Pasó todo muy rápido. Como los coches rápidos o los ríos americanos (o no) que cuando pasan por cierta parte se vuelven locos como le pasaba a José Luis López Vázquez en aquella película del hombre lobo en Galicia que pasó en realidad. Pasó todo tan rápido que parecía mentira, una pesadilla o una maldición. Un gol aquí, otra allá y, de repente, al mirar los papeles, era el menos esperado, el que se marchaba por la puerta de atrás. Como si hubieran echado a Ismael Beiro a la cuarta semana del primer Gran Hermano. Como si Luther dejara de salir en el segundo episodio de la primera temporada. Roig no acababa de creérselo y una ciudad entera despertaba de un sueño tan perfecto que había acabado convirtiéndose en realidad. Falcao dejaba su puesto a Álvaro Domínguez mientras Diego López sentado en el suelo se transmutaba en Riquelme con la mirada pérdida tras la ocasión fallada, tras el penalty marrado, tras el cuento truncado, tras las oportunidades perdidas, tras las flores marchitas, tras el césped quemado, tras la historia inmisericorde, tras la verdad que golpea. Tras todo esto, especulaciones y prensa amarilla, que si Michu dijo, que si Raulito hizo, que si Iñigo se chivo, que si la seño me tiene manía. Tras todo esto, realidades y el equipo amarillo que si iba a la Segunda del blanco y negro.
Sin esperarlo ni remedio, el Villarreal bajaba a Segunda División.
La condena duró poco porque la pena era injusta. De la mano de Marcelino y de los pies de una caterva extraña de jugadores prodigiosos, en menos de los que dura una temporada, regresaba alRegresó otra vez Villarreal al no triunfar en el Real BetisVillarreal al que es su sitio desde que nos enseñara unas cuantas cosas. Además en diciembre, tras llegar a un punto insostenible con Pepe Mel y con el momento de juego alucinante de Rubén Castro y Jorge Molina, llegaba un motivado Jonathan Pereira a echar el cable que faltaba. Un jugador pequeño y habilidoso, un mosquito picón y puñetero, capaz de escribirte el resumen del Ulises de Joyce mientras dribla a 80 regates hora por la banda que sea. Listo como un demonio, rápido como un mal pensamiento.Un jugador difícil para sí mismo y para el equipo contrario, que vagabundea entre líneas y acribilla el ánimo y la portería ya sea el minuto 1 o 91. Que se acomoda a la banda izquierda con la pierna cambiada y el corazón envenenado. Con un toque de balón distinguido y suave y un olfato goleador privilegiado, tardó muy poco en adaptarse a su nuevo rol mucho más protagónico y con un reconocimiento mucho más rápido y grato que el que venía teniendo en el último año y medio en el conjunto de Heliópolis.
La segunda vuelta fue una fiesta y, aunque Uche y Perbet seguían siendo los titulares, él siempre contaba con los 20 minutos importantes para ir sembrando de minas y quiebros los momentos más agónicos. Esos que se recuerdan, esos que parecen que nunca van a acabar o que pasan en un nanosegundo. Su alegría desdramatizaba la angustia propia de la Segunda transmutándose en el motor raro para llegar abrazados a los vestuarios. El día 8 de junio dejaba a Ikechukwu en el banquillo, subía por la izquierda y golpeaba suavemente con la derecha ante la salida de Esteban. A pierna cambiada y con el corazón envenenado de adrenalina. Diego López aplaudía emocionado desde el palco rodeado de 22.500 gargantas que gritaban alborozadas. Se cerraba el círculo y empezaba otra guerra.
De menos a más, el Villarreal consiguió el ascenso directo.
Con pinturas amarilla y azul en la cara (que da personalidad, ya sea Brasil o Suecia, ya el Cádiz o UD Las Palmas) las piernas cargadas de cananas de buen fútbol y la convicción de no dejar prisioneros, sino pueblos conquistados por su manera de concebir este deporte, llegaban los de Villarreal a seguir reescribiendo su leyenda de manera vertiginósamennte ofensiva. Con un 4-4-2 canónico, y un banquillo profundo y dicharachero, regresan presentando su candidatura a equipo de todos en solo tres partidos. Soldados tiene para ir al ataque. Jugadores que nunca merecieron jugar en Segunda porque quizá donde tendrían que jugar es en la selección, caso de Bruno Soriano y Cani, dos polos opuestos que maridan como casi ningún polo congruente. Delanteros locos por la música de la red y el pase de la muerte como Uche o Perbet. Estrellas venidas a más en un contexto más que positivo para despejar dudas como Gio. Jovenes impecables, repletos de balas y besos para la pelota como Trigueros o Javier Aquino. Suplentes que nunca serían suplentes en otro equipo de similar categoría como es el caso de Pina o Hernán Pérez. Guerrilleros, impulsivos, adictos al ataque y a la brega, kamikaces que siguen vivos porque van juntos y este es su momento y va a ser muy difícil que puedan caer cuando el campo es, sobre todo, de combate. Y Jonathan Pereira, como un mosquito cojonero, como un buen mal pensamiento, infiltrándose veloz entre las líneas enemigas, a pierna cambiada y el corazón en la cabeza.
@migquintana 9 septiembre, 2013
Creo que no se puede definir mejor al Villarreal que con ese título. La verdad es que parece que va a ser uno de los equipos fetiche del año, porque formar una medular con dos hombres entre Bruno, Pina y Trigueros para acompañar a futbolistas como Cani, Aquino, Perbet, Gio o J.Pereira no tiene otra opción que ser un equipo tan atractivo como diabólico. La próxima cita que tienen es con el Madrid de Ancelotti en El Madrigal. Eso va a ser un partido brutal. Deseando que llegue para analizarlo en 38 Ecos.