Alto, de porte regio y carácter muy suyo, el gran danés ha sido en los últimos siglos uno de los perros más apreciados por la refinada aristocracia europea. Antaño cazador de las mayores bestias que habitaban los bosques del viejo continente y fiel acompañante de grandes señores en sus cortes y monterías, varios rasgos de este animal de efigie orgullosa se identifican en el futbolista más arrogante que ha producido la fría Escandinavia en nuestros tiempos. Además de la pose altiva y una personalidad fastuosa que ha inspirado ríos de tinta en la prensa deportiva, de Nicklas Bendtner se conoce un turbulento affaire con una bella dama de la casa real danesa. La glamurosa baronesa Caroline Luel-Brockdorft, que para más señas tiene su propio castillo y estuvo casada con el sobrino de Ian Fleming hasta poco antes de conocer al delantero del Arsenal, llegó a tatuarse el nombre del futbolista en la muñeca como muestra de un amor apasionado que no llegó a buen puerto. El relato rosa basta para constatar la naturalidad que gasta nuestro hombre en los ambientes cortesanos. Su desempeño en las cacerías de un conocido caballero alsaciano, por el contrario, es más controvertido.
La carrera de Nicklas genera escepticismo en los aficionados.
Como no se cansa de repetir a poco que el tema salga a colación, Nicklas Bendtner no alberga ninguna duda sobre sus enormesBendtner suele auto-elogiarse cualidades. El espectador, sin embargo, tiende a recelar de un futbolista del que incomoda la desproporción entre las abundantes expresiones de su ego generoso y un rendimiento sobre el césped que nunca ha terminado de asentarse. Quizá para reivindicar su impacto en el campo, y de paso atorgar mayor trascendencia a un dorsal algo anodino, el delantero llegó a promover su propio apodo bélico: en un alarde de fina sensibilidad escogió el nombre de un bombardero diseñado para lanzar ataques nucleares al otro lado del telón de acero. Pero lo de “B52” no cuajó, como no lo han hecho todavía su paso por el Arsenal ni su carrera en general. Hoy el entorno contempla al gran danés con sorna y cabe preguntarse hasta qué punto el juego sí toma en serio a este delantero centro cuyo gran lamento como deportista de élite, según afirma él mismo, es no poder esquiar en invierno.
Nicklas Bendtner como futbolista tiene más virtudes que defectos.
En un pasaje fundamental de su rica hemeroteca personal Nicklas Bendtner desarrolló una sofisticada teoría sobre la autoconfianza y afirmó que no le importa decir en qué es bueno “porque no es ningún secreto”. Y lo cierto es que según cuenta es bueno en muchas cosas. Pero centrándonos en el fútbol conviene rescatar de su propia caricatura a un nueve que no se mueve mal en el área, tiene mucho juego fuera de ella y ha firmado goles importantes sin ser un gran anotador. Nacido para pesar de espaldas, no hay tantos delanteros capaces de retener el balón como él gracias a su buen pie y el manejo de un cuerpo más ágil de lo que sugiere su firmeza en el choque. Sensible en el control y el toque, de cara a portería ata el balón muy corto y encara con la naturalidad del que se ha visto a menudo partiendo de la cal. Poderoso en la zancada y el salto, no rechaza una buena ruptura y es un excelente rematador por alto. Al creerse infalible su resiliencia es asombrosa y si resbala siempre regresa. Ladra, pero también muerde. Nicklas Bendtner parece un tipo insufrible pero es un buen futbolista.
fagarcia 8 agosto, 2013
Pero para el fútbol hay que tener cabeza y él sencillamente no la tiene, no le interesa esto.