Lo descubrió el lúgubre Italo Allodi en un equipito de la zona de Prato. Era frágil, pero tenía clase y dieciséis años que le auguraban aún margen de mejora. Allodi se lo llevó a la Juventus, el club que en aquel momento presumía de la mejor cantera de Italia. En el vivaio juventino el joven Paolo mejora pero también sufre. Las lesiones no le dejan jugar, y la continuidad a esa edad es clave para encauzar un futuro de profesional del fútbol. Dos años después de llegar a la Vecchia Signora, Rossi es cedido al Como, en una oportunidad para él de demostrar que puede ser un atacante de nivel nacional. Allí no triunfa y juega más bien poco. La siguiente oportunidad se la dará el Lanerossi Vicenza, por aquel entonces en la Serie B.
El entrenador Fabbri, a causa de las lesiones de su delantero centro titular, sitúa a Rossi de nuevo en el centro del ataque. Debido a su fragilidad y a sus problemas de lesiones, el joven Paolo habíaPaolo superó las dudas en la durísima Serie B sido desplazado hacia la banda derecha, donde su agilidad le permitiría desenvolverse mejor. Rossi demuestra ese año todo lo que Allodi pareció ver en él en aquellos campos de Prato. Marca 21 goles en 36 partidos de la durísima segunda categoría italiana, donde el catenaccio sigue más que presente y los estrechos marcajes al hombre son un peligro constante para su débil físico. El Vicenza asciende a la Serie A y a Rossi le bastan tres meses en la máxima categoría para convencer al seleccionador Enzo Bearzot de convertirlo en internacional. Si Fabbri fue el hombre que le hizo explotar, Bearzot será su gran valedor a lo largo de la siguiente década.
Las dudas sobre su físico se disipan durante esa primera temporada entre los grandes. Il Bomberino, el pequeño bombardero, le llamaban. 24 goles y máximo goleador del campeonato; se convierte en la indiscutible estrella de un Vicenza que disputa el campeonato contra la Juventus. Es, tras este año magistral, que Italia empieza a oír la palabra “copropiedad”, que hoy se ha convertido en algo familiar para aficionados de todo el mundo cuando se trata de calciomercato. El presidente del Vicenza vende una parte del pase de Rossi a la Juventus. Sumando ambas, la que posee la Juve y la que todavía posee el club rojiblanco da como resultado el fichaje más caro del mundo. Paolo Rossi es el hombre de moda del fútbol italiano y Bearzot lo incluye obviamente en la convocatoria de la selección nacional que jugará el Mundial de Argentina.
En los campos argentinos nace Pablito e Italia deslumbra.
Italia viaja a Argentina en una época de plena reconstrucción. Tras el desastre de 1974 y la decepción de la Eurocopa del 76, ya prácticamente no quedan vacas sagradas en la Nazionale. La Juve se convierte en la base del conjunto de Bearzot y el Torino, recientemente campeón de Italia, aporta también una ingente cantidad de jugadores. Nueve juventinos y seis granatas. Un equipo atléticamente potente, con capacidad de lucha y jugadores modernos. El marcaje al hombre y el líbero, eso sí, permanecen. Una selección joven, luchadora y con camino por delante. Argentina 78 será la primera de muchas paradas para Bearzot y un buen grupo de estos jugadores.
La primera fase no puede ser más difícil. Italia sale encuadrada junto a los anfitriones argentinos, los potentes húngaros y la emergente Francia. Serán los galos el primer adversario, y aún no se había sentado Bearzot cuando Italia ya iba por detrás. Pero esta Azzurra estaba hecha de otra pasta. Tardelli, Benetti y Antognoni en mediocampo, las subidasEn Argentina, Pablito ya demuestra saber estar en el lugar adecuado del joven Cabrini por el flanco izquierdo y la permanente movilidad de los puntas Rossi, Causio y Bettega. Será Rossi quien marque los goles de la remontada pero es Bettega quien seduce al público mundial con una actuación completísima. «Penna Bianca» es realmente un hombre del Renacimiento, un jugador capaz de hacer de todo y será el líder y hombre más destacado del equipo nacional en el Mundial. Pero hay algo en Rossi que ya empieza a destacar, y es su capacidad para estar en el momento y lugar adecuado en los grandes partidos. El equipo gana en confianza y el partido contra Hungría es magnífico: Rossi, Bettega y Benetti firman los tres goles de una Italia que ataca como pocas veces se le ha visto. Clasificados y dispuestos a afrontar el reto de jugar contra Argentina en el Monumental por la primera plaza del grupo. Obviamente, la escena estaba dispuesta para una victoria de los locales, pero Bettega y Rossi tenían otros planes. Una excelente combinación en la frontal del área permite al primero batir a Fillol y pasar a la segunda fase como líder indiscutido. Para entonces Rossi ya se había convertido en Pablito, un delantero con movilidad y olfato de gol, lejos aún del ratonil Paolo Rossi que pasará a la posteridad.
