«Los cuentos (…) del mismo modo que los hilos de una telaraña, están todos conectados uno a uno». Neil Gaiman, Los hijos de Anansi (2005)
La exitosa participación en el Mundial de 1938 facilitó el caldo de cultivo adecuado para que el público brasileño iniciase un proceso de revisión introspectiva y retrospectiva sobre como los aspectos folclóricos habían contribuido a construir una identidad social común. El desencadenante fue un artículo del sociólogo Gilberto Freyre para el «Diario de Pernambuco» (13-06-1938) titulado «Football mulato». Tras ser interrogado por un reportero sobre las admirables performances brasileñas en los campos de Estrasburgo y Burdeos, el autor de «Casa-Grande e Senzala» aprovechó para reivindicar el papel de los descendientes de los esclavos en la seleçao y por extensión el influjo positivo que sus tradiciones culturales habían aportado tanto al fútbol como a la configuración de la identidad nacional.
El fermento de «el Brasil» se encontraba en su pasado colonial. Una tierra de vastos latifundios con un orden social fundamentado en el patriarcado y la esclavitud. El modelo brasileiro sería el fruto de las relaciones interétnicas (europeo, africano e indígena americano) durante este periodo. Una cultura construida a partir de la suma y la deconstrucción de sus tres partes, en la matriz de un esclavismo que Freyre califica de «poco cruel» para con negros e indios, entregado al «contacto voluptuoso con la mujer exótica» y menos «ruin» que el norteamericano. Aun así donde hubo esclavitud hubo resistencia.
Una de las formas de reacción y rebeldía fue el candomblé. Frecuentemente definido como un culto (culto de los orishas) o religión, sin embargo su influencia se extiende mucho más allá del radio de acción espiritual. Candomblé es una manera de vivir y de entender la vida. Una cosmovisión. Los portugueses habían desarrollado una suerte de Torre de Babel para sus criados africanos. De cara a mantenerlos en estado de perpetua confusión y prevenir la revolución, mezclaban individuos de distinto origen étnico y lingüístico, pero el hacinamiento humano favoreció el intercambio cultural entre grupos, la forja de un sentimiento de comunidad y el desarrollo de estrategias dinámicas y creativas para la resistencia clandestina.
En Brasil, como en todos lados, donde hubo esclavitud hubo una resistencia.
«Los terreiros de candomblé son y siempre han sido lugares de preservación de memoria». Eso se comprueba en la reverencia obligatoria a los ancestros. La conservación de sus tradiciones y el respeto a los antepasados fueron una forma de rebelión clandestina y de transmisión oral, presente en todo el afropacífico y la América latina negra. La oralidad de la cultura esclava propició que el cuento fuese una importante herramienta educativa y debido al contexto las historias de astucia y supervivencia ganaron peso rápidamente. Los esclavos africanos recurrían a ellas para aprender los secretos de como el débil derrota al que aparentemente es más fuerte o más sabio. Historias de pícaros.
Uno de estos pícaros o embaucadores, bajo el aspecto de la araña Ananse o Anansi [1] fue reverenciado en el Caribe y el Pacífico [2] como símbolo de la resistencia ante la opresión. Representaba las cualidades más adecuadas paraSe erigieron símbolos de este tipo de pícaros aquella situación. Anansi es autosuficiente, puesto que las arañas fabrican sus casas con su propio cuerpo y ésta a la vez les sirve para cazar su comida. Además su corpus narrativo lo definía como el paradigma de la artimaña, la resistencia y el engaño, atributos empleados por los esclavos para sacar partido dentro de las estructuras de poder de las plantaciones. Los anglosajones engloban a este tipo de divinidades bajo el arquetipo del «trickster», caracterizándolos por su desobediencia a las reglas y normas de comportamiento mediante trucos (tricks), aunque generalmente son de naturaleza benéfica. Anansi es «trickster» porque embauca y engaña, y porque lleva el caos y el desorden allí donde va.
