En el momento en que el joven giró sobre sí mismo para sortear de una tacada a dos rivales y encarar el horizonte rival, todos los allí presentes, física o visualmente, pasaron a formar parte de un sueño. El joven arrancó raudo pero ligero, intuyendo que, en aquel desorden onírico, la superficie no era firme sino un mar, todo un océano, de justicia. Y camino de la inmortalidad, sorteó una sombra, dos, tres, cuatro, cinco… tantas como habían padecido, durante años, él y su gente que ahora lo contemplaban absortos, extasiados por la restitución de la afrenta, conmovidos por el retorno al tiempo añorado. Cuando, definitivamente, el joven pisó la orilla contraria y el último adversario se rindió en la contemplación de su estela, entonces, él, Diego Armando, lanzó su disparo certero y lejos de transformarse en hombre, corrió hacia los límites del infinito convertido en niño. Ahora, un niño Dios.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha sentido la necesidad de encumbrar a referentes que encarnaran aquellos valores anhelados por la comunidad. Los héroes han ejercido de guía en cualquiera de sus múltiples condiciones: dioses o mortales, personajes históricos o de ficción, tradicionales o contemporáneos, guerreros o aventureros pero, en cualquier caso, siempre excepcionales. En la actualidad, los deportistas constituyen la máxima expresión del discurso heroico.
Podríamos establecer una línea de continuidad desde Gilgamesh, Heracles, y Prometeo, pasando por Aquiles, Ulyses o Sigfrido, continuada por San Jorge y Perceval, que se sostuviera con Tarzán, Luke Skywalker y Superman y que culminaran Jese Owens, Michael Jordan y Pelé, por citar algunas de las muchas cuentas que han enhebrado el hilo conductor del héroe hasta nuestros días (1)
Donde hay un héroe siempre hay un mito. Por eso trascienden sus aventuras como historias eternas.
¿Pero en qué ha radicado el influjo de dichas figuras? ¿Qué condición convirtió a Edipo en un modelo simbólico? ¿De qué modo trascendió la historia de Juana de Arco? ¿Por qué emociona globalmente una actuación de Messi? La única respuesta posible la hayamos en su naturaleza mítica.
En efecto, allí donde hay héroe hay mito. El héroe se reafirma como tal encuadrado en un relato mítico, cumpliendo una secuencia de acontecimientos extraordinarios cuya significación se revela en el plano inconsciente. Y es que más allá de su literalidad, el relato (mytho) cobra especial relevancia por estructurarse mediante un lenguaje simbólico que alcanza allí donde no lo hace la razón (logos). (2)
La mitología de los héroes es compartidaDesde sus orígenes, los mitos se han articulado en torno a patrones recurrentes que han conservado su sentido, con independencia del momento histórico, procedencia o influencias culturales. Los mismos esquemas que sirvieron de molde para los personajes de la poesía griega clásica, fueron replicados, desde púlpitos y cantares, en la figura de santos y caballeros durante la Edad Media, posteriormente se adaptaron a las diferentes realidades de la Edad Moderna, merced a la ductilidad del personaje literario (3) y en la actualidad son proyectados como ídolos del deporte y el espectáculo, gracias a los mass-media.
Para Mircea Eliade “estos comportamientos míticos que aún perduran ante nuestros ojos no se tratan de supervivencias de una mentalidad arcaica, sino de ciertos aspectos y funciones del pensamiento mítico que son constitutivos del ser humano.” (4)
El héroe es la individualidad que se contrapone contra la oscuridad, el desorden, el mal.
A estos motivos esenciales, Carl Jung los denominó arquetipos. Y de entre ellos, podemos destacar el del héroe, esto es, el mito de la consciencia abriéndose camino, frente a las fuerzas regresivas de lo inconsciente, para reafirmar su individualidad (5); el triunfo de la luz sobre la sombra; del bien sobre el mal; del orden sobre el caos.
El deporte es muy dado a heroicidadesLa emoción que suscita una gesta futbolística no es consecuencia exclusiva de la virtud demostrada por un jugador o de la identificación con un equipo que ostenta cierta representatividad hacia un entorno común. En ocasiones, se trata, también, de la esperanza despertada ante el desenlace glorioso de quien partió desde la misma situación de desamparo que el que ahora le goza y jalea. Es la alegría de quien constata la posibilidad de salir airoso ante las dificultades. Es el alivio de quien ve refrendado un orden primordial en el cual cobra sentido. Es, en suma, la confianza generada por la culminación del relato del héroe.
Un relato que la mitología comparada ha estudiado y pautado, estableciendo una estructura narrativa fundamental. Antropólogos como Otto Rank y, con posterioridad, Pierre Grimal establecieron las bases del Ciclo Heroico (6) cuya secuencia sería la siguiente:
- El héroe es de origen noble, real o, incluso, en ocasiones, divino.
