No los conocíamos. La televisión no cubría cada rincón del planeta fútbol y apenas sabíamos nada de ellos. Pero eran buenos, muy buenos. A lo largo de los años noventa, el Palmeiras disfrutó en su plantilla de varios de los mejores jugadores que dio el país esa década. Roberto Carlos, Cafú, Djalminha, Mazinho… y un tal Rivaldo. Resultaba extraño aquel hombre. Un zurdo de 1,86 cuyas piernas insinuaban algún tipo de desnutrición en el pasado y que parecían listas para romperse. A simple vista, nadie apostaría un duro por esa constitución patizamba y escasa de músculo.
Entonces le caía una pelota y sucedía el milagro. Aquel futbolista sin cuerpo de ídem se transformaba en un huracán de regates y tiros maliciosos. Una máquina de definir. Era el verano de 1996 y Brasil iba a confiar en él para lograr por primera vez en su historia el Oro olímpico en Atlanta. A su lado estarían, ente otros, su antiguo compañero Roberto Carlos o el futuro gran fenómeno de sus días, un jovencísimo Ronaldo Nazario. La Canarinha debía ganar pero no lo hizo, y como siempre sucede, la cólera nacional fue terrible. Rivaldo fue el chivo expiatorio de la derrota y durante meses se le cerraron las puertas de la Selección. Con aires reivindicativos, aterrizaba en Europa Vitor Borba Ferreira. Rivaldo.
Vitor Borba Ferreira, para el mundo Rivaldo, fue parte del gran Palmeiras de la década de los noventa
El 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia europeo dio validez a una sentencia que cambiaría para siempre el mundo del fútbol: se aprobaba la Ley Bosman, aquella por la cual un italiano tenía los mismos derechos federativos que un danés o un alemán allá donde jugase. La temporada 96-97 sería la primera que se disputaría dentro del nuevo marco legal. En España, además, se vivía el boom de las televisiones.
Ronaldo al Barcelona por 2.500 millones, Mijatovic al Real Madrid por 1.300, Almeyda al Sevilla por 1.100, Finidi al Betis por 1.000… De repente, en nuestra Liga todo el mundo tenía dinero y las fronteras ya eran de papel mojado. El Deportivo de la Coruña, que dos años antes se había quedado a un penalti de ser campeón, no quiso serEl Rivaldo del Depor, el más artístico que se vio en su periplo europeo menos que nadie y pagó 1.100 millones por la contratación de Rivaldo. Madrid y Barcelona impusieron un ritmo de puntos altísimo y pronto metieron distancia con sus perseguidores pero eso no iba a impedir que el Depor, de la mano de Rivaldo, fuera uno de los grandes animadores del campeonato. Con el once a la espalda, la campaña de Rivo fue absolutamente memorable. Los 21 goles anotados en Liga no fueron nada al lado del surtido de caños, sombreros y demás artilugios de fantasía con los que deleitó a Riazor. Ni antes ni después hubo un Rivaldo tan artístico. Solo por contemplarle merecía la pena ver al Deportivo. Los gallegos finalizaron terceros y con la sensación de estar en el inicio de un proyecto potente. La ilusión se desbordaba en Coruña cuando a mediados de julio el Deportivo cerraba la contratación de otro mago brasileño: Djalminha. El Depor pasó a ser casi un fenómeno social en nuestro fútbol. Rivaldo y Djalma la estaban liando en pretemporada y ya se hablaba de conquistar esa Liga tan deseada. Un sueño roto por un grupo de letones en una anónima noche de verano.
