«Yo llegué a Sevilla con 27 años sin saber apenas qué significaba este club, pero ahora puedo decirlo: el Betis es distinto». En 2010, Pepe Mel se encontró al conjunto bético en las mismas circunstancias en las que lo había conocido en 1989: en Segunda División, con muchos problemas económicos y necesitado de un impulso emocional. La diferencia entre ambos momentos, como él mismo explica, iba más allá de que antes se vistiera de corto y ahora con corbata. La diferencia, la gran diferencia, es que Pepe Mel ahora era bético. Un tema que puede llegar a sonar baladí, tribunero o incluso accesorio, pero que recientemente hemos visto lo beneficioso que puede resultar. Identificarte y conocer el club que lideras te da un extra, un plus, que el Real Betis Balompié necesitaba.
Porque la situación, realmente, era muy delicada. La inestabilidad institucional (cuatro presidentes en doce meses) y las dificultades para hacer frente a las deudas (entra en proceso de concursal) teñían de gris el futuro deportivo de un club que vivía su segundo añoCuando Pepe llega al Betis, la situación del club es muy delicada en el infierno lleno de dudas. «En la primera pretemporada, recuerdo que un periodista me preguntó si íbamos a pelear por ascender o por no descender», rememoraba el técnico madrileño. Aún así, la realidad futbolística no era mala. Se habían ido piezas muy importantes como Sergio García o Mehmet Aurelio, pero la plantilla aún tenía futbolistas contrastados, como Iriney o Emana, con los que emprender el camino de vuelta a Primera. No sería fácil, pues tuvo que lidiar con el ruido exterior mientras agrupaba a una masa social muy desorientada, pero lo terminó logrando de forma brillante: el Betis ascendió al ganar la Liga Adelante más potente que se recuerda. Además, lo hizo coleccionando los elogios del fútbol nacional, un aspecto que Pepe Mel consideraba fundamental para su idea de club: «Creo que el Betis en Primera es una necesidad. Debemos intentar recuperar esa simpatía que el Betis generaba en todos los campos. Me gustaría recuperar eso, esa solera que tenía el club».
Volver a proyectarse como un club carismático era uno de los pilares del nuevo proyecto que emprendió el Betis aquella temporada, pero evidentemente no era el único. Ni el más importante. El club debía adaptarse a su nueva realidad económica, en la que cada inversión tenía que ser tan reducida como certera. De esta manera, en los cuatro años de la era Mel sólo dosLos apuros económicos obligaron a Pepe Mel a exprimir a los fichajes y tirar mucho de cantera fichajes superaron el millón de euros (Jorge Molina 1,6M & Xavi Torres 2,8M), dejando así un balance final positivo de tres millones. En que los resultados deportivos no se resintieran, sino que además se potenciaran año a año superando cualquier previsión, tuvo mucho que ver el técnico madrileño. En primer lugar, porque logró sacar un gran rendimiento a jugadores que estaban catalogados como «de Segunda» hasta convertirlos en jugadores asentados en Primera. Sobresale el caso de Rubén Castro, que con Mel ha terminado siendo todo lo que prometía en la UD Las Palmas, pero también es el de Jorge Molina, Salva Sevilla o José Antonio Dorado. Y en segundo lugar, porque se apoyó de forma continuada en una cantera que no dejó de producir talento. En concreto, fueron 16 los futbolistas que dieron el salto en este periodo: desde Beñat y Cañas (2010) hasta Nono y San Miguel (2012) pasando por Pozuelo y Vadillo (2011). «Yo mido la cantera por la gente que llega al primer equipo, más que por los resultados de un juvenil o un cadete», argumentaba. Una idea compartida por el club que propició «El proyecto Heliópolis», con el que la entidad pretende potenciar su cantera hasta lograr que, en un plazo estimado de diez años, el 70% de la plantilla del primer equipo sea de la casa. Le está costando arrancar, pero como decía el propio Mel: «el futuro del Betis tiene que ser éste, porque no podemos competir económicamente con muchos equipos».
Durante su etapa en el banquillo bético, Pepe Mel demostró una gran versatilidad táctica.
