Era una fría y ventosa tarde de enero del 76. En la costa inglesa jugaban el equipo local, amateur, contra un club recientemente descendido a la Division Three. Poco antes del pitido inicial, hizo acto de presencia una figura reconocible para todo el público presente en el viejo Athletic Ground del Scarborough FC. Tomando su asiento en la tribuna principal, la expectación que normalmente causaba Malcolm Allison se había tornado en casi conmoción, y un grupo de fotógrafos se arremolinaron a su alrededor para conseguir unas cuantas fotos. Allison lucía sombrero, seguramente regalo de alguna de sus múltiples conquistas, pero no un sombrero cualquiera. Lucía un fedora, el clásico modelo que habían popularizado Humphrey Bogart y Frank Sinatra pero que llevaba pasado de moda desde los 50. Ese sombrero recogía perfectamente la esencia de este proscrito del fútbol; rebelde, sin respeto por modas y tradiciones, y resultón. Él imponía la moda y sus ideas, no al revés. De hecho, tras el partido que su Crystal Palace acabó ganando, hubo amargas quejas de los representantes del Scarborough. Su gran oportunidad para obtener algo de publicidad, de cuota de pantalla… y Big Mal se la había robado luciendo ese maldito sombrero.
Aún en Tercera, ese Palace se las arregló para llegar a semifinales de la FA Cup, y el sombrero de Big Mal les acompañó en su camino. Porque ya no era Malcolm Allison, el brillante entrenador, sino Big Mal, el personaje, quien les dirigía.
Allison nunca había sido un tipo común. Sus ideas rompedoras venía desde años atrás.
Mister Allison, antes de ser uno de los personajes más reconocidos en el fútbol-pop de las Islas a finales de los 60 y comienzos de los 70, había sido un más que decente mediocentro y central en las filas del West Ham United. Disputó más de 200 partidos con los hammers hasta que una tuberculosis cortó suResidir en Austria le relacionó con otro tipo de fútbol diferente carrera. En 1958 tuvieron que extirparle un pulmón, hecho que impidió que volviese a jugar a alto nivel. Lo intentó con el Reserves del club, pero era más que evidente que jamás recuperaría su antigua forma. Allison, sin embargo, siempre había mostrado una extraordinaria capacidad para ser entrenador, para explicar, leer y transmitir sobre fútbol. Su etapa con el Charlton Athletic, anterior a la del West Ham, a pesar de no jugar mucho, había sido fundamental en su manera del ver el juego. Por motivos del servicio militar fue destinado a Austria, la cuna de la escuela danubiana que tanta influencia tenía en el fútbol internacional. Jugó con el Wacker, en el cual militaba el mítico Ernst Ocwirk. Allí había visto entrenar a la magnífica selección austríaca –que renacía tras la guerra-, y lo que allí presenció cambió su manera de ver la rutina de entrenamientos. Entrenadores para la defensa, para el medio campo, para el ataque, preparadores físicos, entrenadores de porteros, ejercicios específicos, jugadas ensayadas. Era algo que no se había visto nunca en Inglaterra, y que los propios ingleses sufrirían años más tarde cuando desafiaron a los Mágicos Magiares.
Esta experiencia no cayó en saco rato para Allison y, tras su retirada, siguió colaborando con el West Ham en los equipos inferiores. Una de sus mejores cualidades era la de ser un perfecto guía para los futbolistas jóvenes. Un mentor. Así lo reconocerá siempre el gran Bobby Moore. Allison fue uno de los impulsoresAllison fue uno de los impulsores de la gran academia del West Ham de una especie de academia oficiosa del West Ham para los jugadores del club. Cerca del Boleyn Ground había un bar, Cassettari’s, que se convirtió en lo que luego se llegará a conocer como The Academy. Allí los jugadores comían a precios que podían permitirse, antes o después de entrenar, y allí Allison, como anteriormente había hecho el manager Ted Fenton, les mantenía horas hablando y discutiendo de táctica, comentando los cambios a hacer para la mejora del equipo, explicando novedades de otros lugares del mundo…etc. Pronto, Cassettari’s, se convertirá en los que eran los coffee chops en para el fútbol vienés de entreguerras, el lo que era el Boot Room para el Liverpool, en el Café Gijón del fútbol londinense, en definitiva. Bobby Moore, Martin Peters, Geoff Hurst, Harry Redknapp, Alan Sealey, John Lyall… todos pasaron por The Academy, que acabaría por convertirse en la mayor y mejor cantera del fútbol inglés. Bajo la influencia de sus jóvenes jugadores, el West Ham se convertiría en uno de los mejores equipos europeos a mediados de la década de los 60. Partiendo de segunda división, ganarían la FA Cup y la Recopa, y tres de sus jugadores –Moore, Hurst y Peters- serían miembros capitales de la selección inglesa campeona del mundo.
