En cierto modo, lo de ayer engrandeció a Brasil. Todos pierden, porque hay muchos y solo gana uno, pero perder como lo hizo Brasil es otra cosa. Un episodio acaecido 64 años ha, cuando la Pentacampeona no tenía ninguna Copa y ni siquiera había debutado Pelé, había condicionado tanto la historia venidera que aquí está este mes. El grupo de jóvenes futbolistas liderado por Neymar debía ganar este Mundial porque sí. E, irracionalmente, asumimos ese «porque sí» como si fuese lo más lógico.
Luiz Felipe Scolari fue el hombre escogido para llevar hasta la victoria a una generación a la que no le tocaba, y halló su clavo ardiendo en la excesiva emotividad que rodeaba el caso: «a fútbol, sea ofensivo o defensivo, nos ganan varias. A pasión, somos favoritos». Apoyándose en la localía, optó por convertir cada choque en una guerra más que en un partido y competir en esas reglas alternativas. Así llegó hasta la semifinal, no sin sufrimiento pero tampoco sin fases de exhibición, y en el canto del himno a capela a dos minutos del inicio de la misma se tocó el techo: Luiz y Julio Cesar, los capitanes, alzaban la camisa del lesionado Ney como si fuera una procesión en Semana Santa. Locura.
Sin Thiago Silva, Brasil se mostró muy débil en su área pequeña.
Müller lo tenía todo clarísimoTan extrañísimas y exaltadas escenas abrumaron un poco a los germanos, que empezaron el duelo algo quietos. Sufrió de músculos entumecidos y un repliegue tan bajo que hacía que Brasil estuviese más cerca de Neuer que Alemania de Julio César. Pero pese a eso, la verdad es que Müller siempre transmitió más peligro que su rival. Maicon y Marcelo subían y, junto a Bernard y Hulk, encontraban ventajas ante Howedes y Lahm, porque Özil y Müller no bajaban nunca, pero el fin de esas jugadas era el centro o el pase al área y ahí Boateng y Hummels respondían cómodos. Además, Schweinsteiger (el pivote) estaba mejor colocado que Fernandinho y Luiz Gustavo y cogía los rebotes, así que no había segundas jugadas en el centro. En el centro, sin embargo, Alemania sí creaba peligro, precisamente porque salía a la contra con el doble pivote de Scolari descolocado y con Marcelo y Maicon de delanteros. Thomas lo olía. Tuvo tres pre-ocasiones claras antes del anulador 0-1.
Khedira completó una exhibición que ya es historia de este juego.
Y también antes de ese primer tanto compareció Khedira, que, como Müller, no sintió miedo ante el cantar brasilero. Sami es como un robot limpiador de estos que parecen una cucaracha gorda de colorines que se ponen en el suelo, se dan una vuelta por la casa, memorizan una ruta con los puntos donde se acumula el polvo y luego ya lo absorben en varias pasadas. Él se pega un par de carreritas, calibra debilidades y fortalezas y compensa y destruye según convenga. Y ayer lo vio nítido: en defensa, protegía el pasillo interior para que Marcelo tuviese que atacar por fuera; en ataque, tenía que atacar la espalda de Fernandinho y Luiz Gustavo como un búfalo. Y por supuesto, si Müller caía al centro, él le sustituía en la derecha. Todo a máxima velocidad, que es lo que le convierte en un jugador técnicamente preciso, porque él es así: cuanto más rápido, más certero. Que sus primeros 10 minutos estuvieran a la altura de los siguientes legimitó la veracidad de su actuación. Una actuación comparable, pero sin duda, a cualquiera que otro centrocampista haya hecho jamás en una semifinal de Copa del Mundo. Sami Khedira no fue mejorable. Con otra particularidad, su liderazgo e influencia futbolística son lo que rescata a Alemania de su confusión estilística: Alemania corre; su técnica sirve para verticalizar mejor que el resto. El juego del blanco es el pos-it que se lo recuerda.
Tras el 0-1, Brasil fue una máquina de fallar y regalar goles.
Y el gadjet que en teoría había incorporado para este Mundial era Toni Kroos, que tras cuatro choques opacos emergió para ponerse casi en el escalón de su compañero. El del FC Bayern representa una ventaja para Alemania de la que carecen el resto de contendientes: es un tipo que la pide siempre por detrás de la línea del balón y la pasa después al sitio correcto. Ante un conjunto tan descolocado como el brasileño, que se caricaturizó de mala manera desde el minuto 11, sus toques de balón eran cuchillos. Kroos no posee la agilidad de otros pasadores de su dimensión mediática, pero cuando el juego le da un respiro y esa traba no se le nota, sus decisiones son de estudiante modelo. Sobre el minuto 20, Scolari percibió que Marcelo era el único brasileño que la pedía y lo puso por dentro para ganar presencia en campo contrario, dejando su zona medio custodiada por Luiz Gustavo. Toni fue quien sintió que sería insuficiente y quien conectó con Müller para matar. Del mismo modo captó el error de base de la salida de balón de Brasil, que se la pasaba a su doble pivote demasiado cerca de su propio área y con éste de espaldas, y presionó sin descanso para hacer sangre.
Alemania se eternizó en la noche más dramática del fútbol.
David Luiz y Marcelo intentaron por épica y calidad reaccionar tras el descanso, cuando el 0-5 campeaba y Klose ya era el máximo goleador de la historia de los Mundiales, pero entonces apareció tres veces Neuer para decir que Alemania es completa. Brasil demostró que vivía al filo de la navaja y se derrumbó tras un solo golpe, pero la Selección de Löw cuajó un encuentro monumental en lo que fue un derroche de facultades difícilmente igualables. Sus jugadores son fantásticos y la dinámica del partido, con el rival llevando el peso y ellos transitando a discreción, les permitió lucir al máximo. La noche para el recuerdo ya la tienen. Para convertirla en algo más que la derrota de Brasil, para ser justos con lo que han hecho, les queda por ganar el desafío que menos les va: Holanda o Argentina, en señal de estima, se encerrarán.
Brasil, el pueblo, lo verá llorando. Seguirá llorando. Porque el hoy le ganó al siempre.
@Andre_SPORTS 9 julio, 2014
Khedira hoy suplió una ausencia y concretó una venganza. La ausencia de Ballack en la final de Corea/Japón y la derrota ante Brasil en esa instancia. Hoy Sami no demostró nada nuevo, sencillamente consagró lo ya conocido. Con una audacia para ceder la pelota al mejor colocado, en cuestión de segundos, y con una precisión envidiable para construir desde 3/4, Khedira tuvo su mejor noche. Una velada anhelada por los alemanes desde tiempo atrás, cuando se extrañó a Ballack para frenar al Brasil de Scolari en Yokohama. Ballack en 2002 no pudo completar la faena y levantar la Copa. 12 años después, Khedira luce listo para cerrar esa herida.