En las tierras altas catalanas el oso pardo recibe trato femenino, como la naturaleza. Así pervive un viejo guiño de las gentes del lugar hacia el mayor depredador que habitaba el Pirineo de antaño, al que observan como una suerte de encarnación de la misma fuerza primigenia que dio forma a un territorio tan exigente con el ser humano. La alta montaña es generosa en misticismos de este tipo. Las supersticiones y leyendas sobre las fuerzas de la naturaleza han marcado durante siglos la visión del mundo de quién encontró su hogar allí donde vivir se hacía bastante complicado. Una tierra fría, dura y aislada que esconde lagos maravillosos entre picos desnudos, donde incluso los ríos son fieros y lo más normal del mundo era navegar sobre troncos desnudos por corrientes violentas. Un país extraño. Especial, también. Un país que bien pudiera ser que siga educando a algunos individuos extraños y especiales ahora que la civilización se ha abierto camino, hasta cierto punto, entre sus agrestes parajes.
Carles Puyol nació en el valle de Aran, el único del Pirineo catalán cuyos ríos viajan hacia el norte, aunque pronto siguió el curso del Noguera Pallaresa hasta la Pobla de Segur. Esta no es una ruta cualquiera: es la misma que siguieron durante siglos los rais del Pallars, las intrépidas balsas que los leñadores de la comarca montaban con los troncos que habían talado en las alturas a lo largo del invierno, guiadas río abajo hasta dar con un buen precio en el llano. Sirva esta feliz coincidencia para precisar que Carles Puyol es fuerte como un roble, una estampa extraña en la peculiar masía que lo vio convertirse en un hombre.
Cuando llegó, nadie lo esperaba. Pero Carles Puyol se iba a quedar más de una década en Can Barça.
Peludo, no muy alto pero robusto, noble y valiente como los perros pastores pirenaicos, Carles Puyol tardó en definirse como futbolista y su aspecto de almogávar trasnochado no siempre fue su mejor aliado en laLouis van Gaal impidió su traspaso al Málaga carrera por ganarse una oportunidad con el primer equipo. Extremo y centrocampista en su paso por las categorías inferiores del fútbol azulgrana, llegó a jugar de portero y delantero antes de incorporarse al FC Barcelona, donde se asentó al fin como un lateral derecho brioso y entregado en la marca al que no faltaban recursos para profundizar por banda pese a las sospechas que siempre presidieron su manejo del balón. Lo cierto es que el Camp Nou nunca aguardó su llegada. Su rendimiento en el Mini Estadi no admitía tacha alguna y sus aptitudes físicas siempre destacaron, era el perfil lo que no terminaba de convencer a un club con gustos muy particulares que tuvo cerrada la marcha hacia la Costa del Sol de un futbolista de aires rudos al que no imaginaba en los rondos del primer equipo.
El verano de 1997, Louis Van Gaal llegó a Barcelona para dirigir un proyecto a la postre fallido, pero muy sugerente en su desarrollo, que reforzó los cimientos de una identidad futbolística por entonces todavía renqueante. Una de las primeras decisiones del holandés en la ciudad condal fue poner freno a la salida de ese futbolista melenudo al que preguntó, en su primera charla, si no tenía dinero para cortarse el pelo. “Esto no se toca”, fue la firme respuesta del joven. El estilismo fue el único desencuentro entre ambos. Algunos meses más tarde Carles Puyol ya era una cara familiar en los entrenamientos de la primera plantilla y su apariciones con el equipo no se hicieron esperar.
