Me ocurrió cuando se pitó el final del partido y Bosnia y Herzegovina se vio en Kaunas dentro de la Copa del Mundo por primera vez. El fútbol volvía a emocionar a uno. Escuchar a ese relator bosnio enloquecido, observar a un veterano como Rahimic explotar de entusiasmo, asomarse a las calles de Sarajevo tomadas por la gente, comprobar que Safet Susic sigue a la altura de su mito como futbolista… Es raro cuando no hay filiaciones vitales ni una identificación puramente pasional y personal, pero Bosnia siempre despertó mi cariño, quizá porque uno creció viendo el sufrimiento de ese incipiente país en los años 90. Sin exaltaciones serias de por medio (Andorra, Zaragoza, Selección, Milan y Manchester United), puede que únicamente Basilea y la selección suiza me hayan producido tanto cariño a través del fútbol como los bosnios. Lo cuento tal cual. Por eso, me alegré por lo sucedido en Lituania.
Bosnia no es un país cualquiera. Hace 19 años no existía. Ni siquiera podríamos considerarlo un país al uso. Es un estado de estados, o un estado de naciones. Incluso después de las guerras yugoslavas resulta complicado analizar una entidad tan compleja como Bosnia y Herzegovina. Siempre digo que es el vestigio perfecto de lo que fue Yugoslavia: una nación de naciones y diversidad étnica. Los Acuerdos de Dayton de 1995 pusieron fin a aquel conflicto atroz y parieron Bosnia como la conocemos ahora: un país multiétnico, extremadamente descentralizado, con una estructura político-administrativa ultrafederal que divide fundamentalmente el país en dos estados: la Federación de Bosnia y Herzegovina (con mayoría bosniaca –musulmanes- y bosniocroata) y la República de Srpska (de predominio serbobosnio), más el distrito de Brcko (de proporciones multiétnicas), cantones, municipalidades, ciudades oficiales…, y un sistema de gobierno central basado en una presidencia rotatoria entre el representante de cada minoría.
Resulta complicado hablar de identidad nacional en ese hervidero de pueblos, más después de lo sucedido hace 20 años, cuando las tensiones nacionalistas y los odios raciales desembocaron en lo que desembocaron. Desde los Acuerdos de Dayton, han transcurrido 18 años. En este tiempo se han relajado las relaciones entre comunidades, aunque el país sufre un importante retraso económico, con un 45% de desempleo y un escaso tejido industrial, y laLa selección resulta un motivo de unión dentro del contexto del país diversidad étnica sigue generando episodios de segregación (casi no hay matrimonios mixtos entre nacionalidades, los colegios están divididos en los pueblos en función del grupo étnico, los lugares de ocio, los bares, las tiendas o los barrios siguen fragmentados en muchas ciudades…). Hay fallos en el sistema, pero al menos hay estabilidad. Siguen existiendo cicatrices sin cerrar, pero hay cierta calma más allá de ciertas ambiciones ultranacionalistas. Hay voluntad de olvidar, de seguir adelante, hay una evolución democrática y, sobre todo, algo que en Dayton no pudieron redactar los diplomáticos en los papeles: la selección de fútbol dirigida por Safet Susic. En 18 años, no ha habido un símbolo de reconciliación, ni un ejemplo de identidad común –aunque es obvio que hay quien se resiste- como la selección de fútbol, de todos los bosnios: bosniacos, serbobosnios y bosniocroatas, los tres pueblos que se lanzaron a tiros y a excavar fosas comunes hace nada. Basta con observar las celebraciones de estos días, incluso, en bastiones serbobosnios como Banja Luka o Bijeljina, para descubrir que ese equipo está haciendo algo por ese país.
La selección de Susic ha conseguido unir a todos los componentes del pueblo bosnio.
