El segundo Clásico de la temporada, unido al reciente FC Barcelona-Manchester City de la Copa de Europa, sirvió para desmentir la extendida teoría según la cual los azulgranas no pueden competir en partidos de nulo control. Ampárandose en la debilidad física y defensiva del triángulo formado por Busquets, Xavi y Cesc (o Iniesta) y la evidente lejanía de un juego así con respecto al que hizo invencibles a estos futbolistas, se tiende a opinar que al Barça le favorecen los encuentros cerrados y lentos donde existe sensación de control aunque no lo haya, pero dicha línea de pensamiento obvia que es el Barça quien posee a Leo Messi. Utilicemos para explicar su trascendencia una figura que hoy es irrebatible, la de Karim Benzema. El francés, que es un espectáculo, está majestuoso y jugó de cine, disfrutó de la friolera de siete ocasiones manifiestas de gol. Convirtió dos. El «10» argentino, siendo generosos, gozó de un par. Y cuatro tantos llevaron su firma. Si Leo Messi tiene la puerta abierta, va a crear peligro, y si protagoniza situaciones de peligro, aunque sean menores en número a las que fabrique su rival, lo normal es que gane su equipo. El Barça, por lo que sea, ya no demuestra capacidad para elegir qué tipo de encuentro disputa; a poco que el otro tiene calidad, es quien decide el cómo, el dónde y el cuándo del balón. Y el Real Madrid, la víctima más golpeada por la fiereza del Dios, entendió que le convenía un choque abierto y veloz, de ida y vuelta. Así fue.
Messi no fue objeto de ningún ajuste especial por parte de AncelottiLa noche pasó por cuatro etapas diferentes: una, desde el inicio hasta el 2-1 de Benzema; otra, de ahí al descanso; la siguiente, desde la reanudación hasta la expulsión de Ramos; y la última, a partir de entonces y hasta el final. El comienzo estuvo marcado por una presión a toda cancha del Real Madrid sobre la salida de balón del Barcelona. Los tres delanteros, los dos interiores y los dos laterales perseguían camisetas azulgranas hasta donde fuera con dos resoluciones posibles, el robo alto que derivaba en peligro o un pase mágico culé que se saltase la barrera y encontraba siempre a Messi. Encontraba a Messi completamente solo, sin marcaje, obstáculo ni vigilancia. O sea, que la estratagema de Ancelotti sí o sí acababa en, como poco, conato de ocasión, bien en una portería bien en la otra. Durante los primeros 10 minutos se vio más lo de Leo. Pepe y Ramos han cambiado su conducta al pasar de Mourinho a Ancelotti; antes mostraban una inercia a la hora de adelantar la línea e intentar anticipaciones que ahora ha dado lugar a un comportamiento más comedido. Eso estuvo en discordancia con lo que el sistema ayer usado les estaba pidiendo, que era que fuesen agresivos, diesen diez pasos hacia delante y recortasen la distancia entre ellos y Di María y Modric, un auténtico latifundio donde Messi recibía a placer siempre que sus compañeros batían el acoso blanco. Una diana y dos ocasiones así creadas después, entre Benzema y Marcelo ordenaron un poquito el ataque de los suyos, el Madrid encontró a Di María abierto y el partido perdió la escasa seriedad que lucía. El «22» se regateaba a todos y regalaba goles. Fácil e increíble. El Real se puso 2-1 y el Barça dio gracias.
Andrés Iniesta instaló en el juego culé las escasas dosis de orden y seguridad que lo sujetaron.
