Carlo Ancelotti conquistó su primer título en suelo español siendo fiel a sí mismo, exhibiendo todas sus virtudes y todos sus matices. Su Real Madrid se expuso tanto como le era posible sin asumir ningún riesgo, se tomó tantas libertades, en defensa y en ataque, como estaba a su alcance sin comprometer una seguridad total; un plan que, si su colectivo era superior, iba a garantizarte la victoria en la medida que la aleatoriedad de este deporte lo permitiese. Y ahí llega la otra parte, que es el FC Barcelona, cuyo fútbol careció de solidez, orden, peligro y, en general, nivel. Jugó tan mal el equipo de Martino que pudo y debió ser goleado por un conjunto cuya idea base era no regalar ningún espacio. O sea, un equipo con vocación claramente defensiva se permitió presionar, atacar e incluso bailar en muchos momentos porque detectaba, con mucho acierto, que su oponente no podría castigar sus atrevimientos. El análisis de la Final de la Copa del Rey está condicionado por la nula actuación de uno de los aspirantes. El Barça no dio la talla.
El R. Madrid tuvo poco balón, pero lo tuvo bienLos primeros doce minutos del encuentro fueron de posesión dividida y un ida y vuelta. Para ser más exactos, el Madrid iba cargadito de veneno y el Barça volvía con mucha menos claridad y bastante mejor defendido. Esta, digamos, inestabilidad se debió a que los de Ancelotti empezaron el partido metidos en campo contrario y presionando en primera línea. Ahora bien, con una diferencia con respecto al último Clásico, que era la posición de sus interiores. Aquel día, Modric y Di María persiguieron el balón sin que nada más les importase; anoche, Isco y Modric guardaban más el espacio y servían de sostén junto a Xabi Alonso para que los delanteros sembraran la confusión más arriba. Robos altos consiguieron pocos -en el inicio de la segunda mitad, donde repitieron estrategia, sí cazaron varios-, pero forzaron al Barça a salir en largo. Y con la posesión en su poder, Alonso, Modric e Isco mostraron pronto una credencial fundamental que luego marcó la diferencia: el Madrid podría poseer la pelota mucho o poco, pero cuando la poseyera, sería con fundamento. En 90 minutos de juego, el Real regaló dos veces la pelota por precipitación pura. En el resto de sus turnos supo producir. A veces una ocasión, otras un respiro y, si no, una inyección de moral. Demostraba tener respuesta para cada pregunta.
Isco (¡nueve tackles!) completó un partido maravilloso tanto en defensa como en ataque. Es especial.
Anotado el maravilloso 0-1 y pasado el subidón del mismo, el campeón dio un paso atrás y se vio aún con mayor claridad cuál sería el concepto táctico que manejaría durante sus repliegues. Como intuyó Francisco Beltrán, Di María bajó un escalón y formó una línea de cuatro que de izquierda a derecha era Isco, Alonso, Modric y el propio Ángel. Los dos volantes se cerraban mucho sobre el doble pivote, hasta el punto de influir más en el carril central que en los costados, con la intención de cortocircuitar el fútbol interior del Barcelona. Dicho de una manera menos exacta y rigurosa pero bastante más cercana y clara, se ponían juntos así y allí para que Messi no pudiese recibir entre líneas. Si Leo la quería, tendría que abrirse o tendría que bajar, y como la circulación azulgrana es improvisada y muy espesa, el Madrid defendía con suficiencia y cumplía su objetivo. Si se opina que Leo Messi, por el mero hecho de ser el mejor jugador del mundo, está obligado a superar esta situación sin ayuda de nadie, se le puede criticar. Desde el análisis objetivo, lo único que cabe reseñar es que esta vez no obró ningún milagro imposible. O sea, hizo lo mismo que hubieran hecho donde él Arjen Robben, Diego Costa, Eden Hazard o Cristiano Ronaldo: nada porque nada había que hacer.
El Barça tiró 30 centros al área en total (?)Con Messi inhabilitado, el Barça, que perdía, debía buscar otras soluciones. La primera que encontró fue profundizar por banda y lanzar un centro al área. En total centró 30 veces (una cada tres minutos), lo cual, en condiciones normales, vendría a ser una producción ofensiva importante. Sin embargo, hay que matizar que solo dos de esos 30 envíos encontraron un remate interesante. Y que a nadie le sorprende vista la altura de la delantera culé. Comentada la pega, que es tan significativa como que su ataque no creaba peligro, llega la virtud: centrar le permitió al Barça defender mejor. De un lado, por banda ganaba altura, lograba profundidad, se acercaba a Casillas, y del otro, la mera acción de meter un balón a la olla giraba hacia su portería a los centrocampistas del Madrid. O sea, si cogían el rechace, arrancaban peor y desde más atrás. El contraste era evidente con el otro recurso ofensivo del Barcelona. Como desde la naturalidad no lograba filtrar pases interiores en el carril central, pensó que sería buena idea lanzar a Xavi y Cesc muy arriba para ver si la línea de cuatro centrocampistas del Madrid se espachurraba hacia atrás. Ocurrió que el jefe de la misma, Xabi Alonso, descifró la trampa y se encargó de mantener la altura que su entrenador le había pedido. Si el Barça aun así precipitaba el pase, el Real robaba el balón de cara a Pinto, en el centro, arriba y sin interiores por delante. Y creaba ocasiones de gol. Así que en cierto modo, y reconociendo su bajo peligro, centrar era el mal menor. Lo cual era grave.
