Aquel gol de Falcao en El Madrigal fue en vano. El Atlético de Madrid no dependía de sí mismo para lograr plaza de Liga de Campeones y la victoria del Málaga en El Molinón certificaba la presencia de los malaguistas en la edición que en pocos días se cierra en Wembley. Los números de Diego Simeone al frente del equipo eran de Champions, pero llegar al club en el mes de enero dejó sin maniobra sus aspiraciones. Cada punto perdido era hacerlo por partida doble. Ello replanteó varias decisiones, económicas y deportivas, y es que si para un amplio conjunto de equipos la permanencia en Primera significa ni más ni menos que mantener la vertical, para un conjunto de mayores aspiraciones, ser una papeleta en manos de Gianni Infantino significa competir a la altura de las expectativas.
La planificación de la primera parte de la temporada tuvo mucho que ver con esos bombos que tanta ansiedad crean. Enfocada para estar en ellos nueve meses después y tras conocer que los de la Europa League deparaban un sorteo benévolo (Viktoria Plzen, Académica de Coimbra y Hapoel Tel Aviv), todo esfuerzoDiego Costa primero se impuso al Toto Salvio y después a Adrián se encaminó sobre la misma idea: comenzar muy fuerte el campeonato y generar una inercia potente con la que manejar los tiempos de competición. El bloque se mantuvo con respecto al de la temporada pasada (sensible pérdida de Diego Ribas a un lado), con la llegada de Cebolla Rodríguez, la vuelta de Raúl García y la apuesta de Diego Costa sobre el Toto Salvio. Con un comportamiento colectivo muy asentado, dos decisiones futbolísticas marcan los primeros meses de competición de los rojiblancos en Liga. La entrada de Diego Costa en sustitución de Adrián reconstruye ciertos aspectos del equipo: gana un hombre más en la presión, gana juego directo (aéreo y hacia banda) y libera a Radamel Falcao del juego de apoyos y rupturas en la transición del equipo. Al no haber extremos en el sistema, todos los movimientos del brasileño van enfocados hacia el exterior, donde su potencia física dota de profundidad a la pelota y permite que por dentro haya superioridad de volantes y mediocentros, asentando al equipo en campo rival ante una posible pérdida.
Diego Costa y Koke para completar la idea.
La otra novedad nace en la figura de Koke, al que Simeone reinventa desde su posición natural hasta convertirlo en un centrocampista de apoyo y fundamental elemento de presión sobre el poseedor. Bajo un 4-4-2 en fase posicional, el equipo logra un automatismo evidente en esas 10-12 primeras jornadas: romper la simetría del dibujo, mandando a laterales a la altura de la divisoria para impedir la recepción de extremos rivales y dividir el doble pivote, con Mario cerrando como ancla y Gabi, Arda y Koke buscando a los dos receptores del rival, como si fueran un equipo de fútbol americano. Toda presión es instantánea a la pérdida, consumiendo espacios y tiempo al reinicio del juego del oponente.
Esto se traduce en una circunstancia que le sirvió al equipo para lograr un importante colchón de puntos en la tabla: ganar los partidos, sobre todo de casa, en los primeros 20 minutos. El ritmo imprimido era una garantía de acoso sobre el que construirEl elevado ritmo con el que el Atleti iniciaba los partidos fue clave el resultado. Siempre el primer gol era rojiblanco y desde ahí el equipo jugaba con la altura del bloque y la dosificación de los esfuerzos. Costa prometía una recepción ancha y una acción profunda, y los centrocampistas trabajaban cada pérdida de balón. En el área, liberado, Radamel Falcao, para poner el 1-0. En ese primer tercio, los de Simeone no necesitaban un ataque posicional; esperaban como un acordeón a mitad de cancha y cuando el rival encontraba un tapón central, se abría lateralmente y caía en la trampa. Si el Atlético afrontaba fases de ataque organizado, el espacio reducido era siempre para la banda izquierda: Arda Turan y Filipe Luis. Tras la derrota ante el Real Madrid, varios conjuntos visitaron el Calderón con la idea de entregar la pelota y salir con espacios, pero Cholo dio la titularidad a Tiago y el equipo solventó los compromisos ante Depor, Betis, Celta, Levante o Zaragoza sin excesivos problemas.
La Europa League y la Copa del Rey reorientaron los objetivos.
En paralelo, Simeone dibujó un equipo B que tuviera ritmo competitivo y diese descanso al bloque que trataba de conseguir el principal objetivo de la planificación. Adrián, Cebolla, Cata Díaz, Tiago y Raúl García daban relevo en la Europa League a una primera unidad que incluso en varios partidos no era ni convocada (Falcao, Arda). Tal era la inercia ganadora que los envites más cerrados terminaban por caer del árbol en los últimos minutos. Como en una película. El comportamiento era muy parecido: líneas juntas, esfuerzos intensos y eficacia rematadora.
