Hay un fuerte olor a ceniza y el viento sopla en un silbido tan elocuente como el silencio de los muertos; un spaghetti western que quiere disipar las nubes del cielo y al cielo de la tierra y del campo. Allí dónde el hombre alza la mirada para enfrentarse a los dioses, el niño que juega se olvida lentamente, como una película que se desvanece al recordarla, dando paso al héroe de la vieja añoranza. Desanda sus pasos, entonces, el herido caballero de la duda, derrotado por la afilada espada de la esperanza y el destino. No hay lugar para tormentos ni demonios. El rey extiende sus alas sobre el mar de los cadáveres que fallaron y entona triunfal esa canción que el espectador escucha cuando sueña despierto.
¿Quién eres, Neymar? ¿Eres un niño? ¿Eres un héroe? ¡Qué eres, Neymar, si no el eco de la memoria de los hombres sin rostro que te admiran! Cuando la noche cae y el himno de la Champions retumba en el corazón de los reyes de antaño, los que no temen, los que no lloran, tú apareces sobre las tablas de la historia. Los segundos dan vueltas al reloj que te juzga y tú sonríes porque nunca ha caído Damocles sobre tu corona profética. Pero tu vida es una escalera y cada partido es un escalón, una trampa de la historia contra tu leyenda. El sol se oculta con recelo mientras la bóveda celeste se torna multicolor. Y tú, Neymar, ¿Qué haces? ¿Levitas o te hundes? «¡Vivo!» susurras.
Zidane05 18 febrero, 2014
Escribes demasiado bien, pero no queda para el deporte. Deberías dedicarte a la poesía, que verso tan exquisito.