Desde sus inicios el fútbol administra los colores como un signo de identidad fundamental. A finales del siglo XIX, cuando los primeros balones del fútbol moderno rodaron por los campos británicos, elegir entre la gran variedad de posibilidades cromáticas para distinguir la propia camiseta no planteaba mayor dificultad que encontrar algún motivo convincente para vestir unos colores u otros. Así le ocurrió al Manchester United, fundado en 1878 como brazo deportivo de la compañía ferroviaria L&YR, que vistió en sus primeros tiempos el verde y el dorado característicos de la empresa. Formado el mismo año para ofrecer recreo deportivo a los parroquianos de la iglesia de Santo Domingo Metodista, el Everton tuvo menos clara su elección, pasando en poco tiempo por el azul, el blanco, el salmón y un negro fúnebre poco afortunado. De haberse dedicado al fútbol siglos antes, cuando los colores llamativos planteaban mayores dificultades técnicas, el equipo de Liverpool no hubiera sido víctima de la indecisión. ¡Pero tampoco habría acabado vistiendo de azul!
Pocos colores contrastan más en un campo que el rojo y el azul.
A lo largo de la mayor parte de su historia el ser humano ha vivido en un mundo de grises y marrones, pues manejar otros colores suponía acceder a tintes de obtención compleja que se extraíanEl azul siempre fue muy difícil de conseguir de materias primas a menudo raras y diferentes en cada caso. Tan abundante en la naturaleza como esquivo al ingenio del hombre europeo, el azul fue durante mucho tiempo un color tan difícil de domesticar en el viejo continente que sus gentes cuestionaron su misma existencia. Si el nombre hace la cosa no deja de ser curioso constatar que en latín no existiera ninguna denominación específica para el azul que no se prestara a la polisemia confusa, algo muy similar a lo que ocurría con el griego antiguo. El azul tampoco ilustró las pinturas rupestres, en las que imperaba una combinación de tres tintes mucho más accesibles que han presidido desde antaño los grandes códigos cromáticos de la civilización occidental: rojo, blanco y negro, los mismos colores que en 1902 adoptó el Manchester United al asumir su nombre vigente y dejar atrás sus raíces ferroviarias.
No fue hasta la baja Edad Media que el uso del azul ganó verdadera importancia en el arte y la vestimenta europeas, siempre restringido al patrocinio de las esferas más adineradas. Al alcance de unos pocos, el índigo que llegaba de tierras exóticas aseguró al hombre occidental el manejo de tintes azules de gran calidad que desde ese momento dieron color a las enormes transformaciones culturales que desembocarían en el nacimiento del mundo moderno. Rojo y azul se opusieron desde entonces en muchos terrenos, como por ejemplo encabezando las simbologías católica y protestante tras la Reforma o contraponiendo en fechas más recientes a conservadores y socialistas en un plano político muy dado a disfrazar con colores tan llamativos sus grises bipartidismos. Así no es de extrañar que en el terreno futbolístico el Everton, cuya camiseta ostenta el lustroso “royal blue” desde 1901, reconozca por el color rojo a sus mayores adversarios, una característica que no sólo afecta a esa antigua escisión de aficionados azules hoy conocida como Liverpool FC.
La rivalidad ha crecido durante estos últimos años.
Everton y Manchester United se cuentan entre la hornada más veterana de los clubes británicos y ya estuvieron presentes, respectivamente, en el debut de la primera y la segundaAmbos clubes confiaron en sus proyectos división de la liga inglesa. Rojos y azules, por lo tanto, se han visto las caras muchas veces, pero esta relación nunca fue tan intensa como en tiempos recientes. Con permiso del feudo londinense de Arsène Wenger, a lo largo de los últimos años ambos clubes han encarnado como ningún otro el valor añejo de confiar a un mismo entrenador las riendas de un equipo a lo largo de muchas temporadas. Tanto fue así que el patriarca del modesto se postuló como el único candidato posible a la sucesión del amo y señor del más poderoso, cerrando de este modo el impactante paso de Moyes por el banquillo del Everton.
No pasó mucho tiempo hasta que los casi 27 millones de libras del traspaso de Wayne Rooney al Manchester United, motivo inicial de decepción entre los parroquianos azules, se contemplaran como el pilar de la gestión del entrenador escocés, reconocible desde entonces por vender caro y fichar barato al tiempo que la economía del club y su competitividad sobre el césped ganaban solidez. Fue el primer gran capítulo de una relación intensa con el equipo de Alex Ferguson, al que el Everton de David Moyes derrotaría el 20 de abril de 2005 con un gol de Duncan Ferguson en un partido bronco que enrojeció el irritado rostro del entrenador visitante y mandó a Paul Scholes y Gary Neville a la caseta antes de tiempo. La victoria aseguró la clasificación del equipo local para la Liga de Campeones, una gesta que contempló uno de los mayores estallidos de euforia que ha conocido Goodison Park.
El Everton de Moyes siempre competía ante los grandes.
El estadio azul presenció otra victoria sonada ante Alex Ferguson el 20 de febrero de 2010. Tras un curso más discreto de lo que venía siendo habitual los hombres de David Moyes remontaron el golEn 2009 Moyes apeó al United de la FA Cup inicial de Dimitar Berbatov para terminar ganando por 3-1 y reparar de esta forma la enorme decepción que supuso la goleada encajada en Old Trafford en la primera vuelta del campeonato. Porque si algo caracterizó al Everton del actual entrenador mancuniano fue su capacidad para competir con el pecho inflamado y las mangas remangadas los partidos contra los gigantes de la competición. Si bien la afición azul no exigía la victoria en cualquier plaza, sí esperaba de los suyos que aseguraran marcadores ajustados y mantuvieran vivas sus opciones hasta el último aliento, por lo que el triunfo sobre el Manchester United en la Copa de 2009 sigue contándose entre las gestas más recordadas de la historia reciente del club.
En la final se impondría el Chelsea de Guus Hiddink, el que la jugó vestido de azul, pero en la memoria del subcampeón nada empaña el recuerdo del Everton que eliminó en semifinales a un equipo todopoderoso tras un partido malo, feo, incierto y competido, sin goles, de esos que la hinchada aprendió a disfrutar con David Moyes. Ya se sabe que para gustos los colores.
sergiopl14 5 diciembre, 2013
Qué bonito, divertido y estimulante es este Everton de Bob. Esa combinación de juventud y jugadores más veteranos identificados con la causa. Ese carisma que destila la entidad, a la sombra del Liverpool en la Historia moderna, pero siempre capaz de sacar jugadores interesantísimos. Se nota que es mi equipo favorito de la Premier de este año, no?