Aterrizado con 24 años, la primera temporada de Rivaldo en el fútbol europeo fue pura magia
En agosto del 97, el Fútbol Club Barcelona vivía horas claves para el club. Tras la salida de Johan Cruyff y el posterior año de transición de la mano del inglés Bobby Robson, en Can Barça se sucedían las noticias. Por un lado, el indiscutible mejor jugador del mundo, Ronaldo Nazario, había abandonado la entidad solo doce meses después de su llegada. El Barcelona repetía así el capítulo de Diego Armando Maradona, dejando un vacío deportivo y social El Skonto Riga «fichó» a Rivaldo. Coruña lloródifícil de llenar. Por otro lado, en esos días se hacía oficial el desembarco del exitoso técnico Louis Van Gaal, al que se le encomendaba la construcción de un nuevo proyecto tras la etapa Cruyff. En principio, al holandés no parecía importarle demasiado la baja de Ronaldo. De hecho, su ayudante llegó a manifestar que el delantero “no tenía sitio en sus sistemas”, una frase que causó estupor pero cuyas reacciones fueron mínimas al tratarse de un recién llegado. Sin embargo, en el entorno culé se debatía si la plantilla no había descendido demasiado de nivel, si se podría competir con lo que había. Las alarmas saltaron el día 13 de ese mismo mes, en la ida de la previa de la Champions. El Barcelona sufrió lo indecible para ganar por 3-2 a un desconocido equipo letón, el Skonto Riga, gracias a un gol de penalti de Stoichkov en los últimos minutos. La era Van Gaal corría serio peligro de hundirse antes de comenzar. La reacción no se hizo esperar: 48 horas después, el Barcelona hacía uso de la cláusula de rescisión y fichaba a Rivaldo por 4.000 millones de pesetas. Era el último día de mercado y el Deportivo ya no pudo reaccionar. Coruña entró en depresión, al punto de terminar duodécimos en el campeonato. Para el Barça, la historia fue diferente.
Rivaldo fue fichado para salvar el proyecto Van Gaal tras la marcha de Ronaldo Nazario al Inter
Rivaldo y Van Gaal. Brasil y Holanda. Anarquía contra juego de posición. Vitor y Louis formaron un matrimonio de conveniencia, escaso de amor pero no de fruto. El conflicto siempre fue táctico. Van Gaal pretendió implantar su 3-4-3 histórico del Ajax campeón pero los resultados con este dibujo nunca terminaron de ser fiables. De hecho, esa dureza en los comienzos le costó a Van Gaal dos eliminaciones en sendas liguillas de Champions que lastraron en gran medida su imagen. El 3-4-3 a menudo daba paso a un 4-3-3 más fiable, un sistema que incorporaba un defensa extra a cambio de la figura del mediapunta… es decir, la de Rivaldo. Como para Van Gaal, el brasileño no tenía capacidad de ser interior, su destino no podía ser otro que la banda. Con libertad, pudiendo moverse… pero en banda. Para Rivaldo, que había hecho lo que quería tanto en el Palmeiras como en el Depor, la nueva ubicación no era agradable pero decidió callar y jugar. Y de qué forma. Dos ligas, una Copa y casi 60 goles fueron el botín de Rivo en sus dos primeras campañas en Barcelona. Entre medias, Francia 1998. Su primera Copa del Mundo.
Tras 24 meses excelsos en el continente europeo, Rivaldo había hecho todo para ganarse el perdón de su tierra. Y eso que no fue un perdón fácil. Pese a su enorme rendimiento en la 96-97 con el Deportivo, Brasil no le convocó para la Copa America de Bolivia. Para más inri, la Canarinha arrasó en el torneo, con unos Denilson y Leonardo consolidados y jugando a gran nivel. Pero daba igual. Renunciar a aquel Rivaldo era impensable bajo cualquier circunstancia. El azulgrana entró en el cultural 4-2-2-2 brasileño por detrás de Ronaldo y Bebeto y cuajó un notable Mundial. Su gran noche llegó en cuartos de final ante Dinamarca, el día que Michael Laudrup abandonaba el fútbol. Sudamericanos y europeos disputaron un tremendo partidazo, resuelto por Rivaldo con dos goles, el segundo de ellos de precioso disparo. El número 11 volvió a ser decisivo en semifinales con una fabulosa asistencia a Ronaldo. A pesar de caer derrotados en la final ante Francia, Rivaldo había logrado sellar la paz con su país.
