Una vez tuve un entrenador que era un soso. Ojalá nunca llegue a leer esto pero es que era así. Esa sosez se hacía todavía más insoportable en los días de partido. Daba el once, tres palabritas y luego un aburrido: «venga chicos, salimos y hacemos lo que sabemos hacer, lo que hemos hecho esta semana (siempre lo mismo), tocamos el balón y zzzzz». Un coñazo. Hasta que un día, un compañero, hasta las narices de tanta endeblez, decidió interrumpir. “¡Grítame, escúpeme, empújame! ¡Pero algo, lo que sea!”, le dijo. El caso era salir ahí fuera, todo embarrado, con un poco de intensidad.
Cuento esto porque existe un vídeo fantástico de una charla de Neil Warnock en sus años como entrenador del Huddersfield. El equipo iba perdiendo 2-0 contra el Shrewsbury en un día lluvioso, calados y con el campo encharcado. En los vestuarios, en menos de quince minutos, tras haber dejado un ratito de diálogo entre los propios jugadores, comenzó el recital de Warnock. No dejó a ninguno con vida.
Empezó fuerte: “You are in fucking Latvia (no necesita traducción)”, le dijo a uno.
Luego cambió a dos de golpe: “Tú y tú, fuera”, dijo rápido. Pim pam. A la ducha.
Después de despotricar sobre cómo habían recibido los dos goles, de haber atizado a todos sus jugadores y de haberlos despertado, intentó motivar para la segunda parte: “Vamos terceros en liga y ahí fuera tenemos 2000 aficionados que han venido a vernos. Lo que quiero ahora es que salgamos ahí y que parezcamos el equipo de Neil Warnock, me da igual el puto resultado”, siguió.
Y una última instrucción: “Si metemos un gol ahora entran en pánico”.
Salieron y perdieron 2-1.
Pero entraron como toros en la segunda mitad.
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Una charla al descanso, escrito por Álvaro de Grado
@DavidLeonRon 25 julio, 2013
Si algo he aprendido a medida de conocer y disfrutar a grandes entrenadores en los últimos años es que "lo táctico", siendo vital e imprescindible, no lo es todo.
Un entrenador es lo que aparenta y lo que transmite. Ya puede conocer a la perfección cualquier modelo que si no convence al jugador, será un mal entrenador.
En ese sentido, un buen grito puede ser tan potente como una palmadita oportuna. Todo está en el momento.