La segunda fase presenta un grupo con Italia, los campeones mundiales Alemania Federal, los subcampeones holandeses y la sorpresiva Austria, un equipo que vive sus momentos más brillantes desde hace 20 años. Italia acosa a una Alemania ultradefensiva en el primer encuentro en Buenos Aires. Como si las tornas hubiesen cambiado, es Alemania quien planta un catenaccio increíble en el césped, sin ninguna intención de atacar. Italia, no obstante, tiene grandes oportunidades y si el partido terminase 3-0 nadie se sorprendería. En estos momentos nadie duda de que los italianos son el equipo más fuerte del torneo. Rossi se consagra aún más con el gol de la victoria que eliminaba a los austríacos y todo quedaba, pues, pendiente del partido entre azzurri y oranje, el cual decidiría quien disputaba la final. Italia se puso por delante a los 20 minutos con gol de Brandts en propia meta, pero el propio Brandts igualó al comienzo del segundo tiempo. Un tremendo cañonazo de Arie Haan desde casi 40 metros selló el pase de los de Ernst Happel a la final y cubrió de nubarrones el futuro internacional de Dino Zoff. Más negro aún cuando dos disparos lejanos de Dirceu y Nelinho –este desde un ángulo imposible- cerraron la participación mundialista de Italia con un agridulce cuarto puesto.
Rossi regresa a Italia como una estrella internacional y su Lanerossi Vicenza es considerado aspirante al título italiano. Nada más lejos de la realidad. Rossi no decepciona y marca 15 goles durante la temporada, pero el equipo se desmorona y la temporada termina en tragedia. Se baja a la Serie B.
Perugia y el inicio de la pesadilla. El Totonero.
Lógicamente, la pérdida de categoría conlleva que Rossi salga del Vicenza. ¿A la Juventus? Esa sería la solución lógica, pero la Juve decide no abonar todavía la segunda parte del tratado de copropiedad firmado con el Vicenza años atrás. Así pues, el presidente Farina cede a Rossi al Perugia, en una operación que ve, también por primera vez, como se discute sobre derechos de imagen y patrocinadores. Paolo es siempre centro de la polémica, y en muchos casos, innovador. A pesar de los miedos del propio jugador de actuar por primera vez a las órdenes de un entrenador distinto a Fabbri, los goles siguen cayendo. Trece en esta ocasión, pero una vez más la polémica se cierne sobre el goleador de la selección italiana.
El 23 de marzo de 1980, apenas tres meses antes de que Italia fuese sede de la Eurocopa de Naciones, los carabinieri hicieron su aparición en los principales estadios de la Serie A con la orden de detener a numerosos futbolistas profesionales. Italia vive una época de caos, de sangre y fuego en las calles y en las magistraturas políticas. Es la época de las Brigadas RojasJunto a otros muchos, Rossi se ve implicado en el caso Totonero y el asesinato de Aldo Moro, de las logias masónicas, los tejemanejes con las diferentes mafias y bandas criminales, del oscurantismo en la lucha política y en las relaciones de poder, en general. Ese 23 de marzo, esa mancha, ese ambiente enrarecido se extiende también al Calcio. Se descubre una red de apuestas y de partidos amañados que supondrá un golpe durísimo para el fútbol italiano. Massimo Cruciani, un frutero de Roma, es el hombre que destapa la caja de los truenos, y pronto empiezan a salir los nombres de jugadores de Serie A y B implicados en el escándalo. En su mayoría jornaleros del fútbol que sacaban jugosos ingresos extra con el amaño de partidos, pero en la lista también hay nombres importantes. Futbolistas internacionales, estrellas de la Serie A: Giuseppe Savoldi, el que fuera jugador más caro del mundo, Lionello Manfredonia, joven centrocampista internacional, mundialista en el 78, estrella emergente de la Lazio, al igual que el delantero Bruno Giordano – capocannoniere en el 79, que luego será la “Gi” en la fórmula MaGiCa napolitana-, el propio capitán del cuadro romano, Giuseppe Wilson, un habitual de la Azzurra durante años, igual que el portero del Milan Enrico Albertosi, cuatro Mundiales, campeón con el Cagliari de Riva. Y Pablito, acusado de estar implicado en un empate a dos tantos entre Avellino y Perugia que dio jugosos dividendos a la red de apuestas ilegales.
