Lo más curioso de la Torre del Príncipe Rupert es que el Príncipe Rupert del Rin, comandante de la caballería real en tiempos de la guerra civil inglesa, jamás la conoció. Por lo demás la pequeña construcción, una celda fugaz para borrachos y delincuentes de poca monta, no tiene mayor relevancia que una estrecha relación con el quinto clasificado de la Premier League. Construida siglo y medio después de la derrota de las fuerzas monárquicas, la Torre del Príncipe Rupert nunca ha sido testimonio, ni mucho menos protagonista, de grandes hechos históricos. Tampoco gozaba de excesiva popularidad hasta que Theo Kelly, secretario del Everton en 1938, la incluyó en el escudo del club como símbolo del barrio que da nombre a la entidad. Desde entonces, como ocurre con las parejas bien avenidas, la relación se ha fortalecido. La afición toffee no concibe otro emblema, el propio club financió su restauración en 1997 y desde hace un par de meses un potente sistema de iluminación la baña en azul todas las noches.
La Torre del Príncipe Rupert, un símbolo del Everton como club
Fue Roberto Martínez quien inauguró los nuevos focos de la torre. La gran temporada de su equipo amerita este tipo de celebraciones y el buen trabajo del entrenador catalán bien merece tal cuota de protagonismo. El Everton es una de las grandes sensaciones de la temporada y en su carrera por la cuarta plaza se cruzó ayer por la tarde con el trágico presente de un viejo conocido que la ve demasiado lejos. Consciente de lo trascendente del partido, David Moyes planteó en Goodison Park una alineación ambiciosa que se estrelló ante una de las muchas cualidades de su adversario: la adaptabilidad.
El Everton, que viene mostrando gran habilidad para ajustar su juego a las debilidades de sus rivales, nunca quiso disputar la posesión a un Manchester que juntó los apoyos de Shinji Kagawa, Juan Mata y Wayne Rooney para asegurar un buen manejo del balón. Sin hacer nada del otro mundo, el equipo de Roberto Martínez aguardó a los El Everton no quiso el balóndiablos rojos con dos líneas de cuatro en campo propio ante un adversario que nunca fue ancho ni profundo. Lo segundo lo dificultaba la propia altura del equipo local, que ha falta de mayor brillantez no escatimó tensión competitiva, y lo primero fue antes que nada demérito de los visitantes. Cuesta entender en este sentido el partido individual de Shinji Kagawa, como cuesta entender el funcionamiento colectivo que pretendía su equipo. Con los extremos cerrados, siendo el japonés una sombra incómoda de Juan Mata en el carril central, el Manchester tampoco encontró referencias exteriores en sus laterales, atenazados por el el temor a la contra y la ausencia de un socio que habilitase su incorporación antes de descolgarse hacia dentro.
El Manchester United, de nuevo sin funcionamiento colectivo
Así las cosas el equipo de Moyes nunca intimidó a su contrincante en una primera parte que cayó del lado local como fruta madura, producto de la enorme superioridad que mostró el nueve del Everton sobre Jonny Evans y Phil Jones. Los envíos directos hacia Romelu Lukaku causaban estragos, cada salida en largo hacia la torre belga devenía una puerta abierta para la llegada de todoquisque. Steven Naismith, Ross Barkley, Kevin Mirallas, Seamus Coleman, todos tuvieron su oportunidad para encarar con ventaja la portería de David De Gea en una tarde aciaga para los sufridos centrales mancunianos.
Fue tan cómodo el primer tiempo para los azules que cabe atribuir a su relajación, antes que a los escasos méritos del rival, la tímida reacción visitante en el arranque de la segunda parte. Reanudado el juego el Everton se echó más atrás, perdió algo de tensión y simplificó un poco sus acciones. Seguía intimidando a la contra pero el equipo de Roberto Martínez se mostraba menos eficaz mientras el Manchester, que llegaba fácil hasta tres cuartos, mostraba un trozo de colmillo. Poca cosa. Los primeros cambios en los diablos rojos -entró Chicharito por un central y Antonio Valencia pasó a ocupar toda la banda derecha desde el lateral– redundaron en la estrechez de su ataque mientras los hombres de Roberto Martínez tenían tiempo de recapacitar, ajustarse de nuevo y tomar plena posesión de un último tramo del partido que no concedió esperanza alguna al vigente campeón. El encuentro bien pudo saldarse con una victoria más holgada de un equipo con un objetivo muy claro: pasear la Torre del Príncipe Rupert por el viejo continente.
VolzSov 21 abril, 2014
A mí me gustó mucho también el partido de John Stones. Venía leyendo buenos comentarios sobre él y la verdad es que me agradó mucho. Es bastante bueno: sólido y con buena salida de balón. Aunque yo sólo lo he visto ayer, habrá otros que le dominen más ^^