La selección de Bosnia ha crecido rumbo a Brasil durante este tiempo y acaba de alcanzar su mayoría de edad con un equipo que conjuga singularidades, pues la gran mayoría de sus futbolistas son hijos del exilio, jugadores crecidos en el extranjero, en la diáspora de Alemania, Canadá, Suecia, Luxemburgo, Suiza o Estados Unidos. Unos nacieron en Bosnia y marcharon de niños como refugiados. Otros nacieron como emigrantes. Otros se quedaron… AhoraEl plantel bosnio es un crisol de procedencias todos ellos defienden la misma bandera. Hay mayoría musulmana (Dzeko, Spahic, Ibisevic, Bergovic, Medunjanin o Pjanic), pero también hay una continua presencia serbobosnia (Misimovic, Vranjes o Stevanovic) y bosniocroata (Mujdza, Pandza, Vrsajevic o Sunjic). Puede que por pertenecer a otra generación o porque muchos de ellos, especialmente los de origen bosniaco, se educaron y crecieron lejos de su país, pero todos ellos han demostrado un intachable amor por su selección, su patria y la reconciliación. Si por algo se destaca al grupo de Susic es por el clima fraternal del vestuario. Misimovic pudo elegir jugar con Serbia. Mujdza pudo defender a Croacia. Begovic, a Canadá. Pjanic, a Luxemburgo… Otros lo hicieron, antes o después. Los serbobosnios Savo Milosevic y Vidakovic eligieron Yugoslavia/Serbia y Montenegro en su día. El bosniocroata Mario Stanic escogió Croacia. Y más recientemente, Marko Marin se decantó por Alemania, Ibrahimovic por Suecia, Arnautovic por Austria, Gavranovic por Suiza, Handanovic por Eslovenia, Ljajic, Kuzmanovic y Subotic por Serbia, Jelavic, Kovacic, Lovren y Corluka (nacidos en territorio ahora bosnio) por Croacia… Todos ellos, por lugar de origen o por derecho natural, podían haber jugado con Bosnia. ¿Imaginan? Aunque posiblemente, sólo Subotic, Lovren y Corluka serían realmente útiles para reparar las insuficiencias estructurales de la selección de Susic.
Pese a todo, no ha sido impedimento para que Bosnia haya alcanzado por fin su Copa del Mundo. Quedaron cerca de un gran torneo en las dos últimas fases de clasificación, para el Mundial de Sudáfrica y la Eurocopa de Ucrania y Polonia. Portugal los marchitó en sendas repescas. Le acompañaba al equipo la sombra de la fatalidad. Era Bosnia, y Bosnia quedaba en el recuerdo como uno de los lugares con mayor fatalidad de Europa. Incluso en septiembre, después de perder en casa contra Eslovaquía, aparecieron esas nubes. Pero no, en pocos días corrigieron el desliz en tierras eslovacas.
En las pasadas fases de clasificación cayó en la repesca ante la Portugal de Cristiano Ronaldo.
La selección bosnia ha marcado una creciente evolución desde que debutó como país independiente hace 18 años. Cabe destacar algunas claves generales de esta progresión. Sus principales futbolistas han alcanzado, o van camino de ella, la madurez en escenarios internacionales importantes, como Pjanic, Ibisevic o Dzeko. Atrás quedan las viejas estrellas de la incipiente Bosnia independiente, Barbarez o Salihadmidzic. La Federación ha sido depurada después de escándalos de corrupción y un funcionamiento desordenado (con una presidencia rotatoria entre los grupos étnicos, calco del sistema de gobierno del país) que provocó la intervención y sanciones de la FIFA. También ha mejorado la organización de las competiciones internas. Al principio, cada nacionalidad tenía su torneo, aunque la Federación estaba controlada por bosniacos y los representantes en Europa eran clubes de esa naturaleza. Hasta 1998 no se unieron los equipos bosniocroatas. Y hasta 2002 no cabe hablar de una liga bosnia unificada, fecha en la que se integran los clubes serbobosnios. Aunque las infraestructuras son malas y no predomina el buen nivel, las competiciones han ganado firmeza, los clubes van creciendo paulatinamente y los sistemas de formación van arraigando.
