Con Zurutuza baja de última hora, para Jagoba era momento de tomar decisiones. Sin opción continuista posible, la elección pasaba por optar por el camino conservador y darle el peso en el equipo que se le presupone al ‘Pirata’ o tirarse a la piscina con Rubén Pardo. A Jagoba, la ‘carta Granero’ le gusta reservársela para el final, cual as en la manga que equilibra el mediocampo y recoge el encuentro en esas segundas partes que a la Real le vienen exigiendo más ataque posicional del que le gustaría. Actualmente, a la contra se siente más cómoda, es innegable, como lo es que el desplazamiento largo de Rubén te puede resolver más de una tesitura complicada. ¿Pero cómo no naufragar con Rubén Pardo? Eximiéndole de la obligación de manejar el encuentro; y, sobre todo, evitando que deba perseguir la pelota. Así lo pensó Jagoba para la primera parte, y así se le escapó el partido en la segunda.
Rubén Pardo no venía mostrando un gran nivel.
En el 4-1-4-1 que dibujó Jagoba para el retorno de la Real Sociedad a la Champions, Rubén Pardo era un peón. Y con Xabi, una pareja de peonesEsta vez, la Real de Jagoba salió en 4-1-4-1 encargados de que una vez cedido el balón no se cediera el espacio. Con Hübschmann y Fernando tapados, al Shakhtar le quedaban dos opciones, que el paso de los minutos fue categorizando como «la buena» y «la mala». Precisamente de que los ucranianos eligieran «la mala». vivió la Real los primeros 15 minutos de partido. Griezmann presionaba la salida lateral de Srna, Seferovic volaba para tapar la cesión sobre el portero –única línea de pase posible-, y la recuperación estaba al caer. Así, la transición realista se cocinó muy cerquita de la portería de Pyatov hasta que el Shakhthar aprendió y fue asentándose arriba en base a la única superioridad ofensiva de la que dispuso en primera mitad: la recepción de espaldas de Luiz Adriano; «la buena». No obstante, Iñigo y Mikel perdieron tantas veces como ganó una muy sólida y compacta defensa posicional realista que únicamente dejaba a Griezmann por delante de balón.
En un partido en el que ambos mediocampos fueron los grandes ausentes, los de arriba debían tomar los mandos. Antoine se cansó de lanzar el contragolpe ySin brillantez, los primeros 45′ son de la Real comprobar que, una y otra vez, éste iba perdiendo inercia hasta chocar de frente con la cerrada defensa del Shakhtar. El receptor siempre era uno de los peones, un hombre lento en cualquier caso, incapaz de sostener una conducción. Más aún si los hombres que deben generarte el espacio –Vela y Seferovic-, te lo niegan con una diagonal precipitada. Los ucranianos replegaban cómodos, pero el ‘7’ no solo fue el que mejor ejecutó las órdenes recibidas, sino también el que mejor entendió las necesidades de su equipo. Si llegar en velocidad era imposible, se llegaría a base de buscar los espacios. Ante la inoperancia de Rubén Pardo para profundizar, el mejor recurso de la Real fue el apoyo largo de Seferovic, que sacó a los centrales generando un espacio que Vela atacó y Griezmann asistió. Fueron los diez mejores minutos de la Real en todo el encuentro, ya en el ocaso de la primera parte.
Al descanso, la Real había disparado 10 veces. El Shakhtar, 0.
Pero con el cambio de campo cambió el guión, y la Real tuvo que asumir que la posesión sería suya, con la consiguiente obligación de atacar en posicional. Y ahí naufragó. Con Rubén Pardo ausente ante la adversidad, fue Vela el que trató de recoger el balón en mediocampo y cargar sector diestro, sin opciones por delante de balón, reincidiendo en la falta de amplitud que ya acusó en la primera parte, y, en definitiva, sin capacidad para asentarse arriba. El Shakthar se hizo fuerte en la defensa del área y a partir de ahí dispuso de todas las facilidades para desangrar a la contra: la espalda de Estrada para lanzar sobre Luiz Adriano y un repliegue muy blandito que evidenciaba la falta de un hombre por detrás de balón. De un peón, en este caso. A la Real le condenó el inmovilismo, sobre el verde y desde el banquillo.
A pesar de todo, Granero tuvo sus diez minutos de rigor, cuando ya casi no había nada que hacer, cuando todo lo que se alterase significaría mejorar a la fuerza. Y como si de un castigo se tratara a consecuencia de las decisiones mal tomadas, éste no dejó el campo a pie, sino en camilla. Curiosa paradoja para cerrar el círculo y evidenciar que hasta lo que hasta ayer funcionaba dejó de funcionar. Pero no solo por una cuestión de errores, sino también de inexperiencia. La competitividad, probablemente el baluarte más importante de la Real Sociedad en la pasada temporada, la habilidad más inherente a su personalidad futbolística, le abandonó en su primera noche europea. Y, en gran medida, de recuperarla depende la suerte que corran los de Arrasate la presente Champions.
el cautivo 18 septiembre, 2013
Importante la superioridad que demostró Luiz Adriano sobre los centrales donostiarras. De hecho fue la unica solución de los ucranianos. Rompía la continuidad de la Real en loS mejores momentos blanquiazules y su ventaja era tan manifiesta que fue la coartada perfecta para Lucescu de jugar en su área y dejar de ceder espacios, porque seguía teniendo una salida limpia