Cuando a finales de agosto de 2012 me quedé con una idea general de lo que atesoraban en la temporada anterior y de lo que en ese momento eran las plantillas de primera, tuve una cosa clara. De hecho, con la temporada recientemente acabada, la sigo teniendo clara. Creo firmemente que la plantilla del Rayo Vallecano, por no valorarla con ese adjetivo tan negativo y claustrofóbico, ha sido la de menos posibilidades de toda la Liga. Esto es una opinión personal y no es cuestión de entrar a compararla con ninguna otra. Pero entonces, ¿cómo es que esa plantilla ha sido octava? ¿Cómo ha luchado por entrar en Europa un equipo que ha encajado 66 goles, el tercer conjunto que más ha recibido de todo el campeonato? ¿Cómo puede ser que uno de sus jugadores acabe con 18 goles la temporada? ¿Cómo sucede todo esto con el presupuesto más bajo de la categoría y en situación concursal?
Sólo el fútbol tiene explicación para el Rayo 2013.
Yo creo que durante un instante, seguramente el primero de todos, Paco Jémez, sin decírselo a nadie, pensó como yo. “Es que esto da para estar en la 38 con los cascos puestos, subiendoJémez comenzó con un sistema de 3 defensas y 4 delanteros y bajando cada 20 minutos, y con suerte salvándote como José Ramón”. Al instante siguiente ya todo era cómo él se define: “yo soy un tío increíblemente optimista”. Y eso sí lo soltó. Eso desde el segundo instante como entrenador del Rayo se lo dijo a todo el mundo. A los jugadores, sobre todo. Y comenzó a formar un equipo. Cuestionándose todo lo establecido, vio que no tenía centrocampistas, dibujó aquella teoría copernicana del 3-3-4, con tres zagueros y cuatro delanteros; una especie de futbolín moderno con mucho mensaje y sin preocupaciones. “Este tío está loco”, pensé en ese momento.
El futbolín visitó Zorrilla y pasó de moderno a tradicional, quedándose la línea defensiva huérfana por los lados y cerrando con dos hombres (además le cayeron seis goles; casi le tocó pasar por debajoPaco rectificó, puso línea de 4 y a Trashorras junto a Fuego del futbolín al bueno de Paco). Entonces Jémez se dijo: “Aquí se ha salido un muñeco de la barra”. No sólo recolocó al caído sino que añadió otro, formando línea de cuatro. Javi Fuego no podía más y Jémez le prometió otro hombre a su espalda y uno a su lado. Equilibró el equipo con laterales y a Javi le regaló… a Roberto Trashorras. Paco no tenía nada más. Todo era cuestión de ingenio. El detalle era tan clarividente como grandioso. Con la nueva rampa de salida ensamblada, la franja despegó y el Rayo empezó a partir árboles en dos, con una energía y una fe indesmayables. Tampoco es que la reestructuración fuese algo radical, pero pelín más sostenible terminó resultando.
¿El sello futbolístico del Rayo? Seguramente cómo interpretó cada pérdida.
El equipo tiraba la línea defensiva sin titubeos. Devoraba espacios al rival, siempre hacia delante. Instintivamente. Perdía la pelota y para el Rayo Vallecano nunca existía la palabra repliegue. Tenía que ser el contrario quien solventara técnicamente la presión rayista. Si escapaban, el Rayo giraba un poco el torso y volvía, pero a regañadientes. El 4-2-3-1 de los vallecanos era un gran equipo de fútbol, seguramente lo mejor que podía ser esa plantilla. Todos los jugadores se comportaban igual ante una idea tan arriesgada. Tito, Casado, Rodri/Amat/Gálvez/Labaka/Figueras, José Carlos y Lass posteriormente, Trashorras, Fuego, Chori, Piti y Leo Baptistao. Ganando en La Rosaleda, en Mestalla, en San Mamés. Al Atlético en Vallecas. Todos estaban optimizados.
El mejor Rayo de sus 90 años de historia fue este. Dejó por el camino a Michu, Diego Costa, Arribas y Movilla. Continuó con sus problemas económicos y cambió de entrenador. El equipo se reiniciará de nuevo porque no queda otra. Pero tiene a Paco Jémez. Un tipo que toma decisiones, que las cuenta en rueda de prensa, que levanta la voz y que le ha hecho creer a mucha gente que no tiene miedo. Como los padres cuando intentan transmitir a su hijo que no hay de qué temer. “Qué más da Franja que vengan Neymar o Cristiano. Seguiremos partiendo árboles. Como hacen los rayos”.
SharkGutierrez 6 junio, 2013
Si es verdad que Paco Jémez ha sido arriesgado, pero también no es menos verdad que su etapa en segunda división le sirvió como "experiencia" para no traspasar la línea entre lo atrevido y lo suicida. Siempre me remito a la experiencia aquí en Las Palmas. Pero es que antes estuvo en Alcalá, luego en Cartagena (con quien logró el ascenso) y después de aquí, vino su versión más equilibrada que fue en Córdoba.
Es decir, que antes de llegar al Rayo, Jémez ya había sido equilibrista, trapescista y "payaso" (entiéndase como jerga circense), antes que presentador y lucirse para los restos. Con todos ha experimentado; lo más parecido al Rayo fue lo que hizo cuando cogió al equipo en la 2010/11. Empezó bien, incluso tuteando al Betis de Emaná; pero luego se le olvidaba cerrar los partidos, no atajaba 0:2 y 0:3 en contra, se complicaba la vida con cambios que, a la postre, partían aún más al equipo. Hubo propuesta, hubo jugadores, pero no hubo equipo.
Eso del término "equipo" lo aprendió en Córdoba y ha sabido matizar hasta encontrar su justa medida en la balanza. Explotar al Rayo Vallecano no era fácil y tampoco lo será el año que viene. Eso sí, Jémez seguirá entre la élite.