- Su nacimiento viene precedido de profecías o sueños que avisan de su llegada.
- De niño es abandonado a su suerte y recogido por animales o gentes humildes, frecuentemente agricultores.
- Superada la infancia, el joven descubre su condición y lucha por su reconocimiento.
- Para alcanzarlo, tiene que sortear numerosas pruebas y dificultades hasta que finalmente alcanza su apoteosis.
- En ocasiones, se enfrenta a su padre que lo ve como una amenaza para su integridad.
- Su muerte suele producirse a corta edad.
Moisés, Superman o Luke Skywalker comparten el Ciclo Heroico de forma casi calcada.
Dicho esquema que se cumple, parcial o totalmente, en contextos tan diferentes como Sargón, Edipo, Moisés, Perseo, Ciro, Rómulo, Paris, Egisto, Luke Skywalker o Superman, está registrado en el imaginario colectivo de tal manera que cualquier recreación similar en el presente nos evoca, irremediablemente, a la esencia del héroe. Por ello no es de extrañar que esa secuencia, o tramos sustanciales de la misma, subyazcan, a menudo, en un ámbito tan fértil para la gestación heroica como es el fútbol.
El areté es en origen la perfección de las cosasObviamente, no procede atribuir una naturaleza divina o un linaje nobiliario a un futbolista, pero esta cualidad de origen nunca fue un motivo, sino una consecuencia. La condición sine qua non del héroe clásico era su areté (αρετή), un concepto bastante amplio que se podría definir como virtud o excelencia y que se aplicó a los más variados perfiles del pensamiento, el deporte o la guerra. La areté no se adquiría ni aprendía, era un valor innato que en ciertos momentos sirvió para justificar órdenes sociopolíticos determinados al no reconocerse más que en dioses, reyes y nobleza. En el mundo del fútbol el héroe es distinguido también por su areté que suele especificarse como talento, una condición natural y meritoria que convierte a un futbolista en diferente al resto y que determina su conducta, que lo ennoblece o diviniza por tanto.
También podemos reconocer en muchos relatos futbolísticos el acto del abandono del niño. Un porcentaje elevado de futbolistas prodigiosos se ven obligados a separarse de sus familias, siendo niños o muy jóvenes, para viajar a una realidad tan lejana como diferente a la suya y en la que, de inicio, son entregados a una familia simbólica como es la cantera, que constituye, en esencia, un vivero en donde germinan futbolistas irrigados con constancia y humildad, muy en sintonía con la tradicional familia de agricultores del Ciclo Heroico.
Las palabras «salvar» o «salvador» están presentes en cómics y crónicas deportivas por igual.
Más evidente resulta el paralelismo entre el proceso de descubrimiento de su excepcionalidad y la posterior lucha por las aspiraciones legítimas que devienen de ella: la eclosión y asimilación del rol de estrella por parte del joven futbolista y la lucha por el éxito, primero parcial y finalmente absoluto tras la superación de multitud de retos y dificultades.
La virtud, no obstante, no es suficiente para determinar la cualidad del héroe. Otro de los rasgos definitorios del héroe es su carácter salvífico. Es necesario un culmen, una apoteosis que lo ratifique. El héroe ha de salvar, así mismo, a los demás o a un orden determinado. Y en el caso del fútbol también podemos admitir un efecto de auxilio, al equipo y a la institución, cuando se consuma una gesta. En esas ocasiones, el futbolista es entronizado como un salvador.
Otra etapa, el recelo del padre (rey) sobre su hijo (príncipe/héroe) al concebirlo como una amenaza para su integridad, se da con bastante frecuencia en el panorama balompédico cada vez que un jugador relevante, que ya ha iniciado su declive, siente peligrar su status por la irrupción de un nuevo astro que reclama su trono. Por último, el fallecimiento en juventud del héroe es otro de los factores comunes con el futbolista cuya retirada suele suceder en los albores de la madurez.
Por todo lo comentado y su carácter mediático, el fútbol es la actividad heroica de nuestra era.
Podemos determinar, por tanto, que el fútbol es una práctica que se ha revelado propicia para la gestación de mitos y los futbolistas, en consecuencia, conforman el reflejo contemporáneo de un valor tan remoto como el propio hombre: El héroe.
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Referencias:
(1) El ciclo heroico: de la Ilíada a los Cómics; Luís Alberto de Cuenca (ILC)
(2) Superhéroes: Mitología moderna ; Christian Bronstein (Pijama Surf)
(3) Del héroe de la antigüedad al personaje literario; Francisco J Flores Arroyuelo
(4) Nociones fundamentales para el análisis de simbolos en textos literiarios; Lilia Leticia García Peña
(5) El héroe, literatura psicologia analítica; José M. Rodriguez Zamora
(6) El mito del nacimiento del Héroe; Agustín Genovés
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@fernando_eco 24 junio, 2013
Brutal, Javi.