En la semana en la que Real Madrid y Atlético han escrito inéditas páginas de gloria, Valencia y Sevilla se empeñaron en ser un postre a la altura. El primer paso lo dio Mestalla, que se puso el traje de las grandes noches. El feudo che palpitó como en las mejores tardes, casi como si estuviéramos en mayo del año 2000 y el Fútbol Club Barcelona de Van Gaal fuese a capitular ante sus ojos. O como si estuviésemos en la noche de Juan Sánchez en la semifinal ante el Leeds, allá por 2001. La grada se comprometió y el Valencia aceptó el reto. Delante estaba el Sevilla de Unai, seguramente mejor equipo a día de hoy, pero que no pudo casi nunca con un Valencia de Pizzi que rozó sus límites.
Sevilla y sobre todo Valencia dejaron una noche grande de principio a fin. Fue un auténtico espectáculo
Cuando un equipo arranca un partido y a los 25 minutos se encuentra 2-0 abajo en el marcador, la reacción natural es pensar que todo ha sido malo, que está jugando muy mal. En realidad, Pese a todo, los de Unai no arrancaron malsi tal cosa pasa, lo mínimo es preguntarse en qué te estás equivocando, cuáles son los aspectos en los que estás fallando. Sin embargo, el Sevilla puso un poco en tela de juicio esta premisa. Aunque hubo puntos de vista para todos, lo cierto es que la puesta en escena visitante fue apreciable. Sabemos que el repliegue bajo y el balón largo han sido constantes sevillistas en ciertos momentos de la temporada, y que con la ventaja de la ida esto podía recrudecerse. El caso es que no fue así. El Sevilla comenzó presionando bien. No arriba pero sí bien. Una de las virtudes del sistema defensivo andaluz es que sus pivotes tienen intensidad y capacidad de robar la pelota. No son pulpos en campo rival pero saben apretar. De esta manera, los de Nervión robaban y encontraban como siempre a Rakitic. Y Rakitic a Bacca, cuyos movimientos circulares Mathieu no los estaba pudiendo parar. El Sevilla, que tuvo situaciones de pre-gol, ofrecía sensaciones de conjunto hecho. Entonces apareció Feghouli.
Feghouli rescató para los suyos un partido que no empezó del todo bien. El Sevilla contraatacaba
Presionar “arriba” equivale a conceder espacios y el Sevilla, con su valentía, estaba permitiendo unos mínimos huecos detrás de sus pivotes. Ahí, tirado a la derecha, emergía el citado Feghouli para decirle a su rival que ya era suficiente, que se echara atrás. Era tal su nivel de inspiración que cada pelota que tocaba a olía a peligro. Al Sevilla no le quedó otra que retroceder metros pero ni eso le iba a valer. El Valencia estaba a punto de revelar sus mejores momentos ofensivos de la era Pizzi. Vamos a explicar cómo fueron.
La salida de balón iba a ser casi siempre la misma. Como Rakitic solía colocarse por detrás de Bacca, el Valencia no necesitaba incorporar al mediocentro para iniciar el juego. Bastaba con los centrales para tener superioridad contra el delantero colombiano. En lugar de eso, los pivotes ches (Parejo y Keita) repetían el mismo comportamiento: abrirse mucho. Pegarse al costado. El objetivo era claro; que Mbia (el que solía marcar a por Parejo) tuviera que salir muy lejos, desprotegiendo el carril central. Hay que decir que este movimiento no es nuevo en el cuadro de Pizzi. Al contrario, es bastante habitual verlo cada fin de semana. La diferencia estuvo en que, esta vez sí, por delante hubo apoyos. Y muchos. Fue un recital.