El lateral derecho titular del FC Barcelona de Louis Van Gaal era Michael Reiziger, un futbolista combativo, rápido en las correcciones, buen marcador y potente en ataque. Muy de su gusto. ElEn sus primeros años se autopresentó como un gigantesco marcador entrenador holandés siempre vio en el joven Carles Puyol un perfil similar y pronto depositó en el canterano azulgrana toda su confianza para cubrir las frecuentes lesiones de su antiguo pupilo en el Ajax. Ya en sus primeras participaciones el futbolista catalán mostraba una fuerza y un compromiso asombrosos, su contundente presencia nunca restaba y una potencia inaudita le permitía corregir sin falta los pecados posicionales de un juego muy revoltoso. Se reveló pronto como un marcador prodigioso, cualidad importante en un fútbol que aún proponía grandes duelos exteriores, y con pelota dijo más de lo que se esperaba de él. Su técnica ofensiva nunca fue excelente pero tampoco vulgar y el carril lateral le ofrecía un recorrido que sabía aprovechar. El desparpajo del lateral no escatimaba recursos vistosos, permitiéndose incluso algunos movimientos zidanescos filtrados por la criba estética de un robusto hijo del Pallars.
En los peores momentos del Fútbol Club Barcelona, Puyol siempre daba la cara
Esas primeras andanzas fueron los últimos días felices en mucho tiempo de un futbolista que sentía el escudo del club grabado en su piel. El proyecto de Louis Van Gaal se fue al traste y el FC Barcelona inició entonces una larga travesía del desierto que encontró en ese infatigable defensa de melena leonina un feroz guardián del orgullo herido de la entidad. Una semana era el marcaje férreo sobre el diez blanco que fuera siete azulgrana, otra un gol salvado a golpe de corazón. Las insuficiencias de un club perdido se sucedieron año tras año al compás de las hazañas de un lateral que se convirtió en central y aprendió a sufrir entre grandes decepciones.
Pasó un lustro hasta que Carles Puyol recibió el brazalete cuatribarrado de la mano de Luís Enrique, su gran referente en el vestuario azulgrana. El de la Pobla contaba veintiséis años cuando asumió la capitanía y estaba tan harto de perder que la trayectoria del club dio un vuelco rotundo desde ese mismo instante. En lo sucesivo, como acatando una orden imperiosa de la misma competición en favor del más fiel de sus servidores, el FC Barcelona sólo dejaría de ganar un año: fue la temporada 2007-08, la que precedería a un pleno de seis títulos, la misma que desembocaría en el triunfo español en la Eurocopa de 2008, antesala de un Mundial que el rotundo zaguero catalán tampoco dejaría escapar. Una década prodigiosa en la carrera de un central que con el tiempo perdió explosividad y ganó sabiduría, se levantó tantas veces como cayó roto y ganó todo lo ganable a lomos de una determinación que le valió la admiración de todos hasta que, un buen día, ya no le quedaba nada que ofrecer sobre el césped. Carles Puyol lo había dado todo.
@DavidLeonRon 23 mayo, 2014
"El verano de 1997, Louis Van Gaal llegó a Barcelona para dirigir un proyecto a la postre fallido, pero muy sugerente en su desarrollo"
Dura lectura de la etapa Van Gaal pero quizás justa. Ese equipo llegó a ser algo muy parecido al mejor del mundo al final del ciclo pero nunca estuvo realmente cerca de ganar la Copa de Europa. Vaya, que a lo mejor no eran los mejores y Van Gaal no clavó su trabajo.
El entrenador holandés siempre vio en el joven Carles Puyol un perfil similar y pronto depositó en el canterano azulgrana toda su confianza para cubrir las frecuentes lesiones de su antiguo pupilo en el Ajax
Si no recuerdo mal, Van Gaal prescinde de Ferrer, que no le gustaba nada de nada.
el FC Barcelona inició entonces una larga travesía del desierto que encontró en ese infatigable defensa de melena leonina un feroz guardián del orgullo herido de la entidad
Míticos aquellos clásicos en los que el Barcelona solo parecía tener la garra de Puyol ante toda la clase madridista. Lo curioso es que el Barcelona a veces perdía y a veces ganaba esos duelos…. pero Puyol los suyo los barría siempre. Fue muy grande.