Las reacciones en Italia son de estupefacción. La gente reniega del fútbol por un tiempo, los estadios de la Eurocopa están semivacíos. Como si los italianos hubiesen perdido la fe en el pasatiempo que les permite olvidarse de los problemas del país. Las consecuencias son aún peores: la Lazio y el Milan bajan a la Serie B Ambos clubes vivirán una travesía por el desierto que les llevará alguna vez más a la segunda división y les impedirá tener estabilidad institucional hasta las llegadas de Cragnotti y Berlusconi. Se les restan puntos a Avellino, Bolonia y Perugia, se inhabilita a presidentes -el del Milan de por vida, el del Bolonia por un año-. Para los jugadores, los períodos de inhabilitación van desde los 6 años de Pellegrini a los tres meses de Damiani y Colomba. Pasando por los 4 años y medio del veteranísimo Albertosi, los tres y medio para Savoldi, Giordano y Manfredonia, los tres a Wilson y los dos a Paolo Rossi.
Unas cuantas carreras se acabaron tras aquella sentencia, pero otras pendían de un hilo. Y en el caso de los jóvenes Rossi, Manfredonia y Giordano también lo hacía su futuro en la selección, con el Mundial de España a dos años vista. Bearzot perdía a tres jugadores que podían entrar en sus planes.
Durante la sanción, Rossi vuelve al Vicenza, donde entrena con el resto del equipo. Algunos equipos grandes intentan contratarle, y a punto está de hacerlo el Inter, con el que llega a firmar un precontrato. Finalmente, y faltando un año para el final de su castigo, Gianpiero Boniperti, el astuto zorro de la Juve decide pagar la segunda parte de su acuerdo de copropiedad con el Vicenza. Rossi pasa a ser jugador Juventino y Trapattoni le diseña un plan especial que lo mantendrá en forma –todo lo en forma que puede estar un hombre que no juega durante dos años- y dentro de la dinámica del equipo.
El 2 de mayo del 82 Rossi acompaña a Pietro Paolo Virdis en el ataque bianconero que firma un 1-5 en Udine. Pablito marca un gol y jugará los tres partidos que le restan a la Juve en el campeonato. La Signora gana la Serie A de forma polémicaCon polémica, Bearzor lleva al Mundial a Rossi y, de forma más polémica aún, Enzo Bearzot convoca a Rossi para el Mundial de España. Las reacciones polémicas se suceden a lo largo del país, no sólo porque Rossi lleva más de dos años sin jugar, sino porque para hacerle sitio Bearzot deja en casa al capocannoniere de los dos últimos años, Roberto Pruzzo. Un Pruzzo que, con la perspectiva de los años, será la principal víctima de la leyenda de Pablito y, sobre todo, de la inquebrantable fe que Bearzot le tenía al jugador de Prato. El seleccionador renuncia al goleador más en forma de Italia, y convoca, junto a Rossi, al altísimo Altobelli, al trabajador Graziani –aquel que le montó casi un motín en Argentina cuando descubrió que Rossi le había quitado el puesto- y a dos delanteros de perfil bajo como Daniele Massaro y Franco Selvaggi.
El annus mirabilis de Rossi y el ciclo Juventino.
Italia llega a España envuelta en la polémica de un país que todavía no ha digerido totalmente el escándalo del Totonero, sus consecuencias y, sobre todo, bajo las brutales críticas que la prensa dedicaba a Bearzot y sus jugadores.
Los partidos en el grupo gallego –A Coruña y Vigo-, contra Polonia, Perú y Camerún no van a ayudar a disiparlas, y menos aún lo harán las flojísimas actuaciones de un Rossi que parece dar la razón a todos sus críticos. Fuera de forma y falto de ritmo para una competición tan exigente. Italia pasa de milagro a la segunda fase y queda emparejada con Argentina, a la sazón campeona del mundo, y el todopoderoso Brasil de Telé Santana. Sarria, el pequeño estadio del Espanyol es una caldera que ve enfrentarse a estos tres colosales equipos mientras el gigantesco y frío Camp Nou asiste, semivacío, a la lucha entre belgas, soviéticos y polacos.
Italia derrota a los campeones del mundo por 2-1 desplegando mucho mejor fútbol que en la primera fase –no era difícil-, pero el rendimiento de Rossi sigue siendo desesperante. Bearzot está al límite. La última cartaCuando ya nadie lo esperaba, él apareció es el partido contra los mágicos canarinhos, que vienen de demoler a los argentinos y a los que les sirve el empate para pasar a semifinales en su arrolladora marcha hacia un título que parece suyo. Y es ahí, en el escenario más difícil, cuando Pablito despierta. Rossi ha dejado de ser el delantero móvil que el mundo descubrió cuatro años atrás. Se ha convertido, no en un depredador, sino en un carroñero, un tipo al que no puedes dar ni medio metro ni medio segundo de ventaja. Rossi olió a muerto en el flanco de Junior y no se equivocó. Error tras error del fabuloso lateral brasileño alimentaron a un Pablito que pagaba sus deudas con Bearzot cada vez que los de Telé amenazaban a Italia.