Allison siempre había ido un poco contra corriente, sin importarle lo que los demás pensasen. A mediados de los 50, cuando en Inglaterra todavía se utilizaban camisetas –o camisas- de manga larga, pantalones cortos hasta la rodilla y botas muy pesadas, lo cual se agravaba con la lluvia y el barro- Allison llegó un día al campo de entrenamiento y empezó a cortar mangas, pantalones –los redujo a unos meros shorts shorts- y se encargó de conseguir botas fabricadas en Sudamérica, de esas que tenían la puntera tan liviana. Como pasaría tras su famosa aparición con el dichoso sombrero en Scarborough, Allison impuso una moda duradera sólo haciendo lo que él consideraba que debía hacerse.
Tras su experiencia con los Hammers, Allison buscó la carrera en solitario, y llevó sus habilidades por diversos equipos de las ligas menores inglesas. Especialmente importante fue su paso por el Bath, donde conoció a un expeditivo, racial y duro –las tres a la vez- defensor, Tony Book, que sería bastante importante en su futuro. Tras pasar por el Plymouth –luego de una corta experiencia en Estados Unidos-, Allison firmó por el Manchester City, para ser el assistant coach del manager Joe Mercer.
El tándem Mercer-Allison llevará al Manchester City a la época más gloriosa de su historia.
En 1965, el City pasaba por una mala época. Acababa de descender a la Division Two y contrató a Joe Mercer, un entrenador que venía de hacerlo bien con el Aston Villa, para intentar recuperar su puesto en la élite del fútbol inglés. Allison, desde bien pronto, hizo valer sus opiniones y muchas de las bajas que el club dio ese año fueron bajo su estricta recomendación. Llegaron Tony Book, su antiguo capitán del Bath, que pronto se haría con el brazalete en Maine Road, el delantero Francis Lee y el que sería uno de los mejores, si no el mejor, jugador de la historia del club, Colin Bell. Allison convenció a Mercer de intentar imponer sus “nuevos” métodos de entrenamiento, y así los jugadores comenzaron a entrenar con máscaras de gas para mejorar su capacidad pulmonar y su resistencia –algo fundamental para sobrevivir a los embarrados terrenos de juego que poblaban el fútbol inglés-, entrenaban con sprinters olímpicos, etc El club incluso contrató a un dietista que controlaba la alimentación de sus chicos. Obviamente, la bebida fue prácticamente prohibida. Prácticamente. “El champán es una buena bebida, una bebida sana, limpia”. Una frase muy conocida de Big Mal. Sería su perdición.
El City ascendió ese mismo año a la Division One y, tras sufrir en su primera temporada de nuevo en la élite –acabaron en el 15º puesto-, Mercer y Allison se prepararon para dar un salto de calidad en la 67-68. Johnny Crossan, el capitán, había tenido muchas lesiones y fue vendido, pasando a ocupar su puesto Tony Book, el hombre de confianza de Allison. Se firmó a uno de los jugadores más duros de las divisiones inferiores, el extremo izquierda Tony Coleman, a pesar de las reticencias de Mercer, y también se intentó fichar a Gordon Banks, pero el City no pudo competir con la oferta que el Stoke le hizo al Leicester. La pretemporada fue tan dura, tan severa, que era habitual que los jugadores vomitasen al final de cada sesión de entrenamiento. “Si no vomitan, es que no han entrenado bien”, decía Big Mal a los medios. Algo que estuvo a punto de volverse en su contra cuando el City perdió sus tres primeros partidos de liga. Las críticas callaron con los 16 goles en 5 partidos que siguieron a esas derrotas. Cinco victorias contundentes que parecían dar la razón a Allison, aunque fueran seguidas de otras tres derrotas seguidas y, a su vez, otras tres victorias más. El equipo era irregular, con un tremendo potencial en ataque, pero con evidentes lagunas defensivas.
