Es el Liverpool ganando en Old Trafford para seguir soñando con la Premier. Quizás sirva este párrafo como aviso a navegantes griegos que embarcan desde El Pireo, pues es el United una de las pocas entidades que desenmascaran una dinámica competitiva, por muy desfavorable que sea. En el 90% de los casos, hay que respetar las dinámicas; explican un rendimiento y dan pistas de las carencias más evidentes. Si hay un equipo que podía hacer muchísimo daño al United de Moyes, ese era el Liverpool de Brendan Rodgers, entregado desde hace tiempo a un contragolpe cruento: Luis Suárez, Raheem Sterling y Daniel Sturridge frente a la fallida idea del míster escocés.
La pérdida del United, más presente que camuflada
Podríamos observar 10, 30 u 80 minutos de partido, que encontraríamos las mismas preguntas con las mismas respuestas, acentuadas tras cada gol y con las prisas de igualar el marcador. El United saltó a la cancha con Fellaini junto a Carrick, y Mata, Rooney y Januzaj en línea de mediapuntas. El Liverpool, como tanto o más que otros, alejó toda teoría de la consecuente práctica: el United, construído para pasársela, pierde la pelota constantemente. El balón no tiene continuidad, apoyos ni soporte. La cadena de montaje queda a expensas de la jugada de Rooney. Mella que no deja competir a un equipo que se juega la temporada en tres días, pero ése es otro tema.
Con el poso de las mencionadas dinámicas, y la especial e idónea adaptación de los reds a los red devils, los de Rodgers se plantaban bien y con facilidad para robarGerrard sigue dejando huella. Con un 4-3-1-2, Sterling de ‘10’, el Liverpool incomodaba la salida local, cuya única opción segura era el toque y la conducción de Rafael da Silva. Mata, sobre todo Fellaini, y casi cualquier intervención de un hombre de Moyes, se mostraban incapaces de progresar o escapar de las líneas visitantes. Gerrard, Allen y Henderson buscaban una recepción de espaldas, sustraían y salían a por De Gea.
Esto fue constante en los primeros 10’. Hasta el final de la primera parte, la posesión se repartió y no hubo daños que lamentar sobre ningún área, a excepción del gol, convertido por un Gerrard crecido con el discurrir de los minutos. En ese arranque y después en toda la segunda mitad, las transiciones de Suárez y compañía se montaron de manera compartida, siendo fundamental la altura de Glen Johnson. Con el Liverpool transformado en un 1+2 en el último tercio, sin el sistema de los tres puntas, opción que utiliza a Sterling por fuera, los de Rodgers solicitaban un carril ocupado, el que fuese. Y fue el diestro. Johnson era la referencia de banda que Sterling y Sturridge necesitaban para descargar por allí y comenzar a galopar a espaldas, tanto de los centrales como de Patrice Evra.
Glen Johnson, clave para transitar. Sturridge lo agradeció
Con el segundo gol, todo se subrayó. Moyes cambió a Januzaj de banda, introdujo a Welbeck y Cleverley, y desguarneció su balance. Nada surtió el efecto buscado. Sturridge y Suárez corrían sin oposición con más continuidad que las posibles ocasiones de los locales. Steven pudo hacer un hat-trick a base de penaltys. Suárez cerró la cuenta y abrió aún más la cabeza del campeonato. A pesar de recibir en Anfield a Chelsea y Manchester City, al Mersey le brillan las aguas. Qué bonita está la Premier.
@DavidLeonRon 17 marzo, 2014
La Premier está apasionante. No voy a negar que, como aficionado imparcial, me resultaría tremendamente romántico que Gerrard la conquistase a la vejez.
Lo veo poco probable pero sería una estampa que me emocionaría.