que Alemania, sin lucir demasiado orden con la bola, podía concretar algo bueno en cualquier momento, en cualquier lugar y con valor de gol. Y la actuación de Özil potenció dicha corazonada. Al séptimo día, su talento hizo acto de presencia y flotó por el campo regándolo de magia pura.
Özil la tocó a menudo y se mostró muy inspiradoPor eso la lesión de Kramer en el minuto 30 cambió el encuentro. Löw, sin más centrocampistas natos sanos, metió a Schürrle y reordenó las piezas en un 4-2-3-1 que tácticamente trajo consecuencias negativas que luego comentaremos pero cuyo efecto inmediato fue aumentar la influencia de Özil, que centró su figura y pasó a ser el mediapunta. Desde su lugar favorito -aunque para cada vez más gente su puesto ideal sea la banda derecha- contactó con el esférico de modo más seguido y sujetó en el carril del medio a Biglia y, sobre todo, Mascherano, impidiendo que el doble pivote de Sabella pudiese realizar coberturas en bandas. Así fue como la sociedad Lahm-Müller empezó a crear problemas serios, hasta el punto de que en el minuto 35 Enzo Pérez y Lavezzi intercambiaron sus bandas «para ver qué pasaba» y se vieron forzados a recuperar sus puestos originales casi al instante porque Lavezzi no podía perseguir a Lahm de ninguna manera. Se vieron los compases más discretos de Rojo en este Mundial. Garay sí presentó más batalla descifrando la diagonal hacia el área de Thomas, pero en general Alemania se acercaba a Romero con excesiva comodidad. Urgía una reacción.
Sabella cambió el sistema a un 4-3-1-2 tras el descanso, controló a Schweeny y a Kroos y dominó.
La reanudación trajo consigo un cambio y un ajuste que encumbró al Pachorra y que en cierto modo regaló la Final a Argentina en el segundo tiempo: Kun Agüero por Lavezzi; transformación del dibujo en un 4-3-1-2. Había que tener mucha personalidad para sacar de la cancha a un extremo tan encendido como el Pocho, que en cada intento se iba de su marca, pero Sabella lo vio nítido. Encontró motivos tanto defensivos como ofensivos. En defensa, cambiando su centro del campo favoreció los trabajos individuales de sus medios contra los de su rival. Enzo Pérez quedó con Kroos -que desapareció-, Biglia quedó con Schweinsteiger y, vital, Mascherano quedó con Özil. De golpe y porrazo, Alemania empezó a carecer de pase vertical, algo de lo que tanto en los mejores como en los peores momentos de su primer periodo sí había dispuesto. Al juntarlos en la misma línea, Bastian y Toni como pareja perdieron mucha dinámica. Solo las barbaridades de Özil en forma de desmarque seguido de control prodigioso lograban sacar a los suyos de la cueva, pero no era un argumento constante porque superar siempre a Mascherano es imposible. La posesión se dividió y, más relevante aún, independientemente de quien la comandase, se localizó en terreno alemán durante la mayor parte del tiempo. El dominio argentino pareció bastante claro. Y Messi empezó a crear peligro bruto.