Otro héroe divino de su mismo linaje fue Exu [3], el orisha, considerado en Brasil liberador de esclavos y por ende el mayor enemigo de los esclavista» (Gómez Rodríguez, 1997: 93). Debido al énfasis de Exu en el engaño y la venganza, los esclavos lo imaginaron como el santo de su vendetta contra los blancos, exacerbando sus aspectos más malévolos. Exu es un poderoso mediador entre los humanos y los otros orishas, los espíritus de los ancestros y héroes culturales de la religión Yoruba.
La influencia del culto de los orishas se percibe en sus numerosas ramificaciones por las culturas sincréticas autóctonas. Los estilos musicales brasileños, especialmente los de percusión, derivan de su música ritual. Podemos incluir aquí a la samba y la bossa nova. También el juego de la capoeira, ese supuesto arte marcial de origen africano, en realidad una «práctica del movimiento (…) que evade cualquier clasificación» y legendariamente ligado a la resistencia esclava, aun cuando hoy en día la mayoría de estudiosos han descartado dicha hipótesis [4]. Sus zonas de contacto con candomblé han sido bellamente señaladas por Mestre Poloca en el artículo «Capoeira y Candomblé» (revista «Toques D’Angola»).
El final de la esclavitud supuso un nuevo ciclo en la cultural popular brasileña.
El turbulento proceso de transición que supuso el final de la esclavitud (1888) fue un potente catalizador para la integración y transformación de estas formas culturales afrobrasileñas. Exu obtendría una nueva encarnación en la figura de Ze Pelintra [5], el patrón espiritual de las cantinas y salas de juego en la religión umbanda, y una versión eminentemente urbana y bohemia del «trickster» se erigió como referente arquetípico para la cultura del malandragem de la que ha llegado a ser el estereotipo.
El «malandragem brasileiro» es técnicamente un modo de vida originario de la cultura de gueto de Río (1930), consistente en elegantes bohemios dedicados a bailar samba, al hurto pequeño y al galanteo. Con el tiempo estos «malandros» -otrora meros criminales- han alcanzado un estatus de héroes brasileños, por su manera de gozar de lo que les gusta sin tener que trabajar o acatarLos malandros tenían fama por gozar sin acatar las normas normas sociales. «El malandro no es esclavo, no es un trabajador, ni un señor, ni un patrón. Se presenta como una figura de resistencia al sistema impuesto por la sociedad. Al no ser amo, se niega a ser esclavo», dice Gisele Mascarelli. Para poder vivir al margen de la sociedad el «malandro» no puede simplemente negar a dicha sociedad y sus reglas, por lo que debe aprender a negociar para vivir la vida que quiere, en una suerte de estrategia que ha acabado extendiéndose a toda la sociedad brasileña con el nombre de «jeitinho». “O “jeito” es un modo y un estilo de lidiar con las normas (sociales, jurídicas o privadas) buscando excepciones. Según el eminente antropólogo Roberto DaMatta (1988) en Brasil se identifica una característica peculiar de hacer frente a la ley, pasando por las relaciones sociales (acuerdos bajo mano). Las leyes son por naturaleza coercitivas, pero DaMatta afirma que el sistema legal brasileño no tiene nada ver con la realidad social brasileña (práctica diaria), lo que ha favorecido una respuesta del conjunto de la sociedad a través de «jeitinhos» y arreglos que permiten operar entre dos realidades excesivamente contrapuestas.
Por supuesto, todo este fermento sociocultural tuvo su relevancia en el desarrollo del fútbol.
Freyre extrapoló las características de los modos de navegación social típicamente brasileñas (malandragem, jeitinho… ) a su incipiente cultura fútbol. Los paralelismos que podían establecerse eran infinitos. El fútbol era también un conjunto de normas y reglas en la que los atletas brasileños buscaban aplicar soluciones individuales y creativas, y esto a la postre supone una buena muestra de «jeito». También la maña, la astucia y la ligereza de su juego correlacionaban positivamente con las características de las danzas nativas y la capoeira. En capoeira un buen peleador es aquel que interpreta rápido las intenciones agresivas de su oponente y consigue burlarle. Todos ellos, futbolistas, malandros y capoeristas son «tricksters» (embaucadores) como aquellos espíritus de sus ancestros que les habían servido de guía en el difícil tránsito de la plantación.
