24 años después Argentina estará en la semifinal de la Copa del Mundo. Ha pasado mucho tiempo y han ocurrido muchas cosas. En el 94, el 98, el 2002 y el 2006 Basile, Passarella, Bielsa y Pékerman aprovecharon la buena salud de sus seleccionables y convocaron grupos de jugadores extraordinarios que además, en buena medida, aspiraban a desarrollar un fútbol acorde al que el país más siente, mandón y a ras de suelo, sin éxito. Luego llegó Maradona en 2010, con recursos más irregulares, y decidió invertirlos de tal modo que los mejores, los delanteros, pudieran aprovechar todo su poder. Partió su sistema para partir los partidos y que los cracks, con Messi a la cabeza, los ganasen, pero Müller los mandó para casa. Tras los cinco fracasos, Sabella ha rescatado el último plan ganador, el del 90, y por ahora, aun admitiendo el crucial matiz de que Argentina no se ha cruzado con ningún candidato al título todavía, la apuesta tira.
El sistema de Sabella reporta mucha serenidad a sus jugadores.
ARgentina pasó con suficienciaUno de los problemas históricos de la albiceleste es la presión que conlleva ponerse la camiseta. Argentina posee una cultura balompédica riquísima y un orgullo que igual compite incluso contra el brasileño, y la exigencia es clara: campeonar. Si la unimos al vehemente carácter del aficionado y el entorno, se da un cóctel molotov emocional que suele debilitar a sus jugadores en los momentos más calientes. Los hace temblar. Para evitarlo, Sabella ha diseñado un sistema minimalista -por no decir reduccionista- que genera confianza. Ningún argentino tiene asignada ninguna misión extraña. La propuesta es muy sencilla y la reacción en cada uno de los elegidos cuando conoce su función es un «Yo esto sé hacerlo». A partir de aquí, lo que se está viendo es una Argentina muy calmada, que nunca se va de los partidos y que controla muy bien los detalles. ¿Cuál es la traba? Que para lograr esta suficiencia con este plantel, el nivel al que se aspira no es demasiado alto. Pero bueno, siempre se toca y desde luego resultó suficiente para ganar a Bélgica.
Messi era defendido por demasiados y dejaba solos a sus amigos.
Bélgica fue un caos en cualquiera de las fases del juego. En defensa, su problema fue interpretar a Messi, algo que a estas alturas no es de recibo. Messi te puede destrozar, porque es infinito, pero cinco años después de su explosión no es serio que un cuartofinalista del Mundial no sepa qué intentar. En primer lugar, su recepción era gratuita. De Bruyne defendía su zona -a mitad de su mitad y algo escorado a su derecha- y nunca ocupaba la línea de pase hacia él porque estaba más preocupado de Biglia (?), y una vez el «10» recibía, no solo él, sino el pivote y hasta el ¡interior derecho! parecían imantados hacia el balón para propiciar un, como mínimo, 3 contra 1 (a veces más) del que Messi se rió, porque todavía no se ha inventado la prueba técnica que él no pueda superar. Lógica e ilógicamente se hacía hueco entre la triple o cuádruple marca, sacaba la pelota dulce, tensa y con sentido y sus compañeros atacaban un sistema ya destrozado. El papel de Leo en lo unido al juego fue metafórico con lo que está siendo su Mundial. Todavía no ha tenido «ese» partido que el mundo espera, pero se está aprovechando hasta de su sombra -de hecho sobre todo de ella- para facilitarle la vida a Sabella. O mejor, para dársela. Se nota que es Dios.
En este punto, y aunque Di María y Lavezzi hicieron sus apaños, quien más rédito obtuvo del conjuro de Messi fue Higuaín. Es más, el Argentina-Bélgica, si Leo termina levantando la Copa, será recordado como el cruce que pasó el Pipita. No solo por el gol, sino por sus muchos desmarques al hueco y al apoyo, sus medidos controles, sus astutas decisiones y el par de lances vistosísimos donde batió al sistema defensivo de Bélgica, que fue sinónimo de Kompany, porque el pobre Vincent defendió solo. Gonzalo demostró que su físico está para competir, que es el jugador de siempre. Si hay espacios, es muy bueno. Si no los hay, como en los cuatro días precedentes, sufre más.
Mascherano y Biglia completaron una actuación férrea y crucial.
¿Y cómo era Bélgica con balón? Como sin él. Desordenada. Cambió a Hazard de banda para que atacase al descolocado Basanta -serio su choque- y no lo habilitó ninguna vez, y como esa, las demás. Dar un pase en Bélgica representa una dificultad que ahoga hasta al espectador. Ningún pasador sabe dónde están sus compañeros. Tras recibir se hace imprescindible levantar la cabeza y no para ver, sino para buscar y encontrar, y a fe que no es fácil. Dicho esto, el ejercicio defensivo de Argentina fue bastante potente. Ese doble pivote formado por Mascherano -izquierda- y Biglia -derecha- se comportó como uno de élite; protagonizó un partidazo, sobre todo el Jefecito, que es que la bomba de bueno en estos menesteres. No vimos ni precipitaciones ni despistes Solo acierto. Y con ellos emergió la otra gran figura de la tarde, Ezequiel Garay, sublime en el trabajo contra Origi -el belga más inteligente- en el primer tiempo y fantástico contra los centros laterales emitidos por Vertonghen, que a la postre implicaron la mayor amenaza de los Diablos. Hasta que Wilmots alejó a Fellaini del área durante 10 minutos para luego subirlo junto a Van Buyten. Muy raro. Con Hazard en el banquillo.
Pero eso fue muy al final. Durante todo el segundo tiempo, sin Di María, lesionado en el minuto 30, básicamente no pasó nada. Lo cual fue una noticia buena y una mala al mismo tiempo. La buena, que ante jugadores de calidad notable la defensa no concedió peligro. Fue súper sólida. La mala, que ante una transición defensiva horrible y teniendo a Leo Messi, Argentina filtró dos contras de peligro en 45 minutos. Ángel era crucial. Mañana profundizaremos. Hoy toca seguir soñando y festejando. 24 años han sido muchos y la Copa está a solo tres horas.
Alemán 6 julio, 2014
"Ningún argentino tiene asignada ninguna misión extraña. La propuesta es muy sencilla y la reacción en cada uno de los elegidos cuando conoce su función es un “Yo esto sé hacerlo”."
Precisamente creo que esa es una de las misiones del entrenador, no pedirle a sus jugadores que hagan nada que no sepan, potenciar sus virtudes , lo que pasa que como has dicho en el texto, las capacidades argentinas tampoco dan para mucho más.
Si en el día de ayer Messi no termina siendo el gran protagonista del choque con la defensa que le había preparado Bélgica, creo que no es una buena noticia.