Tras este inicio desconcertante, llegó la racha de once partidos invicto que situó al sorprendente City en la lucha por el título. Algo que nadie hubiera imaginado, especialmente en las casas de apuestas, que pagaban 200-1 la victoria de los sky blues. Para final de año, el dúo Mercer-Allison ya había asentado su once más habitual. Joe Corrigan era el portero, excepcionalmente ágil, al estilo de Peter Bonetti, yConforme avanzaba la temporada, se comenzó a ver su superioridad que tendría una larga carrera –llegaría a estar en el Mundial de España-, la defensa de cuatro comandada por Tony Book era la línea más débil de un equipo diseñado para atacar, aunque en la segunda parte del campeonato se asentaría hasta terminar como una de las menos batidas. En el centro del campo cuatro hombres: Michael Oakes y el impresionante Colin Bell en el medio, el agresivo –aunque menos- Coleman en la izquierda y el centelleante Mike Summerbee en la derecha. Arriba, la pareja formada por el goleador histórico del club, Neil Young y el omnipresente Francis «bites your legs» Lee. Especialmente Bell, Summerbee y Lee se convertirán en figuras internacionales. Los dos primeros estarán ya ese mismo verano en la Eurocopa de Italia, mientras que los tres, junto a Oakes, Young, Corrigan y Book formarán parte de la expedición que preparará la defensa de la Copa del Mundo inglesa en México –aunque finalmente solo Bell y Lee se harán un hueco entre los 22-. El punto más alto de esta racha fue la extraordinaria victoria sobre el Tottenham de Jimmy Greaves, en un campo nevado. Mientras los Spurs resbalaban y caían exhaustos, los chicos del City desplegaron un gran fútbol y apenas parecían cansados. Quizás los experimentos de Allison en la pretemporada no habían sido tan malos.
Dos derrotas contra el West Brom de Jeff Astle bajaron al City de la nube, pero el equipo se recuperó y siguió jugando de manera consistente para llegar a la última jornada con opciones de título. Tras haber vencido al Everton –uno de los equipos que más crecía en esa época en el fútbol inglés, repleto de nuevos internacionales-, y al Tottenham de nuevo, los citizens se jugaban el título en Newcastle. Dos goles de Young y uno de Summerbee y Lee, combinados con la derrota del United en Sunderland, dieron el título a los de Mercer y Allison. Un auténtico milagro, pero que reflejaba el excelente trabajo llevado a cabo en Maine Road. Como la celebración no podía escapar de una de las clásicas frases de Allison, Big Mal declaró: “El año que viene aterrorizaremos a Europa”.
Tras el título, el City siguió ganando competiciones consistentemente hasta que ocurrió lo inevitable.
No hubo declaraciones altisonantes de Big Mal el 2 de Octubre del 68. No hubieran sido muy oportunas, pero sí interesantes: el equipo que iba a aterrorizar al continente estaba fuera de la Copa de Europa tras perder 5-1 contra el Fenerbahce en la primera ronda. No era fácil de explicar, pero sí un presagio de lo que sería una horrenda campaña de los citizens, que terminarían decimoterceros en la liga, a casi 30 puntos del poderoso Leeds United de Don Revie.
La temporada fue salvada por la buena actuación en la FA Cup. El conjunto de Maine Road se deshizo de Luton Town, Newcastle, Blackburn, Tottenham y Everton antes de encontrarse en Wembley con un Leicester que, huérfano de Gordon Banks, acababa de descender a Division Two. Sí estaban el prometedor sucesor de Banks, Peter Shilton y el magnífico Allan Clarke, que firmaría un soberbio partido y sería vendido justo después a los campeones ligueros, el Leeds, donde se convertiría en leyenda del club. A pesar de los esfuerzos de Clarke –nombrado mejor jugador del partido-, el título cayó en las manos del City merced a un gol del irresistible Neil Young, que remató a la perfección un centro desde la derecha de Summerbee. Young, el máximo goleador histórico del City, y un jugador que rara vez decepcionaba en los partidos importantes, jamás vistió la camiseta de Inglaterra, siempre opacado por figuras como Hurst, Hunt, Greaves o incluso su compañero Lee.