Existía un estilo brasileiro de fútbol y este era una expresión de lo que Freyre definía como mulatismo puesto que «psicológicamente, ser brasileño es ser mulato, enemigo del formalismo apolíneo y dionisíaco en su jeito», lo que suponía una revoluciónEl estilo brasileño era una expresión del mulatismo para Freyre conceptual copernicana. Independientemente de la etnia ser brasileño era ser producto del mestizaje y el sincretismo. Dado que «Football mulato» pretendía reivindicar las expresiones autóctonas en contraposición con el eurocentrismo tradicional, es irónico -aunque comprensible- que Freyre recurriese al modelo apolíneo/dionisíaco -de origen europeo- para diferenciar el fútbol afrobrasileño (dionisíaco) del euroario (apolíneo). Curiosamente en un artículo reciente (2009) de los doctores argentinos Hugo Lovisolo y Ronaldo Helal se especulaba con la posibilidad de si progresivamente Brasil no había ido prefiriendo adoptar héroes apolíneos (Pelé, Senna) en detrimento de los dionisíacos (Garrincha).
Cabría en su lugar una interpretación también dual, aunque eminentemente nativa, a través de Eshu-Elegbara [6], puesto que tanto Pelé como Garrincha son «tricksters». De hecho cuando Pelé aludía a la inteligencia suprema de Didi a la hora de organizar el juego explicó que a veces les gritaba a él y a Garrincha: «¡No, so tontos! ¡Estoy tratando de confundir al otro equipo!». El epicentro de aquella selección era el estilo del embaucador. Sucede que Garrincha figuraba los aspectos más oscuros (Eshu) y Pelé los más amistosos (Elegbara) aun cuando en realidad eran básicamente lo mismo. Anverso y reverso de una misma moneda. La de la confusión ajena por la diversión propia.
[1] También llamada Bush Nansi, Compé Nansi, Aunt Nancy, Miss Nancy, Gama Nancy y Breda (brother, hermano) Nancy.
[2] Costa Rica, Belice, Colombia, Nicaragua, Panamá, Surinam, así como en las islas de Jamaica, Saint Vincent y Trinidad y Tobago.
[3] También conocido como Esú o Eshu, Exú, Elegbara, Elelgba, Legba o Eléggua.
[4] Aun así el concepto «resistencia» es parte intrínseca en la ideología de la capoeira y en la actualidad se extrapola a cualquier resistencia a la opresión.
[5] La tradición umbanda supone que Zé Pilintra es producto de la transmigración espiritual de Jose Emerenciano, un malandro pernambucano asesinado por cortejar a la mujer de otro.
[6] Eshu es reconocido como un tramposo y es infantil, mientras que Eleggua es Eshu bajo la influencia de Obatalá (pureza espiritual y rectitud moral).
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Kundera 4 abril, 2014
Adoro a David Mata.
Este es un tema que me apasiona. Aunque hoy la forma de trabajar la formación de los futbolistas esté más o menos estandarizada, y, como todo tras la aceleración del proceso de globalización, las referencias identitarias se han difuminado muchísimo, el fútbol todavía permite observar rasgos de identidad colectiva (continental, nacional, regional e incluso local) marcados. Es un fenómeno apasionante y encontrar las explicaciones genéticas, antropológicas, técnicas, sociológicas, etc, se antoja muy interesa y provechoso.
Aquí David nos habla de los "tricksters" y los "malandros", básicamente, de que esa cosmovisión se traslada a la práctica del fútbol con diabluras y un claro juego que busca el engaño. El caso es que algo así he encontrado yo en mi estudio y research del fútbol-identidad argentino, y aun así resultan expresiones tan distintas del juego. ¿Es por el gen africano? ¿Por qué en Brasil salen Robinho o Neymar y en Argentina Messi o Di María? ¿Garrincha y Corbatta? ¿Por qué son tan distintos el jugador carioca y el jugador gaúcho?¿Por qué si Thiago Alcántara se cría en el mismo ecosistema que Andrés Iniesta existe tal diferencia entre ambos?
PD: Se va a hablar de Heleno de Freitas en algún momento?