Otro factor crucial han sido las acciones federativas para reclutar a los bosnios de segunda generación. Demasiados futbolistas se quedaron por el camino. Hay bosnios con derecho a pasaporte y ciudadanía dispersados por medio mundo. La guerra movilizó a un cuarto de la población de Bosnia, casi dos millones de refugiados. Las Federación activó hace un año un plan para detectar, captar e invitarBosnia intenta que no se le escapen los jóvenes talentos del futuro a los cientos de futbolistas de origen bosnio disgregados por el mundo, en su etapa profesional o, sobre todo, formativa. Algunos rechazaron. Haris Seferovic (Real Sociedad) prefirió el país adoptivo de sus padres, Suiza. La joven estrella Alen Halilovic (Dinamo de Zagreb), uno de los mayores potenciales del fútbol europeo, de padre bosnio, optó por Croacia. Pero otros no han dudado en tramitarse el mismo pasaporte que sus abuelos y padres. Tres ya han debutado en las citas de Susic. El mediapunta Izet Hajrovic, que fue cachorro de Wenger en el Arsenal e internacional suizo sub 21, ya es un fijo para Susic. Ermin Bicakcic, mejor central de la pasada Bundesliga 2 con el Eintracht de Braunschweig e internacional juvenil alemán, ya fortalece la defensa, al igual que el portero suplente Jasmin Fejzic (Aalen). Les seguirá Sead Kolasinac, el polivalente defensa del Schalke 04, nacido en Alemania y comprometido ya para el Mundial, donde se presume un refuerzo esencial. Y se espera que hagan lo mismo y acepten jugar con Bosnia una larga nómina de promesas, muchas de ellas ya internacionales inferiores con otras selecciones: el austriaco Hadzic (Sturm Graz), los suecos Atajic (Celtic Glasgow), Suljic (Chelsea) y Tankovic (Fulham), los suizos Sacirovic (Luzern), Tabakovic (Young Boys) y Seferagic (Basilea), los alemanes Omerbasic (una de las mejores piezas de la fábrica del Schalke 04 y nacido en Bonn) y Mujezinovic (Stuttgart), el belga Arslanagic (Standard de Lieja), el danés Dario Dumic (Brondby) o el francés Prcic (Sochaux). Si debutan con las absolutas de esos países, no podrán jugar para Bosnia. Incluso dos de los aspirantes los tenemos afincados en España: Kenan Kodro (Real Sociedad), donostiarra e hijo del mito Meho, y Edin Hadzic, canterano del Hércules.
Estos movimientos diplomáticos de la Federación bosnia están encaminados a solucionar uno de los grandes defectos de la selección en los últimos tiempos: la profundidad de plantilla. Bosnia se ha caracterizado por construir un bloque muy homogéneo, escaso de número, en torno a la treintena, con más o menos 20 fijos en los planes de Susic, y escaso también de registros, con muchos futbolistas de perfiles repetidos. Ese bloque compacto ha propiciado el estrecho entendimiento entre futbolistas, pero también ha limitado los márgenes de solución de Susic, quien, de todos modos, tiene su táctica: juegan los mejores y con mayor pedigrí. La posición es secundaria. Así tenemos un equipo con una sobreabundancia de mediapuntas de creación, como Pjanic, Misimovic, Ibricic o Hajrovic. Con escasez de delanteros, con sólo Dzeko e Ibisevic, y que, como es obvio, juegan los dos. Sin apenas mediocentros defensivos, si acaso Rahimic y el versátil Zahirovic. Y con dos zurdos de banda de buen nivel, Lulic y Sahirovic, pero ninguno lateral izquierdo. Tampoco hay centrales, más allá de Spahic, por encima de la media del conjunto. Todas estas circunstancias estructurales hacen de la carencia, la virtud.
Susic ha conseguido formar un equipo eminentemente ofensivo alineando a los mejores.
Safet Susic, hasta esta experiencia con una recorrido discreto en los banquillos, ha orquestado un equipo en el que su papel de líder ha resultado capital para ordenar talento tan dispar futbolísticamente. Susic es una leyenda en Bosnia y en el fútbol de la antigua Yugoslavia. El mejor producto histórico del balompié bosnio, reconocido como el mejor en la historia del Paris Saint Germain, y uno de los más grandes futbolistas extranjeros que jugaron en Francia. Era un mediocampista ofensivo cortado por la elegancia. Muy atacante, creativo, asistente, con un pase celestial. Se movía por donde se mueven ahora las neuronas de su equipo: la zona de tres cuartos. Quizá por eso a él le ha resultado más accesible armar un modelo que se amolde a esa composición de la plantilla. Susic ha destacado por su adaptabilidad. Pero también los futbolistas.
Bosnia se distingue por su fuerza ofensiva. Ha marcado 30 goles en la clasificación, sólo menos que Alemania, Holanda e Inglaterra. Gozó de fortuna en el sorteo al aterrizar en un grupo accesible con Grecia, Eslovaquia, Lituania, Letonia y Liechtenstein, pero ha sabido leer a cada rival. No hace mucho tiempo, selecciones delBosnia es un conjunto goleador y ofensivo perfil de Lituania se le atragantaban pese a la superioridad. En la clasificación, lo ha ganado todo, excepto una derrota contra los eslovacos y un empate en Atenas. El clímax de sus eliminatorias fue la victoria contra Grecia en marzo por 3-1. No es nada fácil meterle tres goles a los griegos. En ese punto, Bosnia tomó consciencia de que daban un paso evolutivo más. Que eran una selección cada vez más fiable, más solvente, más competitiva. Surgió un momento crítico en septiembre, cuando una enrocada Eslovaquía les castigó en casa. Brotaron dudas, la fatalidad en el momento clave asomó por la puerta. Pero Bosnia reaccionó a los cuatro días y ganó a los eslovacos. Sólo la amenaza de las viejas tragedias de la selección quedaba como obstáculo con un calendario despejado. Y en Lituania, durante tres cuartos de partido, los bosnios vivieron agarrados a esos fantasmas.