A esas alturas de encuentro ya habíamos ratificado una serie de condicionantes que marcarían también los tres actos que estaban por venir. Por ejemplo, que Iniesta estaba inspiradísimo. Aparecía por cualquiera de las zonas del campo con una frecuencia muy importante, y cada una de sus participaciones hacía la luz en el Barcelona. No puede decirse que fuese parte de un todo porque no había sistema que potenciar, sería más fiel a la realidad contar que él se erigió como tal, que Andrés era la estructura. No obstante, el hecho de que el extremo izquierdo merodease por tantas zonas hizo que no hubiese un «11» fijo molestando a Carvajal, que era, con diferencia ostentosa, la pieza más débil de las 22 presentadas. La jugada del 0-1 es lapidaria y bastante difícil de hallar en la élite. No solo ignoró por completo y a cambio de nada al hombre a quien custodiaba, sino que su desacertada pose le impidió de todas todas corregir su error. La línea que une los hombros de Carvajal era perfectamente paralela a las dos de banda, como si fuese un espectador de la grada; a poco que su orientación hubiese sido correcta, más diagonal para facilitar el giro, con su rapidez -que es su único aval defensivo– hubiese podido bloquear el disparo de Iniesta. Visto que los bajitos juegan para pausar el ritmo y que no lograron hacerlo, con Pedro por Fàbregas se hubiese producido más.
Otro aspecto muy influyente fue la ausencia de pausa en el ataque del Madrid. Para cracks como Modric, Di María, Cristiano y Bale, tan efectivos en el uno para uno y tan capaces de auto-crear un gol, debe ser muy complicado frenar contra el sistema defensivo del Barcelona. Seguramente vean muy fácil llegar hasta Valdés, y la verdad es que lo es y lo fue, pero, como no son Leo Messi, lo normal es que vayan sumando pequeños fallos en el último pase, el último control o el disparo final que desfiguren en pérdidas que les dejen vendidos. El Real Madrid de Ancelotti, que en su día a día es el que equipo más prudente de la Copa de Europa, que es un colectivo que inspira incluso cierto aburrimiento porque no acelera de más ni contra el Levante en el Bernabéu, fue corrompido por la vulnerabilidad de su rival y se convirtió en un suicidio. De esta guisa, no solo perdió su formidable transición defensiva y cualquier virtud relacionada con el control, sino que menguó el potencial de alguno de sus futbolistas más importantes. Marcelo, quien por cierto estuvo bastante bien en defensa pese al caos táctico en todas las jugadas menos una, fue uno de los más lastrados. Como pasador no encontraba a quien dársela en corto y como llegador nunca le daba tiempo a sumarse al ataque porque el Real la arriesgaba muy rápido. Alonso y Modric también salieron malparados por la nula iniciativa asociativa. Si no se juntan pases, se diluyen. Luka dio el tipo gracias a su regate, sobre todo en el segundo tiempo, pero Xabi no pudo aportar nada. Por primera vez, el Madrid añoró a Khedira.
Como último detalle general, conste que Piqué fue el central izquierdo y Mascherano el derecho; se intuye que para que el argentino afrontase los duelos más técnico-físicos (Di María y Ronaldo en especial) y para que Piqué, más liberado de acción directa, usase su intelecto atrás en pos de hacer lo que Iniesta arriba: crear una estructura siquiera fuese por sí mismo. Y aunque el Barça no dejó de ser débil, apetece concluir que Gerard lo logró en alguna medida. Generó un atisbo de estabilidad en unos cuantos lances.
Tras el gol de Benzema, el Madrid replegó y Xavi empezó a participar mucho y bien en campo contrario.
Modric relevó a Di María como motor del Real en el segundo tiempoPasemos al segundo y al tercer acto, el de Xavi y el de Modric. El segundo, inaugurado por el 2-1 (minuto 24) se caracterizó por el paso atrás de la presión del Madrid. En el fondo, a pesar de que estaba creando ocasiones como churros, la falta de control debía incomodarle de algún modo porque no está acostumbrado a ello, y decidió replegarse en su propio campo en busca de consistencia. Y la consiguió. Complicó a Messi la aparición entre líneas y el Barça dejó de transmitir peligro. En cuanto a los locales, cuya ofensiva se redujo a los contragolpes, se puso de manifiesto que corren menos y peor que en los últimos tres años, pero aun así vía Gareth Bale sí que sumaron alguna llegada inquietante. Eran momentos blancos, aunque sin autoridad ninguna. En cualquier caso, Messi se pegó a la derecha, esperó un despiste de Di María, arrancó, usó a Neymar, dominó al azar e hizo un golazo. 2-2 y a la caseta tan satisfecho. De regreso, un Madrid más animoso si cabe que al principio tomó la iniciativa con la diferencia de que Modric relevó a Di María como motor. Su equipo perdió peligro y ganó tranquilidad, y así se sucedieron quizás los minutos más dominantes del Real, sin que estos fuesen ni por asomo el colmo del mando. De hecho, (otra vez) Messi en una contra libertina dibujó un pase de imposible factura técnica y ganó un cuarto de Liga: penalti y expulsión.
