El cruce entre Bélgica y EEUU levantaba una expectación relativa. El desempeño de ambos durante la fase de liguilla, en la que los europeos se mostraron como un ataque espeso y los norteamericanos como una defensa férrea sin contraataque presto para dar la réplica, presagiaba un partido de pocas ocasiones y ritmo lento que caería del lado rojo por la diferencia mínima, tras invento de Hazard o de algún jugador del banquillo de Wilmots. Sin embargo, quizás para evitar ese guion controlado pero de final triste, Klinsmann giró el tablero, abrió la puerta y cambió la noche. Eliminó las cadenas y expuso a sus hombres contra sus rivales. Bélgica tendría la técnica; Estados Unidos, el ímpetu y su memoria táctica, presente hasta en los instantes más locos, pues se prepararon como pocos. Pero salió mal.
Quizás Klinsmann terminó extrañando al táctico Kyle Beckerman.
De Bruyne, jefe de los diablosSorprendió la suplencia de Beckerman en el once yankee porque hasta ahora había sido su mediocentro más sólido y una de sus herramientas clave. Pudo interpretarse de varios modos. Uno de ellos, que tácticamente EEUU era muy superior a Bélgica, que provocaría ansiedad y mucho juego directo en los amigos de Eden y que le iría perfecto un pivote de 191 centímetros como Geoff Cameron para contrarrestar el dominio aéreo de Fellaini. El caso es que la ausencia del titular debilitó la estructura y los americanos perdieron su solidez a ras de suelo, convirtiéndose el choque en un ida y vuelta en el que a pesar de que ellos emitían sensaciones más serias en lo colectivo, los belgas creaban el triple o el cuádruple de peligro por estricta calidad individual. En particular De Bruyne jugaba a placer. No está enseñando ese punto de dulzura que se le intuyó en el primer momento de su carrera, finalmente no parece tan, tan sublime en lo técnico, pero es buenísimo y está demostrando ser una pieza generosa y presente en el juego. Alguien de quien fiarse.
A EEUU se le nota, también para bien, que acaban de llegar.
EEUU no se rendía. Es más, ni siquiera notaba para mal que Bélgica le estuviese acribillando; algo que en una nación de mayor tradición futbolística seguro que hubiese tenido un efecto devastador, porque aquéllo no era normal. Y como el fútbol es más espíritu que otra cosa y ellos seguían intactos, mostraban cosas buenas, sobre todo en pies de Michael Bradley, que bajaba para huir de Witsel y se sentía cómodo para tocar entre De Bruyne y Fellaini. Dicho esto, lo más sorprendente sucedió a partir del minuto 32, cuando se lesionó Fabian Johnson (lateral derecho) y entró al campo DeAndre Yedlin. Todo lo que hemos ido diciendo sobre Aurier a lo largo de este Mundial pudo aplicarse a este joven de 20 años. Amén de controlar a Hazard muy bien tanto en ataque estático como en transiciones abiertas -y eso que Eden estuvo más ayudado que nunca por Vertonghen-, arriba resultó espectacular. Llegadas, regates, centros… y aplicando una velocidad y una precisión que por compases le alzaron como el protagonista de la película.
Kompany fue en el área belga lo que Howard en la americana.
En cualquier caso, el hombre era Tim Howard, el veteranísimo portero norteamericano, que amargaba una y otra vez las finalizaciones de los Diablos Rojos. Hay que anotar con respecto a estas que la calidad de las mismas se vio menguada por un individualismo excesivo en la última decisión. En multitud de ocasiones chutó quien la tenía en lugar del mejor colocado; un mal propio de la inexperiencia y de los equipos inacabados.
Como acostumbra, Wilmots, cuyo incompleto trabajo táctico solo se notó esta vez en lo recién dicho gracias al plan abierto de Klinsmann, encontró soluciones en los asientos de al lado. Primeramente, Mirallas le dio otra movilidad al ataque; entró por Mertens y se meneó mejor, porque es su virtud; pero el cambio fundamental fue el ingreso de Lukaku donde Divock Origi, que de nuevo había dejado sensaciones positivas. Ante un rival agotado, con la opción de correr y contraatacar y jugando constantemente de cara a gol, Romelu destrozó a EEUU sin miramientos. El primer acto de la prórroga fue suyo y solo suyo, lo tiranizó física y futbolísticamente. Ni siquiera el joven Julien Green, que en pocos minutos legitimó a aquéllos que lo señalan como la próxima joya de Pep, evitó que el potente «9» resolviese el cruce y preparase el esperadísimo Argentina-Bélgica de Cuartos de Final. Como en 1986.
joan 2 julio, 2014
Me encantó el partido, y me encantó Origi aún con su poca efectividad a puerta. Sé que no sois adivinos, pero creéis que lo mantendrá titular Wilmots?
Mucha faena tendrá Mascherano para tapar esa banda de Basanta.