Benzema, sublime con el balón, ofreció a Bale mil y una ventajas tácticas con sus movimientos.
En esas veces en las que el Barcelona intentaba profundizar por dentro y el Madrid lanzaba contras letales, el rey era Karim Benzema. Técnicamente es un delantero de excepción. Y no solo en esta época, sino posiblemente en la historia. Su dominio del balón es una locura en un punta de lanza. Y encima, su fútbol está a la altura del mismo. Fíjense en lo siguiente: ni Bartra ni Mascherano dejaron sensaciones negativas, ninguno quedó especialmente expuesto, una circunstancia que resulta curiosísima si tenemos en cuenta que tampoco se les recuerda un trabajo defensivo loable y que el Madrid gozó de una decena de llegadas de peligro. ¿El motivo? Que Benzema los limpió. Los sacó de posición, les invitó a acompañarlo, cayeron en la trampa y los puso donde quiso; luego los eliminó a un toque y dejó a Bale contra el otro en un mano a mano. Gareth fue quien más regateó (seis veces, por dos de Neymar y Modric) y quien más chutó (seis, por cinco de Benzema), y fue gracias al francés. El marcador de Bale nunca recibía la ayuda porque Karim había alejado unas piezas de otras. Busquets, a propósito, no logró establecer influencia alguna sobre ellos.
El grueso del análisis ya está explicado, el partido fue bastante uniforme en su desarrollo, apenas hubo altibajos. En el segundo tiempo, eso sí, el Barça redujo incluso un poco más su nivel a razón de la lesión de Jordi Alba. No es que el lateral anduviese exhibiéndose, pero sus llegadas a la zona de Carvajal habían sido lo más inquietante, o lo único inquietante, que los azulgranas habían labrado en el periodo inaugural. Con Adriano en su lugar, ese espacio se ocupó peor y el factor llegada por sorpresa desapareció. Consciente de que Dani es el punto negro merengue, Martino cambió a Cesc por Pedrito y mandó a Neymar a la izquierda, contra el susodicho, pero sin embargo Carvajal sí supo manejar bien una amenaza más directa. Controló al brasileño, no padeció demasiado, si bien en la jugada del minuto 90, en la que Neymar estrelló el balón en el palo, podría haber cerrado mejor. Fue un detalle, en cualquier caso, no nada recurrente. También lo fue el gol de Bartra, un tanto sin relación con la dinámica del juego que, relevante, dio pie a los peores minutos del Madrid. Nervioso, se aculó en demasía aun cuando el Barça percutió por dentro y dejó que Xavi maniobrase en la frontal. Sin sufrir ocasiones, porque no las sufrió, en ese intervalo perdió el control total del que había hecho gala antes y del que haría gala después de la emocionante proeza de Gareth Bale. Su gol es historia.
Se puede ser más brillante, pero dominar una Final con más aplomo que el Real ayer es complicado.
Recapitulando, un FC Barcelona que no hizo prácticamente nada bien llegó al último tramo con la opción de forzar la prórroga. Lo mismo que ocurrió siete días antes en el Vicente Calderón contra el Atlético de Madrid y lo mismo que ha ocurrido en cada caída azulgrana que se ha producido con Leo Messi de una pieza. El grupo de futbolistas que conforman esta plantilla está hecho de otra pasta. Tienen algo especial, y es difícil fijarle un nombre porque competitividad, al menos ayer, no es lo que mostraron. Es más bien como una amistad con el triunfo o algo similar que les lleva a guardarse en cada gran partido más vidas que un gato. Y seguro que no es algo aleatorio, pues ya decimos que lo consigue casi siempre. Muy mal debe gestionarse este patrimonio para que la próxima temporada no rinda como un equipazo referencial. En cuanto al Madrid, superó ampliamente a un oponente tan desordenado como dotado y se adjudicó el primer título de esta campaña. No sería formal recriminarle el apuro final porque no lo mereció, el reparto de ocasiones no pudo resultar más desequilibrado. Los de Carlo Ancelotti eliminaron al Atlético de Madrid con un balance de 5-0 y no se les dio valor. Después eliminaron al subcampeón de Europa en la Champions League tras firmar algunos minutos de fútbol fantástico y recibieron más críticas que elogios. Y anoche dominaron con una suficiencia incluso incómoda a Andrés Iniesta, Neymar JR y Leo Messi y lo menos es que dicho mérito se ponga en perspectiva. Sería injusto que solo eliminar al Bayern Múnich de Pep Guardiola les reportase una credibilidad mínima que sí se han ganado ya. El Real Madrid ha jugado bien al fútbol en varios momentos de esta 2013/14. Ayer firmó un encuentro maduro, inteligente, compensado, versátil y, decididamente, ganador.
javimgol 17 abril, 2014
Soberbio análisis.
El Madrid defendió de maravilla, Carlo hizo que su equipo acostumbrado a dominar la posesión aguantara muy bien. Neymar, Messi e Iniesta no causaron destrozos como en el 3-4.
El partido de Bale (pese a sus fallos, pero estando siempre en el sitio correcto) y Fabio Coentrao es un escándalo. Bien el resto del Madrid, hasta Carvajal…salvo Casillas, pero no por su culpa sino porque es que el Barcelona fue incapaz de hacérselo pasar mal.