Parecía que estaba en el ateneo jugando al dominó con una copita de vino. La rueda de prensa de Ancelotti en la víspera del Bayern Múnich-Real Madrid fue para verla. Bromeó, vaciló, quitó hierro a cualquier polémica y le dio la razón a todo el mundo con esa flema italiana que ha cambiado hasta la mentalidad del vestuario más impulsivo de la Champions. Carletto heredó una asociación de superhéroes que nunca salvaban a la chica; saltaba a la vista que eran extraordinarios, muy superiores a la media, pero habían perdido demasiado y eso les lastraba. Se habían olvidado o habían dejado de creerse lo buenos que eran, y a sus rivales les pasaba lo mismo. Para naturalizar este marco tan trágico, Ancelotti quitó a la chica de en medio. Le restó la épica a las previas de los partidos, desaparecieron los enemigos y el concepto de «misión». Ni Rummenigge ni Guardiola alteraron la dinámica carlettiana. Los otrora miuras blancos saltaron al Allianz Arena sin el menor nerviosismo pero con un hambre voraz, y como son mejores y forman un equipo quizá no más dominante pero sí menos imperfecto que el Bayern, se lo comieron. El Madrid, el club que más fechas para la Leyenda ha vivido en la Copa de Europa, escribió anoche una de las páginas más bellas de toda su historia. Ganar 0-4 en Múnich al actual campeón dirigido por Guardiola es la Resurrección.
El trabajo de Bale fue el inicio de la goleadaEl Real Madrid no dejó ni un solo defecto bávaro sin exponer, fue como si le hiciese una radiografía a su oponente y luego posase la lupa sobre cada impureza. Ancelotti sabía que ocurriría de esa manera exacta siempre y cuando se cumpliese una premisa de éxito sospechoso: que Gareth Bale defendiese durante 90 minutos. Si el galés, provisto de la más perezosa de las conductas desde agosto a mayo, sellaba su banda, nada menos que la de Alaba, la pizarra tomaría un color merengue contra el que Pep no podría hacer gran cosa. Y ese fue el principio de la noche. En el primer lance, Bale detuvo a Ribéry sobre la misma de fondo y forzó un pase atrás inocente. Hay que apuntar que el 4-2-4 de Guardiola le facilitó el asunto. Con solo dos centrocampistas en el frente y ningún movimiento de ataque pensado para cargar el carril interior, lo del número «11» se resumía en compromiso. Le pidieron hora y media de sacrificio por Lisboa y Bale no negocio ni un segundo de los cortos. Carvajal jamás se vio en inferioridad numérica. Con Alaba maniatado en su izquierda y Di María controlando cada subida de Lahm, el Real dominó al Bayern Múnich con la intensidad más salvaje que puede dominarse un choque de esta índole. No puede cruzarse la línea de su control. Lo de los blancos y su efecto sobre el rival alcanzó la más absoluta perfección. Llevó al límite al vigente campeón. A la desesperación de la inutilidad.
Benzema, aun con su parsimonioso lenguaje, volvió a hacer la diferencia como herramienta de presión.
Podemos proseguir con el ejercicio sin balón antes de profundizar en el show más técnico. Como hiciera en la segunda mitad de la ida, el Madrid buscó al Bayern arriba. La presión no era especialmente agresiva, pero sí de enorme categoría táctica, tal y como es Benzema en sí mismo. Los laterales estaban pillados, ya lo dijimos, y Karim iba desviando la pelota bávara hacia donde le apetecía, que normalmente era el lado de Dante por tres motivos diferentes. El primero, que Dante falla incluso más que Boateng. El segundo, que Kroos carece de la facultad para lanzar un desmarque de ruptura que rompa una posible presión. El tercero y último, que el pivote derecho del 4-4-2 que Ancelotti formaba en defensa era mucho más expeditivo que el izquierdo. Es probable que Modric no supiese que Europa, en cierto modo, interpretaba su enfrentamiento contra Toni Kroos como el combate entre los dos grandes centrocampistas de esta temporada, pero llegó a parecer que sí. No se veía tal meneo a un crack desde tiempos bastante pretéritos.