Boateng y Neuer, muros en los peores momentosA decir verdad, Alemania nunca supo controlar a Lionel. Toni Kroos volvió a evidenciar que sin balón es transparente y sobre Höwedes y Hümmels ya está todo dicho, y si a ello sumamos que los cuatro alemanes de arriba no bajaban prácticamente nunca, lo que se dibujaba era una escenario idílico para el «10» difícil de presuponer en una Final de una Copa del Mundo. Tácticamente lo tenía demasiado fácil, pues era poco serio lo que presentaba Alemania. Y a nivel de juego, lo aprovechó. Messi jugó muy bien, supo escorarse para recibir y su regate fue un factor de desequilibrio. ¿Por qué no tradujo su fútbol en goles? En lo que a él concierne, porque tras esfuerzos largos su precisión parece decaer de forma visible. La otrora imparable diagonal de Messi en estos momentos desinfla su peligrosidad tras cada paso que da, algo que tras 30 días tan intensos como los vividos se notó mucho a la hora de engatillar. Aunque más que esto lo que limitó el potencial de Argentina fue el nivel de su pareja de nueves, la formada por Higuaín y Kun. Al primero no se le puede reprochar nada porque acarició el límite de su capacidad, no es más de lo que dio, pero lo de Agüero a la albiceleste le ha hecho mucho daño. En lo táctico, su ingreso se interpreta como dos o tres disparos extra de Messi -para eso entró- que nunca llegaron y que no se vieron compensados por otras vías. Agüero apenas sirvió para que Hummels hiciese un par de cosas bien que le levantaron un poco la moral y para que Boateng confirmase el nivelazo que había dado desde el minuto 1 de partido. Junto al dominio de Neuer, que ahora mismo, y no se exagera, no es inferior al de Leo Messi o cualquier estrella ofensiva que nos ocurra, apaciguó la iniciativa americana.
Que Mario Götze, frío y desconectado, resolviese la Final, fue un golpe de la dictadura de la calidad.
La prórroga trajo consigo dudas y miedo en el hasta entonces equipo dominador y eso contra Alemania se paga caro, porque lo huele como el animal más agudo. En realidad está justificado temerse lo peor ante los germanos, porque incluso estando sometidos y controlados fueron capaces de crear dos claras ocasiones de gol. No se puede respirar tranquilo frente algo tan indomesticable como la calidad individual del plantel de Joachim Löw. El fantástico Lahm leyó la novedad y empezó a sacar tajada de que nadie lo seguía, de que llegaba hasta Marcos Rojo en situación de uno contra uno y que él ahí era mejor, y así empezó su selección a dominar territorialmente, cada vez un poquito más. La muestra de la descomposición albiceleste fue la caída de Mascherano, que tras 90 minutos perfectos comenzó a llegar tarde y mal a todas las jugadas y a coquetear con la expulsión. No le ayudó la presencia de Gago, que entró por Enzo Pérez, pero fue algo individual, suyo propio, lo que más afectó en su derrumbe. Con todo, Argentina tuvo la suya, en pies de Rodrigo Palacio, que consiguiéndola contrastó por qué juega en el Inter y marrándola demostró por qué no juega la Champions. E instantes después, tras galopada para la historia de Schürrle por banda izquierda, Mario Götze, cuyo peso en el juego había sido imperceptible, arrugó la Final con un gol que, ojalá, cambie su carrera a mejor. Y que dio a Alemania una cuarta estrella para su pecho. El colofón para un mes infinito.
El cautivo 14 julio, 2014
Me llevo una decepción con Toni Kroos. Pensaba que iba a dominar el partido con mano de hierro y fue ponerse Biglia con trabajo especifico sobre el y desapareció. Bastian tuvo que tirar de galones y empujar desde el mediocentro en no pocas ocasiones.
Tampoco creo que el paso al 4-2-3-1 favoreciese a Ozil. El chico estaba con chispa ya en banda izquierda y con ganas de liarla. En la mediapunta quizás si ganaba presencia, pero lo acercaba a Mascherano sin obligar al jefecito a ayudas larguísimas. Creo que Alemania fue peor desde el cambio de Kramer.
Igualmente ¿No podía haber jugado al 4-3-3 con Lavezzi en punta, sin entrar Agüero? El pocho estaba haciendo daño, siendo intenso y vertical. Creo que hubiese sido un dolor de cabeza mayor que un Agüero que ha pasado por la copa del mundo sin pena ni gloria. Entiendo el cambio, especialmente para la fase defensiva, que directamente desconecto a Alemania, pero es una pena quitar a Lavezzi en ese momento.
Nunca he sido mucho de la leyenda de Higuaín y los partidos importantes pero la definición de ayer le va a perseguir toda la vida.