Tras la expulsión, Alves leyó la situación con la maestría que le marcaEs posible que con el 10 contra 11 (29 minutos) asistiéramos al pasaje más serio del espectáculo. De un lado, Ancelotti prescindió de Benzema, el Madrid se quedó sin enganche y pasó a tejer muy pocas salidas, a encerrarse bastante, lo cual vistió a los culés con una solidez desconocida. Del otro, el Barça volvió a toparse con un oponente encerrado a cal y canto y afloraron sus dificultades para tumbar muros, algo que también parece un síntoma de competitividad ambiental. Dentro de ese atasco -el Barça se jugaba la Liga y creó muy, muy poco peligro en media hora sin pausas-, Alves, como casi siempre, se consagró como la solución. El esqueleto blanco era de 4+3 (4+2,5 si valoramos que Di María había invertido toda su energía en su apoteósica primera parte), Alves ocupó el espacio existente entre Marcelo y Di María y desde ahí creó ciertas superioridades. Fue el 2×1 de Xavi y Daniel contra Ángel comentado por David León en la previa del choque pero sin la contraprestación de la espalda vacía del brasileño, porque los blancos no sabían cómo salir. Dicho esto, la lata y la competición fueron abiertas por una nueva genialidad de Iniesta donde Carvajal.
El Barcelona del Tata Martino no ha perdido en ninguno de los siete partidos grandes que ha jugado.
Aunque el Clásico resultase tan desmelenado que cualquier resultado hubiera sido posible, el dos en la quiniela era el más coherente si recapitulamos todo. Al fin y al cabo, pese a que el Madrid pudo ser superior con once contra once, en ningún instante enseñó la suficiencia que el Barça sí detentó en la media hora de cierre. Es reseñable además que, aunque su goteo de ocasiones era modesto, encontró las agallas y la personalidad para no volverse loco y trenzar su juego hasta el definitivo minuto 84. En cuanto a las consecuencias del 3-4, podría haber impulsos y secuelas. En el lado positivo, el FC Barcelona recibe una dosis de ilusión que le reengancha a un campeonato donde el vestuario aparentó desconectar en el mes de enero. Siendo optimistas, incluso podría aprovechar el subidón para intentar arreglar algún defecto sobre la marcha, que falta parece que le hará en las próximas semanas. Sobre el Madrid, el titular mediático radica en que ha conquistado 1 punto de 12 posibles contra los dos grandes de España, pero a nivel analítico es un dato de valor muy relativo, pues las causas de cada pinchazo fueron muy distintas. Las de ayer, sin duda, fueron las más graves. Llegaba como líder y esgrimiendo unos valores que, gustasen más o menos, eran tremendamente claros, y exhibieron un rostro opuesto a los mismos. Su facilidad para traicionarse, lo que nunca harían Atlético o Barcelona si de su mano estuviese, puede haberle costado cara. Ya se verá.
VRubio 24 marzo, 2014
Para mí lo peor del RM fue lo que comenta Abel, la traición al sistema que viene madurando toda la temporada y la incapacidad de hacerse con el control del partido siquiera por momentos. En cuanto a Messi, no seré yo quien le reste valor, pero veo demérito defensivo en el RM dando lugar a situaciones que potenciaron su actuación, al igual que en el bando culé lo veo en la portentosa actuación de Di María. Me esperaba más control del RM, más RM de Ancelotti, y me encontré un equipo loco con grandes individualidades y que no supo competir… me genera muuuuchas dudas.