Con el bloque bastante asentado y varias cesiones muy apropiadas (Paulao, Jefferson Montero y Santa Cruz), Pepe Mel comenzó su segunda temporada en el Betis con la misma fórmula con la que se había dado a conocer ante el Barcelona de Guardiola en la Copa del Rey: mucha cuota de balón y muchos hombres involucrados en ataque. El inicio fue prometedor con cuatro victorias en otros tantos partidos, pero pronto el talento táctico de la Liga BBVA comenzó a condenar una propuesta a la que le costaba encontrar la vía del gol y que concedía demasiadas facilidades. Del 12 de 12 al 1 de 30. Diez partidos sin ganar; nueve derrotas. Con Pepe criticado y cuestionado, la directiva medió para que alterara su idea futbolística. Es decir, le pidió que ganara. Como fuera. No tenía que ser el «Barcelona de Segunda», sino un equipo competitivo en Primera. Mel escuchó, cambió y comenzó a dibujar al Betis que luego entraría en Europa.
La solución que encontró el técnico madrileño no funcionó el primer día (derrota en Pamplona), pero si en el segundo (2-1 ante el Valencia) gracias a dos goles de Rubén Castro en los minutos finales. El canario salvó el puesto de Mel aquel sábado, pero su relevancia no se quedaría ahí. No iba a ser un mero goleador. Ni siquiera sólo su estrella. Rubén era la posibilidadLa velocidad de Rubén Castro dio victorias, pero Pepe Mel no logró enamorar al Villamarín de cambiar de estilo, pasando de jugar con un 55% de posesión a hacerlo con un 40% sin perder producción ofensiva. Rubén era la versatilidad táctica que permitía jugar en 4-4-2, 4-2-3-1 o 4-3-3. Rubén era la pizarra de Mel, hasta el punto de que sus ausencias se traducían en derrotas. «Lo principal es que hoy somos más verticales por la velocidad de los extremos y de Rubén Castro, así que cuanto antes los pongamos en contacto con la pelota más gana el equipo. Antes las cualidades eran distintas y elaborábamos más el juego, pero los resultados están siendo buenos y hay que estar contentos con esto», explicaba Pepe Mel. El acierto del delantero (16 & 18 goles en la Liga BBVA), se tradujo primero en la permanencia en la 11/12 y, posteriormente, en la clasificación para la Europa League en la 12/13. Por el camino, el Betis encontró en la velocidad y en la intensidad su patrón de juego. El equipo recuperaba arriba con Cañas, trazaba ataques cortos con Beñat y la calidad individual de atacantes como Dorlan Pabón hacía el resto. Sin embargo, era un Betis muy mecánico. Demasiado para un club que siempre se ha sentido ligado al carácter artístico del juego. Va en su sangre, y contra eso no se puede ni se debe luchar. El Villamarín, pese a las numerosas victorias, nunca se entregó por completo. Mel lo había conquistado, pero no lo llegó a enamorar.
Sea como fuere, el vestuario estaba convencido. «Es más importante dominar la gestión de un grupo que acertar con un sistema o en la táctica que vas a usar. Manejar un grupo de chavales jóvenesLos derbis sevillanos se le iban a complicar desde el primer minuto, cada uno de su padre y de su madre, que luchan todos a una y creen en un entrenador, es vital. Tener a los jugadores contigo es acercarte en un tanto por ciento muy alto al éxito», exponía Mel. En sus tres primeras temporadas ese éxito se trasladó prácticamente al día a día, pero no se alcanzó en los dos partidos más importantes del año: los derbis ante el Sevilla. El entrenador bético comenzó golpeando primero (1-2 en el Pizjuán), pero luego se vio muy superado tácticamente por Michel (derrota 5-1 en el Pizjuán) y, sobre todo, Unai Emery (3-3 en el Villamarín, derrota 4-0 en el Pizjuán). «Después del 5-1 me quería morir, me fui con mi mujer a Cádiz y estuve dos días perdido. Sabía lo que me esperaba. El primer entrenamiento fue durísimo, lo pasé muy mal. A partir de ahí todo cambió, el Betis fue para arriba y el Sevilla, curiosamente, para abajo. Me quedo con los seis puntos que le hemos sacado al Sevilla», razonaba el entrenador verdiblanco. Ciertamente en los derbis fue superado desde el primer minuto, pero en su mérito está el haber levantado al equipo después de semejante derrota. Aunque se suela decir, un partido así no vale sólo tres puntos. Un Betis – Sevilla puede llegar a marcar un curso entero. Pepe Mel, pese a la mayúscula decepción, lo evitó.
Cuando más arriba estaba, las fichas de su particular dominó fueron cayendo una a una.
