Pongamos por caso que José Enrique Mehrabani, apodado “el persa” por sus amigos de toda la vida en el barrio antiguo, fuera aficionado al fútbol. Nacido hipotéticamente en 1977, la vida de José Enrique Mehrabani, historietista y activista social, sería todo un ejemplo de cosmopolitismo. Hijo de madre costarricense y padre iraní, José Enrique Mehrabani sería fiel al afán viajero de sus padres. Tras dar muchos tumbos sus padres se instalarían en Monterrey, donde crecería la afición al fútbol de José Enrique Mehrabani, al que la madurez no retendría demasiado tiempo en su tierra natal. Su afán por plasmar en viñetas las problemáticas de nuestro siglo lo llevaría a visitar Argelia en varias ocasiones, estableciendo con el país magrebí un intenso vínculo del que surgiría, por accidente, una fogosa historia de amor. Desde el año 2008 José Enrique Mehrabani compartiría un ático bohemio en el barrio chino de Melbourne con un intrépido periodista australiano, el hogar desde el que la pareja asistiría entusiasmada a las evoluciones del Mundial de sus vidas.
México y Costa Rica compitieron como los grandes.
México encantó con su fórmula de 3 centralesAficionado a la pelota desde que su entrañable vecino, el viejo Bermúdez, lo invitara al Estadio Universitario, José Enrique Mehrabani siempre habría sentido especial predilección por la selección del país que lo vio crecer. ¡Y eso nunca habría sido fácil! En Brasil, como en tantas citas precedentes, José Enrique Mehrabani se habría quedado con la miel en los labios. Pero también satisfecho, muy satisfecho con las virtudes recurrentes, y no por ello menos valiosas, de su amado Tricolor. México fue en Brasil lo que le gusta ser, un equipo de gran poso táctico que crece desde los mecanismos colectivos y encumbra el papel clave de sus mejores piezas. Lo fue Rafa Márquez por enésima vez, y también los dos Herrera: Miguel, el constructor del equipo, y Héctor, resorte del juego mexicano. Privado una vez más del quinto partido, José Enrique Mehrabani hubiera reclamado poco a la selección de su infancia.
Cuentista de cierto éxito, militante del realismo literario que habría impregnado las letras costarricenses de su juventud, la josefina María Morera habría sido una madre activa, cariñosa y muy poco futbolera para José Enrique Mehrabani hasta que su hijo, preso del relato precioso que le ofrecería el torneo de Brasil, la entusiasmara con llamadas apasionadas sobre el éxito del combinado tico en el Mundial. ¡Cómo no iba a engancharse su madre al torneo! A José Enrique Mehrabani le habría costado lo suyo hacerle entender que no era normal que la defensa costarricense fuera la más osada y precisa del campeonato, y que ganar a quién ganaron fue toda una proeza. Que Joel Campbell no era, que se supiera con antelación, un crack de talla mundial, y que Yeltsin Tejeda nunca había jugado fuera de la pequeña patria que compartían. Que el trabajo de Jorge Luís Pinto era una cosa de locos y que la selección revelación del campeonato era una sorpresa de categoría histórica. Que el Mundial de Costa Rica fue una auténtica barbaridad.
Irán ofreció mucho pese a tener, en teoría, tan poco.
Queiroz dotó a Irán de mucha solidez atrásMaría Morera habría conocido a Majid Mehrabani, profesor de filología de la UANL, en el marco de un seminario literario organizado por la universidad. El padre de José Enrique Mehrabani, hombre de gesto contenido y parco en palabras, tampoco habría profesado mayor interés por el fútbol que los arranques de melancolía que despertaría en su interior la selección iraní a ese idealista que habría abandonado Teherán en 1955, tras manifestar una firme oposición al pacto de Bagdad. Sensible a la nostalgia de su estoico progenitor, José Enrique Mehrabani habría observado, primero con tibia curiosidad y luego con creciente entusiasmo, las evoluciones de la selección de Carlos Queiroz en el Grupo F del Mundial. Poco le faltaba al equipo persa si no era el que menos tenía, y sin embargo distó mucho de ser el peor. Quizá indignado ante el desprecio de otros espectadores, José Enrique Mehrabani habría reclamado la credibilidad del equipo y esa salida imposible que le ofrecía Reza Ghoochannejhad. ¡La rebelión del más humilde!
José Enrique Mehrabani, historietista de plumilla desaliñada, ya habría sido publicado en algunas cabeceras de la prensa mexicana antes de realizar su primer viaje al Magreb. Los relatos breves sobre la cruda realidad callejera de Monterrey darían paso de esta forma a una extensa crónica sobre la vida cotidiana de los argelinos en plena guerra civil. «Tormentas de arena» podría haber cautivado al prestigoso jurado de Angoulême y haber puesto de este modo la primera piedra de una serie de novelas gráficas de corte costumbrista dedicadas a retratar las dos últimas décadas de la sociedad argelina, tenaz y persistente como su selección. ¡Cómo hubiera disfrutado José Enrique Mehrabani con la agresividad de los zorros del desierto! Tan cerca de dar la campanada ante el futuro campeón, con ese nueve infatigable y buenas dosis de calidad en cada una de sus líneas. Un competidor inesperado que el Mundial aprendió a respetar.
Los ataques de Argelia y Australia, entre lo más estimulante.
Thomas Bartlett, corresponsal de agencias destinado a cubrir la guerra civil argelina, habría cautivado desde el primer momento a José Enrique Mehrabani, con el que podría haber chocado en su carrera por las callejuelas de un pueblecito de la Cabilia, escenario del enfrentamiento entre las tropas gubernamentales y las fuerzas del GSPC. Tras un sinfín de altibajos marcados por la distancia y los viajes de uno y otro alrededor del mundo la pareja se establecería por fin en Australia. En un principio, la particular atención prestada al debut de los socceroos no sería otra cosa que una burda estrategia de José Enrique Mehrabani para atraer a su compañero, más ducho en balones ovalados, hacia el deporte del esférico. Pero habrían bastado un par de eslalons de Leckie y algún que otro apoyo de Mark Bresciano para atrapar a ambos en el relato de otra selección humilde con mucho que mostrar en Brasil. ¡Cómo atacó esa gente! “¿El samoano este es muy bueno, no?”, pudo haberle preguntado entonces Thomas Bartlett a José Enrique Mehrabani. Y José Enrique Mehrabani habría sonreído, pues ya lo tendría en el bote.
@Montoro97 15 julio, 2014
México a mí me cautivó en ese primer partido ante Camerún, es verdad que el equipo africano no puso mucha resistencia pero la Tricolor jugaba muy bien. Lo demostró ante Brasil y más tarde en el partidazo ante Croacia. Herrera ha sido de los mejores mediocentros del torneo sin duda. Y Rafa Márquez ha sido el tercer central perfecto, él que intentaba sacar la pelota jugada, un crack. Vaya mundial ha hecho, a pesar de ese 'penalti' a Robben en la jugada decisiva. Y luego está el 'Piojo' Herrera, un entrenador que te encandila por su pasión a este deporte y te enamora por cosas como la que ha hecho con México en tan poco tiempo.