Era octubre de 2005 y Mourinho se atrevía con todo. “Para mí, Frank Lampard es el mejor jugador del mundo”. Stamford Bridge disfrutaba del fútbol más espectacular de su historia y Frank la rompía como nadie hubiera imaginado. Lejos quedaban aquellas acusaciones de la hinchada del West Ham –club de origen–, en las que se le recriminaba un poco de todo; desde el rendimiento a su estado físico, pasando por su apellido. Ahora era otro. Estaba a punto de recibir un Balón de Plata y era campeón de la Premier League. Se había convertido en Frank Lampard; una leyenda en proceso con algún lunarcillo en su trayectoria.
La 2003-2004 iba a ser la primera temporada en la que Lampard anotaría 10 goles ligueros como blue. Hasta hoy, nunca dejó de colarlos y ya pasa de 200, siendo el máximo goleador de la historia del club. Entonces nada de esto parecíaPara Mou, Frank Lampard ha sido algo especial posible. El Chelsea había alcanzado las semifinales de la Champions pero Abramovich, inversor sediento de gloria, quería más. Y más significaba Mourinho. El portugués dio rienda suelta a su talento creando un conjunto eminentemente veloz. Era el Chelsea del Robben extremo izquierdo, el que se iba hacia fuera para centrar y ser profundo. Drogba era la salida en largo y Lampard, el llegador. Para Mou, Frank suponía algo especial: en el césped, su golpeo suministraba a los extremos y al pecho de Didier. A cualquier altura, en cualquier momento. El Chelsea siempre te podía meter un gol. A nivel de vestuario, su gran profesionalidad resultaba un elemento fundamental para consolidar un grupo unido, fuerte. Lampard acababa la 2005-06 con 16 goles y la sensación de formar parte de la más absoluta élite.
Lampard lo fue todo en el proyecto de Mourinho en Londres
Hasta aquí, el relato es dulce, como corresponde al centrocampista estrella de un equipo ganador de dos Premier’s consecutivas. El golpe más duro iba a suceder ese verano. El Mundial de Alemania parecía llegar en el momento más oportuno. Inglaterra nunca había disfrutado antes de una generación tan talentosa, con nombres que daban incluso miedo: Ferdinand, Terry, Cole, Lampard, Gerrard, Rooney, Beckham… un listado digno de campeón. Aunque la calidad estaba presente en todas las líneas, el gran lujo de los pross estaba en su doble pivote. Frank Lampard y Steven Gerrard (vigentes Balón de Plata y Bronce respectivamente) representaban una riqueza futbolística que ningún otro centro del campo podía igualar.
Sin embargo, la realidad era distinta. Gerrard y Lampard, cuya rivalidad en sus clubes era grande –el debate sobre quien fue mejor siempre ha estado ahí– no supieron consumar su matrimonio. Ambos echaban de menos las figuras de Xabi Alonso y Makelele; mediocentros puros que les escoltasen y les permitieran volar. Menos dinámico que Steven, a Lampard le tocaba ejercer de “organizador”, algo que jamás pudo llevar a cabo con éxito. Si la historia reciente de Inglaterra es la de constantes frustraciones, el caso de Frank es todavía más crudo. Sus carencias, que no eran muchas, se veían expuestas de golpe y porrazo en un colectivo que le pedía un peso excesivo en el juego. Con la selección, Gerrard siempre logró mantener la honrilla; hizo goles en la Euro 2004 y en los Mundiales de 2006 y 2010. Lampard solo pudo anotar un tanto en una gran cita con su país.
Lampard nunca pudo mostrar su mejor cara en la Selección
Mourinho, temoroso por las críticas que pudiera recibir su crack tras la Copa del Mundo, se lanzó a protegerlo. “Entiendo que lo critiquéis. En vuestro país nunca habéis tenido un jugador tan bueno como él. No estáis acostumbrados”. Su casa, estaba claro, era Stamford Bridge. Allí si encontraría puerta y nunca dejaría de ganar. Tras la marcha de Mou se acumularon los periodos de entreguerras. Grant y Guus Hiddink duraron apenas unos meses, pero eso no impidió que Frank siguiera rindiendo y marcando. Ancelotti encontró la fórmula para potenciarle al máximo en esta faceta; con laterales muy profundos (temporadón de Cole) y el Anelka más implicado en el juego que se recuerda, Lampard se fue a la friolera de 22 chicharros en Liga. De locos. Al de Londres solo le quedaba la gloria europea y el fútbol le premió con dos asistencias fantásticas en la célebre semifinal ante el Barcelona. Es Frank Lampard Jr. 203 goles con el Chelsea y “ninguno” con Inglaterra. Cosas del fútbol.
Fagarcia 28 mayo, 2013
Por eso el fútbol de selecciones es tan díficil. Puedes tener muy buenos jugadores, sin embargo falta ese que daría equilibrio, que completaría el esquema y que permitiría que el equipo rinda al 100%… o puedes tener tan buenos jugadores que peques de avaricia y quieras ponerlos a todos