Otro bombo, el de la Copa del Rey, surgió como gran oportunidad para alcanzar una final (cayó en el lado contrario al de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona), pero Cholo debía tomar una decisión al respecto: ¿eraSimeone tuvo que priorizar la Copa sobre la Liga y Europa League sostenible el modelo de juego y la plantilla para competir la Copa, la UEFA y una pugna liguera por la segunda plaza? Simeone era consciente de que el equipo podía tener un bache, alguna racha de lesiones que hasta el momento no estaba castigando al equipo, que en realidad al plantel le faltaba calidad en determinadas situaciones de juego y que, por encima de todo, había que asegurar la plaza por la Copa de Europa. Para ello reorientó objetivos. El equipo bajó el pistón en el campeonato doméstico, bajó las expectativas en Europa League con un equipo plagado de suplentes para enfrentar al Rubin Kazan y alzó la voz y la intensidad del juego para afrontar las eliminatorias de Copa del Rey ante Getafe (uno de los mejores partidos de los atléticos en la temporada), Betis y Sevilla.
En esta etapa es donde prácticamente Diego Costa mete al Atlético en la final del Bernabeu. El jugador ya no es un elemento de profundidad y amplitud, sino que se matiza hasta dar con un rendimiento más completo. Encuentra el factor determinante que supone colar gol en cada partido y, por encima de cualquier circunstancia, Costa se destapa como un notable interprete de los espacios, ofreciendo una útil descarga en cada contragolpe y una opción de pase interior en el lado más débil del contrario. El rival no estaba ante un autómata cuya conducción y físico salían ganadores, sino un delantero que interpretaba el juego para dar soluciones que acababan en goles, fabricados a muchos metros de la portería.
Con gran regularidad, hasta principios o mediados de marzo, el Atlético de Madrid lograba imponer su juego y competir en aquellos partidos que se le atascaban (incontestables excepciones hechas las del Rayo en Vallecas, donde fue superadísimo y el Athletic de Bielsa en La Catedral, en medio de una racha de cinco visitas y un solo punto obtenido). Hasta ese momento sólo quedó patente una evidente inferioridad técnica y jerárquica ante el Barcelona y el Real Madrid. Tras marzo al equipo le faltó un objetivo apetecible, pues quedó eliminado en competición europea y con oficio más que brillantez fue sumando sin desfallecer.
Sin Adrián y Arda Turan, todo quedó sin aristas.
Tal optimización de todos los recursos disponibles, adaptados a una idea de juego sólida y consecuente con el material técnico y físico, no tapó en su totalidad la principal carencia del equipo cuando la exigencia era más alta, que no ha sido otra que la El técnico lo intentó hasta el final con Adrián López, pero…imprevisibilidad con la pelota. Simeone enfocó varias ruedas de prensa a este aspecto, justificando cada derrota en la falta de claridad para crear jugadas de gol. La pérdida de Diego y el permanente apagón de Adrián López dejaron al equipo huérfano de creatividad cuando primero Tiago en Sevilla (rotura de radio) y sobre todo Arda Turan, con su lesión de tobillo que lo apartó del campo durante casi cinco semanas, se ausentaron del equipo. La línea de medios la compusieron Gabi, Mario, Koke y Raúl García. El equipo perdió el pincel. Además, la relación de Falcao con el juego disminuyó en el día a día, pues su responsabilidad quedó marcada desde el primer momento, y el oxígeno que supuso para el equipo en otros momentos del proyecto, no aparecía con frecuencia.
La solución siempre era Adrián, al que Simeone en ningún momento abandonó y cuyo particular carácter fue tratado por el Cholo con especial cuidado. Nunca le negó una nueva oportunidad pues el equipo se resentía muchísimo sin un control orientado, un primer toque o una secuencia de movimientos que diera soluciones a sus centrocampistas. La respuesta por norma siempre fue la misma, con su consabida excepción que la confirma. Adrián no compareció.
A principios del mes de mayo, los rojiblancos tenían la tercera plaza asegurada, tras ceder la segunda ante el Real Madrid y una final de Copa en el horizonte. El objetivo primordial de agosto se logró con sobresaliente regularidad, dejando un dato que habla por sí solo: el Atlético 2012/2013 no ha perdido dos partidos seguidos en toda la temporada. Tras la consecución de la Copa el pasado viernes, la segunda temporada de la etapa Simeone ha cumplido con lo establecido desde un primer momento. Necesitan medirse en Europa y alimentarse de competir entre los mejores. Simeone algo se inventará en el trayecto.
@DavidLeonRon 20 mayo, 2013
Antes de nada, y sin que esto signifique perjuicio para el resto de competidores, espero que Simeone nos esté regalando un Atlético de Madrid de presencia fija en Champions. Creo que esto es fundamental para recuperar lo máximo posible del gran Atlético.
Su ciclo, como todos, acabará, pero esperemos que su herencia sea potente.