Rivaldo necesitó llegar a ser un top-5 mundial para que su país le perdonase por los fracasos pasados
La 99-2000 debió ser la cima del proyecto Van Gaal. Tras dos años horribles en Europa, el Barça arrancó la temporada con victorias muy potentes ante la Fiorentina de Batistuta y Rui Costa y el Arsenal, en Wembley. Los blaugranas son por fin “el mejor equipo del mundo”, con un once titular definidoRivaldo exigía libertad y el 3-4-3 se la concedía y que podía recitarse de memoria: Hesp; Reiziger, Abelardo, Frank de Boer, Sergi; Guardiola, Luis Enrique, Cocu; Figo, Kluivert y Rivaldo. En Barcelona se habla de tripletes gracias a un funcionamiento grupal sólido y asentado. Eso en lo colectivo. En lo individual los problemas empezaban a surgir. En diciembre de 1999, Rivaldo recibirá el mayor premio que puede otorgarse a un futbolista: el Balón de Oro. El zurdo arrasa en las votaciones gracias a un año natural descomunal. A su título de Liga con el Barcelona se añade una Copa América con Brasil en la que destaca incluso por encima de Ronaldo. Amparado por el prestigioso galardón y su posición de fuerza, Rivaldo se rebela y prende la mecha: delante de toda la plantilla, deja claro a Van Gaal que no está dispuesto a volver a jugar como extremo. El brasileño había escuchado algunos pitos en el Camp Nou y no quería que aquella situación se prolongase. El mejor futbolista del planeta debía jugar en su sitio.
Aunque Van Gaal no dio su brazo a torcer y castigó a Rivaldo por la insubordinación, al holandés no le quedó más remedio que improvisar una solución. Siendo justos, cada vez que Rivo actuaba con libertad detrás del punta la liaba. El equipo jugaba peor pero Rivaldo decidía. El recurso para liberar al crack era pasar del 4-3-3 al 3-4-3 con el limitadísimo Zenden de extremo izquierdo. Van Gaal no quería bajo ningún concepto que Rivaldo integrara el conducto de juego. El mediocentro era Guardiola y los interiores, Cocu y Luis Enrique. Rivaldo que no molestara. Esta fórmula fue usada, por ejemplo, en la remontada ante el Chelsea en el Camp Nou y se intentó de nuevo en la búsqueda del milagro ante el Valencia, en semifinales de Champions. En el fondo, Van Gaal no era feliz con esta medida. Louis era plenamente consciente de que las flechas de su libreta perdían sentido con Rivaldo en el epicentro de todo. Convivieron y se retroalimentaron durante tres años pero Van Gaal y Vitor Borba jamás llegaron a quererse.
Rivaldo y Louis Van Gaal representan dos maneras muy diferentes de entender el juego del fútbol
A las puertas de la 2000-2001, el Barcelona recibía uno de los golpes deportivos más duros de su historia reciente. El Real Madrid, previo pago de la cláusula, ficha al portugués Luis Figo, la gran estrella barcelonista junto a Rivaldo. El club, inmerso en un cambio de presidente después de más de dos décadas, estrenaba también nuevo técnico: Lorenzo Serra Ferrer. La marcha de Figo desató una serie de consecuencias, muchas de ellas relacionadas con la figura de Rivaldo. El brasileño, sabedor de su nueva jerarquía, exige modificar sus condiciones contractuales y situarlas acorde a la su relevancia en el proyecto. Las negociaciones son durísimas y de fondo aparece la Lazio de Sergio Cragnotti, que sueña con el zurdo desde hace meses. El Barça negocia paralelamente con un Zinedine Zidane que comienza a pensar en abandonar la Juventus de Turín pero Serra Ferrer es claro: “no concibo un Barcelona sin Rivaldo”. Gaspart, nuevo presidente culé, recoge el mensaje y renueva al jugador.
La importancia de Rivaldo para Serra Ferrer tenía su razón de ser. El entrenador mallorquín rompía con la escuela holandesa y el 4-3-3. Su modelo de juego se basaba en un rocoso 4-2-3-1 (o 4-4-2, según se quisiera ver) con Rivo totalmente libre por detrás de Kluivert. Su rol ideal, vaya. Lo cierto es que, pese a la nefasta campaña del Barcelona (volvieron a quedar fuera de la Champions a las primeras de cambio), Rivaldo ofreció su mejor nivel individual con la camiseta barcelonista. El Balón de Oro del 99 se marcha esta vez a 36 goles y deja varias de sus actuaciones más recordadas: el hat-trick en San Siro, el doblete en el Bernabéu y por supuesto, la chilena frente al Valencia que supuso un billete para la Champions.
