El destino de nuestra vida se sortea al nacer. Cada persona labra su futuro con sus actos y decisiones pero hay un contexto contra el que no se puede luchar, un entorno que lo marcará todo. En el fútbol de Selecciones pasa lo mismo. Los hay que nacen rodeados de iguales y nunca se sienten solos. Y luego hay otros, como Weah, que jamás sabrán qué es tirar una pared con un compañero en la Copa del Mundo. Ayer presenciamos un caso así; muy romántico pero terriblemente injusto.
El partido fue bastante simple, como casi siempre que juega Inglaterra. Decimos casi porque esta vez Hodgson se desmarcó un poco de lo habitual y situó a Townsend en la derecha. Un zurdo jugando a pierna cambiada. En Ecos solemos comentar que el poder de un futbolista no está solo en ser bueno sino también en parecerlo. Justó eso pasó anoche con Andros, que cada vez que la agarraba generaba ilusión con su pinta de diferente. La primera media hora fue toda suya.
Townsend, de largo la gran estrella de la noche en Wembley
La perseverancia de Townsend camufló algunos problemas de Inglaterra. Montenegro esperaba con su 4-4-2 muy replegada, cediendo metros y forzando a los pross a elaborar. Decía Kay, uno de nuestros El crack local, otra vez flojoamigos de la comunidad, que la edad ha hecho de Gerrard y Lampard jugadores más intelectuales y es cierto, aunque quizás encajaría aún mejor la palabra “estáticos”. Inglaterra juega lento con ellos pero nunca les faltan referencias atrás porque ya no vuelan como antes. Están ahí para robar e iniciar el ataque. Más a deber dejaron Rooney y Sturridge. Lo de Wayne fastidia porque es un crack y no siempre lo demuestra con la Selección. Por momentos su aportación fue nula. En el caso de Sturridge, tener que ejercer como punta en ocasiones va contra su naturaleza móvil. Inglaterra se instaló en una falsa comodidad; llegaba arriba todo el rato pero sin desordenar de verdad el sistema defensivo de los de Brnovic. Claro que en el fondo daba un poco igual; la victoria siempre fue algo imposible para Montenegro.
Y es que hacía tiempo que no veíamos tanta soledad sobre un césped como la vivida anoche por Jovetic. El ex de la Fiorentina hacía maravillas con la mayoría de balones que tocaba pero su equipo jamás pudo responderle. Damjanovic, el ariete montenegrino, completó un flojísimo partido que no compensó ni con su gol. El “14” nunca fue un reclamo para la zaga británica, nunca asustó a un oponente que ya venía con el miedo desde casa. Dejó a Jovetic sin rupturas que buscar y a nosotros pensando en Vucinic a cada segundo. Fue un buen día para acordarse de Weah, George Best o Mágico González; cracks que nunca alzaron la voz contra sus colores pero que, seguro, acumularon varias fustraciones con la camiseta nacional.
Jovetic estuvo completamente solo a la hora de crear peligro
Con Montenegro incapaz de intimidar a Hart, era cuestión de tiempo que Inglaterra marcase. Fue pronto, a los tres minutos de la reanudación y a través de Townsend, cómo no. Los visitantes se rindieron y pasaron de defender con el alma a meterse un golazo en su portería. Ni siquiera el citado 2-1 de Damjanovic alteró demasiado la cosa, pues al ratito Townsend terminaba de graduarse como opción para Brasil con un precioso tanto. El triunfo de Montenegro siempre fue inviable. ¿Cómo se gana un uno contra once? Es imposible.
Pablo 12 octubre, 2013
Inglaterra siempre está. No tiene (y pocas veces ha tenido) grandes cracks, no tiene un juego vistoso, ni siquiera grandes títulos. Pero tiene tradición. Y casi siempre incomoda. No está bueno cruzártelos en un Mundial.