“Es un señor de los de antes”. Hasta entonces aquella expresión se había reducido a una frase hecha cuyo significado no sabia precisar con exactitud ¿Qué era un señor? Y fuera lo que fuese, ¿en qué se diferenciaba con los de ahora? Cuando conocí a Don Antoni, conseguí comprenderlo.
Nos recibió en la Asociación de Veteranos del Barça, una especie de Olimpo blaugrana, situado en el interior del templo barcelonista y en donde antiguos compañeros se reencuentran, con más o menos asiduidad, para discutir los actos programados, jugar una partida de cartas, repasar y comentar la prensa o rememorar antiguas batallas.
Don Antoni nos esperaba apoyado en un bastón, pero tan erguido como si estuviese preparado para el lanzamiento de un córner. Durante la entrevista hizo gala de su honestidad –nos advirtió que no le gustaba Internet–, de su exquisita educación –nos animó cuando detectó nuestra inexperiencia-, de la pasión que profesaba hacia su profesión –con una sonrisa irrefrenable en el relato de sus recuerdos–. Pero ante todo hizo hincapié en el profundo cariño que guardaba hacia sus compañeros y rivales, circunstancia que explicaba el porqué cada uno de los veteranos que hacía acto de presencia se dirigía a él, lo primero, para darle un beso.
Durante casi una hora, el Gato de Maracaná contestó a nuestras preguntas y nos obsequió con infinidad de anécdotas, concediendo algunos respiros a su memoria, pero con la seguridad de quien ya las había repetido cientos de veces. No fue hasta finalizar la grabación, cuando la cita alcanzó su propia singularidad.
– Realmente, ¿En qué ha cambiado el fútbol desde que usted lo dejó? – Le pregunté.
Y entonces el anciano me escrutó frunciendo el ceño, ladeando su cabeza con desconfianza, como si dudase de mi capacidad para entender lo que iba explicarme.
– El miedo, ahora se tiene miedo.
– ¿Se refiere a los entrenadores, don Antoni? – deduje casi instantáneamente.
– Me refiero a la vida – me sacudió con toda su crudeza.
– ¿A la vida?
– Sí. -prosiguió- Ahora la gente tiene miedo. En su casa, en el trabajo, en la calle, también en el fútbol. El miedo está en todos los sitios. Antes no vivíamos así. Salíamos a la calle, conocíamos al vecino, íbamos de un lado para otro, teníamos menos pero vivíamos con alegría. Jugábamos al ataque, todos hacia arriba. La vida no se vive con miedo.- Y aquel hombre concluyó sus palabras levantando la cabeza, dignamente, en señal de valentía.
Efectivamente. Se trataba de un señor, un señor de los de antes.
Don Antoni Ramallets, gracias.
@DavidLeonRon 31 julio, 2013
Yo siempre digo que al futbolista actual le han quitado muchas cosas. Por el camino hemos perdido honestidad y libertad. No cuando arranca el partido, que ahí sigue siendo lo mismo y manda la pelota, pero sí en todo lo que rodea al juego. Gente como Ramallets, que vivió una etapa más artesanal de este mundillo, sin duda sentirán ese cambio.
Preciosa despedida de nuestro querido Javi a un Ramallets que olía a buena persona, que no es poco elogio.