Una vez los bávaros batían la divisoria y se asentaban en campo contrario, la jugada siempre era la misma. Ribéry o Robben iniciaban una conducción diagonal hacia el centro, el Real se cerraba sobre la misma con un grado de actividad súper enérgico y los monumentales Ramos, Alonso, Pepe y Modric robaban en su frontal y lanzaban una contra de gol o gol, pues la superioridad táctica del Madrid a la hora de transitar no podía ser más tiránica. Guardiola había decidido cerrar con dos hombres en solitario, Dante y Boateng; toda una temeridad considerando que el Madrid liberaba de bajar a Ronaldo y Benzema. Luso y francés torcían su posición hasta disfrazarse de extremos, abriendo la escasa influencia protectora del Bayern y creando dos líneas de pase sencillísimas para el iniciador merengue. La mayoría de los contraataques siguieron el mismo esquema: se busca a un delantero-extremo, éste la para y espera a un amigo y Bale, Modric o Di María llegan por la carretera central libres y de cara para conducir letalmente una jugada de gol. El 0-3 transformado por Cristiano es el canon que resume el encuentro. Fue a balón parado como el Madrid abrió la lata y cerró la eliminatoria, pero a menos que Guardiola hubiese hecho el Javi Martínez por Mandzukic en el minuto 20, el pescado estaba vendido. Demasiado defecto propio para tantísima claridad y calidad ajena.
Luka Modric completó una actuación que la camiseta merengue no vivía desde la retirada de Zidane.
La posesión blanca era mejor que la bávaraEn lo referente a la táctica no hubo demasiados detalles que añadir; el Real dominaba con puño de hierro en base a los tres conceptos comentados: alejamiento y aislamiento de Kroos, expulsión de Ribéry y Robben hacia el medio y salidas a placer por el carril central. A partir de ahí crecieron sus individualidades. No hubo ningún merengue que sacase menos de un 8 en el desencajado Allianz Arena. Dicho esto, se hace imposible no volcar las primeras alabanzas sobre Luka Modric, porque a fe cierta que recordó a Zidane. Qué tranquilidad, qué lectura, qué control y qué dominio más insultante sobre la bolita rodante. Cada contacto del croata con el balón era una calentura, se relamía en el placer de saber que el Bayern no podía hacer lo que su entrenador le pedía porque, simplemente, le necesitaba a él y él es del Madrid. Sus riesgos, que no eran tales, concretaron el plan de Ancelotti. El entrenador italiano protege su sistema con todas las precauciones tácticas posibles y luego, al unísono, le pide a sus jugadores que muestren personalidad y asuman riesgos cuando haya lugar. Modric no pegó ni un pelotazo, apuró contra cada presión bávara, y como tiene tanta calidad que su éxito es independiente de lo que haya por delante, no precisa de un gran entramado posicional en campo contrario para subir hasta la zona que reparte la gloria. Ancelotti se recreaba en la abusiva superioridad individual de sus futbolistas mientras Guardiola se quemaba la sesera para crear ventajas que nunca fueron de verdad. El Real Madrid, sin romper jamás una estructura defensiva que dejó a Robben, Ribéry y Müller en la nada, imprimía a sus posesiones un nivel que las locales nunca alcanzaron. Y todo porque sus extraordinarios intérpretes ejercían con la confianza de un Dios antiguo, al son del vigente mandatario del Imperio Europa.
Pepe firmó uno de los mejores partidos de su carrera, si no el mejor junto al España-Portugal de 2012.