Susic gobierna un equipo divertido para el espectador, basado en el talento, el atrevimiento, con mucho caudal atacante, alta capacidad creativa, técnica y asociativa, y amante de la posesión. En cierto modo, Bosnia no sólo es una muestra sociocultural actualizada de la vieja Yugoslavia. También su selección es la que más se aproxima a la identidad histórica del juego yugoslavo entre todas las ex repúblicas, con sus ventajas e inconvenientes. Son talentosos, pero no muy organizados. Tienen brillantez, pero tienden al desorden defensivo. Compiten bien, pero no dejan de ser episódicos, algo frágiles de mentalidad, fríos y dispersos. Recuerda un tanto, con inferior nivel global, especialmente en la retaguardia, a la Croacia previa a la pasada Eurocopa: con notables delanteros y una sobredosis de clase en la zona media, pero sin especialistas defensivos ni un cuerpo de contención en ese sector.
Su estilo se fundamenta en los buenos usos de la pelota y el ataque. Funciona con mucha agresividad y profundidad ofensiva. Necesita marcar rápido, no entrar en una fase nerviosa ni enfrentarse a intensivos repliegues. Para esos casos, cuenta, eso sí, con dos armas alternativas certeras: los remates aéreos de Dzeko e Ibisevic y la fina ejecución de un ejército de golpeadores de primer nivel: Pjanic, Misimovic y Salihovic, ambidiestros y zurdo. Bosnia es peligrosísima a balón parado.
El sistema más utilizado es un 4-4-2 en el que Dzeko e Ibisevic ocupan la doble punta.
Su sistema base es el 4-4-2, en diamante muy estrecho. La segunda opción, sobre todo en planteamientos reactivos, es el 4-2-3-1, escorando a Ibisevic a banda o metiendo un mediapunta derecho para centrar a Pjanic y retrasar a Misimovic. Y Susic también ha falseado el dibujo, en parte ante los consustanciales mimbres de los que dispone, ajustando a Lulic y Mujdza de carrileros, y fijando tres centrales, un 3-4-1-2El dibujo base es el 4-4-2 aunque Susic se adapta de clara genética yugoslava. Lo habitual es un 4-4-2, con Begovic como portero irrebatible tras su progresión en el Stoke City. La defensa es la franja más débil. Mujdza es el mejor lateral derecho, con Vrsajevic como opción secundaria. Spahic es el rey de la zaga, pero su acompañante tipo sigue en el aire. Debería serlo, acaba de entrar en la selección, Bicakcic. Pero es un puesto muy indefinido y corto: Zukanovic, Vranjes y Sunjic son la segunda unidad de centrales. El lateral izquierdo no tiene especialista. El más defensivo es Zukanovic, reconvertido, quien cuando ha jugado ahí ha facilitado a Susic el ajuste hacia el mencionado dibujo en 3-4-1-2, usado eventualmente al principio de la fase de clasificación. Sin embargo, lo habitual ha sido emplazar ahí a Salihovic o Lulic. Salihovic es un volante zurdo que se adapta al lateral, al carril, al extremo y al mediocentro. Ofrece múltiples soluciones. Lulic es un hombre resistente, de físico potente y muy rápido. En la Lazio es extremo. Con Bosnia ha sido lateral de mucho recorrido, aunque Susic ha terminado de pulir el equipo en el final de la clasificación con Salihovic atrás y Lulic de volante zurdo en el diamante central. Ambos se complementan bien en ese sector y no es extraño verlos intercambiarse las funciones. La inminente incorporación de Kolasinac elevará el nivel atrás. Juega de pivote, de lateral izquierdo y de central. Susic necesita un lateral con talento defensivo y ese parece que será su puesto si se opta por una mayor compensación de roles. Aunque no debe descartarse que cuaje con Spahic, lo que ya daría una pareja de centrales de cierto nivel.