Liberado de todos sus fantasmas, Rossi ajustició a los polacos en las semifinales y asestó el primer golpe a los fornidos alemanes en la final. Todos desde dentro del área, perfectamente situado, haciendo fácil la suerte suprema de entrar a matar. Italia ganaba así el Mundial gracias, en gran parte, a la labor de un hombre al que 15 días antes el 99% del país criticaba cruelmente y que apenas llevaba dos meses sintiéndose futbolista de nuevo. Una epopeya perfecta culminada con el título de mejor jugador y máximo goleador del Mundial español. Y con el Balón de Oro a final de año.
Los goles de Paolo Rossi le valieron a Italia su tercera estrella.
Verano del 82, sin duda el más grande del fútbol italiano en general y de un equipo en particular, la Juventus, que aglutinaba a lo más granado del panorama internacional. Su equipo con seis campeones mundiales, Platini, Boniek, Bettega… eran el centro del planeta fútbol.
El trío conformado por el francés, el polaco y Rossi dará grandes dividendos a la sociedad bianconera, especialmente en forma de títulos. La aportación goleadora de RossiEn la Juventus de Trap era el más sustituido bajará bastante con respecto a los equipos donde él era la absoluta referencia. Las llegadas desde atrás de Platini –que se convertirá en el máximo goleador del once de Trapattoni-, y los incisivos Boniek y Bettega limitarán bastante las cifras de Rossi, que marca apenas 7 goles en su temporada posterior al Mundial. Trap no era muy de Rossi, vamos a decirlo, y Pablito acababa bastantes partidos en el banquillo. Había mucho gallo en el ataque Juventino y Trapattoni tenía claro cuál era el que menos le gustaba. La salida de Bettega rumbo a Estados Unidos propicia una mejora en el año siguiente, llegando a la cifra de 13, que le sitúa entre los mejores del Calcio, pero sigue siendo sustituido bastante a menudo y la Juventus siempre busca un delantero con el que rotar a Rossi, sea Galderisi, sea Virdis, sea Briaschi.
Los títulos caen en las cuatro temporadas de Rossi con la Juve, incluyendo la Recopa y la Copa de Europa en aquella maldita tarde de Heysel. Es este encuentro el que pone punto y final a la experiencia de Paolo en Turín. En el verano de 1985, Farina, aquel que fuera su presidente en Vicenza, llega a la misma en el Milan y oferta por Rossi, que no se lo piensa y se traslada a la capital lombarda. Allí se reencontrará con Virdis, y con Mark Attila Hateley, el ariete inglés de moda, en un Milan que apostó por la vía británica en su travesía del desierto (Joe Jordan, Luther Blissett, Ray Wilkins…).
Su temporada rossonera es decepcionante, apenas dos goles marcados, eso sí, contra el Inter en el derby. Y, sin embargo, Bearzot seguía confiando en él. Lo convoca para Mexico 86, su tercer mundial de habla hispana. Confiando, quizá, que la leyenda de Pablito ayudase a una selección que vagaba sin rumbo desde su victoria en el Bernabeu cuatro años antes. El equipo que viaja a México es una mezcla de jóvenes sin experiencia, veteranos del 82 cuyo mejor momento ya había pasado y mucha clase media. Y, para desgracia de Rossi, es la punta del ataque lo único que no presenta excesivos problemas: Altobelli es titular indiscutible y marca todos los goles de Italia en el Mundial, Galderisi, el joven ratón del área que había debutado en su Juventus era ahora el compañero de ataque de Spillo y Rossi no juega ni un solo minuto en tierras mexicanas.
Quedaba claro que su etapa como profesional tocaba a su fin y, al contrario que muchos de sus compañeros de generación, Rossi optó por jugar un último año en Verona, y no languidecer en sus treinta vagando por distintos equipos de la geografía italiana. Con apenas 31 años colgó las botas, tras haber vivido experiencias que llenarían más de tres vidas, Paolo Rossi, el héroe intermitente. Pablito.
Cityground 12 septiembre, 2013
Maginifico artículo, Paolo Rossi para los que vivimos el mundial 82 siendo niños se convirtió en una leyenda. Una pena sus lesiones y el escandalo del totonero que frenaron su carrera.