Qué decir de Ramos, su impacto y sus goles, o de Pepe, que hubiera sido el mejor si Modric fuese mortal. Pepe es la gran obra de Carlo Ancelotti. Su versión original no podía haber completado 180 minutos contra el Bayern Múnich sin cometer un error y siendo protagonista. La retórica del entrenador ha manipulado su esencia de tal modo que sin perder las condiciones que le hacían inabordable ha agregado a su ser la virtud de la sabiduría. Pepe espera su momento y éste siempre llega. El corte salvaje que se auto-regaló sobre el pico derecho de su área en la segunda mitad es un mensaje al fútbol: «ya somos las dos cosas, tiránicos e infalibles», dentro de los límites de infalibilidad que permite un deporte tan errático como el fútbol. El caso es que no hay esperanza contra Ramos y Pepe si cabe la opción de que no terminen fallando con estrépito. ¿Qué les queda a los delanteros terrenales cuando se enfrenten a ellos? En una línea parecida estuvieron Coentrao y el increíble Carvajal, cuyo marcaje a Ribéry ya le acompañará de por vida. Es su billete hacia una titularidad semi-vitalicia y un madridismo perenne. En opinión de varios, también su billete para Brasil.
Y arriba estaba la certeza, que eran Bale, Ronaldo y Benzema. El Bayern resistió al Bernabéu porque solo jugó contra uno y medio, y ayer, ante los tres, se confirmó lo que la teoría anunciaba: no puede pararlos de ninguna de las maneras. Es un equipo demasiado débil en lo táctico y demasiado vulnerable en lo individual para detener a un tridente llamado a quedar en la memoria como uno de los más formidables que jamás se reunieron. La adaptación total de Gareth Bale al costado derecho permite un equilibrio maravilloso que potencia tres recursos fuera de lo común. Galés y francés son seguridad y autoridad, dos hombres que se sitúan por encima de los partidos importantes porque son brutales y saben administrar su estatus, pero lo del luso es un acontecimiento inhabitual que no puede normalizarse a pesar de su repetición. Cristiano Ronaldo marcó dos goles ante el Bayern Múnich en el Allianz Arena. Dos goles más, se quiere decir, y van 16 en 10 partidos de Liga de Campeones. Ronaldo es el motivo principal del Real Madrid de Carlo Ancelotti; el italiano ha invertido su trabajo en la presión, la defensa, la iniciación y su juego medio porque partía de la base de que solo con el «7» ya tendría un sistema de ataque. Ha sido la ventaja estratégica del curso blanco.
La camiseta del Real Madrid recuperó su poder en las noches europeas en el momento más perfecto.
En el segundo tiempo entró Javi Martínez, el jefe de la última Final de la UEFA Champions League, y en vez de dar la razón a Guardiola por su efecto innegable, lanzó la pregunta de si el Bayern podía permitirse el lujo de renunciar a semejante argumento competitivo. El desacople de Müller, el otro protagonista de aquella victoria, tampoco permite lanzar las campanas al vuelo con el primer año de Pep en Alemania, aunque a nivel juego haya cumplido la expectativa más pura: crear el ataque posicional más rico y variado pese a disponer de peores piezas que el Barça y el Madrid. Cargar las tintas contra el genio catalán no procede porque para él muchas cosas cambiaron. No debe ignorarse que acaba de jugar la primera eliminatoria de su vida sin poseer a los mejores jugadores del mundo. Y en realidad, la clave de la misma fue ese tris, en el minuto 45 de la ida, en el que Carlo Ancelotti convenció a los suyos de su superioridad hombre a hombre. Ni el Bayern Múnich ni Pep Guardiola han sabido hacer frente a un Real Madrid anímicamente preparado para ofrecer su mejor juego. Su esperanza era el pasado reciente, ese que llevaba a los blancos a cometer errores que terminaban engullendo sus mejores versiones, pero instaurada la más potente, no entendieron cómo competir desde la inferioridad que les tocaba. Tampoco es un pecado. El Real Madrid es un proyecto formado para ganar la Copa de Europa embutido en la piel del club que la domina. Y ha resucitado ante sus ojos. Ahora puede vencer o perder, equipos más perfectos cayeron, pero se ha convertido en La amenaza.
@PabloLazaroCa 30 abril, 2014
Enorme, Abel. Me ha encantado.