Superado por la permanente sensación de tener que demostrar por qué estaba en el Real Madrid, Gonzalo Higuaín hizo sus maletas en busca de nuevos objetivos. Atrás dejaba un club que le había visto convertirse en goleador, una afición a la que llegó a representar a base de remontadas y, sobre todo, un complejo duelo con Karim Benzema que había marcado sus últimos años en la capital. «Uno también sufre cuando comparte titularidad con Karim un partido sí, un partido no», decía al poco de abandonar Madrid. Quizás esa es la clave: Gonzalo se había cansado de sufrir. Quería disfrutar. Cuando Aurelio De Laurentiis le prometió liderar su ambicioso proyecto y Rafa Benítez le ratificó su confianza no había mucho que pensar. Nápoles, la tierra del Diego, donde el amor no se regala pero cuando se consigue es incondicional, parecía un destino muy apropiado.
El Nápoles comenzaba un proyecto nuevo con Higuaín y Benítez.
«Mi deseo es que los napolitanos puedan disfrutar y ser campeones otra vez. Estoy doblemente contento: por la gente y por el Pipita», comentó Maradona al enterarse del fichaje. Los napolitanos, por supuesto, respondieron con el fervor que les define. Nada más y nada menos que 50.000 de ellos acudieron a la presentación de un Higuaín que, aún con todo, no iba a partir desde cero. Venía del Real, es el delantero titular de Argentina, había costado casi 40 millones de euros y, además, llegaba para sustituir a un Cavani que, títulos al margen, había logrado todo a lo que el propio Higuaín aspiraba.
Esta comparación tan obvia ha estado presente durante todo el curso, pero fue ganando peso conforme el argentino se iba alejando de las cifras del uruguayo. Cavani había marcado 26, 23 y 29 goles en sus últimasSus cifras en la Serie A podían ser mejores tres ligas y, aunque arrancó muy bien, Higuaín se fue descolgando al mismo ritmo que lo hacía su Nápoles de la lucha por el título. No es que sus 14 goles y 7 asistencias en 28 partidos sean un mal registro, pero seguro que todas las partes esperaban más tras su inicio. Sus molestias en octubre, ciertas rotaciones made in Benítez y el fuerte ritmo que imprimió la Juventus desde noviembre han ido emparejando las temporadas de Higuaín y Nápoles hasta parecer una el símbolo de la otra. Es decir, aunque quizás goleador y equipo podían dar más, ambos están en el primer año del proyecto y, aún con todo, éste ha sido un comienzo bastante positivo.
Por todo esto, hay que decir que la Serie A de Gonzalo Higuaín se acepta como lógica y normal dentro del entorno del club. Pese a haber fallado demasiados goles hechos, recordando en alguna ocasión a su 2006/2007, se ha valorado de forma decisiva su adaptación al sistema, al club y a la ciudad. Al contrario que el Cavani del Nápoles o su última versión en el Real Madrid, Higuaín parece más implicado en el juego y menos dedicado al gol de lo que, en teoría, se podía esperar.
La gran asignatura pendiente de Higuaín era Europa.
Donde sí que cumplió con creces numéricamente hablando fue en la Champions League, competición que ha estigmatizado por completo su carrera. Con el gol que abrió el triunfo ante el Dortmund (2-1), la asistencia que hizoPese a la dura eliminación fue su mejor UCL lo propio en Marsella (1-2), los dos tantos en San Paolo ante el equipo francés (3-2), la asistencia a Insigne tras un mal partido en la derrota clave ante los de Klopp (3-1) y el gol que inauguró la infructuosa derrota ante el Arsenal (2-0) sumó un total de cuatro goles y dos asistencias en cinco partidos. Había participado decisivamente en cada uno de los complicados duelos que su Nápoles había tenido que afrontar. Sin duda, era su mejor Champions. Pero estaba fuera. Otra vez. Distinto camino, mismo final. Y no pudo aguantar las lágrimas. «Es increíble e injusto», decía. Hablaba del equipo, pero también de él. Sabiéndolo o no, en ese momento de desconsuelo su grada le reconoció como a un napolitano más.
Y no es de extrañar. El Gonzalo Higuaín futbolista es puramente napolitano. Desordenado, orgulloso, sentimental y, para bien o para mal, vive en un permanente estado de reivindicación ante unas injusticias que deberían ser saldadas en la Europa League. El camino no parecía complicado y la final era en Turín, pero llegaría un deja vu.
Tras eliminar al Swansea con un gol y una asistencia suyas, llegó un Porto en plena renovación que se impuso 1-0 en do Dragao. En la vuelta en San Paolo, cuando el Nápoles logró empatar la eliminatoria con un gol de Pandev a pase del Pipa, todo parecía estar de cara para los italianos. El acoso y derribo (22 disparos) era total, pero con el fallo del delantero argentino ante Fabiano la historia parecía estar ya escrita. El Porto, vestido de Olympique de Lyon o Borussia Dortmund, volvía a recordarle su falta de puntería en los momentos de la verdad.
Aún queda un título en juego para su Nápoles.
«No siento el peso de la responsabilidad. De hecho, me gustaría ganar el Mundial y la liga italiana como Maradona. Él triunfó en México con la Selección y, un año más tarde, hizo locura en Napoli», comentaba más ambicioso que nunca. Parece complicado que se repita, pero por lo pronto está a un sólo partido de ganar su primer título: la Coppa Italia. En ese camino, además, el nueve del Nápoles ha tenido mucho que ver. Anotó el único tanto contra la Lazio y fue protagonista con un gol ante la Roma que llevó al extasis al palco del Diego. Ganarla sería un buen broche a una temporada de transición donde, más que adaptarse al Calcio o al equipo, ha tenido que aprender el rol que él mismo necesitaba sentir. Si está preparado para ello, sólo lo dirá el tiempo.
vi23 28 marzo, 2014
Gran artículo!!
Yo croe que Higuaín irá a más. Hay mucho jugador ahí
PD: Totalmente off-topic, habíais anunciado un reportaje sobre el Rayo hace ya bastante. Se sabe para cuándo?