Tropiezos puntuales al margen, Pepe Mel acabó la pasada temporada como uno de los técnicos con mejor reputación de la Liga BBVA. Su nombre comenzó a sonar con fuerza para varios banquillos que, en teoría, podían suponer un paso adelante en su carrera, pero decidió renovar hasta 2017. «Yo estoy ahora mismo metido en una historia, por llamarlo de alguna forma, de ver crecer a un club que lo hemos cambiado radicalmente. Verlo crecer lentamente y llevarlo de la mano. Estamos creciendo juntos», comentaba. Un discurso que no era puntual, sino que había mantenido durante toda la temporada. En cada rueda de prensa y en cada entrevista, Mel se esforzaba por mandar un mensaje largoplacista. «Yo deseo hacer más de 262 partidos y dejar a Serra Ferrer atrás, porque significaría que llevo mucho tiempo aquí. Es un deseo y un sueño, pero la realidad es que después de Valladolid vendrá Getafe. Los entrenadores sabemos que en todos los contratos hay una letrita pequeña que pone que el balón tiene que entrar y, si no lo hace, tienes problemas», decía en lo que, visto con perspectiva, terminó siendo una involuntaria premonición.
En verano muchos titulares decidieron tomar otro camino (Beñat, Cañas, Mario, Pabón, Campbell…) y, aunque la imagen del debut en el Bernabéu fue positiva, Mel no logró adaptarse a los cambios ni tampoco a disputar dos competiciones. Pareció perder ese don por el que, como él mismo decía, cada vez que intentaba una cosa le salía bien. Y, en realidad, es que lo había perdido. Rubén Castro, el trampolín que construyó Mel para saltar de Segunda a la Europa League, sólo ha podido disputar 140 minutos este curso. Sin él, el Betis perdió gol. Sin él, el equipo se fue rompiendo. Sin él, Mel no tenía joker. Lo recuperó para el último partido, pero ya era tarde. La dinámica negativa había atrapado al equipo, y el destino lo remató con un giro argumental muy cruel. En la mejor actuación del Betis en meses, Rubén tuvo una ocasión clarísima para marcar el 3-1 y así respaldar a su principal valedor. Pero el balón no entró. «Le di muchísimas vueltas a esa oportunidad, porque de marcarla Pepe hubiera seguido aquí. Habríamos logrado los tres puntos y la gente estaría más tranquila. Con Mel tenía algo especial, me conocía, y conmigo siempre se portó muy bien. Va a ser muy complicado para mí y para todos», reconocía ayer el canario en una entrevista en la que también dijo «que era un amigo, un padre para él». Como avisó Pepe Mel, la directiva se remitió al día siguiente a la «letrita pequeña» del contrato. Su sueño se había acabado, pero en su emotiva despedida hizo un esfuerzo para, entre lágrimas y con la voz cortada, resumir en un par de frases el sentido de sus tres años y medio al frente del Real Betis Balompié: «Quiero dar las gracias al beticismo en general, a la gente de a pié, y les pido por favor que el mismo cariño que han tenido conmigo se lo den al nuevo entrenador que viene. […] El beticismo ahora tiene que estar unido; Garrido es ya uno de los nuestros».
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@DomingoPrez 13 diciembre, 2013
Impresionante. De verdad, magnífico artículo, con los que más he disfrutado leyendo. Y el último párrafo, brutal, muy emotivo. Enhorabuena (y gracias) Quintana, menudo lujazo te has marcado 😀
Pepe Mel se merecía un artículo como este. Espero, es más, deseo, que su aventura en el Betis sea un punto y aparte, para que la retome en un futuro. Mientras, me gustaría verlo en tierras inglesas.
Como recuerdo personal de Pepe Mel, tengo en mente un partido que tuve la suerte de presenciar en directo. UD Las Palmas 2-2 Betis. De la temporada 2010/2011, recuerdo ese encuentro a la perfección. Más de 20.000 personas en el campo (algo difícil de ver hoy en día), el Betis remonta el gol de Jonathan Viera, expulsan a Emana, los típicos pitos a Rubén Castro… y el empate en el descuento de Sergio Suárez, de falta directa, en la portería que me quedaba más cerca. Locura. El Betis llegó líder, y daba la sensación de equipazo, de conjunto poderoso. Y yo me quedé con esa sensación. Y es el Betis con el que me quedo, el de estos últimos años. Y Pepe Mel ha sido el artista que lo construyó. Maravillosa persona, no todos actuarían igual después de lo que le han hecho. Desde aquí, ha ganado un admirador