Rivaldo dio su mejor nivel individual con Serra Ferrer, en la que fue la peor temporada del equipo
2002 sería el año de la ruptura entre Rivaldo y el Barcelona. Las lesiones azotan al genio, que pasa de marcar 36 goles a anotar 14. Rivo disputa solo 20 partidos en Liga a causa de diversos problemas físicos. Para el recuerdo quedó su gol en Vigo, completamente cojo y casi sin poder andar. Pese a la proximidad de la Copa del Mundo de Corea y Japón, Rivaldo se ofrece para jugar infiltrado la semifinal de la Champions ante el Real Madrid, eliminatoria que finalmente se perderá por completo. El Barça finaliza la Liga en cuarta posición. Tratando de atajar la crisis, Gaspart acude en busca de un viejo conocido: Louis Van Gaal.
Ya aceptado y valorado como merecía, a Rivaldo le quedaba un reto por cumplir con Brasil: ser campeón del mundo. La verdeamarelha presentaba en 2002 una de las convocatorias más talentosas de su riquísima historia: Ronaldo, Roberto Carlos, Cafú, el propio Rivaldo, el incipiente Ronaldinho, Lucio… Sin embargo, no todo iba a ser de color de rosa. Días antes del inicio del torneo, Emerson, el mejor centrocampista del plantel, caería lesionadoRivaldo, el líder en la sombra de Brasil en la Copa del Mundo de 2002 de forma estúpida al sufrir una luxación de hombro en un entrenamiento mientras jugaba de portero. Brasil tenía un gran ataque pero quizás carecía de una medular capaz de generar juego. “El Profesor” Scolari arregló el problema con un dibujo poco habitual en la selección brasileña: un triunfador 5-2-3 con Cafú y Roberto Carlos de carrileros largos. A pesar de los ocho goles del renacido Ronaldo, la prensa especializada señaló a Rivaldo como el cerebro en la sombra de la conquista del pentacampeonato mundial. Scolari iría más allá: “el mejor jugador de la Copa del Mundo ha sido Rivaldo”. Atrás quedaban sus carreras imparables y los desbordes de cadera. Las lesiones habían matado a aquel futbolista. En su lugar teníamos a un Rivo más reflexivo que además mantenía la determinación que siempre le acompañó. De hecho, llegó a coquetear con el mítico record de Jairzinho (marcar al menos un gol en los siete partidos del campeonato) y en la final, pese a no batir a Kahn, fue absolutamente clave en los dos goles. “He estado ahí, estoy en las imágenes de una final del Mundial. Ya nunca me podrán quitar eso”. Las heridas del pasado asomaban en el momento más feliz. Rivaldo ya era eterno. Ya era Penta.
Rivaldo fue el perfecto nexo de unión por el que pasó el juego de Brasil en el Mundial de Corea y Japón
Cuestionado por su bajón de rendimiento y con Van Gaal de vuelta, resultaba obvio que el futuro de Rivaldo no pasaba por el Camp Nou. Con la carta de libertad y el aval de su gran Mundial, fue el AC Milan el que finalmente se haría con sus servicios. La unión prometía pero la aventura italiana no acabaría bien. El exigente Calcio devoró a un futbolista que ya había perdido la chispa que le hizo imparable. Carlo Ancelotti apostó toda la temporada por Rui Costa para el puesto de mediapunta titular. La escasa confianza de Carletto se hizo palpable en la final de la Champions, en la que Rivaldo no disputaría ni un solo minuto pese al 0-0 con el que se llegó a la tanda de penaltis. Rivo levantó la Copa de Europa que tanto había deseado aunque no del modo que imaginó. Seguramente ya le daba igual. Aquel chico de piernas arqueadas nacido en Recife ya había logrado todo en la vida. Había ganado dinero, había sido campeón de casi todo con Brasil y en algún momento, allá por 1999, había conseguido ser el mejor jugador del mundo. Aquellos aficionados rivales que le sufrieron aún tiemblan al escuchar su nombre. Vitor Borba Ferreira. Rivaldo.
pablo 21 marzo, 2014
un crack. A mi gusto quedó un poco infravalorado. Será el precio de ser contemporáneo de Ronaldo…