Hace siete días, el Barcelona renovó su colocación y su reparto de roles. Lo primero, en tres apuntes, se basó en que Sergio liberó el lugar del mediocentro, en que a Messi no se le pedía juego entre líneas sino que bajase a la zona de los interiores y en que Cesc Fàbregas no hizo de centrocampista, sino de una suerte de pívot en la corona del área que recibía de espaldas a portería. En la escala jerárquica salió como beneficiado Xavi, a quien se le devolvía el timón del juego desde el primer pase, algo que el Tata le había retirado a su llegada en favor de Busquets. Además, en cuestiones ofensivas Messi volvió a ser el motor absoluto, el protagonista del 90% de los ataques. Dicha propuesta derivó en una avalancha de ocasiones peligrosas que ni Caballero pudo compensar. Solo hubo un pequeño lunar, el centro del campo pareció frágil (o escaso) tras perder el balón. Y Pizzi se fijó.
El inicio ché fue muy inmaduroLa concentración ché fue el termómetro de este Barça-Valencia. Salió queriendo adelantar su defensa, achicar en el medio y que los robos no los hiciesen sus zagueros, sino Fuego, Romeu y Parejo, el triángulo de su 4-5-1. Tras tenerla, todos menos los centrales y el pivote saldrían a la contra con la esperanza de que lo que Pizzi había visto contra el Málaga no fuese una ilusión sino un defecto culé real. Lo que pasó es que todo esto el Valencia lo hizo muy mal, sin seriedad. Parejo y Romeu, como Barragán y Bernat, abandonaban su posición en busca de un quite imposible y dejaban su lugar vacío, conducta que quedó reflejada en dos datos implacables: en 30 minutos había intentado nueve tackles y solo en uno había tocado el balón y había ido a nueve saltos y solo había ganado dos. Estamos hablando de regalar ventajas numéricas al equipo de Leo Messi. Para rematar la faena, cada intento de contra terminaba en pérdida irresponsable con la mitad del grupo descolgado.
La primera media hora del Barcelona fue un festival ofensivo.
El Barcelona explotó el cuadro y jugó media hora de las que acaban en 3-0. Su nueva colocación le hace juntar a mucha gente buena arriba y consigue que Messi siempre ofrezca sensación de movimiento, siempre parece presente y peligroso, y eso se traduce en ocasiones. Porque encima hay que considerar dos cosas más. La primera es que el Barça es un colectivo único tomando (sus) decisiones. Si no se le plantea oposición seria jamás se ofusca, es pura claridad, se lucen de memoria. La otra es que ahora mismo su plantilla está, en general, en su mejor momento del año. Fresca, dinámica e incluso inspirada. Crea muchas ventajas de manera individual. Los resultados no lo certifican, pero en el césped se nota. Sí hay que decir que esta exuberancia y el mal hacer del Valencia no dieron pie a un partido cerrado. Ni siquiera en ese inicio en el que jugó a placer. O sea, el fallo del dibujo se sintió.
Valdés, Piqué y Masche, batidosLo que viene a pasar es que, si el Barça no acaba jugada, en el momento en el que pierde el balón sus interiores vienen a ser Leo Messi y Xavi Hernández. Además, como Sergio está más liberado y no se queda pinchado en el centro como antes, su inercia es acercarse al balón, éste suele estar en la derecha y el lado izquierdo se queda sin su influencia defensiva. En cuanto el Valencia se calmó y pasó de ir a robar a esperar el fallo, el Barça, que además bajó mucho su intensidad, dejó de terminar sus jugadas y se quedó expuesto. Parejo y Feghouli empezaron a montar contras contra un equipo descompuesto. La transición defensiva culé no existía. Y esta vez no surgieron Víctor Valdés, Piqué y Mascherano para disimularlo. Estuvieron mal y el Valencia llegaba con demasiados.
Como en cada pinchazo, el último cuarto de hora culé fue malo.
A medida que pasó el tiempo, el Barça fue perdiendo la compostura en general. Se puso bastante nervioso y Dani Parejo, que no sabe lo que significa eso, le dio uso a su pachorra. Fue la ya típica súper actuación del pasador técnico que protege la pelota contra el Barcelona aprovechando lo desprovisto que está de quite en la medular. Por supuesto tiene mérito asumir ese papel, aunque más a nivel mental, por atreverse a ser el dueño del balón ante sus dueños oficiales, que a nivel futbolístico, porque la resistencia culé es de verdad pequeña. Y si además de que es discreto en lo físico y lo técnico tiene la inferioridad táctica comentada por el ajuste entre Cesc y Messi, la oportunidad se acentúa. Hasta 12 faltas cometió el equipo de Gerardo Martino solo en la segunda parte. No es que no quisiese ganar, es que no sabía cómo.
A la vuelta de la esquina espera la Real Sociedad. ¿Insistirá Martino en este sistema intentando limar sus asperezas y quedarse con su parte buena (que existe) o volverá a intentar algo nuevo? En cuanto a Juan Antonio Pizzi, sabe que lo de ayer es un paréntesis en su temporada. La suya de verdad volverá la semana que viene. Este próximo viernes hablaremos sobre sus nuevas perspectivas, en Ecos del Balón.
Abel Rojas 2 febrero, 2014
Chicos, a ver si es posible que tengamos una conversación sosegada y productiva en la que todos intentemos sumar reflexiones, preguntas, impresiones a lo que cada uno quiera pero desde la tranquilidad. Y a ser posible, hablando sobre el Valencia y el Barcelona a 2 de febrero del 2014 como equipos inmersos en una Liga en la que tienen que mejorar, o no, para cumplir sus objetivos.
Sobre otros retos ya tendremos tiempo de hablar cuando llegue la hora.
Personalmente creo que con el volumen ofensivo que crea jugar así el Barça debería recuperar el ritmo de los 100 puntos. Es difícil que este Barça marque menos de dos o tres goles y Piqué y Valdés estarán más atinados regularmente.
Ni me posiciono a favor ni en contra. Solo apunto eso. Creo que es más preocupante la poca respuesta emocional. El Barça pierde los nervios demasiado pronto. Puede deberse justamente a tantos cambios. Ha intentado varias tretas y en todas abandonó tras el primer pinchazo sufrido. No sé. Es una opción.