El triunfo en la Copa abría las puertas de la Recopa para el Manchester City. Mejorar la actuación del año anterior en Copa de Europa no sería difícil. La actuación liguera, sin embargo, no vio mejoría alguna en un equipo que parecía más adecuado para hacerse fuerte en las competiciones eliminatorias. El conjunto de Mercer y Allison acabó en un decepcionante décimo puesto a más de veinte puntos del campeón, el Everton. Pero en las copas la cosa era diferente. El propio Big Mal lo había anunciado en la pretemporada, en uno de sus clásicos arrebatos de autoconfianza/arrogancia. En la Copa de la Liga el City alcanzó la final tras eliminar a su gran rival, el United de Matt “Baby” –como le bautizó Big Mal-, en las semifinales. El rival era el sorprendente West Bromwich Albion, donde Jeff Astle ejercía de ariete, y que no fallaría a su cita con el gol en esta final –se convirtió en el primer jugador en marcar en las finales de Copa y Copa de la Liga-, a los 5 minutos. Ausente Neil Young, fueron Mike Doyle primero y Glyn Pardoe, en la prórroga, quienes dieron el título a los citizens.
El excelente 1970 se completó con la final de la Recopa de Europa, a la cual había llegado el City con solvencia, tras eliminar a Athletic de Bilbao, Lierse, Académica de Coimbra y Schalke 04. Del otro lado se encontraba el equipo liderado por el formidable goleador Wlodzimierz Lubanski –a quien el propio Allison consideraba “en la misma categoría que Eusébio”-, y que además contaba con el enorme Jerzy Gorgon en el centroEsta vez sí, los hombres de Allison triunfaron en Europa en la Recopa de la defensa, el Gornik Zabrze polaco. EL City presentó en el Prater vienés a su equipo de gala, con excepción de Summerbee, y, aunque Gorgon le dio la noche a Young con su marcaje, este consiguió permanecer fiel a su cita con el gol. A los 12 minutos adelantó a su equipo, y sus combinaciones con Francis Lee volvían locos a Gorgon y Oslizlo, los centrales polacos, y solo una gran actuación del guardameta Kotska impidió que el City resolviese la final mucho antes. La lesión de Doyle, y sus posterior substitución, hicieron que Colin Bell jugase como mediocentro gran parte del partido, y… ¡qué descubrimiento fue ese! Bell se convertiría en referencia europea en esa posición e, incluso, jugaría minutos al lado de Allan Mullery en el Mundial de México. La ajetreada primera parte se cerró con un penalti sobre Young que Lee transformó. A pesar de que los polacos recortaron en la segunda mitad, el título no corrió riesgo y significó un gran cierre de temporada para el club citizen. Como ya dijimos anteriormente, un buen grupo de sus jugadores viajaron durante el verano con la selección inglesa con motivo del Mundial mexicano, y Francis Lee brilló especialmente, mientras Colin Bell tuvo menos minutos de los esperados como sustituto de Bobby Charlton.
Tras varios años de éxitos, Big Mal empezó a ocupar el lugar de Malcolm Allison.
Cuando Allison realizaba alguno de sus comentarios arrogantes, los medios se apuraban en llamarle Big Mal, Notorious Malcolm, etc. Ciertamente era esta una época con no pocos grandes egos en el fútbol británico. Pensemos en Brian Clough, Don Revie, Bill Shankly, Matt Busby, Jock Stein, George Best, Rodney Marsh, Dennis Law o Charlie George. Y quizá fuese Allison el más ostentoso de todos, el más presumido, el más lenguaraz en cuanto a hablar de sus resultados. Tras un 4-1 sobre el United, Big Mal saludó a la grada de los Red Devils con 4 dedos de su mano, e incluso alquiló un montacargas para que alguien pusiese las banderas de Old Trafford a media asta. Además, comenzó a hacer sus predicciones de resultado a la afición rival justo antes de empezar los partidos.
No sólo eso, sus salidas de tono en cuanto a relaciones amorosas, juergas nocturnas y accidentes automovilísticos iban tomando un cariz más habitual. Se relacionaba con cantantes, actrices porno y famosas en general, bebía más que nunca –sólo champán- y metía en líos a muchos de sus allegados, entre ellos el propioTranscurría el tiempo y Allison se iba perdiendo Mercer. Francis Lee reconoció haberle llevado en un saco a su casa tras haberse bebido 23 botellas de espumoso. Allison, poco a poco, iba alejándose de la figura de Mercer. El veterano entrenador ya había tenido problemas de salud antes de firmar por el City. De hecho, que escogiese a Allison como su segundo, obedecía a que buscaba un entrenador joven que pudiese realizar funciones para las que él ya no estaba capacitado. Así pues, cuando la Juventus ofreció un contrato a Big Mal, este lo rechazó porque estaba convencido de que Mercer se retiraría pronto y su puesto pasaría a él. Pero Mercer tenía otros planes, pues pensaba que Allison era un gran coach pero no sería un buen manager. Cuando un grupo inversor trató de comprar el City a la vieja directiva, Allison se puso de parte de los nuevos, mientras Mercer permaneció con los que le habían contratado. Allison fue quien eligió el bando ganador y, aunque Mercer siguió un año más, Big Mal era, de facto, el manager del Manchester City.