El hombre fuerte y constante fue Feghouli, pero para que el franco-argelino se pusiera las botas entre líneas tuvieron que pasar más cosas. La principal se localizó en Vargas, que si bien se fue apagando, cuajó 45 minutos notabilísimos. El mecanismo fue permanente y consistió en una serie de diagonales cruzadas que mareaban aEl Valencia trituró al Sevilla entre líneas los marcadores del Sevilla. Es decir, Feghouli, que era extremo, se metía al medio y Vargas, que era punta, se salía a la banda. Así a máxima velocidad y con total coordinación. El Sevilla no podía localizarlos. El resumen perfecto es el 1-0, un golazo hilvanado por esta pareja. Pero hubo más. Hubo una presencia de Jonas de esas que no exhibe casi nunca pero que parece ser que tiene dentro. La descarga que realiza en el segundo gol (que encima remata él) es portentosa. Solo faltó Piatti por sumarse a la fiesta. Pese a no estar muy inspirado, el argentino liberó bien su zona para la subida del cohete Bernat. Este fue otro punto destacado del Valencia. Con tanta gente en el centro, los laterales pudieron subir y centrar de forma natural. Esta vez no se puede culpar a Reyes de dejadez. El Valencia estaba jugando fantásticamente bien, con un Parejo pletórico ante tanto compañero al que pasársela. Dani puede ser irregular y a veces se va los de los partidos. Todo eso es verdad, pero lo suyo no es clase ni calidad. Parejo tiene auténtico talento y cuando juega al fútbol, juega mucho.
Parejo, Feghouli, Jonas y Vargas lo bordaron en la primera mitad. El Valencia jugó su mejor partido
Emery fue consciente tras el descanso de que su equipo necesitaba dar un paso adelante, que el gol se estaba quedando ya demasiado lejos. El Sevilla salió con más energía pero el Valencia no retrocedió, por lo que el partido entró en una fase de intercambio de transiciones que dejó ver a Vitolo, portentoso en este tipo de escenarios. LasLa segunda parte bajó muchísimo en calidad reacciones de los técnicos fueron llamativas. Bacca, que había pasado a perder cada duelo con Mathieu, fue sustituido por Gameiro. Fue bastante criticado el cambio, pero lo cierto es que Emery consideró que, con 2-0, no era momento de desproteger su doble pivote. Y seguramente consideró bien, aunque privarse del crack ex del Brujas cueste mucho en estos días. Además, Pizzi buscó reforzar a su equipo dando entrada a Fede por Piatti, la pieza débil de la primera mitad. El Valencia seguía siendo más aunque el choque ya estaba en territorio neutro, como corresponde a una semifinal europea empatada en el minuto 150. Fue ahí cuando Mathieu hizo el 3-0, a balón parado, justa recompensa a su partidazo.
De ahí al final casi no hubo fútbol tangible. El Valencia cedió la posesión y el Sevilla se encargó de mostrar todos sus problemas a la hora de crear en campo contrario. Unai tiró de Alberto Moreno para tener un jugador pausado y reflexivo, de esos a los que no les quema la bola. Se dejó sentir el chaval pero no como para modificar los patrones del partido. Todo parecía decidido, Mestalla saboreaba su merecida gloria y Turín estaba a segundos, pero Mbia dijo no. El camerunés entró al remate con la vehemencia que acostumbra, llevando la locura a la mitad de Sevilla. Merecen el pase a la final los sevillanos, como lo hubieran merecido el Valencia y Feghouli. Todos juntos nos han dejado una batalla para el recuerdo.
javimgol 2 mayo, 2014
La noche fue memorable y el final para la Historia.
El Valencia fue muy superior, sí. Con un doble pivote como Keita-Parejo, sin ningún mediocentro puro, tenía dudas razonables de cómo iban a parar las incursiones de Rakitic y compañía. Y el croata brilló 20 minutos, como el resto del equipo; pero luego fue anulado; y Reyes y el resto de atacantes sevillistas pasaron por el partido de puntillas.
La eliminatoria estuvo tremendamente igualada, pero creo que por una miaja el Sevilla hizo más méritos (creó más peligro y sufrió menos) entre 180 minutos para estar en Turín.