El joven Hans Christian quería cantar en la ópera. No tenía demasiada voz y era un tipo perezoso, pero aquél joven hijo de una lavandera y un zapatero de precarios recursos quería convertirse en el mejor actor de Copenhague. Con ese objetivo entre ceja y ceja, el joven Hans Christian se trasladó a la capital cargando por equipaje y posesiones la ropa que llevaba puesta. Y fue entonces cuando el joven Hans Christian descubrió que los sueños, a veces, no se cumplen.
El joven Antonio empezó con mejor pie su andadura profesional. Producto destacado de una cantera sevillana que vivía sus mejores momentos, el joven Antonio era un lateral derecho llamativo, de sólidas condicioneSe fue muy joven al L’pool de Rafa Benítezs físicas y con una proyección ofensiva de las que tanto cautivan al fútbol moderno. En ese momento Dani Alves era el amo y señor del lateral derecho sevillista, viva encarnación de un nuevo estándar para la posición que la Liga ya no olvidaría. El fútbol español quiso ver entonces en el joven Antonio un potencial desproporcionado, tanto que no llegaría a supervisarlo. Como el joven Hans Christian camino de Copenhague, nuestro hombre embarcó hacia Liverpool dispuesto a encabezar la nueva generación de laterales diestros del fútbol mundial.
Se esperaban muchas cosas de Antonio Barragán.
El inmediato fracaso de su carrera operística no hundió al joven Hans Christian, un soñador empedernido que probó suerte en otro escenario. Su paso por la escuela de danza del Teatro Real no fue más fructífero que su apuesta por el canto y por el camino también fue rechazado por todos aquellos amores no correspondidos a los que entregaba su agitado corazón. El joven Hans Christian se dirigía a ambos sexos, a ver si así había más suerte. Pero no hubo manera.
El varapalo del joven Antonio no fue menor. El jugador extranjero más joven en debutar con la camiseta del Liverpool no tuvo mucho más que ofrecer a la primera plantilla de Rafa Benítez, que noNi en Galicia ni en Valladolid pudo destacar encontró en el joven internacional español suficientes garantías como para retenerle demasiado tiempo. Cuna de este futbolista andaluz que renacería en Valencia, La Coruña fue el nuevo destino de un aprendiz de estrella cuyo fulgor venido a menos delataba un techo más modesto. Su paso por Galícia fue discreto, terminó mal y el fichaje por el Valladolid tampoco sirvió para revalorizar un lateral derecho sin demasiada calidad que ya había desaparecido de las selecciones españolas y generaba más coña que expectación.
La llegada de Pizzi le ha beneficiado sobremanera.
Tras tantos tropiezos la trayectoria del joven Hans Christian no pintaba bien. Pero como ocurre en los mejores cuentos fue justo en ese momento cuando todo cambió. Aparcados los escenarios y los amoríos imposibles el joven Hans Christian se dedicó a algo que se le daba mejor: escribir. Poesía, teatro, crónicas de viajes, novelas y sobre todo los cuentos, esos maravillosos cuentos. Sus textos eran buenos, gustaban y garantizaron a un Hans Christian ya no tan joven un futuro muy diferente al que proyectaban sus fracasos anteriores.
La catarsis del joven Antonio se hizo más de rogar. El Valencia buscaba un lateral suplente y eso es lo que le ofreció nuestro hombre durante dos temporadas y media. En este tiempo el joven Antonio jugó a menudo cuando no había otra y pocas veces por elección de los diferentes entrenadores que pasaron por el banquillo che hasta que la llegada de Juan Antonio Pizzi lo cambió todo. El argentino ordenó un equipo caótico y descubrió en el sitio más insospechado a un futbolista de su agrado al que potenciar partiendo de su mayor virtud: atacar los espacios en el momento oportuno. Lateral o volante según proceda, un Antonio ya no tan joven mira hacia el futuro con la confianza renovada.
Los cuentos de Hans Christian Andersen han dado la vuelta al mundo pero, de entre todos ellos, no hay otro tan popular como aquella delicada parábola sobre la autoestima que glosa entre plumas y estanques la eclosión de tantos individuos para los que la confianza parecía vetada. Como Antonio Barragán, a quién sigue costando -siempre costará- imaginar como un grácil cisne de resplandeciente plumaje blanco, si bien cabe reconocer que en sus precisas incorporaciones ofensivas se observa hoy en día algo más que el batir de alas pesado de un pato torpón.
@migquintana 3 abril, 2014
Me está gustando muchísimo Barragán. La eliminatoria que se casca ante el Ludogoretz es buenísima, pero es que además está siendo útil en cada partido del Valencia. El tema tiene mucho de contextual porque con Pizzi están brillando los laterales, sólo hay que ver cómo hemos comenzado a nombrar más a Bernat en los últimos meses, pero es que Barragán lee muy bien las situaciones. Sabe cuando incorporarse, lo hace con potencia, con una calidad muy adaptada a esas jugadas y, luego, realmente, está poniendo balones de peligro para que Alcácer o Vargas, dos enanitos enormes en el área, terminen empujándola.
Y, ojo, que en defensa también está muy aplicado, no como en otros momentos de su carrera. De hecho, creo que eso es lo que le está permitiendo ser titular por delante de Joao Pereira, que es otro hombre con buen timing que podría dar profundidad y anchura al Valencia de Pizzi.