Fue aquí cuando su personalidad se desbordó, cuando Big Mal se comió a Malcolm Allison. Pero nadie se percató ya que en 1972 el City volvió a pelear el título de liga. Es una de las temporadas más apretadas que se recuerdan, y se resolvió por un solo punto entre Derby County, Arsenal, Liverpool y el propio City. El equipo funcionaba muy bien, a pesar deSin Joe Mercer, Big Mal se comió a M.Allison haber perdido a Neil Young. Nunca había vuelto a ser el mismo desde la muerte de su hermano, y llevaba dos temporada jugando muy poco y rindiendo aún menos. Aún así, el City era líder y había buen ambiente en un vestuario que convivía con naturalidad ante las locuras de su entrenador, como meter a una famosa actriz porno en el jacuzzi de los jugadores sólo para hacerse unas fotos para la prensa. El punto clave de la temporada fue cuando Allison se encaprichó de Rodney Marsh, el delantero centro del QPR. Marsh era uno de los mayores personajes del fútbol inglés, uno de esos rebeldes que eran tan noticia por su rendimiento como por sus escándalos. En el campo era un atacante impresionante, fuerte, técnico, con un disparo espectacular, pero también individualista y tendente al lucimiento de cara a la galería. Allison pensó que podría domarlo y que se adaptaría perfectamente al hueco dejado por Young, pero la apuesta salió horrible. El City pagó 200 mil libras por él, pero apenas ganaría algún partido más y acabaría cuarto.
Allison apenas duró 7 meses sin Mercer. Renunció en marzo del 73, para tomar los mandos de un Crystal Palace que luchaba por la permanencia y al que no pudo salvar. Al año siguiente tuvieron otro descenso y dieron con sus huesos en la División Three, desde donde tuvieron esa milagrosa campaña hasta las semifinales de Copa con la que empieza el artículo. Tras su década de gloria, la carrera de Big Mal siguió viento en popa en los tabloides, la televisión y la vida social en general –“Ambas están decepcionadas”, respondió cuando le preguntaron cómo se sentía su pareja ante sus constantes escándalos-, pero en el campo de fútbol fue un desastre. A menudo sus dos vidas interferían entre ellas, y Allison vagó por varios equipos de categoría inferior en Inglaterra, tuvo dos regresos a Maine Road y tres experiencias en Portugal –una de ellas con doblete incluído con el Sporting de Lisboa en el 82-. Pero nunca se volvió a ver al Malcolm Allison brillante de su etapa con Ron Mercer. Murió, como tantos otros genios del fútbol inglés, preso de la botella, internado en un sanatorio en Manchester donde sufría de demencia asociada al consumo de alcohol.
Aun hoy, en el Etihad Stadium, en un Manchester City que poco o nada se parece al que él dirigió, sigue habiendo un recuerdo para el hombre que, para bien o para mal, puso al City en el mapa europeo. Las aficiones inglesas tienen ese respeto por las leyendas que a otras les falta. Y le cantan. «He was a luminary, he was a visionary. Big Mal had it all!!!».
Abel Rojas 18 octubre, 2013
Leyendo este maravilloso artículo sobre el que yo no sabía absolutamente nada y del que me ha fascinado la frase "Se firmó a uno de los jugadores más duros de las divisiones inferiores, el extremo izquierda Tony Coleman" (curioso adjetivo para un extremo ^^), me quedo con la infravaloración generalizada que se hace del oficio de entrenador. Un entrenador necesita ganar para seguir trabajando y, la norma, es que lo den todo para conseguirlo. Que inventen recursos y formas para mejorar a su equipo.
Máscaras de gas porque el polvo de los campos de tierra les dificultaba la respiración.
Así es el tema.