Brasil no engaña a nadie, su hoja de ruta está clarísima y ayer, en un día propicio para saltársela dado el perfil de su rival, confesó que va a morir (o a ganar) con ella porque no tienen mucho más. Tampoco es que sea poco. Lo sería al lado de una gran España, pero esa amenaza se ha caído y no hay nada ni remotamente cercano en este Mundial. Dentro de su imperfección y la poca fiabilidad general, la Canarinha sigue exhibiendo el plan más dominante del torneo… mientras le dura la enajenación. Suelen ser unos 35 minutos.
La falta de CMS dañó a ChileSu inicio fue portentoso en términos de intensidad y velocidad de ejecución. Chile, TOP 5 en la materia con cierta holgura, se vio arrasada por el movimiento que impulsaba la grada. Fue sacada de la pista. Scolari, hombre de ideas simples, encontró en la (falta de) altura de La Roja el principio perfecto para su ataque; fomentó un juego ultra directo sobre Fred y condicionó desde ahí. El ariete ganaba casi todas, o al menos dividía el balón arriba, y, de seguido, la unidad brasileña dedicada a barrer segundas jugadas (Oscar-Fernandinho-Gustavo-Hulk) superaba a los chilenos con margen en la recolección de rebotes. Fácil y eficaz.
Neymar volvió a canalizar ofensivamente lo mejor de Brasil.
Así surgían los espacios para Neymar. Cuando un balón se suelta, un zaguero abandona su espacio y va a recogerlo, y si el rival llega antes, el hueco del contendiente está vacío y puede ser atacado. Suena algo rudimentario, pero en este curso dicho proceder sembró una Liga y una final de Champions. Y el «10» de Brasil sacó rédito de las ventajas. Menos del debido en lo objetivo, pues Neymar gozó de contexto para liquidar el encuentro y se quedó solo en el dominio, le faltó concretar, pero en lo futbolístico pesó. El Gato, a quien nadie ayudaba porque Fred estaba dominando la corona y atraía más recursos defensivos que el culé, sufrió un constante 1×1 que administró como pudo. O sea, mal, pero sin que se le pudiese reprochar nada. Sin cambios, Neymar hubiera ganado. La superioridad de su selección era evidente y sólida.
Bravo, ejemplo de carácterPese a todo lo dicho, al descanso se llegó con empate a uno. Se debió a dos motivos. El primero, Claudio Bravo. La propuesta de Brasil derivaba en muchos córners y faltas cercanas al área chilena que contra Medel, Jara y Silva, tres enanitos, olía a derrota segura, pero el flamante fichaje del FC Barcelona tiró de personalidad, salió a las posibles -y a algunas imposibles- y limpió por sí mismo la gran mayoría de riesgos. Si a ello sumamos que bajo palos no concedió nada y que atajó un penalti en la tanda, sale un 9 de nota. Alargó la vida de los suyos lo suficiente para que llegase el regalo de Hulk, una pérdida absurda a la vera de Julio César que Alexis Sánchez convirtió en 1-1. Pasó al filo del descanso. Empezaba un nuevo choque y Brasil había gastado su hiperintensidad.
Felipe Gutiérrez, con Díaz y Aranguiz, desesperó a Brasil.
La reanudación mostró la cara B del plan de Scolari. Consumido y sin premio, Brasil fue puro nervio, careció de cualquier cosa ligada al control o el auto-control. Y Sampaoli lo aprovechó: Felipe Gutiérrez por Eduardo Vargas. Vidal pasó a la delantera junto a Sánchez y Felipe, el más asociativo de sus mediapuntas, formó triángulo con Marcelo Díaz y Aranguiz, favoreciendo circulaciones de balones que zonalmente no iban a ningún sitio pero que en lo moral estaban matando al anfitrión. Eran demasiado largas y no parecía haber opción de robo. Chile tenía superioridad numérica tanto en el primer escalón (Silva, Medel y Jara contra Fred y Neymar) como en el segundo (Díaz, Aranguiz y Felipe Gutiérrez contra Luiz Gustavo y Fernandinho), y calma suficiente para darle uso técnico a la misma. Además, si quería atacar se iba a por Alves y siempre sacaba algo. Lo de Dani ha pasado a ser insostenible. Con independencia de lo que le rodea, su nivel no llega al mínimo que exige una Copa del Mundo. Thiago Silva, esta vez sí, se multiplicó para apagar los fuegos. Él y Julio César, con su parada a Charles Aranguiz.
Inaudito: los brasileños lloraron incluso antes de la tanda final.
Durante la prórroga vimos dos equipos desfondados y un futbolista entero: Hulk. El extremo del Zenit derrochó carácter y encadenó varias arrancadas personales que inclinaron la cancha hacia Claudio Bravo aunque sus compañeros no le dieran mucho. Fue pura inercia suya, todo partió de él. Si solo uno de los 22 tenía algo, el rival debía replegar para neutralizarlo y los suyos se irían arriba. En esos momentos, la actuación de Jara, Silva y Medel -hasta su lesión- alcanzó cotas de épica altísimas, resistiendo hasta que Alves acabó con su sufrimiento. Un par de despistes, dos balones perdidos en campo propio y adiós al efecto Hulk. Mauricio Pinilla, delantero centro chileno, la tuvo. El chut se estrelló en el larguero. Así se escribió un segundo que, de levantar Brasil la Copa dentro de dos semanas, aspirará a convertirse en el palo más famoso de la historia de los Mundiales. Transcurría el minuto 118 y pronto llegaron los penaltis. David Luiz, Marcelo y Neymar, tras una carrera curva que esquivó el miedo y la derrota, lanzaron tiros abiertos y Claudio Bravo no llegó. Julio César, quien falló ante Sneijder en 2010, atajó dos. Lloró antes de la tanda. Después, muchísimo más.
¿Debería Scolari bajar revoluciones y fomentar el equilibrio emocional? No, no es una opción. Es Brasil en Brasil. La locura está garantizada. No hay mente que resista el bombardeo mediático y social que sus jugadores soportan. Scolari lo sabe y está siendo inteligente. Convierte la inevitable histeria en algo futbolístico: 35 minutos desbordantes. Es todo lo que posee.
Guido 29 junio, 2014
"Tampoco es que sea poca cosa. Lo sería al lado de una gran España"
Pfff deje de leer hasta ahí. En el mundial que ganó España hubieron peores equipos, salvo Brasil de Dunga.