Bosnia carece de un mediocentro posicional puro. Solo Rahimic y Zahirovic lo son y tienen cualidades defensivas. El dueño ahora es Medunjanin, quien en Holanda fue un futbolista de comportamientos ofensivos. Ex del Valladolid, suele iniciar el juego acercándose a los centrales. Tiene muy buen pie, por lo que se deduce el intento de Susic de darle una salida fresca y fluida a la pelota que active a los interiores: Lulic es un motor, más vertical y visitante de espacios, y con poco peso en la creación. Y en el perfil derecho, figura Pjanic. Ambos volantes son muy interiores, para que Mujdza y Salihovic empujen desde el lateral. Pjanic es el faro de este equipo. Sedoso, con buen primer toque… su crecimiento ha arrastrado también a la selección. Todo el juego se filtra por él. Suele partir de la derecha, pero ese espacio acaba pisado por Mujdza o Ibisevic, quien tiende a esa zona. Ese triángulo se reparte esos metros de campo.
El enganche es el futbolista con mayor talento absoluto y más calidad técnica del grupo: Misimovic, la pieza contextual y que mejor expresa la identidad y el carácter de esta selección. Memorable fue su temporada del título alemán con el Wolfsburgo de Félix Magath. Especialista del último pase, es el drenaje de los balones que acaban en Ibisevic o Dzeko, con quien se entiende de maravilla tras compartir equipo en Alemania. Mortífero a balón parado. Capaz de meter un balón por el ojo de una aguja. Para esa zona de volantes y mediapuntas, Susic cuenta con variedad de recambios: Stevanovic, Hajrovic, Ibricic, más Kvric y Visca, estos, más especializados en banda.
Arriba hay sólo hay dos en todo el plantel, pero qué dos. El segundo y el tercer máximo goleador de la zona europea en la clasificación: Dzeko (10 goles) e Ibisevic (8), sólo superados por Van Persie. Esos 18 goles resumen a una pareja que lleva más de un lustro de complicidad. Ibisevic tiene más instinto, se mueve mejor en la geografía del área, pero Dzeko es más. Un delantero completísimo de cara al remate y las soluciones finales que ofrece recursos para la salida directa. Corre al espacio, pero también es un punto de apoyo fundamental jugando de espaldas y bajando pelotas. Ambos son hábiles cabeceadores. Desde luego, se adivinan pocas sociedades atacantes más complejas y arduas de defender.
Ahora, la selección bosnia debe probarse ante equipos de mayor entidad. Brasil ya les espera.
Todos ellos configuran un equipo atractivo, pero también con fugas. No ha medido la temperatura de su modelo actual frente a selecciones de alto nivel desde hace un tiempo. Argentina en noviembre, en un amistoso, será una sobresaliente mesa de exámenes. Bosnia es un equipo desequilibrado, con cierta inocencia táctica al que le cuesta pegarse y correr, con poco talento defensivo. Sufre carencia de mediocentros y atrás falta algo de calidad. Aunque de todos modos, el equipo presiona más alto y compacto que hace dos años y se desarma menos. Deberá adaptar su figura a adversarios superiores, capaces de cortocircuitarles la posesión y arrebatarles su fútbol de control. El 4-2-3-1 prescindiendo de Ibisevic o escorándolo en la derecha para juntar a Pjanic con Misimovic cerca de un pivote (Medunjanin o Zahirovic) se intuye como un recurso factible para Susic. Veremos si lo ejecuta y si lo ejecuta desde el principio del Mundial. Aunque, para ello, sacrificaría uno de los rasgos que ha dotado de personalidad a su equipo: la doble guadaña Dzeko-Ibisevic
Para ellos, el premio ya es cruzar el Atlántico dentro de ocho meses. Pero estamos ante un equipo que, inspirado, es osado, una bomba de relojería para cualquier selección que le ofrezca su confianza. Bosnia puede tanto perder como ganar contra cualquier combinado. En Brasil los veremos, con su himno y su bandera común, bosniacos, serbios y croatas de Bosnia. Créanme: pocos países merecían una felicidad así de redonda, tan redonda como una Copa del Mundo.
calaboca 17 octubre, 2013
Genial Chema!
Siempre tengo miedo a artículos que colocan el fanatismo futbolero por encima de la coyuntura global de un territorio. Has conseguido un equilibrio admirable. Además de presentarnos a la desconocida (para mí) Bosnia, claro 😀