El Atlético de Madrid venía de ser vapuleado en la eliminatoria de Copa, de no jugar bien ni en San Siro ni en Pamplona y con la obligación de ganar o ganar a su máximo oponente -actual líder de la Liga- para seguir vivo en el torneo de la regularidad. Por si fuera poco, recibió un gol en el primer lance, un revés que a cualquiera le duele y que para ellos tiene un peso especial por razones históricas. Su ganadora respuesta emocional fue la prueba definitiva e inalterable -suceda lo que suceda en el futuro- de que el club ha dejado atrás sus 25 años más negros. Al equipo de Diego Pablo «el Cholo» Simeone no le lastra ningún pasado. El Atleti de Madrid está sano y preparado para competir. Como el Real de Ancelotti, que sobrevivió al infierno ardiente.
La agresividad local, de locosPara encuadrar el encuentro hay que partir de una premisa muy vinculante: la agresividad que exhibió el Atlético en el 0-1 del Bernabéu fue un chiste al lado de lo de ayer. La rapidez a la que iba cada rojiblanco, la contundencia de sus cargas y la intimidación global que mostraron eran de auténtica locura, casi un suicidio. De hecho, en la primera fase del encuentro, el segundo gol blanco parecía cercano pese a que no estaban haciendo nada, pues lo normal cuando se rebasa por tanto la agresividad lógica de este deporte es que se cometa un error individual que condene la apuesta. El mérito local fue saber convivir con esa actitud y valerse de sus ventajas sin dejar el fallo cara-de-tonto. Logró que se jugase casi, casi a un deporte distinto sin pagar el peaje que suele cobrarse éste cuando se le intenta esquivar. Y en esas, el duelo se mantuvo igualado durante 28 minutos. Tras el gol de Koke, el Atlético se salió. Fue brutal.
El Atlético de Madrid presionó en campo rival durante una hora.
El Cholo dibujó un 4-2-3-1 con las siguientes asignaciones defensivas:
1. Diego Costa para Ramos y Pepe.
2. Arda, Raúl García y Koke para Arbeloa, Modric, Alonso, Di María y Coentrao.
3. Gabi y Mario libres. De coches escobas y siempre con actitud presionante, sin mirar atrás.
O sea, las dos primeras líneas de presión (se presionó a toda cancha) partían de una inferioridad numérica admitida, pero su impresionante actividad detuvo la salida blanca, asustó al Real e hizo que Modric y Di María fueran retrasando su posición hasta el punto de plegarse sobre Xabi Alonso y así entrar en el círculo virtuoso que dio la iniciativa a los colchoneros: «me retraso porque su presión me asusta y si me retraso favorezco su presión, pero me retraso porque su presión me asusta».
La faena táctica que Di María y Modric le hacían a Alonso por delante, Ramos y Pepe se la hacían por detrás. En lugar de abrirse para dividir la atención de Costa y que uno estuviese libre para servir de pivote en la salida, se cerraban sobrecogidos. Ramos y Pepe no colaboraban en los primeros pases porque, aunque el balón fuese suyo, ellos estaban defendiendo a Diego Costa. La intimidación atlética era un éxito total.
¿Pudo jugar el Madrid todo el partido como la última media hora?
La pregunta que se hace el madridismo es si su equipo hubiera podido hacer más asumiendo más riesgos. Y contestarla con rigurosidad es imposible. Sabemos que el Atlético es la referencia mundial en materia defensiva, y que ayer, en casa, mostró una intensidad sin precedente. ¿Tiene el Real fútbol para superar tal reto? Habrá quien piense que sí, pero la realidad objetiva es que no lo ha demostrado. Además, sabía que el combustible de su rival era finito. Y, la verdad, tampoco es que estuviese siendo desbordado pese a no tener la iniciativa. El reparto de ocasiones le era levemente desfavorable y tenía el plus de su pegada. Si sobrevivía, su hora iba a llegar luego, y sobrevivir era muy probable.
Koke fue mucho más que Di MaríaDecíamos que el reparto de ocasiones fue levemente favorable a los locales durante su periodo exuberante. Se debió a tres motivos. El primero fue el troncal: recuperaba el balón arriba. Es la única manera que tiene de poner en problemas a Ramos y Pepe, por eso asumió tantos riesgos y salió a presionar a toda cancha. Su mediocampo se anticipó al blanco alguna vez y otras tantas robó la pelota a Di María mientras intentaba algún regate imprudente. La segunda razón es que el propio Di María no es un gran defensor en campo propio, lo cual suele comprometer a su lateral. Es el único punto débil defensivo de este Madrid. El argentino se esfuerza, pero le faltan conceptos, y Koke sacó rédito. El tercer valor rojiblanco fue la indescriptible actuación de Diego da Silva Costa.
Diego Costa solo se bastó para teñir de peligro el ataque local.
Seis tiros, tres regates, cuatro faltas provocadas, 45 intervenciones en total, un 84% en pases y la sensación de que tenía sometido a Sergio Ramos, con lo que ello conllevaba anímicamente. Y casi todo lo labró en soledad. Arda se le sumó en algún pasaje, pero por lo general fue epicidad individual pura y dura. La actuación de Diego Costa, por nivel y estilo, en estos momentos solo podría ser emulada por Luis Suárez.
Marcelo e Isco resultaron imparables para el Atlético de Madrid.
Por agitar el árbol a ver si algo caía, el Madrid dibujó un 4-4-2 en alguna salida de balón en el inicio del segundo tiempo, con Di María pegado a la izquierda y Cristiano -que no hizo nada hasta el gol- como segundo delantero. Fue en vano. Lo que sí cambió el partido fue la entrada de Marcelo en el 60. La presión atlética perdía velocidad en los ajustes y la pelota blanca viajaba más, más rápido y mejor. Marcelo marcó la diferencia asociándose. Sus controles y pases metieron al Madrid en campo contrario, al Atlético en el suyo y el Real pasó a dominar. Y tras el ingreso de Isco (minuto 72), alcanzó un nivel verdaderamente alto. Isco levitaba -fue espectacular- y Modric brotó. Marcelo y Carvajal, muy profundos, les hacían jugar a placer. El fin fue una alegría para el Atleti.
Que con la Liga en juego, tras una tralla de aúpa, contra el reloj y ante una roca defensiva el Madrid firmase una media hora final tan buena con la pelota dice mucho sobre el poso que está adquiriendo como equipo. En cuanto al Cholo, la Liga se le ha complicado algo, pero, sin perder la consciencia del partido a partido, seguro que tiene un sueño: que Messi tome el Bernabéu y el título se decida en una Final entre Barça y Atlético en el último día del curso, en el Camp Nou. Posible es.
@1cafelitoalas11 3 marzo, 2014
Excelente análisis, Bezema no se merece una pequeña mención? Aun no estando espectacular, de la BBC fue el mejor, y su juego de pivote-punta es cada día más fino.
Por otro lado, me encantaría ver como el Bayern de Guardiola plantería un partido contra el Madrid de los laterales y el Atleti roca