Fue muy raro porque no fue nada. Nadie había levantado tres títulos consecutivos y ganar el cuarto se antojaba complicado, pero un final tan aguado no estaba en nuestros planes. Con fútbol o sin fútbol, con piernas o sin ellas, Del Bosque había prometido grandeza. Su convocatoria avisó de que lo que hiciese España lo haría a lo grande, por eso entraron en la misma leyendas como Iker Casillas o David Villa; o eso se entendió, ya que, valorando únicamente su nivel deportivo, había alternativas superiores desde un punto de vista objetivo 100%. Con la boca pequeña o a boca llena, muchos aceptaron la decisión, que además hay que decir que era la única posible, porque en el fútbol los ciclos se cierran con derrotas y lo último que había hecho esta generación era ganar la EURO 2012 en lo que fue su copa más dominada. Y como tan gigantes habían sido, cabía la posibilidad de que repitiesen la hazaña de Maradona en el 94 o Zidane en 2006 por citar dos resurrecciones mundialistas al azar que fueron de lo más insospechadas. Este es un mes que se presta a esos milagros. Pero Del Bosque no dejó que se dieran. Ni siquiera les permitió intentarlo. Xavi y Xabi, por ejemplo, dijeron adiós sentados mientras Busquets y Koke formaban el doble pivote (¡!) ante los chilenos. Gerard no pudo levantar a Sergio, nadie celebró un último e inservible gol de David, Francesc no lanzó ningún penalti. No pasó nada poético. Fue el vacío.
Chile ignoró a Jordi Alba y Azpilicueta y éstos no hicieron nada.
Silva no intentó ningún aporteSería bonito concluir que Chile, que es un equipo gracioso y con potencial, derrotó a los campeones en la noche de sus vidas, pero es que ni eso. La Roja no necesitó ni su máximo nivel para ganar con comodidad un partido que, seguramente, solo se vivió en tensión en el país afectado. El resto del mundo vio lo que había. En el terreno táctico, el movimiento fue una presión intensiva de la doble punta sobre la pareja de centrales española –recordemos que no jugó Piqué– y de los interiores, Aránguiz y Vidal, sobre Busquets y Xabi Alonso. Apretaron duro y sin pausa, si bien dejando las bandas huecas y un uno contra uno entre Silva y Díaz por todo el círculo central. Así pues, España tenía tres soluciones posibles. La primera, que Alba o Azpilicueta, por conducción o posición, sacasen al equipo de atrás. La segunda, que Silva se inflase de recibir el balón e instalar posesiones altas. La tercera, que alguno de los cuatro de atrás hiciese una gran actuación. Alonso fue el único que tuvo comportamiento de campeón, el único que leyó lo que ocurría y buscó soluciones, pero con acierto escaso. El resto no tomó ni la menor iniciativa. Sorprendió sobremanera en Ramos porque a él sí se le supone tanto liderazgo como calidad. No hizo absolutamente nada.
El halo de luz, como cada vez que esta Selección se quedó a oscuras, fue Andrés Iniesta, cuyos desmarques hacia la mediapunta fueron lo único que hizo a España cruzar la divisoria y pararse en campo rival. Costó entender que no pasase al carril central para potenciar su presencia. Daba la impresión de que el manchego ayer quería y podía.
Del Bosque no cambió el sistema pese a su rotunda ineficacia.
Las soluciones de Del Bosque fueron Koke por Alonso y Torres por Diego Costa. Cuando se supo la primera, se intuyó que de algún modo Iniesta centraría su posición, Pedro iría a la izquierda, que es donde hace daño, y Koke desde la derecha serviría centros para Costa para aprovechar la falta de centímetros de los centrales chilenos, pero no. En realidad la idea era que Koke hiciese de Xabi Alonso y ya está. Es decir, que un futbolista de buen nivel pero no extraordinario -ni experto- se desempeñase bajo presión en un puesto en el que ni siquiera en su club, protegido por Simeone, ha ofrecido un nivel suficiente. Demasiado bien lo hizo. Al principio, aprovechando la inercia de la reanudación y tal, se mostró y dio la cara. Pasado el efecto gaseosa, pasó lo lógico. Si Alonso de Alonso no trenzaba, pues imaginemos a Koke. En cuanto a lo de Torres y Costa, resultó aún más confuso, porque España perdió metros. Fue darse el cambio y España pasó a tener la pelota más atrás que antes. La intención no es fácil de descifrar, ni siquiera quedó claro que fuese algo labrado aposta, pero fuera como fuese, no ocurrió nada malo para Chile. Al revés. El fútbol de Medel, Jara y el Gato se vio favorecido y lucieron aún más que hasta entonces. Lo cierto es que completaron un encuentro fantástico.
El posible fin de Iker ha destrozado el sistema nervioso español.
Y así transcurrió este 0-2 que ya nunca se olvidará, con España nerviosa al principio y loca al final. Con Casillas generando una tensión inaudita en sus compañeros, Ramos siendo uno más, Piqué sentando donde Xavi y Cesc, Alonso sustituido en el 45 e Iniesta siendo, una vez más, el mejor jugador del día. Próxima cita: la EURO 2016, en Francia.
El cautivo 19 junio, 2014
Alonso hizo un partido horrible, superado constantemente por la presión chilena y con perdidas impropias. Pero ¿Y Busquets? Se supone que su gran virtud en la posición es saber encontrar a sus interiores con una facilidad en el pase antinatural, y es que ni se ofrecía para ser alternativa en salida de balón.
Tampoco entiendo mucho que pintaba todo el partido Pedro en derecha cuando se ha demostrado en el Barcelona que cada vez es mas estéril allí. No cambiarlo ni una vez de banda, viendo que Iniesta le tocaba bajar a por el balón y hacer verdaderos milagros futbolísticos por el centro, es desperdiciar su mejor bala.